Hoy toca traslado de hotel. Una lástima porque la verdad es que el Hotel Río Celeste es precioso. Seguimos el horario habitual: despertador a las 06:00 hrs, desayuno a las 07:00 hrs y a las 08:00 hrs ya estamos subiendo maletas al mini-bus.
Nos vamos al Parque Nacional Volcán Tenorio. Para poder acceder a él hay que hacer la reserva y el pago de la entrada con antelación. Se hace por una página web donde se gestionan en línea todos los parques del país (serviciosenlinea.sinac.go.cr). Es una página poco práctica, especialmente la primera vez que se intenta hacer reserva, ya que hay que registrarse primero. Después lo más pesado es que te dan 12 mins para rellenar el formulario de la reserva. Hay que poner nombres y pasaportes de todos, con alguna traba del tipo asterisco delante del menor y poner el móbil en horizontal para que te permita poner la nacionalidad. Se puede pagar con la Revolut y solo Laura, que tiene doce años, cuenta como menor.

A la entrada del parque nos revisan las mochilas. No se puede acceder con comida, tabaco o mecheros. Sí se permite llevar pequeños snacks y agua. Importante: zapato cerrado. Sólo llevamos lo imprescindible y los chubasqueros por si acaso (ya hemos aprendido que en este país, a pesar de estar el día soleado, puede ponerse a diluviar en cuestión de minutos). En la entrada nos espera el guía local para el recorrido de hoy. Se llama Cristopher y tiene 25 años. Es muy amable y paciente con todos nosotros. Pronto se pone a la cabeza del grupo, dispuesto a mostrarnos los animales que vayan apareciendo por el camino.
La primera parte de la excursión es fácil: recorrido plano por senderos salpicados por algún que otro puente. Pasamos por un frondoso y exuberante bosque. Los árboles son muy altos y cubren casi por completo nuestras cabezas. Empezamos a ver los primeros animales. El primero es un animado coatí o pizote; es un tipo de mapache arborícola. Se muestra muy activo y poco temeroso de nosotros. Nos plantamos casi 2 grupos delante de él y ni se inmuta. Está buscando comida (insectos o semillas) entre las hojas del suelo. Tiene un pelaje marrón en el dorso del cuello y su cabeza, que pasa a ser gris en el resto del cuerpo. El morro es largo, tiene garras y el característico tono blando circundando los ojos (como si llevara antifaz). Muy mono.
Después vemos un basilisco. Está encima de una rama, esperando a cazar algo. Encima de la cabeza tiene una cresta. Está sin mover un músculo, esperando. De repente se lanza a por una araña en un movimiento relámpago que nos sorprende a todos. La presa es una araña de la que da buena cuenta en escasos minutos. La vemos masticarla tan tranquila unas ramas más adentro. ¡Misión de caza cumplida!
Después nos topamos con alguna mariposa nocturna descansando. Y finalmente, con varias serpientes bocaracá: pequeñas y arbóreas, se caracterizan por su amplia gama colores. Las que vemos son verdes y amarillas. En general, nos las encontramos hechas un ovillo, descansado en alguna rama. Pero acabamos viendo una amarilla en actitud algo agresiva; de cabeza triangular y ojos de pupilas verticales. La verdad es que impresiona bastante, excepto por su tamaño mini.
Esta parte del recorrido no tiene desnivel y es sencilla hasta llegar a la zona de la Cascada Celeste. Aquí la cosa se pone más complicada. Por un lado son cerca de las 11:00 hrs y el bochorno es considerable. Por otro lado, tenemos que hacer frente a unos altos escalones para llegar hasta ella (de bajada al ir y de subida al regresar). No se puede bajar hasta la base de la cascada ya que debido a un desprendimiento, el tramo inferior de escalinata está deshabilitado. La contemplamos desde un mirador. ¡Es preciosa! Con ese azul tan intenso. Vale mucho la pena. Además aparece una enorme y tremendamente fotogénica mariposa morfoazul junto a ella, dándole todavía más belleza a la panorámica.

Muy cerca de la laguna llegamos a la zona de los Borbollones, con un fuerte olor a azufre. Aquí el agua burbujea debido a la actividad geotérmica del subsuelo. Pasamos rápido porque el olor es bastante molesto. Esta segunda parte del sendero azul sí es más plana y más fácil de hacer. ¡Menos mal! Las fuerzas empezaban a ir algo justas...
Y llegamos al final del recorrido: la zona de los Teñideros. El lugar donde se origina el río celeste, que es la confluencia de dos ríos (el Buena Vista y el Quebrada Agria) en la falda del volcán. La particular coloración azul celeste se debe al resultado de un efecto óptico producido por la dispersión de la luz solar debido a la alta concentración de silicatos de aluminio que hay en sus aguas. Nos quedamos un rato haciendo fotos y conversando con Cristopher.
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La Tribu |
El camino de regreso no tiene mucho secreto. Como es lineal, se vuelve por donde se vino. Los niños se ponen todos delante a hacer “carro” y los adultos van detrás. A esta hora el calor aprieta de lo lindo y nos encontramos con bastantes turistas en los 2 sentidos. No llega a ser agobiante en ningún momento. Son más de las 12:00 hrs y los hay que empiezan a hacer la ruta. ¡Vaya ganas!
Pero el parque nos tenía reservada una última sorpresa: justo al final del recorrido y cuando estamos llegando al Centro de visitantes que hay en la entrada, nos encontramos con un oso hormiguero. Está escalando un árbol desde la misma base. Tiene el dorso del cuello castaño y la cara y las extremidades blancas. La espalda y los hombros son negros, como si llevara un chaleco. Lo vemos trepar tranquilamente un árbol usando el tronco y lianas que caen cerca de él. Apenas tarda un minuto y subir a las alturas y perderse entre la arboleda.
Tras la excursión paramos a comer en un restaurante de carretera. No parece gran cosa. No se ve ningún lujo y no se nos hubiera ocurrido parar allí si fuesemos solos. Pero ya se sabe, para que algo te sorprenda hay que tener la mente abierta. Bueno, en este caso la panza abierta. Pues comemos muy bien: trato familiar, cocina local y platos sencillos pero gustosos. Pasamos un buen rato.
Después hacemos una parada en el famoso Árbol de la Paz, o como lo llama Alba, el árbol de la vida, ubicado muy cerca de la entrada del Parque Nacional del Volcán Tenorio. Es uno de los 5 árboles más grandes de Costa Rica. Es una ceiba enorme e impresionante de casi 50 metros de alto y alrededor de 400 años de antigüedad.
Reanudamos la marcha. Nos espera una hora y media de trayecto en mini-bus hasta llegar a La Fortuna. Allí nos alojamos en el hotel Arenal Xilopalo. Tiene unas habitaciones enormes donde cabemos de sobras. El hotel tiene piscina que sí podemos aprovechar un rato. El agua está bien fresca y ni Laura ni Jordi desaprovechan la oportunidad de darse un buen remojón. Este alojamiento nos permite hacer una colada; genial a estas alturas del viaje.
La cena la hacemos en el centro del pueblo. Llegamos allí caminando, en apenas 15 minutos. Tenemos mesa reservada en el restaurante Soda Viquez, donde nos atienden de maravilla y comemos muy bien. Aprovechamos para pedir pescado y acertamos de pleno. Nos obsequian con una degustación de arroz con leche (de coco) y un chupito de chiliguaro. El chiliguaro es un trago popular de Costa Rica: una mezcla de guaro, licor destilado de caña de azúcar, combinado con salsa de chile picante. Esta horrible, pero eso no importa. Brindamos y echamos unas risas entre todos. ¡La tribu se hace grande!
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De camino a la Fortuna |
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