2 de julio de 2023

TRAVESÍA POR EL RÍO TSIRIBIHINA Y ACAMPADA BAJO LA LUNA

30 de Junio a 2 de Julio 

Andry y Alain llegan puntuales. La noche ha sido entretenida así que esperamos que hoy sea un día tranquilo. Salimos de Miandrivazo por una carretera más o menos regular. Si pensábamos que no podría ser peor que la de ayer, nos equivocamos. Pronto nos desviamos por un sendero de tierra que nos lleva a un pueblecito. Por el camino nos cruzamos con algunos “taxi brousses” repletos de gente. Ya no vamos a quejarnos más. En el pueblo en cuestión cambiamos la furgo por un jeep abierto ( es que resulta que hasta ahora el camino era el fácil ). Laura y David se lo pasan genial en plan Port Aventura, mientras nosotros nos llevamos algún que otro leñazo con algún que otro arbusto.


Llegamos al puerto. Todo es expectación. Cargan nuestro equipaje como si no pesara nada  ( mientras nosotros casi nos herniamos ).

El barco  ( Tselatra ) es uno de esos a motor, más grande de lo que pensábamos, la verdad, con doble cubierta y unas hamacas en la cubierta superior. Nos presentan a la tripulación ( 8 personas en total, de las cuales 2 mujeres y una niña de 8 años que es la hija del capitán). Mientras cargan las cosas vemos como meten un pato por la ventana de la cocina. Está vivo… Seguro que entra en el menú. Hay una familia de malgaches que vienen muy arreglados a hacerse fotos junto a los barcos… Y nosotros con nuestras pintas de arqueólogos…

Empieza la aventura. Recorremos el río Tsiribihina de este a oeste sin nada más que hacer que observar el paisaje. A sus orillas vamos encontrándonos con gente que trabaja los campos de arroz, hombres pescando o transportando sacos en sus canoas, niños bañándose, aldeas que parecen sacadas de una película... Cuando nos ven, corren y nos saludan llamándonos bassa ( significa turista ). A la hora pensamos que esto va a ser muy aburrido, sin nada más que hacer que mirar por la borda. Entendemos que para nosotros, que siempre tenemos nuestro tiempo ocupado en hacer algo, pueda ser difícil no tener nada que hacer.




Ya solo tener que hacer pis es una aventura. Y es que no hay lavabo en el barco, con lo que cada vez que tenemos necesidades, la tripulación busca un rincón en la naturaleza donde bajarnos. Porque no nos engañemos, esto es muy natural.

La segunda parada es para…no sé, de entrada, no lo sabemos. Pero enseguida vemos a la tripulación bajar del barco, descalzo, hacha en mano, para cortar uno para hacer leña para la noche.

Comemos en el barco. La cocina es minúscula y consiste en un fuego a carbón. Nos preparan una ensalada de primero y pescado con arroz y cebú con acelgas. De postre plátanos y mandarinas. Acaba sobrando comida, claro, porque somos 4, no quinientos. Está todo buenísimo y sabroso, especialmente el pescado hecho a la brasa ( tilapia). Jordi pasa un rto entretenido sacando las pinchas. 


Poco después de comer, paramos en una zona donde hay otro barco como el nuestro. Caminamos unos minutos hasta llegar a Anosin’apela, una cascada donde podemos bañarnos. El agua es azul. Para nada esperábamos encontrarnos algo así aquí, teniendo en cuenta que el río es marrón intenso, por la tierra y la arcilla de la orilla. También está congelada, pero conseguimos meternos y refrescarnos. Hay una zona cerca de la cascada misma donde cae el agua de tal manera que es como una ducha. De agua fría, claro. El suelo es resbaladizo, por lo que acabamos todos en remojo aunque no queramos. Laura se lo pasa genial.







A la entrada nos esperan nuestros primeros lemures; dos familias de lémur común marrón. No me imaginaba que pudieran saltar entre los árboles y moverse con tanta agilidad. Son super peluchones y hacen ruiditos sin abrir la boca (nada de las escandaleras habituales de los monos ). Se acercan mucho a los turistas; está claro que no nos tienen miedo.

Tras la pequeña excursión cruzamos el río a la otra orilla, donde acampamos. La ribera en esta zona es como una playa. Son las 5 de la tarde y ya empieza a anochecer. 

Hay una pequeña aldea escondida entre los árboles. Al oírnos llegar, enseguida vienen niños y adultos a mirarnos; como son pocos no resulta nada agobiante. Andry nos explica que se trata de unas pocas familias que viven allí y que muchos trabajan en el parque de la cascada.

David y Laura son escrutados con sigilo. No suelen ver niños blancos por aquí. Y quien nos conozca sabrá que mis hijos son muy, muy blancos, de esos que siempre se queman en verano.

Montan nuestra tienda: se trata de una tienda familiar donde podremos dormir los cuatro más amplia de lo que nos pensábamos. También nos montan un WC improvisado donde podremos hacer las necesidades con bastante intimidad (cosa que nos tenía bastante preocupados, la verdad).

Hay luna llena.

Pronto encienden una fogata y nos invitan a sentarnos con los empleados del barco alrededor. Saben tocar la guitarra y el tambor y se ponen a cantar con entusiasmo. Nos ofrecen un cubata de ron con fruta y vainilla (una mezcla bastante potente y extraña para qué engañarnos) y a los niños refrescos. Y unos snacks. Estamos de cine. Al poco rato se unen las cocineras del barco (ya tienen la cena lista) y se ponen a bailar.

Después cenamos en el barco: una sopa de verduras con noddles y carne de primero y de segundo pollo con patatas fritas. El pollo nos lo sirven muy tierno y está para chuparse los dedos. De postre plátanos. Esta vez no sobra tanta comida; las cocineras empiezan a tomarnos la medida.

La noche la pasamos durmiendo en las tiendas. Son bastante anchas y no tenemos grandes problemas para dormir. Hay mantas y mosquitera (imprescindible porque hay un montonazo de mosquitos). A las 03:00 am vamos con David al WC en grupo a la luz de la luna. Laura duerme de un tirón y ni se inmuta.

Hay un vigilante junto al fuego con una ametralladora (no es de la tripulación; se nos unió durante la cena). Para no dormirse tiene encendida una radio y se escucha un programa nocturno de tertulia malgache. Rompe un poco el encanto nocturno, pero es guay saber que estamos bien vigilados.

Por la mañana nos despertamos a eso de las 06:30 hrs. Hay ya mucho ajetreo con gente faenando por todas partes. La tripulación está recogiendo ya sus colchones (salvo Andry, que también tenía tienda, todos han dormido en el barco) y están limpiando. Ya hay niños de la aldea cerca del fuego. Hace bastante frío y Jordi se les acerca para entrar en calor.

Los niños se despiertan bien. Han pasado buena noche. El desayuno es lo más mediocre con un horroroso café (siempre mejor ir con el té), leche para los niños de brick y unos bolos industriales donde podemos untar mantequilla, mermelada o miel. También hay zumo de brick.

David y Jordi aprovechan para pasear por la playa y charlar un rato. Al alejarnos de la zona de acampada (había 2 barcos más de turistas: uno con 3 americanos y otro con 8 franceses que nos acompañarán el resto del trayecto) pasamos junto a una zona cerca de la orilla donde los aldeanos están tan tranquilos a su aire con su propio fuego.

Andry nos ofrece volver a la cascada y nos pregunta si nos interesa hacer una caminata de más o menos una hora para llegar hasta una view point del río.

Estamos impacientes por movernos un poco así que allá vamos. Además pensar en volver a ver lemures nos entusiasta. Nos acompaña un guía que coge a Laura a caballito en algunos tramos ( no digo más ). Llegamos a un pequeño lago cristalino, vistas a lo lejos del río y, lo más interesante, unas formaciones de roca calcárea muy puntiagudas que aquí llaman Tsingy. 



Otra de la paradas la hecemos en un poblado pesquero al margen del río. Los niños se amontonan allá donde vamos. Jordi, que me conoce me dice: no les hagas carantoñas que sino nos van a seguir. Inmediatamente Jordi:


Resulta impactante caminar rodeado de miradas curiosas, ver cómo viven, dónde, en qué condiciones. Llegamos a una nave enorme ( no cuadra con el entorno ) donde almacenan montañas de tabaco. No pueden exportarlo porque es ilegal pero sí lo venden al resto del país. Es impresionante y huele diferente. 


Volvemos al barco y seguimos nuestra ruta hasta llegar a una rivera donde acampamos esta segunda noche ( no sin antes parar a talar un árbol para la hoguera). Hay una  pequeña aldea escondida tras los árboles y hay muchos, muchos baobabs. En seguido aparecen un montón de niños que se empeñan en seguirnos.





Antes de la cena nos calientan agua en una palangana y con un cubito nos podemos dar un pequeño pero muy reparador, necesario, indispensable y agradable baño.

Esta noche la gente del pueblo nos monta un pequeño numerito de baile, muy auténtico todo. Compartimos la experiencia con los otro dos barcos. David y Laura son seriamente escrutados por los niños y eso a David le incomoda un poco. Hace menos frío que ayer. La tarde transcurre entre puesta de sol, cena en el barco ( deliciosas brochetas de cebú con arroz y verduras ), hoguera y ron, canciones malgaches y bailes imposibles.





La impresión de David, a modo de resumen sobre estos dos días, es que aquí viven como en el pasado pero con influencias del exterior.

A la mañana siguiente nos toca volver, pero eso mejor lo explicamos en otro post.



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