14 de agosto de 2025

ARCOIRIS DE COLIBRÍS

En Monteverde pasaremos 2 noches así que podremos aprovechar más el día. Madrugamos y después de un super desayuno, nos ponemos en marcha. El día viene cargado de actividades. Para empezar, a unos veinte minutos en mini-bus nos plantamos en la Humminbird Gallery. Se trata de un café en medio de un bosque ( aquí todo nos parecen bosques infinitos ) donde hay dispuestos unos comederos colgantes. Hay montones de colibrís y de muchos colores. ¡No veas lo rápido que se mueven! Los más chulos son los que pillamos en las hojas de los árboles. Estos sí se dejan fotografiar. Los que sobrevuelan los comederos hacen gala de su velocidad y su desenfrenado aleteo de alas. Justo detrás de la terraza hay la tienda de recuerdos (venden de todo y hay piezas muy curradas) y una cafetería donde nos pedimos un excelente café. Aquí descubrimos que hay una enorme diferencia entre el café que te sirven en los desayunos de los hoteles y el que te sirven en las cafeterías (más o menos como en España, para que nos vamos a engañar).


 



Foto de Laura

Seguimos con un trayecto de aproximadamente media hora en el que regresamos a Monteverde y, de allí, nos vamos a visitar la Reserva del Bosque Nuboso de Santa Elena (a 7 kilómetros). Esta hermosa reserva es más pequeña que la de Monteverde, pero Abel la escoge porque suele estar mucho menos concurrida y es más tranquila. Nos encanta esta filosofía de viaje. 

Las nubes que rodean al bosque suelen formar una niebla constante que lo cubre todo (por la altitud de la reserva, a 1600 metros sobre el nivel del mar). Las frescas temperaturas de la montaña hacen que el bosque esté siempre húmedo. Tenemos suerte y, aunque el tiempo está bastante nublado, no se pone a llover en ningún momento. Abel nos propone recorrer varios tramos de sendero de los de nivel fácil (rutas señalizadas de color verde) y medio (rutas de color marrón). Está previsto que tardemos unas 2 horas. 

Hacemos el recorrido y, prácticamente, a nuestro aire. Como son senderos muy estrechos pronto acabamos en fila india. No es que sea ningún problema, solo hay que fijarse en no perder la estela del grupo y estar pendiente de los niños. 

Nos encontramos con la Torre de Observación con las vistas despejadas; Abel nos explica que es poco habitual y que normalmente está todo cubierto. !Qué suerte¡ Desde el mirador se ve un paisaje espectacular con el bosque nuboso frondoso a nuestros pies, aves rapaces sobrevolando a lo lejos el cielo y vistas del volcán Tenorio.

Una vez terminada la excursión comemos en el mismo restaurante de la Reserva. Como nos sobra tiempo comemos tranquilos y vamos conociendo un poco más de la vida de nuestro guía Abel y de las demás familias del grupo. David es el más mayor y no acaba de congeniar con ningún niño; tampoco es un problema para él ya que está acostumbrado a sentarse a la mesa con nosotros y seguir conversaciones con mayores. Laura congenia enseguida con varios chicos de su edad; no hay niñas, pero ella con eso tampoco tiene ningún problema. 

Y entonces llega uno de los platos fuertes del viaje: las tirolinas. Hay bastantes empresas en la zona que realizan esta actividad. Al pasear con el mini-bus vemos varios anuncios. Abel escoge la de SELVATURA PARK, que ofrece un recorrrido de hasta 13 tirolinas construidas completamente sobre bosque primario. Tenemos la reserva para la actividad de las 15:00 hrs, que es la última hora del día. El precio es alto ( opinamos ) aunque la actividad vale la pena.  Hay tirolinas muy largas; destacan la 6ª de 800 metros y la última, de un kilómetro. Aclarar que tirarse por una tirolina aquí lo llaman hacer CANOPY.  El recorrido total suma 3.5 kilómetros

Nos cuentan 263 euros, los 4. Y pasando de reportajes fotográficos y de usar el Superman en la última tirolina (te dejan tirarte boca abajo, a lo Superman, añadiendo 10 dólares más a cada billete). Desde el principio tanto David como Laura se muestran expectantes e ilusionados con la actividad. Para nuestra sorpresa no tienen nada de miedo. Nosotros vamos expectantes aunque, sin engañar, algo acojonados. Viendo el entusiasmo del grupo y los niños es difícil echarse atrás, aunque algún padre sí decide esperar en el centro de visitantes. La experiencia permite volar entre las copas de los árboles y ofrece vistas panorámicas del bosque y el horizonte, para todo aquel que logre despegar la vista de las poleas o el cable de sujeción. ¡Y no es nada fácil!

Tras pagar los guías te equipan: con casco y el equipo de sujeción o arnés y las poleas. Se encargan ellos de ir seleccionando el equipo y de ir poniéndonoslo. BIen equipados con cascos y guantes, incluso Abel con sus rastas consigue ponérselo. Después nos llevan en una furgoneta a la primera plataforma y nos hacen un "briefing" con normas básicas de seguridad y de cómo nos tenemos que colocar en la tirolina. 

Las dos primeras son bastantes sencillitas y nos permiten coger confianza. La sensación es increïble; realmente parece que estás volando. Y es seguro. El único momento un poco complicado es cuando llega la hora frenar: esto se hace un tope que está situado al final del cable, aunque en todas las plataformas hay un monitor para la recepción. En ocasiones hay que recorrer un pequeño sendero entre plataformas. Es un buen momento para desestresarse con unas risas y un corto intercambio de impresiones. Las plataformas más espectaculares son la 6ª (800 metros) y la 13ª ( la más larga, de un kilómetro). Aquí vamos por parejas: Fani con Laura y Jordi con David (con el adulto delante). En la última los niños quieren velocidad y, cuando el monitor les propone acompañarles, no se lo piensa dos veces. Besito de despedida y nos vemos al otro lado . 

Antes de hacer la última plataforma, te ofrecen la posibilidad de hacer un Tarzan Swimg. Esto es un salto desde una plataforma elevada, atado y que te permite balancearte en el aire. Como la atracción del barco pintada en Port Aventura, pero tú solo y sin estar sentado. Sólo se atreve David. Nos explica que lo más impresionante es la primera bajada (caída libre) y que lo ha disfrutado un montón.

Al finalizar la actividad devolvemos el equipo. Por poco a Jordi se le olvida que lleva casco y se vuelve con él. Todos los niños van superfelices en el mini-bus.  

Nos vamos a dormir todavía con el recuerdo de esa sensación en el cable del Canopy, suspendido en el vacío y desplazándote a una velocidad vertiginosa. Para muchos ha sido como entrar en un túnel del tiempo y volver al pasado. Volver a una infancia donde la despreocupación, la inocencia y las risas te envolvían por completo.

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