15 de julio de 2022

SANTORINI: THE SHOW MUST GO ON

Santorini será nuestra puerta de salida de las Islas Cícladas. Y es que nuestros dos últimos días de vacaciones los pasamos aquí. Para alojarnos escogemos Oia, el pueblo más al norte de la isla, a unos 25 minutos de Fira, la capital. Es sin duda uno de los sitios más caros para alojarse, comer o hacer cualquier actividad. 
Famosa por sus puestas de sol y sus vistas a la caldera. Y es que lo admito, pensar en los mejores sitios para ver una puesta de sol, me puede. Llegamos en ferry desde Paros con la compañía Superexpress Golden Star en menos de 2 horas , lo que nos da tiempo de relax para cotillear instagram, jugar con la nintendo, escribir blog, mirar las fotos del viaje, dormir...no hacer nada...

Nota: con la App de Ferry Hopper estamos informados en tiempo real sobre los horarios, retrasos, llegadas y salidas de los ferrys en función de sus respectivas compañías. La verdad es que es muy práctica, porque te permite no estar histérico esperando un ferry que va a retrasarse más de 40 minutos, en una cola llena de gente a pleno sol. En lugar de eso, esperamos tomandonos un zumito en una cafetería cercana. 
En general no hemos tenido problema alguno en ninguno de los puertos, pero hay que estar alerta. 
Tras esperar un rato en la cola con el cartel Santorini Superexpress Golden Star, Jordi se da cuenta de que algo no cuadra. Y es que nuestro ferry está anclado en otra salida. Cuando nos damos cuenta salimos corriendo, arrastrando las maletas a lo solo en casa. Nos va de unos minutos..uff !!

A la llegada nos recoge un transfer que hemos contratado con el hotel donde nos alojamos, El Dreamland Houses. Es un hotel pequeño, con pocas habitaciones. Nuestra habitación es en realidad un apartamento con una cocina muy básica, que nos permite cenar ligero y ahorrar mucho dinero. El desayuno está incluído, a diferencia de otros de los alojamientos donde hemos estado y nos lo traen a la habitación. El hotel tiene piscina, uno de los requisitos  que creíamos indispensables, ya que la playa de Oia es poco accesible. Para llegar a ella necesitas bajar 300 escalones hasta el puerto ( Ammoudi ) y des de allí ir por una pequeña pasarela para acceder des de las rocas al agua. No podemos opinar sobre el resto de playas de Santorini porque no nos movemos de Oia ni hemos alquilado coche. 

Llegamos a eso de las 15.00,  así que tras el check in en el hotel nos vamos en busca de un lugar para comer. Nos han recomendado ir al restaurante Thalamicon unas vistas a la caldera de impresión y una buena relación calidad- precio ( para los precios de aquí en general ). 
Lo primero que nos llama la atención al callejear es que hay mucha gente. También es verdad que las calles son más estrechas, al menos hasta llegar a la plaza de la Iglesia.  

Tras la comida nos vamos al pequeño badulaque que hay frente al hotel donde compramos algunas cosas básicas para dos cenas. Con lo que cuesta comer aquí nos ahorramos 160 euros.  Luego toca descansar en el  hotel. Hace calor y nos espera la piscina, que está congelada ...

Tras nuestro refrescante baño y merecido descanso, salimos para explorar el centro y callejear por los estrechos y concurridos rincones que asoman a la caldera. Las vistas son espectaculares pero pronto nos agobia el calor y la gente, que hace cola en algunos puntos para hacerse fotos como las que se ven en las postales. Una locura que no estamos dispuestos a pasar. La puesta de sol la vemos des de nuestra terraza en el hotel. No es tan bonita pero la verdad es que cuando vemos cómo torrentes de personas se dirigen al view point recomenado para ver la puesta de sol, tenemos claro que no vamos a pasar por ahí. Además, estamos un poco agobiados porque en una de las calles, David ha desapaecido. No sabemos donde está y con tanta gente no lo vemos. Decidimos dividirmos: Jordi vuelve siguiendo nuestros pasos a la inversa por si se ha rezagado en algun punto y yo, me encaramo a un peldaño para quedar más alta que la gente esperando que David me pueda ver si me busca. Al final lo veo unos metros delante nuestro, quieto en una esquina. ¡Qué minutos más largos! Cuando le pregunto qué ha pasado, nos explica que un grupo de turistas japoneses lo ha ido arrastrando y que no ha podido parar. 
Lo dicho, nos vamos al hotel y cenamos tranquilos y prácticamente solos. 
Al día siguiente hemos contratado una salida en catamaran ( con la compañía Caldera Yachting )  para explorar Santorini des del agua, con paradas en diferentes puntos de interés, barbacoa a bordo, bañitos y lo más importante, poca gente. 

El desayuno nos lo traen a las 8h, así que tengo tiempo para explorar Oia al amanecer. Sí, ya sé lo que parece, pero si algo hemos aprendido de cuando viajamos, es que la experiencia depende de la cantidad de gente que hace lo mismo que tú, así que me quito la pereza y salgo por la puerta sin pensarlo demasiado. Y la verdad es que vale la pena. La luz está increíble y las calles llenas de encanto. Las tiendas y restaurantes están cerradas y hay pocos curiosos que como yo, han decidido madrugar. Muy recomendable. 

Tras el desayuno nos recogen y empieza la aventura on board. Nos vienen a recoger a las 9h para llevarnos al puerto de Vlichada, al sur de la isla y desde allí ir en ruta de sur a norte por la cara oeste, literalmente, navegando dentro de la caldera del volcán. Pasamos por: The red beach, the white beach, the black mountain, the hot springs ( aquí el agua está calentita y llena de minerales: no lleves puesto tu bañador preferido ) 

El agua está increíble. Jordi se zambulle cada vez que puede. Las vistas de la costa son espectaculares. Los colores, el contraste con el agua, la luz del sol... como siempre en los tours guiados, echamos de menos poder decidir cuánto tiempo estamos en cada sitio, pero bueno, la verdad es que disfrutamos como niños y la comida a bordo está genial. Y no nos engañemos: nosotros no sabemos llevar un catamarán. 

Llegamos a eso de las 15.30 al puerto de Oia. Tenemos muy claro que no volveremos en coche al hotel, preferimos volver caminando para poder explorar esta parte de la isla. Nada, nada...300 escalones hasta el pueblo, coincidiendo por el camino con los típicos burros que pueden subirte por un módico precio de 10e por persona/ burro para que tus delicados pies no se cansen demasiado... lo digo con ironía claro. En general no somos partidarios de ninguna actividad que suponga explotar a los animales, especialmente si les van dando alguna que otra zurra para que suban sin rechistar. Los peques han entendido nuestro punto de vista y se conforman con saludarles y acariciarles. 

Regresamos al hotel, volvemos a la piscina y tras el relax nos toca salir a intentarlo.  Sí, es nuestra segunda oportunidad para ver la tan famosa puesta de sol de Oia. Esta vez los peques se quedan en el hotel y nosotros nos vamos directos a una zona que he visto esta mañana al amanecer y en la que creo que habrá menos gente y sitio para sentarse. Es el escalón 150 que baja al puerto des del castillo de Oia ( el famoso view point ). La verdad es que si en lugar de quedarte arriba, bajas un poco, las vistas continúan siendo espectaculares y además, estás más tranquilo. Hay que llegar con tiempo, eso sí. 

Tras dos horas volvemos al hotel. Los peques han estado tranquilos ( y conectados permanentemente a la nintendo.. ). Cenamos y nos vamos a dormir. 

A la mañana siguiente, aprovechamos el alojamiento hasta las 11h, hora del check out. Nuestro avión sale a las 21h y queremos llegar enteros. A pesar del calor, conseguimos pasear por las calles un par de horas. Comemos en un local con terraza ( Skala Restaurant ) muy acogedor, bueno y algo mejor de precio que otros que hemos visto. Durante la comida rememoramos algunas anécdotas del viaje. Han sido 21 días de emociones.  Esta es mi parte preferida del viaje: valorar qué nos ha gustado más, o menos, qué comida, sitio, puesta de sol, momento..no sé por qué les hace tanta gracia que yo escupiera un trozo de queso que compramos y que no me gustó en absoluto :) 

Tras la comida volvemos al hotel. No tenemos ya la habitación, pero podemos utilizar la piscina y tenemos un baño para cambiarnos. La vuelta transcurre sin sorpresas, aunque con un retraso de los vuelos  ( Santorini- Atenas- Barcelona ) que implica que acabemos llegando a casa a las 4h de la mañana. 


























12 de julio de 2022

PAROS Y EL VIENTO

DIA 12.07.2022

Nos levantamos tarde. David merece descansar y, como tenemos que coger un ferry al mediodía, no hacemos grandes planes. Después de hacer el check out, nos vamos a desayunar. Repetimos en el mismo restaurante donde cenamos ayer: tiene una terraza con vistas preciosa y un buen menú con tostadas, café y zumo.

Después intentamos recorrer en modo paseo la parte de la costa que nos quedo pendiente de ayer. El problema es que hace un calor de mil demonios y el sol aprieta de lo lindo. No duramos mucho. Los niños nos pasan la factura de ayer y no tenemos más remedio que volvernos. Decidimos volver al hotel a pasar el resto de la mañana a la sombra, en la terracita que tiene junto a la piscina. Por el camino pasamos a comprarle a Fani unos pendientes y a Laura unas zapatillas de Star Wars muy molonas.


Koufonissia

En el hotel nos hacen el favor de llevarnos las maletas al embarcadero. Aprovechamos para comer en un restaurante cerca del puerto. Como nosotros hay mucha gente en la terraza con las maletas, haciendo tiempo. No tenemos mucha hambre pero caen una ensalada griega y unos gyros de carne.

Afortunadamente esta vez es un ferry grandote como el del Pireo: nada de ir apretados y a toda velocidad como el último. Eso sí, aquí siempre hay prisa: nos hacen subir a todos a saco sin comprobar que llevemos billetes y nos meten en el mismo hangar de los coches, mientras cierran las compuertas y el barco se pone en marcha. Es una situación muy curiosa. Todos allí metidos, como en una peli del fin del mundo. ¡Como para equivocarse de barco!

El viaje a Paros dura unas 2 horitas y se pasan volando. Esta vez nos espera un tránsfer del hotel, por lo que llegamos en un santiamén. La habitación es amplia pero de nuevo la cocina es bien sencillita, aunque esta vez nos da para hacer alguna cena. Tenemos una pequeña terracita exterior. Pasamos por un supermercado que hay cerca y compramos para hacer un par de cenas. Después bajamos caminando a la zona del puerto de Paros a pasear. No es tan chulo como Naxos, pero el paseo es largo. La primera parte está llena de restaurantes: hay mesas por todas partes a ambos lados de la carretera. Como son más de las 18:00 hrs ya hay gente cenando. Justo a esa hora cierran la calle al tráfico de coches hasta la mañana siguiente. Menos mal, porque no había por donde pasar. La segunda parte del paseo es más de servicios: primero está la parada de buses, después la de ferrys y, finalmente, el puerto. Tomamos nota de los horarios de los autobuses para el día siguiente; Fani ya está cansada de conducir. Pasado mañana tenemos contratada una excursión en barco a Antiparos aunque no es seguro que podemas salir debido al oleaje que hay estos días.

De vuelta decidimos parar a cenar. Queda poco para la puesta de sol y las vistas desde las terrazas de los restaurantes que hay en el paseo son de impresión. ¡Como para desaprovecharlas! Los precios son altos en todos los locales; escogemos por las vistas uno que tiene pescado en el menú. A parte de caros, los platos no son muy abundantes y el salmón viene con una salsita de mostaza por encima (no avisaban en la carta). Sí que salvamos las almejas: vienen con una salsita que está para chuparse los dedos, literalmente. Los niños las devoran y por poco Jordi se queda sin. Después los peques piden permiso para pasear entre las rocas que hay justo al lado del restaurante, mientras los papis acaban de cenar. Una idea estupenda. Al poco rato, venmos como cerca de por donde juegan David y Laura, aparecen hordas de turistas que se colocan entre las mismas rocas para poder disfrutar de la puesta de sol. Y nosotros allí sentados, tan tranquilos. La luz está preciosa y los niños se lo están pasando genial. ¡Es todo un momentazo del viaje! 


DIAS 13-14.07.2022

Para explorar la isla de Paros nos encontramos con dos inconvenientes. El primero es que hemos decidido no conducir más y no alquilamos coche. Fani también merece unas vacaciones de conducir. El segundo es que el mar va a estar revuelto toda la semana y han suspendido todos los paseos en barco por los alrededores de la isla. Sólo los ferris tienen permiso para navegar. La excursión que teníamos contratada para ir a la isla de Antiparos queda cancelada. Demasiado viento.

Nuestras opciones se reducen a utilizar el transporte público, concretamente el autobús. Desde la estación del puerto de Parikia,  podemos coger el que queramos. El problema es que hay mogollón de gente que ha tenido la misma idea que nosotros y que, a pesar de estar en temporada alta, pasan cada hora. No lo vamos a negar, vamos enlatados. A la ida conseguimos asiento pero a la vuelta sólo conseguimos que se sienten los niños. Es bastante agobiante.

El primer día nos vamos a explorar el pueblo pesquero de Naoussa, a 10 kilómetros. Llegamos enseguida; apenas 15 minutos con el bus. Es un pueblo encantador, lleno de casitas típicas y callejones, alrededor del puerto pesquero. Nada más llegar recorremos el puerto y paseamos rodeados de barcos de pesca tradicionales. Ya vemos que está todo rodeado de tabernas y bares y que no vamos a tener problemas para comer. Después nos adentramos por sus calles blancas, repletas de tiendas y heladerías. Ascendiendo un poco, conseguimos llegar hasta una iglesia y un mirador donde podemos contemplar parte del pueblo. Hace mucho calor pero a la sombra es llevadero. Además llevamos agua. Conseguimos enredar a Fani para que se compre un vestido precioso de una tiendecita.



Después acabamos todos en una playa que hay junto al puerto pesquero. No es muy grande y no tiene mucho encanto pero llegamos enseguida y, como el mar está revuelto, los niños no pueden resistirse a hinchar el flotador y navegar por las aguas. Jordi se suma y pasamos un buen rato. El agua está fría.

Después nos vamos a comer. Ya empezamos a ser algo veteranos y enseguida nos damos cuenta de que los precios están bastante inflados en los restaurantes. La recomendación es no entrar en el primero que veas. Después de buscar un rato damos con uno que tiene la carta algo ajustada. Comemos tranquilos. Al final se acaba llenado pero nosotros ya vamos por el segundo plato. Un simpático cachorro de buldog entretiene nuestros peques mientras los papis acaban de comer. Después volvemos a callejear un rato por el pueblo y aprovechamos para hacer una parada para tomar unos helados y después un cafecito.

La vuelta en bus acaba siendo un poco estresante pero es lo que toca. Una vez en Parikia, volvemos caminando hasta el alojamiento y nos quedamos tranquilos. Remojón en la piscina, rato de descanso y cena sencillita. Por la noche toca peli familiar.

Al día siguiente vamos a la isla de Antiparos. Toca ir otra vez en autobus. Da pereza, pero no hay más remedio. El barco que hace el trayecto directo desde el puerto de Parikia hasta la isla no tiene previsto salir por el mal tiempo. Para llegar a Antiparos primero hay que ir autobus hasta Pounta, a 8 kilómetros. Después se coge el ferry: el embarcadero está enfrente de la parada de autobus, por lo que no tiene pérdida. Se llega enseguida; apenas tarda 10 minutos.

De la visita a Antiparos, nos llaman la atención dos cosas: su encantador pueblo y sus playas. A pesar de no llevar coche nos apañamos bastante bien para pasar un día entretenido y hacernos un pequeña idea de como es la isla.

La playa que tenemos más cerca a pie es la de Fanari, pasada la de Psaraliki. Es grande y con unas aguas cristalinas. Hay muchos árboles junto a la playa por lo que es fácil resguardarse del sol. Intentamos conseguir una par de hamacas pero están todas o ocupadas o reservadas. No pasa nada: pronto improvisamos una pequeña zona de acampada con lo que llevamos. El agua está fría y nos da pereza bañarnos. No nos cuesta caminar por el arenal, tranquilamente.





Después nos vamos a pasear por su encantador pueblo. No es muy grande y todo se concentra en torno a su calle principal. Pero es muy chulo. Está lleno de preciosos rincones típicos de las Cícladas. Calles blancas y ventanas y puertas de colores. Comemos en una taberna griega, la de Manos: ensalada griega, nuggets los peques y un pescado a la brasa los papis que está muy bueno. No tienen nada de postre, así que dejamos el café para más tarde. Callejeamos un rato más y acabamos en el puerto tomando el café en una terraza, junto al embarcadero de los ferris.

No tardamos en volver y en ir al hotel a descansar un rato. Esta vez pasamos de piscina y, sin perder mucho tiempo, nos vamos a pasear un rato por Parikia. Henmos recorrido poco sus calles y no queremos irnos sin hecharles un vistazo. La verdad es que vale la pena. Como son más de las 19:00 hrs, ya no hace tanto calor y el paseo es agradable. David tiene una mala experiencia con un gato (la única del viaje) y se lleva unos arañazos en el antebrazo. Reacciona muy bien. Seguimos callejeando por el cengtro urbano. A esas horas la cosa está muy animada y hay gente por todas partes, aunque sin excesivos agobios.



Damos con la Panigia Ekatontapiliani, la iglesia de la cien puertas. Se trata del monumento más importante que ver en Parikia y esta´ubicada en el corazón de la villa. Se trata de una preciosa iglesia bizantina de la que dicen que se tomó inspiración para construir la de Santa Sofía en Constantinopla. A esas horas están haciendo misa: mientras los sacerdotes van leyendo escrituras (algunos cantando), muchos feligreses se acercan a los altares a besar las figuaras de los santos. Nosotros nos los quedamos mirando. ¡Qué lejos queda ya el Covid! Los niños llevan la visita bastante bien. Aunque están cansados, la verdad es que la promesa de cenar en el alojamiento y de disfrutar de otra peli familiar nos ayuda a sobornarlos. Acabamos disfrutando de nuevo de la espectacular puesta de sol de Parikia, desde el puerto. ¡La vista desde encima de las rocas es todo un lujazo! 


11 de julio de 2022

KOUFONISSIA: EL PARAÍSO DE LAS CÍCLADAS

Aprovechamos la mañana para pasear por última vez por las calles del centro y descubrir nuevos rincones. Hoy partimos en ferry desde Naxos a Koufonissia al mediodía. Llegamos al castillo que es en la actualidad un restaurante. Una desilusión, pero las vistas bien valen  la pena. Nuestro anfitrión, que se ha comprometido a llevarnos las maletas al puerto para que podamos aprovechar más las horas que nos quedan en Naxos, llega a tiempo para entregarnos las maletas ( nosotros un poco histéricos al ver que el también se retrasaba ). 

Llegamos a Koufonissia más tarde de lo esperado. Nuestro ferry ( de la compañía seajets ) llega casi 1h tarde al puerto. Subimos al ferry los últimos. No nos parcer que estén muy bien organizados, de echo, cierran las compuertas y antes de que hayamos podido subir ya se ponen en marcha. 

Colocamos las maletas cómo podemos en la popa del barco, donde nos indica la tripulación. Nos parece un sitio algo improvisado pero ya estamos dentro y eso es lo que cuenta. Ya dentro del barco, tenemos que saltar literalmente, por los pasillos, esquivando maletas tiradas por el suelo que se mueven al compás del barco. Ya hemos arrancado y hay gente vomitando en sus bolsas de papel. Fani cae fijo... 

Encontramos nuestros asientos. Estamos separados pero nos acabamos sentando nos como nos parece. 40 min después, estamos en Koufonissia. Al minuto de bajar del barco ya nos hemos enamorado del azul turquesa del mar de esta isla. Nos alojamos en el hotel Atlántico. El Transfer gratis nos lleva al hotel en 6 minutos. El puerto es mucho más pequeño que el de Naxos y el pueblo en sí también. Nos situamos y como es mediodía, nos vamos en busca de un sitio para comer. Nos sorprende lo pequeño que es el pueblo y la poca oferta que tiene. La tarde la pasamos descansando y organizando nuestro único día entero en la isla. Cenamos en el centro. De repente todo está repleto de calles con tiendas y restaurantes, bares y locales de copas. Ya no nos parece que no haya nadie. 





Como el desayuno no está incluido, como viene siendo costumbre en algunos de los hoteles donde nos alojamos, desayunamos en una cafetería cercana al puerto, con los bañadores puestos  las toallas, crema del sol, botellas de agua, esterillas, escarpines, galletas, gorras y gafas de sol, camara de  fotos, móviles y ...y ya. 
En Koufonissia tienen dos compañías de barco que salen desde el puerto de forma regular a lo hop on-hop off. Tienen paradas en Pano, la isla principal, y Kato, otra isla que forma parte de Koufonissia, más pequeña si cabe. Por 7e por adulto, niños gratis, puedes ir de un punto a otro a lo largo de todo el día. La isla es bastante pequeña por lo que en realidad, se puede ir caminando a cualquier parte. Decidimos coger el barco para llegar hasta Pori, en Pano, para llegar caminando hasta Galla ( es la playa más alejada del puerto en dirección norte ). El paseo en barco nos deja conocer la costa de una forma refrescante, divertida y nada cansada. El agua es preciosa.  
Desde la playa de Pori ( el puerto es una roca y nada más ) caminamos por un entero hasta Galla. El paisaje es de he cruzado un portal y estoy en el planeta Marte. Encontramos el famoso Devil's eye, pero el viento y el mar, que hoy está movidito, no nos hace pensar que sea seguro bajar por las rocas saltando como cabras. Decidimos volver a Pori y seguir bajando por la costa en dirección sur, a ver qué nos encontramos. El paisaje es muy chulo. No podemos de dejar de hacer fotos y vigilar que los peques no se nos despeñen por algún precipicio. 






Llegamos a la pisscina, una piscina natural de aguas cristalinas. Tenemos suerte porque hay poca gente. Jordi no se lo piensa y se lanza al agua. Esta un poquito fría hoy y aunque Laura o intenta, acaba solo mojándose los pies. La experiencia es inolvidable. Cuando salimos ya hay bastante gente tirándose desde lo alto para hacerse la foto de Instagram.. jejejeje








Seguimos hasta la siguiente playa donde decidimos coger el barco para volver al puerto. Es fácil reconocer los puntos donde para el barco ( encontrarás un banco donde sentarte a esperar ).
Ya llevamos más de dos horas y el sol aprieta. Es mediodía. Comemos en el puerto y a las 15:30 nos volvemos a subir al barco, esta vez para ir a Taberna, la única parada de la isla de Kato. Esta segunda isla está muy poco habitada, pero en Taberna hay un pequeño restaurante. Por lo demás, destaca por ser un lugar idílico donde hacer acampada al aire libre. 

Caminamos por el único sendero que hay. Mejor llevar un calzado cómodo. En dirección sur, hasta la playa de Afriana. Antes de esta playa hay otra que descartamos, no por no ser increíble, sino por ser de piedra. Esta segunda, que cuesta más de alcanzar, es de arena. Tardamos casi media hora. Hay muy poca gente. Hay varios yates en la pequeña bahía que forma la costa. No hay sombra ni llevamos sombrilla, así que aprovechamos un saliente de la roca para tener algo de cobijo. El agua está cristalina y es de un azul turquesa precioso pero está helada. No se puede tener todo. 






A las 18h cogemos el barco de vuelta. Es el de la otra compañía que sale del puerto, no la nuestra ( que es  Mavros ) pero nos invitan a subir y visto que la nuestra no ha llegado, nos subimos. El trayecto es agradable. De repente nos damos cuenta de que no vamos hacia el puerto. El barco se desvía hacia el norte de Kato y recorre parte de la costa en dirección este. A dónde nos llevará?!?! Ains, seguro que la hemos liado!!! David está muy cansado y se nos duerme en el barco. No nos vemos capaces de arrastrarlo mucho más. Al final resulta que lo que están haciendo en realidad, es darnos un paseo gratis por la costa norte de Kato, que es sencillamente espectacular. 




Finalmente llegamos al puerto. Ha sido un día intenso de sol, agua y viento. Descansamos un rato y salimos a cenar. David no cena nada ( lo cual, para los que lo conocen es muy raro ), Laura pide una crepe de chocolate ( esto nos pasa por decirle que puede pedir lo que quiera simepre que lo haga ella y en inglés ), y nosotros crepe saladas. David acaba durmiendo más de 10h y es que ha sido un día muy intenso.