A las 7h am estamos listos, desayunados, preparados e impacientes. Andry llega tarde. Se ha adelantado a las oficinas del parque, en Bekopaka, para pagar al guía ( 35e el grupo de 4, la ruta del gran Tsingy ). De echo el guía viene con nosotros en el Jeep. El parque está a 17km y tardamos la friolera de 1.5h en llegar. Más de lo mismo, pero añadiendo a mitad del trayecto un tramo inundado donde se encalla uno de los jeeps, con lo que tenemos que esperar a que se desencalle. Aquí, algún que otro guía habrá perdido una pierna. Somos los mismos que los del comboy de ayer.
Amanecer desde el Hotel Orchide du Bemaraha |
Al llegar a la entrada del parque compramos unos plátanos y nos ponemos en
marcha: el recorrido que hemos escogido es el del Gran Tsingy, el tramo corto,
de 3-4h para 3km. Nos ponemos los arneses de escalada que hay que llevar
puestos durante toda la excursión.
La primera parte discurre por el bosque. Es un paseo bastante tranquilo,
especialmente en su tramo inicial. La sombra de los árboles se agradece un
montón. La gracia del recorrido está en poder descubrir algún que otro animal y
la verdad es que estamos de suerte. Conseguimos ver hasta 3 especies de lemures.
El guía nos explica que hay 11 especies en el parque y que ocho de ellas son
nocturnas. De los 3 camaleones uno lo encontramos escondido, bien pequeñito en
el tronco de un árbol durmiendo. También contemplamos unos enormes lemures
blancos danzarines saltando entre las copas de los árboles. También descubrimos
una zona de rocas calcáreas fosilizadas y un camaleón sobando en una rama de un
árbol (después de 3 horas de excursión seguirá estando en el mismo sitio).
Después pasamos por una zona que empieza a ser más rocosa y ya tenemos que empezar a hacer un poco de parkour. De roca en roca y tiro por que me toca. Establecemos un orden: el guía va delante, después van David, Laura. Fani, Jordi y Andry. Los niños se lo empiezan a pasar pipa. Se lo toman como un reto y la cosa está funcionando.
El siguiente tramo pasa por dentro de unas zonas rollo cueva. Estamos
entrando en el interior del Tsingy. Tenemos que usar nuestro frontal y andar
con cuidado. En un punto del recorrido el guía nos pide apagar las luces para
que nos demos cuenta de que no hay ni una pizca de luz. Está todo más negro que
el carbón. Y silencioso.
Hay muy pocos turistas. Tenemos un grupo de franceses por delante pero
nuestro guía ya se encarga de que nos topemos con ellos lo menos posible. Hasta
que llegamos a la parte más aventurera del viaje: el ascenso hasta la cumbre
del Tsingy empleando las escaleras y la vía ferrata con ayuda de nuestros
arneses. El guía nos hace un recuerdo de cómo hacerlo aunque a nuestros niños
ya son veteranos en la materia; llevar los niños a los parques de tirolinas
tiene su utilidad. Aun así se nos acaba
la tranquilidad: los franceses van delante y algunos (son mayores) tienen
dificultades y van despacito. A Fani le faltan ojos para controlar que nuestros
hijos no se despeñen. Pronto nos damos cuenta de que son como cabras montesas.
No tienen miedo y están superemocionados. El ascenso dura aproximadamente una
hora. Es muy chulo ascender por las formaciones rocosas y las paredes del
Tsingy. Realmente se ve bastante seguro todo, aunque hay que ir con cuidado y
tener un mínimo fondo físico. No es apto para personas con vértigo.
Una vez llegas a la cima es para flipar: se te abre una ventana a un mundo como de otro planeta, especialmente para nosotros que nunca habíamos estado en un Tsingy. El guía nos explica que es el más grande del mundo. En la cima tienes acceso a dos miradores donde podemos hacer un montón de fotos y contemplar el paisaje. Un lujazo haberlo podido hacer con tan poca gente. Entre los 2 miradores hay un puente colgante rollo Indiana Jones. Hay que ir con el arnés y se ladea algo al caminar por él. Es superchulo. Pasamos de uno en uno, mientras el guía nos hace las fotos desde la otra vertiente con la cámara de Fani.
Tras pasar por el segundo mirador empezamos el descenso. Se baja por un camino diferente y también hay tramos de vía ferrata a la inversa. Como ya vamos con cierta soltura los hacemos sin dificultades. Los niños van sobrados. Cuando llegamos casi abajo acabamos desembocando enfrente de una imponente formación rocosa llamada La Catedral. Aquí aprovechamos para descansar, picar algo y congeniar con un simpático animal ( una especie de mangosta que sabe que aquí paran los turistas a picotear ). Ojo: no tocar.
Pasamos por otra zona de cuevas para salir del Tsingy. En esta zona los
techos con muy bajos y hay tramos en los que tenemos que pasar de cuclillas y
pasándonos la mochila. También hay tramos muy estrechos donde nos tenemos que
sacar la mochila para poder pasar.
Acabamos de nuevo en el bosque y no tardamos en tomar el mismo sendero que
a la ida. Nuestro camaleón sigue dormitando en la misma posición. En menos de
una hora llegamos al parquing, donde nos espera el conductor para devolvernos a
hotel. En total han sido cerca de 4 horas y media de excursión.
El camino de regreso también resulta algo accidentado. Nos encontramos un
jeep con unas chicas. Está averiado con lo que su guía las va repartiendo entre
los jeeps que vamos detrás. Una viene con nosotros y nos explica que son
estudiantes de intercambio que vienen de Bélgica y participan en un proyecto de
transformación energética. También aprovechan para hacer algo de turismo.
Pasamos de nuevo por el pueblo de Bekopaka donde se baja nuestro guía. Es
bastante grande comparado con las aldeas con las que nos hemos ido cruzando. El
manager del parque ha donado parte del dinero que reciben por ser patrimonio de
la Humanidad, para placas solares ( ya que no tienen electricidad ) y para
ayudar a los aldeanos a estudiar Inglés. Muchos trabajan en los hoteles de la
zona o son guías turísticos. A nuestro parecer, lo más importante sería
arreglar las infraestructuras para acceder al parque, aunque entendemos que es
casi imposible.
Ya en el hotel cenamos pronto, no sin antes meter los pies en la piscina.
Bueno todos menos Jordi que se mete entero y se marca unos largos.
Mañana toca madrugrar.
En relación a la visita al parque Tsingy de Bemaraha, nos gustaría hacer
algunas reflexiones. Y es que el trayecto desde Belo de Tsiribihina supone:
- - 6h de convoy
custodiados por militares por una pista polvorienta llena de obstáculos en plan
videojuego. Final en ferry para cruzar un río de noche.
- - Casi dos
horas más para llegar a la entrada del parque desde el hotel, incluyendo el
típico jeep que se queda embarrado a medio camino.
- - Lo mismo a
la inversa, para llegar de nuevo a Belo de Tsiribihina.
El parque es una pasada. Muy diferente a todo aquello que uno haya visto y
una experiencia con cuevas y vía ferrata para todos los públicos.
Así que sí, vale la pena, pero hay que estar muy concienciado de que hay
que invertir mucho tiempo.
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