8 de julio de 2021

ZANZÍBAR: AZUL

Nuestros últimos cuatro días de viaje los pasamos en la isla de Zanzíbar. La verdad es que, después de tanto safari y “masaje africano” la perspectiva de pasar unos días de resort con playa y todo incluído es muy atractiva. 

Pero nadie dijo que llegar hasta el paraíso fuera fácil y nos espera un primer día un tanto ajetreado:

1.      Para empezar un pequeño madrugón (las 07:00 am es madrugar?) con check out incluido

2.    Viaje en coche hasta el aeropuerto de Arusha y el trauma de la despedida de Michael (como te vamos a hechar de menos!). Por supuesto nos despedimos con nuestra canción! Y además conseguimos camisetas de Yanga en el mercado. ¡Un puntazo!





3.      Negativa a dar propina a los chavales que nos llevan las maletas.

4.     Espera en la pequeña terminal (sólo vuelos nacionales) con las dichosas boxes que nos comemos a modo de supervivencia. Algunos de pie porque estamos hartos de estar sentados

5.      Disputa de Cristina con el agente fronterizo por llevar crema del sol en difusor (material inflamable!) en su maleta de mano. Ya os podéis imaginar quien se sale con la suya...:)

6.      Subida al avión de pasajeros. No, eso no es un avión. ¿Avioneta? Tal vez. Caben sólo 12 pasajeros y el piloto. Vamos enlatados y vamos con una sensación de agobio importante.

7.      He dicho piloto en singular? Correcto! Se le ve sano. El vuelo dura hora y media! Mejor que no se nos maree. Hay una pasajera que le pide toda emocionada sentarse junto a él en el puesto del copiloto. Pues va y le dice que sí... Flipante! Y luego, cuando ya estamos en el aire va y la pasajera le ofrece un chicle que el piloto acepta y se lo introduce en la boca. Por dios! Y si está envenenado o se atraganta con él! Podéis pensar que vemos muchas series y que somos muy fantasiosos... Bueno... Tal vez...


Foto en la avioneta: sí, se ve el fondo 

8.      Aterrizaje en el aeropuerto de Zanzíbar pasadas las 15:00 hrs pm. Ya queda menos...

9.      Recogida por un chófer de la agencia que nos ofrece paquete de excursiones que rechazamos amablemente. Nosotros sólo queremos llegar al ressort! Bueno chicos, no se preocupen. Sólo estamos a hora y media en coche... Qiué ha dicho? Ha dicho hora y media! En fin... Ya queda menos...



El bus


10.  Llegada al resort. Y las llaves? Primero checking y briefing con un recepcionista que se enrolla más que una persiana

11.  Y entonces comentamos lo de que queremos bucear pero sólo podemos hacerlo al día siguiente. Pues toca ir a la escuela de bueco. Y dénse prisa chicos que cierra a las 17:00 hrs y son las 17:15 hrs...

12.  Aparece un egipcio que es el que lleva la empresa de bueco. También es de los que se enrolla como una persiana. Nosotros se lo ponemos fácil: somos Advanced, queremos 2 inmersiones para el día siguiente y pagamos en efectivo en el acto. Cuando parece que ya está todo arreglado se nos lleva a la zona de masajes (como le vamos a decir que no; hay que ser educados y respectuosos con la gente) y nos enseña el menú y sus precios. Rechazamos su oferta con toda la amabilidad que podemos. Entonces cuando ya nos vamos aparece un hermano suyo egipcio y se ofrece para hacerle un masaje en la mano a Fani que se niega. Como yo no sé decirle que no, a mi va y me lo hace. Fani empieza a estar de los nervios!

13.  Ahora toca pasar otra vez por recepción para que nos acompañen hasta la habituación  del resort con las maletas. Entonces descubrimos que esto es como un gran poblado lleno de bungalows y senderos y que va a ser muy fácil perderse, especialmente si pierdes la orientación...

14.  Fani empieza a desesperarse. Ella sólo quiere ir a ver la playa para fotografiar y disfrutar la puesta de sol. A la piscina ya no da tiempo de ir que son más de las 18:00 pm ya... Deja las maletas Jordi que nos vamos para la playa ahora mismo, mientras es de día aunque falta poco...

15.  Conseguimos llegar a la playa. Qué bonita! Qué tranquil·la! Que... Entonces aparecen unos tipos que están en la orilla y que se dedican a perseguir a los turistas para ofrecer paquetes de excursiones: snorkel, visitas guiadas a Stone Town, nado con delfines, cenas a buen precio (pero oiga, a mi déjeme tranquilo, que ya tengo las excursiones contratadas y estoy en regimen de todo incluido...). Pero escuche señora: también tenemos PUESTAS DE SOL BARATAS... 

Lo dicho. Llegar al paraíso no es fácil.

El resto del día transcurre con normalidad. Bueno sólo quedan los minutos finales del día y la noche.

Recorremos la playa disfrutando del atardecer. Hay unos niños que juegan en la orilla y Fani les saca fotos. Descubrimos que hay marea y que nos vamos quedando sin arena para regresar al hotel.



De vuelta nos esperan Dani y Cristina para empezar con la ronda de cocktails del todo incluído y atacar la cena – buffet del hotel; sin grandes alardes pero resultona.

Al día siguiente, el 2º, hacemos las inmersiones que tenemos contratadas. Se nos hace un poco pesado porque uno de los instructores no se presenta por un problema familiar y somos 6 de distintos niveles para uno sólo instructor y con bautizo incluído para una pareja. Nos toca tener paciencia y calma. Mucha calma. Hace 4 años que no buceamos. Hace mucha calor y, tras equiparnos, nos damos un remojón en la piscina mientras esperamos que acabe el dichoso bautizo. Después nos subimos a la barca. Descubrimos que hay marea y que la orilla va variando a lo largo del día; a esa hora está bastante baja y nos toca recorrer un buen tramo a pie por la pasarela con parte del equipo. También vamos con una pareja de chavales franceses que descubriremos que son bastante destrozones durante las inmersiones y que van bastante a su bola. La primera impresión al bajar es horrible. Demasiado tiempo! Tanto Fani como yo tenemos unas ganas enormes de salir del agua y dejarlo correr. Pero claro... Ha costado mucho llegar hasta aquí, así que toca aguantarse y hacer un esfuerzo. Pasamos de la claustrofobia a la increíble sensación de libertat. Lo conseguimos y logramos realizar la inmersión! Son cerca de 40 minutos cerca de la costa y de la superfície (a no más de 8 metros). El mar está bastante movido pero vemos coral y algunos peces tropicales. Nos sirve para recuperar sensaciones y coger confianza, aunque Fani pasa frío al final. Vamos con trajes de 2mm y el instructor lleva dos ( uno encima del otro ).




La segunda inmersión toca mar adentro, así que hay que atravesar la barrera. El mar sigue movido así que la barcaza va dando tumbos. Tenemos la suerte de ver delfines. Entre el frío y el oleaje Fani se pone fatal. Está mareada, con cefalea y con ganes de vomitar. Vaya... No le queda más remedio que renunciar a la segunda inmersión y quedarse en la cubierta potando. Jordi baja con el instructor y los 2 franceses (los principiantes se fueron con otra barca de vuelta a la costa). Esta inmersión es más profunda (alcanzamos alrededor de 15 metros) y las sensaciones son mejores. De nuevo vemos coral y muchos más peces tropicales. También un par de peces león. De nuevo son cerca de 45 minutos de inmersión. De vuelta a la costa nos encontramos con la marea más alta y con la passarela de acceso totalmente inundada. Toca remojarse ya que la barca no puede acercarse tanto a la orilla. Con el agua casi hasta el cuello nos toca llevar el equipo sosteniendo la bolsa por encima de nuestras cabezas (móvil incluido). Llegamos cansados y con un hambre atroz. Nos duchamos en la habitación y nos comemos unes pizzas en el restaurante del complejo; no son nada del otro mundo pero cuando el hambre aprieta...

Por la tarde finalmente aprovechamos el tiempo libre para relajarnos en la cafetería tomando un café, darnos un chapuzón en la piscina y pasear por la playa al atardecer con la marea algo baja. Todo un lujazo.

Por la noche toca cena al aire libre en el restaurante “masai” del resort. Esta vez sin Dani y Cristina que se han ido a cenar al famoso restaurante “The Rock” (está cerca aunque toca ir en taxi porque es de noche; hace unos meses que Dani reservó mesa desde España). Coincidimos juntos más tarde en la cafetería para tomarnos unos cocktails, mientras Dani se fuma una sheesha.




Al día siguiente tenemos excursión conjunta contratada con Dani y Cristina ( lo habían organizado con un chofer desde España y deciden cambiar de planes para incluirnos ). Nos levantamos pronto para poder pasear por la playa sin que nadie nos moleste. Lo hemos hecho todos los días para ver el amanecer, hacer un poco de ejercicio y sorprendernos por cómo la marea cambia la forma en la que percibimos la playa. 

Primero nos vamos al Parque Nacional de Jozani, un espacio protegido de unos 50 kms cuadrados de gran valor ecológico, declarado reserva nacional en 1960 para protegir de la tala indiscriminada de árboles que estaba llevando a cabo la población local. La visita es guiada y no la puedes hacer por tí mismo. Eso supone que tenemos que adaptarnos al ritmo del guia del parque; no tenemos mucha suerte porque va bastante a saco (no hay mucho tiempo de adornarse con las fotografías) y es bastante parco en explicaciones. Se trata de un frondoso bosque tropical donde destaca la impresionante zona de los manglares. Como este hábitat es muy propenso a las inundaciones, el parque cuenta con una red de passarelas de madera que te hace sentir como si estuvieras en un poblado Ewok.



Nos encontramos el punto fuerte de la visita al parque al final del recorrido: los colobos rojos. Se trata de una especie de monos de piel rojiza y corona de pelo blanco que anda por las ramas de los árboles comiendo, saltando o sencillamente holgazaneando. La verdad es que se nos acercan bastante y los tenemos bien cerca. Son muy confiados y apenas se inmutan con nuestra presencia. La población está protegida y se estima que hay en torno a mil (era mucho mayor antes pero durante décadas fueron eliminados porque destruían los cultivos de la isla).



La segunda parte de la excursión del día nos lleva al jardín de las especias. Se trata de un emplazamiento demasiado explotado a nivel turístico (para nuestro gusto) aunque sí es verdad que lo lleva gente local y no hay excesos. Recorres la zona con un guía y su asistente: mientras el guía te va explicando un montón de cosas sobre la flora, su asistente va trepando por los árboles para hacerte demostracions prácticas de cómo recolectar o “trabajar” las semillas o frutos. Ha salido el sol y hacemos la visita bajo un calor ahora sí sofocante, lo cual desluce bastante todo sea dicho. Al final del recorrido un local se sube a pulso por un árbol cocotero y te abre un par para que puedas beber y probar su fruto. Después haces una comida local y variada aunque no apta para remilgados (la limpieza brilla por su ausencia pero auténtico es). La visita no nos acaba de entusiasmar, especialmente al final, cuando empiezan a agobiarte intentando venderte de todo y reclamando las dichosas propinas. Entendemos que forma parte de todo esto, pero es que al final te acaban rallando. 




Por la tarde nos regalamos un rato más de piscina y de conversación con Dani y Cristina. Hacemos nuestra última cena juntos. Nos lo hemos pasado genial con ellos. Esperando reencontrarnos en España, nos despedimos con un “hasta pronto”.

Al día siguiente tenemos el vuelo de regreso a España por la noche. Intentamos aprovechar el día lo mejor posible aunque una lluvia torrencial aparece a media mañana y nos trastoca un poco los planes. A primera hora sí podemos disfrutar de un nuevo y precioso amanecer en la playa. Estos momentos en los que parece que el tiempo se detiene son sencillamente espectaculares. 



A media mañana conseguimos hacer una salida para hacer snorkel con nuestro colega egipcio del diving center. A pesar de la lluvia, conseguimos acercarnos a una preciosa zona de snorkel donde podemos bucear un rato entre coral, peces tropicales y estrelles de mar. Lástima el mal tiempo porque cogemos frío y nos volvemos más pronto de lo que hubieramos querido.


Al mediodía nos pegamos el festín del viaje. Nos vamos caminando al restaurante “The Rock” y nos pegamos un homenaje – mariscada de aúpa. Las vistas son de impresión y el marisco está de cine. Un colofón de los buenos. Entramos caminando y salimos...en barca. La marea ha vuelto a subir. Por el camino nos encontramos con un grupo de niños que van a nadar. 




The Rock


Volvemos caminando al resort. Nos quedan unas horas que pasamos un poco agobiados ( Fani no ha podido solucionar el problema de su certificado UE vacunal COVID, donde por un error telemático consta sólo una de las dos dosis de la vacuna. Eso implica que la App Spain Health Travel no acepte el certificado como válido ni genere el código QR que se supone tenemos que enseñar en el aeropuerto de Tanzania ). Por si acaso pensamos en un plan B ( cambio de vuelo, hotel en Stone Town y PCR urgente para poder subir al avión ). Al final, llegamos al aeropuerto con mogollón de tiempo de sobras, pasamos el checking sin problemas ( lo habíamos hecho online y eso nos hace ganar tiempo ) y subimos al avión. A partir de aquí nos espera un largo y pesado viaje de regreso a España con los nervios de los controles fronterizos, las incontables horas de vuelo y la dichosa “comida” del avión. El certificado vacunal nos lo piden ya en el aeropuerto de Barcelona, aunque como venimos de Tanzania nos hacen un test rápido obligatorio (gratis) justo antes de recoger las maletas. 

Nos llevamos a casa un montón de vivencias y recuerdos inolvidables. Y más amigos. 


LA CALDERA DE NGORONGORO: EN BUSCA DEL RINO

Abandonamos el Parque Nacional del Serengetti al mediodía y hacemos un alto en el camino para comernos el pícnic en uno de los merenderos del parque, cerca de las taquillas. Como de costumbre, cuando se trata de las “cajas o boxes” la cosa deja mucho que desear. A pesar de todo estamos animados y no dejamos de bromear con Michael. Además aquí hay lavabos!! 

Para entrar en la región del Ngorongoro también hay que pasar un control de acceso. Nos llama la atención que revisan el jeep y detectan un problema con el sistema de refrigeración. Nos envían un mecánico ( un chico que pone una gomita ) y nos dejan reanudar la marcha. Intentamos aprovechar para estirar un poco las piernas (se hecha de menos caminar en este viaje!) pero hace demasiado calor.

La región del Ngorongoro llama la atención por ser más montañosa. Hay mucha vegetación y está habitada por Masais. Repartidas por el camino, vemos algunas aldeas. También nos vamos encontrando Masais paseando el ganado, su principal sustento. De hecho nos paramos a visitar una ( está en el programa ). Nada más detener el vehiculo nos reciben dos de su caciques, que hablan en inglés y nos recuerdan al poco de entablar conversación que es muy recomendable dejar propina. Nos separan de Dani y Cristina, con la excusa de que así puden explicarnos mejor las cosas. Así, también nos podrán pedir la propina por dos. No logramos visitar el pueblo como nos gustaría; a diferencia de la experiencia vivida en el Lago Victoria, como aquí nos esperan, nadie se comporta con naturalidad. Primero se ponen a bailar, después nos disfrazan e intentan que participemos en una desigual competición de saltos, nos dejan entrar en una de sus casas, nos pasean por sus tenderetes al aire libre (con la esperanza de que les compremos algo) y, finalmente, nos enseñan su “escuela”. Sus cases son humildes y muy bajitas para lo altos que son. Están poco ventilades y hay mucha mugre (intentamos no tocar nada). 






Los abalorios expuestos en los tenderetes están descoloridos 1por la cantidad de horas que se pasan bajo el sol. En el aula de estudio nos recibe la “profesora” con unos 20-25 niños de diversas edades (entre 4 y 8 años) y una caja de propinas muy bien puesta para no pasar desapercibida. Un par de niños se ponen a recitar números y días de la semana en inglés y, luego, todos los ninos nos cantan una canción. Todo parece muy forzado. El cacique que nos acompaña nos recuerda que debemos dejar la propina. Le decimos que se la daremos al final. Cuando volvemos al jeep, Dani y Cristina ya llevan un rato esperándonos. Tampoco les ha gustado la experiencia. Le damos 5 dólares a nuestro “guia” y, después de intentar recibir propina extra para el “aulario” infantil, se marcha con cara de pocos amigos.

La siguiente parada nos lleva a un mirador que ofrece unas espectaculares vistes del cráter del Nogorongoro. Esta Área de conservación es la zona delimitada de menor extensión (“solo” 8288 km cuadrados) en la que es posible encontrar a los cinco grandes animales (recordemos: león, leopardo, elefante, búfalo y rinoceronte). Desde lo alto del mirador se ve enorme.

No tardamos en llegar al alojamiento, el Pakulala Safari Camp. Vuelve a ser un campamento que se encuentra en lo alto del cráter, aunque no tiene vistas tan llamativas. Nos recibe con amabilidad y nosotros les “obsequiamos” con nuestra habitual canción. Mientras nos hacen el habitual “briefing” sobre las normas del campamento, ya vemos que la temperatura empieza a bajar considerablemente. En efecto, tal y como nos habían avisado, aquí va a hacer frío. Conseguimos darnos una ducha y adecentarnos un poco para la cena. Como son sólo las seis de la tarde, nos queda tiempo para sentarnos alrededor de la hoguera que tenemos dispuesta delante de la tienda principal y tomarnos unas palomitas mientras charlamos con Dani y Cristina. Esta vez no me atrevo a pedir la habitual cerveza fresquita; en lugar de eso tanto yo como Fani nos envolvemos en las mantas que hay sobre las sillas. El atardecer está precioso. La conversación es muy agradable. Estos momentos también son impagables.




Nos sentamos todos a cenar. Como de costumbre todo está muy bueno y nos sirven con mucha amabilidad. No hay más turistas, así que estamos solos. Nos sirven sólo a nosotros. Todo un lujazo aunque no deje de ser un tanto extraño comer lasaña en un lugar así. 

Michael llega un poco más tarde: ha ido a lavar el coche y a convencer a un colega para que comparta sus datos de telefonia móvil por la noche para poder ver con Dani la semifinal de fútbol que enfrenta a España contra Italia en la Eurocopa. La verdad es que no deja de sorprenderme hasta donde puede llegar la pasión futbolera. A Dani se le iluminan los ojos. No puedo evitar sonreír y pensar que mal lo hubiera pasado en la selva peruana incomunicado durante la consecución del sextete.

La temperatura baja rápido y tenemos que cenar envueltos en las mantas. Michael nos dice que nos espera una sorpresa al llegar a la tienda. Qué poco nos podemos esperar que se trate de una esterilla calentita que nos va a acompañar durante toda la noche dentro de nuestras mantas. Su calorcito parece no acabarse nunca. Ríete del conejito de las pilas.

Al día siguiente Cristina y Dani están algo moscas; parece que alguién les “tocó” las maletas durante la cena. No les falta nada, pero el hecho en sí nos fastidia bastante. España perdió en los penalties. 

Después de desayunar, reanudamos la marcha (son las 06:00 am) y bajamos directamente con el jeep hacia el cráter del Ngorongoro. Como sigue haciendo mucho frío vamos con las ventanillas y el techo bajados. Somos de los primeros en llegar. Ya vemos animales despiertos. Nos reciben leones (algo alejados del camino; el nivel estaba muy alto) cebras, búfalos, y (para deleite de Dani) algun que otro ñú. Hay vegetación y zonas embarradas que evitamos (todavía tenemos muy presente la experiencia vivida en el Serengeti). El gran objetivo del día sigue siendo encontrar al rinoceronte. Y la verdad es que Michael se pasa toda la mañana intentándolo, sin éxito. Hay un momento en que divisa uno a lo lejos, en la ladera del cráter, escondido entre matorrales y durmiendo. Pero está tan lejos que no logramos indentificarlo ni con sus prismáticos. Pero no pasa nada. Hemos visto muchos animales! Y de muy cerca!







La visita al cráter es muy chula aunque llevamos tantos días de jeep y de “masaje africano” que estamos ya un poco cansados de tanto safari. Pero la visita no tiene desperdicio. Remontamos un poco la ladera del cráter y disfrutamos de sus vistas. Atravesamos una zona que parece sacada de “Jurassic Park” con un montón de árboles pero sin dinosaurios ( me da algo!). Hacemos un alto junto a un lago con hipopótamos y un árbol enorme (te colocas en su base y nos parece estar sentados en el trono de “Game of Thrones”). Y, finalmente, la última sorpresa: un gato serval. Precioso y junto al jeep; una mezcla entre gato y guepardo realmente sorprendente.







Abandonamos el cráter al mediodía y hacemos un alto en la carretera para comer. Esta vez no llevamos las dichosas “boxes” sino pícnic grande y nos lo comemos en unes meses de un restaurante donde nos sirven bebidas frías. Un gustazo! Junto al restaurante hay una tienda de souvenirs y una lujosa galeria de arte que visitamos. Por supuesto, también se puede regatear.


Después nos vamos al pueblo de Mto Wa Mbu, de casas bajas y dispersas entre plantaciones de plátanos . Está todo bastante animado y tiene hasta mercado local. Pasamos por nuestro alojamiento, el Manyara Wildlife Camp. Muy chulo, con bungalows cerca del lago y todo tipo de lujos que incluyen hasta una piscina. Es un lugar muy bonito y tranquilo. Pero no tenemos mucho tiempo porque tenemos cena fuera del alojamiento. Michael nos recoge a las 18:00 pm para ir a una casa del pueblo, donde nos espera una cena tradicional africana sólo para nosotros. Tanto para ir hasta la casa como para volver recorremos una senda entre plataneros iluminados por la luz de nuestros frontales y el móvil. Escuchamos gente cantando; Michael nos explica que se trata de un funeral y que aquí velan al difunto con canciones. La experiencia es muy recomendable porque se trata de una casa donde vive una familia que te prepara una cena con muchos platos sabrosos, preparados en ollas de barro. Esta todo buenísimo aunque hay poca luz y tenemos que improvisar una lámpara con uno de nuestros frontales. Hay un gato que incomoda a Cristina (les tiene fobia!) aunque una de las niñas de la casa se esfuerza en ahuyentarlo todo el rato. Es nuestra última cena con Michael (mañana nos despedimos), así que todo tiene un aroma algo nostálgico después de tantos días de risas. La verdad es que nos lo hemos pasado muy bien con él y no perdemos la ocasión de compartir números de teléfono por si alguna vez volvieramos a este rincón del planeta. No lo dudariamos. Nos explica parte de su historia. La verdad es que tiene ideas que nos parecen muy occidentales. Durante la cena nos explica que la comida que nos han preparado le recuerda a la de su abuela y su mamá. Él tiene claro que no quiere tener hijos a los que no pueda mantener. El país no puede progresar así. De echo, consiguió acabar los estudios e irse de su aldea Masai a la ciudad de Arusha, donde por 50e al mes alquila una habitación que comparte con sus hermanos, a los que les está pagando los estudios. Toda una historia de lucha y superación. Un ejemplo a seguir. 




Manyara Wildlife Camp
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