1 de septiembre de 2020

HONDARRIBIA O FUENTERRABIA ¿?

El tiempo sigue acompañándonos finalmente y, como anuncian sol y calor todo el día, decidimos hacer caso a Luis (de la Posada el Camino) y realizar una escapadita a Hondarribia. La verdad es que en esta zona costera es muy sencillo pasar la frontera entre países (hay autopista; nada de puertos de montaña ni nada por el estilo). Desde Bidart nos plantamos en Hondarribia en apenas 45 minutos.

Nada más llegar optamos por dirigirnos directamente al Faro de Higuer para realizar la primera parte de la senda del litoral. El principio de la ruta está perfectamente señalizado con marcas blancas y rojas (GR-121) y recorre en su totalidad el monte Jaizkibel por la costa. Tal como nos había dicho Luis la ruta es preciosa pues te permite apreciar (y también acceder) a calas que sólo la magia del tiempo sabría explicar. El camino es bastante sencillo de buen principio con pendientes poco pronunciadas y tramos de sombra que atraviesan zonas de bosque. Tras caminar un tramo salimos del bosque para sorprendernos con las primeras calas de Jaizkibel. Recorremos la senda disfrutando de las vistas. No tenemos previsto bañarnos, pero hay que reconocer que las calas son accesibles y que la tentación es grande. Son cerca de las 12:00 hrs y el sol aprieta bastante; en muchos tramos aceleramos el paso para volver a los tramos de bosque a “refrescarnos”. Por el camino los niños se entretienen encontrando bichitos entre los helechos, hasta que el hallazgo de una enorme araña les mete un poco de miedo y empiezan las quejas y las tentativas de sabotaje de la ruta. Nos paramos a tomar un tentempié y proseguimos la ruta del litoral hasta acceder a una segunda zona abierta del litoral con nuevas calas. Después de una horita de excursión (a paso lentito) decidimos darnos la vuelta por el mismo sendero y volver al faro; esta parte se nos hace más dura por el calor y la soleada. Los niños aguantan como campeones y nos plantamos en el coche a eso de las 13:30 pm.






Montados en el coche bajamos hasta Hondarribia. Estacionamos en el paseo marítimo con la esperanza de encontrar algún restaurante para comer. Afortunadamente no tardamos en dar con uno con terraza exterior y un menú muy resultón (¡como cambian los precios en comparación con Francia!). Podemos pedir pescado: caen gambas, chipirones, salmón y un atún rojo que está para chuparse los dedos.

Después de comer nos vamos paseando a explorar el casco antiguo de Hondarribia. Durante una hora recorremos un precioso entramado de callejuelas adoquinadas y edificios de ensueño. La zona está rodeada por unas murallas muy bien conservadas. Destaca la preciosa Plaza de Armas donde se ubican la oficina de turismo y un parador. El recorrido es un sube-baja constante, pero lo haces con la boca abierta. Nos quedamos con ganas de más.










Regresamos por una calle céntrica amplia y llena de restauración que nos había pasado inadvertida a la ida. A esta hora (las 17:00 hrs) hay poco ambiente, pero tiene toda la pinta de ser una zona muy animada. David y Laura caminan a su aire y sin parar de reír y hablar de sus cosas; idean juegos y simulan que son personajes que libran batallas. Es un gustazo verlos así. Sorprende que, a pesar de que llevan muchas semanas teniendo que soportarse mutuamente, se lleven tan bien (concretamente desde el 13 de marzo; día en que empezó el confinamiento por la pandemia del COVID-19). Tienen sus bajones como es lógico, pero son poco frecuentes.

Volvemos a coger el coche y nos acercamos a la playa de Hondarribia donde sí hemos decidido bañarnos con los peques. La verdad es que la zona de arenal es muy amplia y accesible. Nos llama la atención que esté libre de toda la parafernalia habitual de nuestras playas en Cataluña: ni rastro de baretos, barquitos de pedales, zonas de hamacas y sombrillas o vendedores ambulantes. Imaginamos que influye que es martes laborable, pero es sorprendente poder recorrer una playa sin todos estos añadidos. Fani toma el sol mientras Jordi pasea con los peques por la orilla. El agua esta muy fría: Jordi consigue bañarse mientras los peques sólo se remojan de cintura para abajo. Pasamos un buen rato.


Después volvemos a Francia. De nuevo nos sorprende lo fácil que es atravesar la frontera (aprovechamos para repostar gasolina en España que sale más barato). A las 19:00 hrs pasadas ya estamos en el camping de Bidart y es que tenemos faena: preparar la cena, las maletas y empezar a limpiar el bungalow.

La visita a Hondarribia ha resultado ser un exitazo. Nos quedamos con ganas de más. Queda apuntado con muchos otros destinos para el futuro.

¡Gracias Luis y Carmen!