Y finalmente amanece soleado. ¡Ya era hora! Han sido 3 días de lluvias intensas que han deslucido y condicionado nuestro plan de viaje. Como nos quedan todavía 2 días en la zona, decidimos hechar toda la carne en el asador.
Para el día de hoy hemos dejado la excursión a La Rhune, famosa
cumbre con espléndidas vistas situada a 905 metros de altura. A diferencia de
Suiza, aquí no hay ningún teleférico que te lleve arriba. Se puede hacer de 2
maneras: caminando (el tradicional – aproximadamente 2 horas de subida según
leemos) o montado en el famoso Petit Train de La Rhune (un ferrocarril
cremallera que sale del Col de Saint Ignace y te sube en media horita a la
cima). Nosotros elegimos esta segunda opción, especialmente por apiadarnos de
nuestros niños, aunque seguro que el ascenso a pie es muy chulo (los mayores nos
quedamos con las ganas y es que mucha gente lo hace). Para coger el tren
nuestra recomendación es reservar los billetes con antelación y es que hay
mucha demanda. Nosotros los compramos hace 3 días tras consultar la previsión
meteorológica. A nuestra llegada hay mucha gente en la estación y nos cuesta
algo aparcar. Tenemos la subida a las 10:45 hrs y a Fani le da tiempo de
tomarse su cafecito antes de salir.
El ascenso en tren no tiene desperdicio. A lo largo de sus 4
kilómetros de recorrido salva un desnivel de 733 metros, a 9 km/h y es
eléctrico. Consiste en una locomotora que empuja a 2 vagones montaña arriba. Se
sube despacito, pero las vistas son espectaculares de buen principio. Puedes
apreciar tanto la línea del litoral y sus poblaciones frente al mar como la
propia montaña con la estación de La Rhune en la cima. Vemos un primer tren que
va por delante de nosotros y nos anticipia lo que está por venir y grupos de
excursionistas que van ascendiendo lentamente hacia la cima. Los niños se
portan muy bien y no dejan de mirar maravillados (igual que sus papis).
Al llegar a la cima echamos un rápido vistazo a la estación y su mirador. No tenemos mucho tiempo: la bajada tiene un horario asignado y sólo tienes 90 minutos para estar arriba. Lo que nos hace especial ilusión a todos es alejarnos del gentío y explorar la cima libremente caminando. La verdad es que nos lo pasamos muy bien. Primero nos entretenemos haciendo fotos del paisaje y nos acercamos a mirar unos simpáticos caballos. Después descendemos algo por cima para explorar sus zonas rocosas. Los niños se ponen a correr y tenemos que pararles los pies de vez en cuando no sea que se emocionen demasiado y se pongan a rodar montaña abajo. Están muy contentos.
Después cogemos el coche y nos vamos a visitar la población de
Sare. Nos plantamos allí en apenas 15 minutos y lo primero que hacemos es irnos
a tomar un café (para los papis) y un vaso de leche para (los niños) sentados
en la terraza de la plaza del pueblo. Como no tienen pastel vasco en el bar,
Jordi lo compra en un puestecito que hay enfrente (nos dejan traérnoslo a la
mesa). Riquísimo. A pesar de la hora, el sol y el calor (son las 15:00 hrs) hay
bastante gente paseando. Tantos días de lluvia seguidos han tenido algo que ver
seguro.
Tras el descanso nos damos un paseo por el pueblo. La verdad es
que no nos parece tan bonito como estaba considerado; hemos visto pueblos más
chulos (Ainhoa y Clairence la Bastide, por ejemplo). Las fachadas de las casas
no son tan auténticas y se hace monótono enseguida. Sí mola que está rodeado de
un entorno natural precioso. Laura se rebela enseguida y acaba a caballito de
Jordi. Para sorpresa de todos, descubrimos un pasaje estrecho y largo que
comunica una de las calles laterales con la plaza principal del pueblo que
alegra algo el recorrido.
Como estamos algo cansados y ayer nos quedamos con las ganas de explorar más el pueblo de Saint Jean de Luz, decidimos hacer una parada allí de camino de regreso a Bidart. Esta vez lo hacemos mejor (lo que tiene saberse mejor las cosas): aparcamos más cerca y nos plantamos enseguida en la zona marítima sin rodeos. Recorremos sus calles (llenas de restaurantes y tiendas) y acabamos de nuevo en la playa. Los niños vuelven a tener su rato de desmadre en el arenal (zona infantil incluida) y Fani compra una preciosa lámina en una tiendecita muy chula. Decidimos quedarnos a cenar y nos regalamos un menú con pescado en uno de los muchos restaurantes de la zona. Comemos sardinas y merluza. Laura devora literalmente la merluza de su plato (la verdad es que cuando lo que hay en la mesa le interesa demuestra ser una gran comedora). Los pimientos del piquillo que se pide Jordi están de rechupete, aunque no superan los de Carmen en la Posada del Camino. De postre helado.
La vuelta al coche es agradable. Es de noche y los restaurantes están llenos. A pesar de ser lunes laborable hay un gran ambiente. Caminamos un rato por el paseo de la playa para despedirnos y admirarnos con las vistas otra vez (la verdad es que el lugar nos ha maravillado; será porque somos más de pueblos costeros). De camino al coche los niños juegan haciendo sombras sobre la fachada de los edificios, aprovechando la luz de los focos. De nuevo se pasan el camino riendo. ¿Es que no se cansan nunca?