11 de diciembre de 2021

EN EL PARAÍSO DE LA LUZ

Nuestros 6 días en Maldivas los pasamos en el atolón Lavhiyani. Lo decidimos así porque nos parecían pocos y no era cuestión de perder más tiempo con traslados entre islas. La decisión resultó ser muy acertada ya que el atolón tiene de todo y, a pesar de lo que pueda parecer, no hay mucho tiempo para aburrirse (aunque todo depende de las expectativas de cada uno). Nosotros buscabamos un lugar tranquilo donde desconectar, pasar tiempo con nuestros peques y disfrutar de un clima veraniego cuando es pleno invierno en España. Y lo conseguimos. ¡Vaya que sí!

En el atolón hay un único Ressort, el Innahura. Ocupa gran parte de la isla aunque respetando los principales enclaves naturales. Llama la atención (a diferencia de lo que estamos acostumbrados en España) que aquí no prima la concentración de bungalows, restaurantes y piscinas para alojar el mayor número de gente posible por metro cuadrado. No. Esa no es la filosofía de este enclave natural. Aquí hay unos pocos bungalows individuales en la costa oeste de la isla (orientados a la puesta de sol y al interior del atolón) y otros pocos orientados a la costa este (al amanecer y al océano abierto ). Hay un único restaurante y una única piscina. Es un punto de partida muy interesante. Partiendo de que aquí el objetivo es alojar poca gente, es muy fácil ofrecer servicios de calidad (sin engorrosas colas ni turnos de comedor) respetando el medio ambiente. Pronto descubrimos que aquí tenemos la piscina para nosotros solos la mayor parte del día, que las playas y sus arenales están desiertos y que no tenemos que esperar para pedir bebidas en el bar o sentarnos a la mesa a comer. Es todo un lujazo. 

La isla no es muy grande. Se recorre facilmente. Lo que pasa es que hace muuuuucho calor. Así que hay que ponerse gorra y mucha crema solar (con las quejas de nuestros peques, por supuesto). Por el camino, palmerales y manglares, cuervos y montones de cangrejos y caracolas de mar. David y Laura se lo pasan bomba el primer día recolectando conchas y coral. También descubrimos unos enormes murciélagos que aparecen de vez en cuando revoloteando entre los árboles (menos mal que hay pocos porque dan mucha grima). 

El agua es un mundo aparte. Especialmente en la zona de la costa oeste donde está nuestro bungalow. Cuando le pega el sol de la mañana la luminosidad que tiene y su transparencia no parecen reales. Está todo tan limpio que se transparenta todo. Aprovechamos para pasar por un pequeño centro que tienen de Water Sports para alquilar una mañana un par de kayaks y otra mañana para probar de hacer stand up paddling. La verdad es que resulta muy sencillo; la cosa tiene truco, aquí el agua está tan tranquila que es muy fácil navegar. Pasamos un rato muy divertido con los peques aunque el sol aprieta de lo lindo. En el agua no hay mucho que ver aunque si te lo tomas con clama y te poner el equipo de snorkel puedes conseguir ver peces muy chulos. El agua suele estar poco removida y hay muy buena visibilidad. Jordi consigue ver peces tropicales en unas rocas y Fani hace el gran descubrimiento del viaje: un tiburón bebé persiguiendo un banco de peces. Jordi estaba terminando la prueba de surf cuando descubre a Fani como una loca en la orilla señalando el agua al grito de: "¡Un tiburón! ¡Mirad! Un tiburón!". Yo pensaba que directamente o había enloquecido por el sol o nos quería gastar una broma. Pero no. Era bien cierto. Había uno, aunque bien chiquitín.

Nuestras jornadas (ya sean matutinas o vespertinas) acaban siempre en la piscina con un chapuzón. Los niños no la perdonan ni una sola vez. A ellos el mar no les interesa tanto. Aprovechamos para que Laura aprenda a usar sus aletas. Y descubrimos que se le da muy bien bucear con ellas. ¡Disfruta un montón buceando con su hermano! Nosotros aprovechamos para jugar con ellos en el agua, admirar las preciosas vistas de la playa y el mar o relajarnos sentados en la tumbona con un refresco. Jordi descubre un cocktail buenísimo que llaman "Innahura Cooler" hecho con ron, piña y coco (repetimos varias veces). A veces tenemos música en directo mientras nos bañamos (pruebas del DJ o del grupo que tocará en directo por la noche).

Las comidas en el restaurante son muy resultonas. El comedor es fresco y está bien ventilado. La mayor parte de los platos del buffet no pican ni están especiados, siempre hay verduras hervidas o un puchero con sopas o cremas. El buffet de ensaladas es muy variado y en la plancha el cocinero te prepara carne, pescado o pasta al momento. De postre fruta y pastelitos (lo único que faltan son helados). Y practicamente sin ninguna cola, lo cual es de agradecer. Lo disfrutamos mucho.

Aquí el sol se pone a eso de las 18:00-18:30 hrs por lo que disfrutamos el atardecer entre el último baño en la piscina y las duchas en el bungalow. Tenemos días de todo aunque el agua no está tan bonita como cuando le pega el sol de la mañana.

Uno de los días contratamos una salida privada para recorrer los diferentes atolones y hacer snorkel. La excursión resulta un pasote. Vamos sólos. Hay 3 tripulantes y dos guías de snorkel pendientes exclusivamente de nosotros. Primero navegamos cerca de una hora en dirección noroeste hasta llegar a nuestra primera zona de inmersión. Nos hechan al agua justa encoma de una preciosa barrera de coral con la corriente a favor y una infinidad de peces tropicales preciosos. Laura está junto al instructor bien agarrada al salvavidas pero con la cabeza sumergida permanentemente para no perder detalle. David bucea sin dificultades junto a nosotros, disfrutando y flipando con todo lo que ve. Los peces y el coral son variados y muy chulos. Lo pasamos tan bien que el instructor decide que hagamos otra vez el mismo recorrido. Esta vez sin Laura que se queda descansando en el barco y ya con los papis probando la cámara acuática. Nos lo pasamos muy bien aunque al final empezamos a coger algo de frío. El plato fuerte es de impresión: al principio del primer recorrido nos topamos con una enorme raya que está reposando sobre el arenal. ¡Es impresionante! Pues imagináos cuando decide ponerse en movimiento con su aleteo majestuoso y silencioso. La imagen de la raya alejándose de nosotros en dirección al fondo del mar es de impresión. Al subir nos espera otra sorpresa: una colonia de delfines nos acompañaran un buen tramo de navegación jugueteando en la proa. Los miramos (y fotografiamos) estirados sobre la cubierta del barco. Después paramos en una isla desierta: la barcaza se acerca todo lo que puede y después llegamos a la orilla nadando. Laura lo hace muy bien. La soleada a esa hora es de impresión y pasamos bastante calor. Caminamos un rato explorándola. Llama la atención la cantidad de basura que hay; el instructor nos explica que proviene de las islas locales donde sus habitantes lanzan todos sus desperdicios literalmente al mar. En el paraíso también hay basura. Y esto nos impresiona en negativo. Es muy impactante. Al regresar al barco nos espera un pícnic (descubrimos que los niños estan muertos de hambre... incomprensible a estas alturas del viaje con todo lo que nos estamos zapando cada día en el restaurante...). Ya de regreso hacemos una última parada muy cerca de nuestro atolón a hacer un último snorckel (ya sin los niños que se quedan dormitando en el barco). La visibilidad no es tan buena pero conseguimos ver más coral (de muchos colores) y peces tropicales. ¡Y una tortuga a lo lejos! 

Durante toda la semana tanto Jordi como Fani sufrimos las consecuencias del catarro de Laura (la semana pasada faltó al cole cuatro días y se ganó 2 PCRs). Un resfriado del copón con tos, mocos, congestión y dolor de cabeza. ¡Menos mal que llevamos medicación! Si no teniamos claro bucear (por lo de los niños), nos vemos obligados a descartarlo por las dificultades que tendríamos para poder compensar bajo el agua (ya las padecemos durante el snorkel). Sí optamos por apuntar a David un bautizo de buceo la última tarde en el atolón. El instructor es muy enrollado y no hay nadie más. Todo un lujazo para que David coja confianza de buen principio y se familiarice rápido con el equipo. Cuando nos damos cuenta ya está en el agua buceando y disfrutando a tope de la experiencia. Sale entusiasmado y muy contento 1h después. Además, se suma la dificultat de que la clase previa ha sido en inglés y David le ha hecho preguntas al instructor sin dudar. 

El último día Jordi también se adentra algo en el mar del atolón y, tras descubrir un par de rocas con pececitos tropicales en miniatura, se ve sorprendido por otro de esos tiburones bebé. La estampa impresiona bastante, aunque la miniaturización de la fauna hace que no cunda el pánico.

La mayor parte de la semana hace sol y calor, pero sí tenemos momentos (no más de media horita) en los que aparecen nubarrones de no se sabe donde y te sueltan un tormentazo de aupa. La suerte es que en seguida amaina y seguimos gozando a tope con el atolón.

El último día al final nos hacemos todos una PCR. Aquí cuesta 50 dólares por cabeza y te la hace el médico del hotel en su consultorio. Con los niños teniamos dudas al no estar vacunados y nosotros recibimos a media semana un aviso de la compañía aérea de que en Dubai (tránsfer incluido) nos exigirían una PCR negativa. Decidimos hacernoslas.

Nuestra estancia en el atolón resulta todo un gustazo. Se nos pasa el tiempo volando y la desconexión final es segura.

El último día: susto. Y esto lo cuenta Fani. Nos resistimos a irnos sin volver a bañarnos en estas aguas tan cristalinas. Aunque hace un poco más de viento, decidimos hacer una horita de stand up paddling. Ensegida nos damos cuenta de que hay más corriente. Decido dar la vuelta y acercarme más a la orilla. Jordi se da cuenta tarde, demasiado tarde, y es arrastrado por una corriente a mar abierto. Le resulta imposible volver. Sólo veo cómo mueve los brazos pidiendo ayuda. Al principio me pongo las aletas y decido nadar en su dirección para intentar rescatarle, pero en pocos minutos lo pierdo de vista. Así que decido pensar con más calma y vuelvo a la orilla, que tampoco soy superwoman, y pido ayuda. En pocos minutos, dos de los instructores de deportes acuáticos, salen en su moto acuática y lo rescatan. En fin, aquí se acaba nuestro baño en el mar. Nos vamos a la piscina donde pasamos el resto de la mañana. 

Después de la comida, preparamos el papeleo para poder subir al avión. Nunca habíamos necesitado tantos códigos QR para viajar: el de entrada a Maldiva ( página web imuga ), el del aeropuerto de Dubai por ser pasajeros en tránsito, el de salido de Maldivas ( imuga de nuevo ) y el de entrada a España ( App Spain Health Travel ), todo ello con certificado UE de vacunación COVID 2 dosis y PCR negativas.

De vuelta al aeropuero de Malé, la perspectiva des del hidroavión nos da una idea de la realidad de este país. Hemos vivido una especie de espejismo en nuestra islita de ensueño y de turistas despreocupados. Des del aire vemos cómo a medida que nos acercamos a Malé, plásticos, cristales, chancletas y curiosidades varias, se acumulan en las playas de arena blanca. 

Llueve, así que pasamos las horas muertas en el aeropuerto esperando nuestro vuelo de vuelta a casa. Habríamos tenido tiempo de ir a pasear por Malé, pero no nos apetece. 




















 




5 de diciembre de 2021

ALLÁ VAMOS MALDIVAS

Efectivamente, nos hemos vuelto locos. Y es que es una locura planear irte a las Maldivas. Siempre que escogemos un destino lejano, lo hacemos pensando en que va a dar igual cuánto dure el viaje si vamos a estar 3 o 4 semanas. Y en Maldivas estaremos tan sólo 6 noches. 

Más allá de la exclusividad que supone desde el punto de vista económico, se nos antoja un sitio donde habrá poca gente. Escogemos alojarnos en un lujoso ressort en el atolón Naifaru, Kafu (el Innahura). Suponemos que sí, que se puede hacer de forma más o menos barata alojándote en alguna de sus islas locales o en Malé, la capital. Pero son pocos días y el objetivo principal es desconectar y relajarnos lo máximo posible. Nos consideramos afortunados de poder hacer algo así; somos conscientes de que hay gente que ni siquiera llega a fin de mes. 

Llegar no ha sido fácil: 

- Llegar al aeropuero desde casa: 1.5h

- Check-in con Emirates: 1h (la cola era bien larga)

- Pasar el control y llegar a la puerta de embarque: 1h 

- Primer vuelo: 6h

- Transfer desde el avión a la terminal en bus: 25min ( el aeropuerto de Dubai es inmenso )

- Conexión: 4h ( de madrugada en el aeropuerto de Dubai )

 -Segundo vuelo: 4h. El transfer desde la Terminal hasta el avión en bus es un congelador. Menos mal que llevamos una chaquetita. 

-Tranfer desde el avión a la terminal: 15min

- Pasar el control de inmigración, visado y control sanidad: 30min. Imprescindible haber hecho los deberes en casa: rellenar los datos que te piden en la página Imuga o en la app, fotos, certificado covid y PCR negativa no más de 96h antes llegar a Malé. Con eso consigues el código QR que debes enseñar en Barcelona antes de salir y en Malé. 

-Recoger las maletas: 1 min ( Jordi sale corriendo desde el control de sanidad cuando ve las maletas dando vueltas en la cinta ante la perpleja mirada de los vigilantes de seguridad ). Aunque no tenemos nada que declarar, nos hecen pasar las mochilas de mano por el control, por si acaso nos ha dado tiempo de meter dentro algún arma peligrosa. 

-En la salida nos espera un hindú con un cartelito del Hotel a donde vamos. Nos llevan al mostrador de Transmaldivas airplane, pesan nuestras maletas ( teóricamente las de mano también pero como tienen prisa pasan ) y nos llevan en minibús hasta donde está aparacado nuestro hidroavión ). Ahora ya vemos que esto va en serio, que estamos en las Maldivas y que ya no hay vuelta atrás. 40min

-Vuelo en hidroavión ( dos en realidad, porque nos hacen cambiar de hidroavión a mitad de camino, no sabemos por qué ). Nos dan tapones para el ruido del motor, agua y una toallita. La panorámica es impresionante. Pero los perques están tan cansados que acaban durmiéndose. Aterrizar sobre el agua, una sensación curiosa. 1h. 

-Llegada al hotel: por fin. Refresquito en mano, pago por adelantado de la estancia, impuestos e hidroavión, ducha en la habitación y por fin, cena en un entorno que de noche, nos resulta desconocido: 2h.

-Dormir: desde las 22h hasta el día siguiente a las 9h. No es que nos guste madrugar pero es que el buffet del desayuno cierra a las 10h : )

Y así llegamos al paraíso de la luz