12 de julio de 2022

PAROS Y EL VIENTO

DIA 12.07.2022

Nos levantamos tarde. David merece descansar y, como tenemos que coger un ferry al mediodía, no hacemos grandes planes. Después de hacer el check out, nos vamos a desayunar. Repetimos en el mismo restaurante donde cenamos ayer: tiene una terraza con vistas preciosa y un buen menú con tostadas, café y zumo.

Después intentamos recorrer en modo paseo la parte de la costa que nos quedo pendiente de ayer. El problema es que hace un calor de mil demonios y el sol aprieta de lo lindo. No duramos mucho. Los niños nos pasan la factura de ayer y no tenemos más remedio que volvernos. Decidimos volver al hotel a pasar el resto de la mañana a la sombra, en la terracita que tiene junto a la piscina. Por el camino pasamos a comprarle a Fani unos pendientes y a Laura unas zapatillas de Star Wars muy molonas.


Koufonissia

En el hotel nos hacen el favor de llevarnos las maletas al embarcadero. Aprovechamos para comer en un restaurante cerca del puerto. Como nosotros hay mucha gente en la terraza con las maletas, haciendo tiempo. No tenemos mucha hambre pero caen una ensalada griega y unos gyros de carne.

Afortunadamente esta vez es un ferry grandote como el del Pireo: nada de ir apretados y a toda velocidad como el último. Eso sí, aquí siempre hay prisa: nos hacen subir a todos a saco sin comprobar que llevemos billetes y nos meten en el mismo hangar de los coches, mientras cierran las compuertas y el barco se pone en marcha. Es una situación muy curiosa. Todos allí metidos, como en una peli del fin del mundo. ¡Como para equivocarse de barco!

El viaje a Paros dura unas 2 horitas y se pasan volando. Esta vez nos espera un tránsfer del hotel, por lo que llegamos en un santiamén. La habitación es amplia pero de nuevo la cocina es bien sencillita, aunque esta vez nos da para hacer alguna cena. Tenemos una pequeña terracita exterior. Pasamos por un supermercado que hay cerca y compramos para hacer un par de cenas. Después bajamos caminando a la zona del puerto de Paros a pasear. No es tan chulo como Naxos, pero el paseo es largo. La primera parte está llena de restaurantes: hay mesas por todas partes a ambos lados de la carretera. Como son más de las 18:00 hrs ya hay gente cenando. Justo a esa hora cierran la calle al tráfico de coches hasta la mañana siguiente. Menos mal, porque no había por donde pasar. La segunda parte del paseo es más de servicios: primero está la parada de buses, después la de ferrys y, finalmente, el puerto. Tomamos nota de los horarios de los autobuses para el día siguiente; Fani ya está cansada de conducir. Pasado mañana tenemos contratada una excursión en barco a Antiparos aunque no es seguro que podemas salir debido al oleaje que hay estos días.

De vuelta decidimos parar a cenar. Queda poco para la puesta de sol y las vistas desde las terrazas de los restaurantes que hay en el paseo son de impresión. ¡Como para desaprovecharlas! Los precios son altos en todos los locales; escogemos por las vistas uno que tiene pescado en el menú. A parte de caros, los platos no son muy abundantes y el salmón viene con una salsita de mostaza por encima (no avisaban en la carta). Sí que salvamos las almejas: vienen con una salsita que está para chuparse los dedos, literalmente. Los niños las devoran y por poco Jordi se queda sin. Después los peques piden permiso para pasear entre las rocas que hay justo al lado del restaurante, mientras los papis acaban de cenar. Una idea estupenda. Al poco rato, venmos como cerca de por donde juegan David y Laura, aparecen hordas de turistas que se colocan entre las mismas rocas para poder disfrutar de la puesta de sol. Y nosotros allí sentados, tan tranquilos. La luz está preciosa y los niños se lo están pasando genial. ¡Es todo un momentazo del viaje! 


DIAS 13-14.07.2022

Para explorar la isla de Paros nos encontramos con dos inconvenientes. El primero es que hemos decidido no conducir más y no alquilamos coche. Fani también merece unas vacaciones de conducir. El segundo es que el mar va a estar revuelto toda la semana y han suspendido todos los paseos en barco por los alrededores de la isla. Sólo los ferris tienen permiso para navegar. La excursión que teníamos contratada para ir a la isla de Antiparos queda cancelada. Demasiado viento.

Nuestras opciones se reducen a utilizar el transporte público, concretamente el autobús. Desde la estación del puerto de Parikia,  podemos coger el que queramos. El problema es que hay mogollón de gente que ha tenido la misma idea que nosotros y que, a pesar de estar en temporada alta, pasan cada hora. No lo vamos a negar, vamos enlatados. A la ida conseguimos asiento pero a la vuelta sólo conseguimos que se sienten los niños. Es bastante agobiante.

El primer día nos vamos a explorar el pueblo pesquero de Naoussa, a 10 kilómetros. Llegamos enseguida; apenas 15 minutos con el bus. Es un pueblo encantador, lleno de casitas típicas y callejones, alrededor del puerto pesquero. Nada más llegar recorremos el puerto y paseamos rodeados de barcos de pesca tradicionales. Ya vemos que está todo rodeado de tabernas y bares y que no vamos a tener problemas para comer. Después nos adentramos por sus calles blancas, repletas de tiendas y heladerías. Ascendiendo un poco, conseguimos llegar hasta una iglesia y un mirador donde podemos contemplar parte del pueblo. Hace mucho calor pero a la sombra es llevadero. Además llevamos agua. Conseguimos enredar a Fani para que se compre un vestido precioso de una tiendecita.



Después acabamos todos en una playa que hay junto al puerto pesquero. No es muy grande y no tiene mucho encanto pero llegamos enseguida y, como el mar está revuelto, los niños no pueden resistirse a hinchar el flotador y navegar por las aguas. Jordi se suma y pasamos un buen rato. El agua está fría.

Después nos vamos a comer. Ya empezamos a ser algo veteranos y enseguida nos damos cuenta de que los precios están bastante inflados en los restaurantes. La recomendación es no entrar en el primero que veas. Después de buscar un rato damos con uno que tiene la carta algo ajustada. Comemos tranquilos. Al final se acaba llenado pero nosotros ya vamos por el segundo plato. Un simpático cachorro de buldog entretiene nuestros peques mientras los papis acaban de comer. Después volvemos a callejear un rato por el pueblo y aprovechamos para hacer una parada para tomar unos helados y después un cafecito.

La vuelta en bus acaba siendo un poco estresante pero es lo que toca. Una vez en Parikia, volvemos caminando hasta el alojamiento y nos quedamos tranquilos. Remojón en la piscina, rato de descanso y cena sencillita. Por la noche toca peli familiar.

Al día siguiente vamos a la isla de Antiparos. Toca ir otra vez en autobus. Da pereza, pero no hay más remedio. El barco que hace el trayecto directo desde el puerto de Parikia hasta la isla no tiene previsto salir por el mal tiempo. Para llegar a Antiparos primero hay que ir autobus hasta Pounta, a 8 kilómetros. Después se coge el ferry: el embarcadero está enfrente de la parada de autobus, por lo que no tiene pérdida. Se llega enseguida; apenas tarda 10 minutos.

De la visita a Antiparos, nos llaman la atención dos cosas: su encantador pueblo y sus playas. A pesar de no llevar coche nos apañamos bastante bien para pasar un día entretenido y hacernos un pequeña idea de como es la isla.

La playa que tenemos más cerca a pie es la de Fanari, pasada la de Psaraliki. Es grande y con unas aguas cristalinas. Hay muchos árboles junto a la playa por lo que es fácil resguardarse del sol. Intentamos conseguir una par de hamacas pero están todas o ocupadas o reservadas. No pasa nada: pronto improvisamos una pequeña zona de acampada con lo que llevamos. El agua está fría y nos da pereza bañarnos. No nos cuesta caminar por el arenal, tranquilamente.





Después nos vamos a pasear por su encantador pueblo. No es muy grande y todo se concentra en torno a su calle principal. Pero es muy chulo. Está lleno de preciosos rincones típicos de las Cícladas. Calles blancas y ventanas y puertas de colores. Comemos en una taberna griega, la de Manos: ensalada griega, nuggets los peques y un pescado a la brasa los papis que está muy bueno. No tienen nada de postre, así que dejamos el café para más tarde. Callejeamos un rato más y acabamos en el puerto tomando el café en una terraza, junto al embarcadero de los ferris.

No tardamos en volver y en ir al hotel a descansar un rato. Esta vez pasamos de piscina y, sin perder mucho tiempo, nos vamos a pasear un rato por Parikia. Henmos recorrido poco sus calles y no queremos irnos sin hecharles un vistazo. La verdad es que vale la pena. Como son más de las 19:00 hrs, ya no hace tanto calor y el paseo es agradable. David tiene una mala experiencia con un gato (la única del viaje) y se lleva unos arañazos en el antebrazo. Reacciona muy bien. Seguimos callejeando por el cengtro urbano. A esas horas la cosa está muy animada y hay gente por todas partes, aunque sin excesivos agobios.



Damos con la Panigia Ekatontapiliani, la iglesia de la cien puertas. Se trata del monumento más importante que ver en Parikia y esta´ubicada en el corazón de la villa. Se trata de una preciosa iglesia bizantina de la que dicen que se tomó inspiración para construir la de Santa Sofía en Constantinopla. A esas horas están haciendo misa: mientras los sacerdotes van leyendo escrituras (algunos cantando), muchos feligreses se acercan a los altares a besar las figuaras de los santos. Nosotros nos los quedamos mirando. ¡Qué lejos queda ya el Covid! Los niños llevan la visita bastante bien. Aunque están cansados, la verdad es que la promesa de cenar en el alojamiento y de disfrutar de otra peli familiar nos ayuda a sobornarlos. Acabamos disfrutando de nuevo de la espectacular puesta de sol de Parikia, desde el puerto. ¡La vista desde encima de las rocas es todo un lujazo! 


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