7 de julio de 2023

RUTA BELLO SUR MER- ANDAVADOAKA PASANDO POR MANJA

6 de julio del 2023

Nadie dijo que llegar al paraíso sería fácil. Y efectivamente, los dos días (o 24 horas según se mire) que pasan de las 12:00 hrs del 06 de julio a las 16:00 hrs del 07 de julio así lo atestiguan. Horas para el olvido, de las que es difícil extraer cosas positivas. Aunque las hay ( pocas ).

Como la recogida (e inicio del calvario) está prevista para las 12:00 hrs, nos tomamos la mañana como un soplo de aire. Para desayunar nos regalamos unas tortillas y unos huevos fritos. Aquí los niños sí disfrutan. Y leche de calidad (con nesckuik).

Después repetimos el paseo del día anterior hasta el pueblo de Bello sur Mer. La luz y la marea son distintos. Lo vemos todo diferente. Hay más actividad por la mañana. Y hasta parece haber menos basura. ¿Se la habrá llevado la marea? David ve como una niña lanza basura al agua.

El problema tal como hemos indicado en nuestro post de ayer, es que para ir desde Bello sur Mer hasta Andavadoaka, se calculan aproximadamente, unas 14 horas de trayecto. Y eso sin contar el tiempo que se necesitará para coger un ferry y las paradas para comer. Por eso decidimos, de común acuerdo con Andry, modificar la ruta y hacer noche en Manja, perdiendo nuestra segunda noche en el Ecolodge Menabe. 

Desde Bello sur Mer hasta Manja hacen falta 5 horas de coche. La primera parte (unas 2 horas), la ruta pasa por pistas super estrechas, tanto que el coche acaba lleno de ramitas y hojas de árboles. Al conductor no parecen preocuparle las rayadas, pero tampoco estamos para ponernos quisquillosos. La mayor parte del trayecto tiene que circular con los retrovisores recogidos y vamos abriendo y cerrando las ventanillas según el polvo y la arboleda que nos acechan. Jordi pregunta si no se puede enchufar el dichoso aire acondicionado. El chófer dice que mejor que no, que es malo para el motor. ¿Y para qué diablos está entonces? -pensamos-  

Tras dos horas hacemos una parada para comernos el pícnic que nos han preparado en el ecolodge. Ojito porque es un gran momento, especialmente para nuestros niños que se lo toman muy a gusto. ¡Quién lo iba a decir! Hay latas de sardinas, tomates, quesitos y pan que untamos con paté de la Bretaña (gran importación francesa) para improvisar unos bocatas. Nos sobra comida. Estamos parados en un pequeño claro, junto a la pista, con un par de familias de locales que van con sus carros tirados por cebús a vender parte de su cosecha a Bello sur Mer. Fani conversa con ellos: tienen previsto llegar en unas 7 horas (nosotros hemos tardado 2 horas). Tendrán que hacer la mayor parte del camino de noche. Pronto se les une un tercer carro y reanudan la marcha. Les regalamos parte del pícnic que nos ha sobrado ( huevos, pan y mandarinas ) y nos dan las gracias superemocionados. Lo mejor del día. 


El resto del camino no tienen mucha historia hasta la llegada a Manja. De la llegada sí hay que destacar que la carretera del pueblo está asfaltada.

Es entonces cuando llegamos al hotel…

Para flipar…

Andry nos aclara que es el mejor de la ciudad. Enseguida nos queda claro que no es un hotel turístico. Es un hotel de ellos, así que ni os cuento.

Sucio, ruidoso y se cae a pedazos.

La caldera está desconectada. Jordi convence al dueño para que la enchufe, pero apenas funciona. Casi no tenemos agua ( ni liz ). De hecho, en el plato de ducha hay un par de cubos de agua fría para lavarnos. Bueno… Tampoco pasa nada si no nos bañamos un día…

Viene un empleado del tugurio-hotel a preguntarnos que queremos para cenar. Como opciones hay: filete de cebú o… filete de cebú… o… más filete de cebú. ¡Pues filete de cebú! ¡Bingo! Lo pedimos con arroz y agua. Y sanseacabó. Nos lo sirven en una zona que tienen techada en el patio interior del hospedaje. Conversamos con Andry sobre los pormenores del día siguiente. Nosotros le insistimos en salir de aquí pitando, lo antes posible.

Nos vamos a dormir. No tenemos Wifi ni conexión a Internet. Seguimos viendo capítulos descargados de Netflix, concretamente de Niño Ciervo. Suerte que la serie está interesante y nos sirve para desconectar. Abajo hay una especie de local con música (si es que a esto se le puede llamar música). Están armando bastante barullo y las paredes no asilan nada. Afortunadamente acaban por apagar y largarse. Será porque es día laborable y mañana hay que currar.

 

7 de julio de 2023 

Desayunamos en el restaurante del hotel: nos traen pan y té. Menos mal que hemos conservado una lata de paté del pícnic del día anterior. Con esto salvamos el escollo. A Laura le encanta el paté. Lástima que nos hemos quedado sin. Vienen el camarero a cobrarnos la cena del día anterior: nada de aprovecharse, honrados son. Nos cobran 56000 ariaris, que vienen a ser 12 euros los cuatro. Le damos 6000 ariaris de propina (que vienen a ser 1.3 euros) y el tipo se va supercontento.  

Nos ponemos en ruta. Nos espera una hora y media de conducción hasta llegar al embarcadero del ferry. Una de las buenas noticias (ya hemos dicho que había cosas que se podían rescatar) es que casi todo el trayecto está asfaltado. Es agradable recuperar sensaciones de nuestro mundo. Aun así, hay zonas con baches donde solemos encontrar grupos de trabajadores rellenando los huecos con tierra. Lo más rápido que llegamos a ir es a 80 km/h que es todo un récord. Nos damos cuenta de que les cuesta conducir por la derecha y dejarse adelantar.




La experiencia de cruzar el río es sencillamente alucinante. Tienen una barcaza donde caben como mucho 3 coches. No tienen motor. Ni remos. La mueven una veintena de tipos cachas y entusiastas con ayuda sencillamente de asideros y correas. La única energía es la fuerza de sus brazos y aprovechar de vez en cuando la corriente. Cuando llegamos la barcaza está transportando 2 coches y está a punto de llegar al otro extremo. Tenemos que esperar a que vuelva, así que salimos del coche y nos quedamos mirando. Después de una media hora ya estamos subidos a la barcaza. Nos bajamos del coche y contemplamos el espectáculo desde la plataforma. Impresionante. Es como un salto en el tiempo hacia atrás. Ni puentes ni vehículos motorizados. Eso sí, pluriempleo.

Una vez en el otro lado, reanudamos la ruta. No tardamos en abandonar el asfalto y volvernos a topar con las pistas de tierra y piedras tan habituales. Andry nos informa de que está previsto llegar a la ciudad de Morombe en unas 3 horas. Se cumplen y llegamos a eso de las 13:00 horas. Vamos bien de tiempo. Nos paramos a comer en frente de un restaurante local que tiene anunciado que se especializa en productos del mar. Pronto descubrimos que es un tugurio local que se cae a pedazos y está más que sucio. Nos atiende una nativa muy poco entusiasta. A Fani se le ocurre entrar en la cocina; sale horrorizada. ¡Ni que hubiera entrado en el Museo de los Horrores! ¡Será exagerada! Una vez pedimos (hay 4 platos y sencillitos; nada de mariscadas), a Laura no se le ocurre otra cosa que entrar en modo diarrea. ¿En serio? ¿Precisamente aquí? Si la cocina da asco, no os podéis imaginar el WC. Fani manga un trapo del salón (¿salón? ¡Y un cuerno!) y se va a limpiar algo. “He hecho lo que he podido” – dice. “Con un poco de lejía me hubiera apañado mejor”. Finalmente nos podemos sentar a comer. Nos habíamos puesto dentro (¡ilusos!); no tardamos en salir a la terracita a que nos de el aire mientras comemos. A Fani le da manía todo. Los niños se apañan. No tardamos en largarnos de allí con viento fresco.

Nos quedan 2 horas de ruta hasta Andavadoaka. No tardamos en darnos cuenta de que nuestro conductor no se sabe bien el camino. Cambia de pista un par de veces, pregunta a lugareños si va por buen camino, … ¡Menos mal que lo hemos hecho de día! ¡Lo llegamos a hacer de noche y flipamos!

Sí tenemos que reconocer que estas últimas 2 horas de conducción (calvario) nos regalan el baobab más grande del viaje. Paranos a hacer una pausa y nos ponemos a hacer fotos como si no hubiera mañana. Es lo mejor que hemos visto en 24 horas. Un pasote. Al poco de reanudar la marcha nos topamos con una arboleda de baobabs muy chula. También nos paramos y hacemos fotos. La luz está preciosa. 






¡Y aquí acaba el calvario!

Llegamos a nuestro alojamiento en Andavadoaka a eso de las 16:00 hrs. Es un complejo llamado Laguna Blu y que regenta una pareja de italianos muy simpáticos y atentos. Enseguida nos reciben con un zumo de limón natural y unas preciosas vistas de una playa desierta. Sopla algo de aire, pero no nos molesta en absoluto. ¡Con el calor que hemos pasado!

El bugalow no tiene nada que ver con nuestro alojamiento en Manja. Espacioso, lujoso, con 2 habitaciones y WC en el exterior (rollo Maldivas). Es moderno y cómodo. ¡Que lujazo!

No tardamos en salir a pasear por la playa. Queda poquito para la puesta de sol y hay que aprovecharla. Nos acompaña el simpático perro de los anfitriones, que es muy juguetón. Los niños se lo pasan bomba. Después de tanto coche se ven por fin en la gloria. La puesta de sol es preciosa.






Tras un baño de agua caliente reparador, nos vamos a cenar al salón comedor. Es espacioso y con unas vistas de la playa extraordinarias. Nos sirven un pescado enorme hecho al horno con verduras y patatas fritas dulces. Y de postre pastelitos de chocolate. Nos ponemos las botas.

 Este lugar es increíble. ¡No queremos irnos!

Ya dijimos que llegar al paraíso no era fácil.

 

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