26 de junio de 2024

LOS TRILLA MARTÍNEZ EN LA CIUDAD PROHIBIDA DE BEIJING

SEGUNDO DÍA EN BEIJING

26 de Junio del 2024

Intentar hacer las cosas por libre suele ser más barato y tranquilo que ir programado. Vas a tu aire y sin necesidad de mirar el reloj. El problema es intentar hacerlo en Beijing. Y todavía lo es más, si se te ocurre hacerlo para visitar la Ciudad Prohibida, nuestro gran objetivo del día.

Ya llevamos los tickets comprados con antelación. Menos mal que nos informamos previamente. Es imposible adquirirlos el mismo día en Temporada Alta. La fuente no es fiable al 100% (hay 2 intermediarios en la compra on-line que hicimos y una tiene muy malas críticas). Las 4 entradas nos han costado 60 euros y hay que presentarse en los controles de acceso con los pasaportes. Vamos en metro (4 billetes por 12 yuanes) y resulta muy sencillo usarlo. Todo está muy bien señalizado y en inglés. Llama la atención que en todas las estaciones hay controles de seguridad. Lo que ya empezó a ser bastante sorprendente es que para bajarse en la estación que está junto a la plaza Tiananmen te exijan un documento de identidad (en nuestro caso el pasaporte).

La plaza está acordonada por la policía y es imposible acceder a ella libremente. Nada que ver con la visita de Fani en el 2008. Aquí es donde nos damos cuenta que la cosa va a ser más complicada de lo que nos pensábamos: no es que haya centenares de chinos, no. Hay MILES. Y sin engañar. Son las 09:00 am y hay un sinfín de colas en las inmediaciones de los accesos controlados de la plaza. Inicialmente nos animamos a hacer la cola: parece que va bastante ágil. ¡Además todo el mundo va con entrada! ¡Seguro que entramos en un santiamén!

Pues no. Ni santiamén ni periquete  ni nada de nada. A armarse de paciencia y ríete de la cola del Uncharted. Esto presenta proporciones épicas. Pronto descubrimos que las numerosas colas que ha organizado la misma policía acaban convergiendo en otras de más pequeñas y en zonas valladas de espacios reducidos. Súmales el devastador efecto supermercado: pon cuatro colas en cada acceso pero con unas que van lentas y otras superlentas. Y todo esto bajo un sol abrasador (los espacios cubiertos son escasos) y rodeado de chinos cabreados por las largas colas. Un ejemplo: una anciana que disimula conversando por teléfono osa situarse delante de Fani (colada en toda regla). Pues en menos de 5 segundos es expulsada de malas maneras por los chinos que tiene detrás. ¡Aquí no se cuela nadie!

No logramos pasar el control de acceso hasta pasadas 2 horas y media. Cerca de las 12:00 hrs am logramos entrar a la Ciudad Prohibida. Nos tiramos en una zona sombreada y Fani consigue hacerse con refrescos fríos. Toca empezar la visita y estamos todos rebentados y hasta las narices. La sensación es de “Me la sua, m´és igual”. Y así será porque dentro de la ciudad hay miles y miles de chinos por todas partes, especialmente en las zonas sombreadas y la visita queda totalmente deslucida. Fani explica que el el 2008, justo antes del fin de año chino, estuvo prácticamente sola. Fue un super lujo.

Aún así logramos recorrer la Ciudad en un tiempo aproximado de 2 horas. Es una lástima que haya tanta gente y haga tanto calor. Los pabellones son espectaculares y los patios grandiosos. Lo que más nos llama la atención son las Puertas de acceso a la Ciudad, las calderas de bronce (se llenaban de agua por si había un incendio), las esculturas (los leones guardan las entradas; el león aparece con una bola bajo la pata y la leona con un cachorro), los tejados y los puentes de mármol. Lástima el “me la sua, m´es igual” a estas alturas.








Lo más bestia quizá sea la imponente calzada de mármol del Salón de la Suprema Armonía. Rampa central, tallada con dragones, que estaba reservada para el acceso del Emperador en carruaje.

Al final de la visita acabamos en el Jardín Imperial, al norte de los 3 palacios del patio interior, con un jardín de rocas y árboles centenarios. Se sale por la puerta norte. Los niños hacen la visita resignados y aguantando estoicamente.


La salida es igual de agobiante, con miles de chinos haciendo cola para subirse a los autobuses “turísticos” allí dispuestos. Nosotros salimos de allí por patas, siguiento la avenida en dirección este, paralela al foso. Intentamos dar con un taxi para volver al hotel. No resulta fácil, pero finalmente damos con uno. Llegamos casi a las 15.00 hrs pm y nos cuesta encontrar un restaurante abierto a esas horas y por esa zona. Entramos en uno de ramen y pedimos como podemos (la carta sólo está en chino y tiene alguna fotografía). De los tres platos uno pica mogollón y está hecho de carne de hígado como plato ingrediente base (se queda igual que lo traen), el segundo pica bastante pero no tiene vísceras aparentemente (los papis hacen lo que pueden) y el último es de verdura y no pica. Salimos del paso como podemos pero la comida es un desastre. Acabamos en una frutería comprando plátanos, albaricoques y tetra-bricks de leche y nos los llevamos a la habitación. Toca descansar.

Pasadas las 18:00 hrs decidimos pillar otras vez el metro para visitar el parque de Bei Hai, con la idea de econtrar paz y armonia. Entramos por la puerta norte y hacemos una paseada por la orilla sur-este hasta llegar a la isla de Jade, donde se eleva una gigantesca pagoda blanca, una stupa de estilo tibetano que se erigió con motivo de la visita del quinto Dalai Lama en 1651. No tenemos ya fuerzas para subir la colina; en lugar de eso paseamos tranquilamente por el corredor lateral que hay cerca de la orilla. Oscurece rápido y no logramos disfrutar de la puesta de sol. Pero es tranquilo y nos permite dejar atrás los sinsabores de la mañana.


Acabamos cenando en “nuestro” japonés de la noche anterior. Toca comer bien. Hoy hay poco ambiente y cenamos casi solos. ¿He dicho solos? ¿Sin gentíos?

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