4 de julio de 2023

LA AVENIDA DE LOS BAOBABS DE MORONDAVA

Salimos del hotel temprano porque queremos entrar en el primer convoy que va a Belo du Tsiribihina. La ida nos costó 6h pero la vuelta la hacemos en 4h. Todo ha ido rodado. Esta vez no hay escalas “obligadas” y pasamos el primer río enseguida. ¡Qué diferente se ve todo a plena luz del día! 

Comemos a las 11:30h en el poblado en un restaurante turístico ( el más caro hasta la fecha ). En el puerto ( llamémoslo así ) subimos el jeep al ferry ( que dura 1h ). También tenemos suerte y esperamos poquito.



Aquí, mientras estamos en plan nada que hacer, viendo la vida pasar, recibimos un email de la compañía aérea. Nos informan de que nos han cambiado el horario de los vuelos de vuelta. No un par de horas ni tres, no, sino 3 días. Jordi entra en shock anafiláctico. No tenemos muy buena cobertura y hemos leído el mail de milagro. Aún así nos ponemos rápidamente en contacto con la compañía aérea y conseguimos que el retraso pase a ser de sólo un día. Ya veremos…

Una vez desembarcamos nos volvemos a poner en marcha. Nos esperan más de tres horas de conducción hasta la avenida de los Baobabs, cerca de Morondava. El camino es bastante “agradecido” para lo que nos tiene acostumbrados este país. Durante el camino ya vemos que la tarde va a ir de baobabs: paradita en el baobab sagrado (hay que entrar descalzo rollo mezquita) y otra junto al baobab amoroso (uno cuyo tronco principal se parte en dos y se entrelaza). Son chulos y más con la luz que se está poniendo. Empezamos a estar algo nerviosos porque se empieza a poner el sol, pero nuestro guía está bien tranquilo.

 

Llegamos cerca de las 17:00 hrs. Queda poquito para hacerse de noche, pero hemos llegado a tiempo. Hay muchos todoterrenos y muchos turistas. Nada del otro mundo, pero teniendo en cuenta lo que nos hemos encontrado hasta el momento, hay un gentío de miedo. Recorremos caminando la avenida: efectivamente tiene baobabs a ambos lados de la carretera. Unas decenas. Nos vamos a un punto estratégico donde se va situando todo el mundo para poder contemplar la puesta de sol. Es realmente preciosa y vale mucho la pena. La disfrutamos un montón. Los niños también, aunque a su manera y con el consabido “fotos no”. Y es que claro, están hasta el moño de tanto coche. 






Después nos esperan cerca de 45 minutos de conducción hasta la ciudad de Morondava. Cuando llegamos nos sorprende ver lo moderna que es, teniendo en cuenta los estándares de este país. Está asfaltada, algo iluminada y con gente y vehículos por todas partes. Nos hospedamos en el Hotel Le Vezo que nos sorprende con su modernidad, excelentes servicios y WIFI de lujo. Cenamos muy a gusto en la tercera planta. Acabamos riéndonos todos a carcajadas con las anécdotas que nos explican los niños del cole.

No hay comentarios: