Teníamos previsto ir mañana a conocer el Jaguar Rescue Center, pero con Abel decidimos cambiarlo a hoy, para tener más tiempo mañana para ir al mercado de San José, y hacer algunas compras en nuestro último día en Costa Rica. Dejar eso para el mismo día que teníamos que coger el vuelo no nos entusiasmaba. Además, como salíamos en diferentes horarios pintaba a caos.
Asi que hoy nos dirigimos a este curioso parque donde conocemos de mano de nuestra guí ay voluntaria María, la historia de algunos d elos animales que acogen aquí. A pesar de lo que nos parecía al principio, no, no hay jaguares. Antes de convertirse en lo que es hoy en día, el centro era en realidad la casa de un Italiano y una Alemana que decidieron asentarse en Costa Rica. Como eran amantes de los animales, les daba por acoger a cualquier bicho que lo necesitara. La casa fue conocida como la casa del Jaguar, porque los vecinos confundieron un ocelote con un jaguar, de ahí el apodo de la casa. Finalmente, el gobierno obligó a los inquilinos a oficializar el centro como tal, un centro de rescate de animales. Hoy en día, disponen de hospital, centro de rehabilitación y acogida, ayudas del gobierno, varios proyectos de protección ( como aislar cables eléctricos ) y voluntarios.
Una de las funciones del centro, además del rescate y cuidado de animales, es el de concienciar y educar a la población. Los animales salvajes no son mascotas, así que nada de selfies ni carantoñas.
Algunas de las historias eran muy conmovedoras: monos prisioneros a la merced de las monedas de los turistas, papagayos con clavículas fracturadas, electrocuciones accidentales, anzuelos... los animales eran rescatados y tras la rehabilitación son liberados a su hábitat, excepto algunos que no podrían sobrevivir por su cuenta. La visita cuenta con algún infiltrado inesperado.
No nos lleva más d eun par de horas. Tras el café, nos ponemos los bañadores y pasamos el resto del día en la playa, en concreto, la Playa Punta Uva, donde improvisamos una comida con tonterías; patatas, patacones, tortitas, sandía y mamones.
Para hablar de la playa os pongo fotos y ya, porque es una de esas playas de postal que recordaremos siempre. Nos sorprende que hay poca gente. Giovanni consigue un par de sillas para los Jordis y el resto no ssentamos en un árbol caído y en la arena. Los niños, supongo que están en al agua, porque han desaparecido de la arena en tres segundos. Muy cerquita hay un bar que llevan unos argentinos, donde nos recuperamos del calor.
Nota: en Costa Rica el lavabo es la pica donde se lavan las manos, no el inodoro. Lo digo porque cuando dije que necesitaba un lavabo porque a Laura le urgía hacer sus mayores, me miraron con cara de espanto ;)
La idea es quedarse a ver la puesta de sol, que es sobre las 17:30h, pero no parece que las nubes vayan a dejar que eso pase, así que decidimos volver antes al hotel. Pedimos comida para llevar en un restaurante. Tardan una eternidad pero decidimos organizarnos. Mientras unos se quedan en el hotel poniendo la mesa, el resto nos vamos a buscar la comida, a ver si así aceleran. Y no, no aceleran. Cuando lleganos al hotel, todo está listo. Cae un chaparrón ( de los pocos que cae durante el viaje )
Mañana nos toca ir a San José ( se calcula que 5h de trayecto ) para ir al mercado y despedirnos de este país que tanto nos está enamorando.
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