Nuestro segundo día en Bidart amanece también lluvioso, así que la plaza del coche continúa estando inundada. Saltamos como ranas. Decidimos ir a Biarritz y pasar el día en el aquario. No es que nos haga especial ilusión, pero es una forma de pasar el día sin empaparse. Y no nos apetece quedarnos encerrados en el camping. Ni hablar.
Biarritz está en la costa, y eso significa playa. Es una ciudad
grande y acabamos aparcando en un parquing de pago. Desde el paseo marítimo en
dirección al aquario vemos a decenas de surfistas probar suerte. Con este tiempo
las olas son de infarto. A los peques les gusta mirarlos. Es un espectáculo.
Comemos en un restaurante que nos parece caro ( la comida está muy
buena pero la cantidad es poca ). Nos cobran casi 7e por una cerveza. El centro
está lleno de tiendas y, restaurantes. Todo muy turístico y glamuroso. Después
de comer nos vamos al aquario. La cola para entrar está bien organizada y
después de unos 20 min entramos. La primera impresión es de caos, ya que la
primera sala está a rebentar de gente. Todo el mundo lleva mascarilla pero lo
de las distancias es imposible cumplirlo. Afortunadamente, a la hora en la que
dan de comer a las focas, las salas del interior se quedan bacías y
aprovechamos para recorrer los espacios con más tranquilidad. El aquario no tiena
nada del otro mundo aunque cuenta con una sala de exposición sobre el mar con
esqueletos a escala y otras curiosidades relacionadas con el mar.
Pasamos la tarde entretenidos y los niños han disfrutado mucho. Pensamos que visitar Biarritz es prescindible, aunque podríamos estar sesgados por la influencia del mal tiempo. Además, sólo hemos paseado por el paseo marítimo, nada más. Las vistas del mar Cantábrico sí han merecido la pena.
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