Pasamos del desayuno en el hotel y, tras hacer el check out, nos tomamos un croaissant y un café (¡café! ¡sí!) en una cafetería – panadería local del centro de Delfos. Mucho mejor así. Lo de desayunar un huevo duro no nos va demasiado :)
Después emprendemos la ruta hacia nuestro
alojamiento en Olimpia. Tardamos cerca de 3 horas. La mayor parte lo hacemos
por la carretera de la costa hasta Patras, donde cruzamos el Egeo por un puente
muy moderno (nos cobran 13 euros a la entrada). Después toca carretera secundaria. Aquí la gente se salta la doble línea contínua
para adelantarte en vías de doble sentido. Te tienes que apartar cerca del
arcén para dejarte adelantar y si no lo haces te pitan. Sorprende ver que
muchos vehículos pesados suelen hacerlo (parándose si es necesario y se puede par dejarte pasar ).
Nuestro alojamiento es el Bacchus Hotel. La primera
sorpresa es descubrir que no está en Olimpia a diferencia de lo que anuncian en
su web (publicidad engañosa). Está en el pueblo de Ancient Pisa. A 5
minutos de las ruinas en coche, pero lejos del meollo de la ciudad de Olimpia.
Eso es bueno si buscas tranquilidad, pero malo ya que en el pueblo no hay mucha oferta
gastronómica (sólo puedes comer en el hotel) y no hay tiendas. Es como una
urbanización. Después descubrimos que para acceder a la habitación desde el
complejo principal (entiéndase recepción – restaurante – piscina) hay que
cruzar la carretera. Un rollo. Lo demás muy bien: habitación amplia y
espaciosa, restaurante con una terraza con vistas de ensueño y piscina con
tumbonas. Al final acabamos haciendo las comidas allí para no tener que
conducir de noche (no nos apetece). Los platos del menú son muy abundantes así
que acabamos compartiéndolos. El desayuno aquí ya vuelve a ser normal. Menos
mal.
Después de una buena comida y de darnos un refrescante
chapuzón en la piscina, nos plantamos en el complejo arqueológico de Olimpia a
eso de las 18:00 hrs de la tarde. Escogemos esa hora porque hace menos calor y
venimos del golpe de calor de David del día anterior. Es mejor idea. Nos cobran
12 euros por adulto (los niños entran gratis) y la entrada incluye acceso al
museo arqueológico (éste lo dejamos para mañana pues no da tiempo de visitarlo
todo; cierran a la 20:00 hrs). No hay problema en validar el ticket al día
siguiente.
A pesar de ser más de las 18:00 hrs sigue haciendo bastante
calor y se nota. Además, tanto Fani como los peques ya empiezan a estar algo
cansados de tanta ruina. Y se nota. Jordi no pierde el interés. Podría estar
recorriendo el complejo durante horas. De los complejos que hemos visitado
hasta ahora, nos atreveríamos a decir que es el más “flojo” y prescindible. Sé
que este comentario puede generar polémica dada la importancia del recinto y su
significado. Eso no lo negaremos. Pero quizás se trate del recinto que tiene
los edificios “peor” conservados. A no ser por las maquetas y planos la verdad
es que cuesta hacerse una idea de cómo era el recinto. Sin ir más lejos, el
templo más importante, el de Zeus, está en ruinas y no presenta ni una fachada
en pie (en la Acrópolis los templos estaban “más enteros”). La parte de los
edificios que albergaban las ofrendas y tesoros está también en ruinas (en
Delfos se conservaba uno entero). De la gran pista donde se celebraban los
juegos olímpicos no queda ni un solo graderío en pie (a diferencia del de
Delfos, por ejemplo). Quizá salvaríamos la imponente puerta de acceso al
estadio, el pebetero donde se enciende la llama olímpica y el edificio del gran
patio de columnas, en la zona central. También llama la atención el edificio
que albergaba el taller del maestro Fideas y de todo su séquito, donde
fabricaron la estatua de Zeus. Se puede entrar dentro y, creedme si os digo que
eso es noticia en Grecia, donde nos habíamos encontrado todos los edificios
rodeados por un cordón o una valla. La estatua ya no existe, pero debió ser una
pasada (se considera una de las 7 maravillas del mundo desaparecidas). Tras la
visita (nos lleva un par de horas) volvemos al hotel a cenar y a descansar.
Al día siguiente hacemos el check out bien pronto y, con las maletas en el coche, nos vamos a visitar el museo arqueológico. Como ya nos había pasado en anteriores recintos, de nuevo la visita al museo vuelve a ser más que recomendable. Primero por la gran variedad de piezas que hay y segundo porque son visitas “refrescantes” muy agradecidas. Muy interesante todo lo que vamos descubriendo: desde una colección de cascos y armaduras de batalla, hasta piezas de cerámica, estatuillas diversas de ofrenda o esculturas imponentes. De las estatuillas, David nos explica que cada una representa al animal sacrificado como ofrenda. La parte más espectacular del museo es la sala central donde se conservan los frescos (parciales) de los pórticos del templo de Zeus y sus metopas. Esta última parte es la que más nos interesa pues se representan los doce trabajos que tuvo que hacer Heracles. Repasamos con Laura y David la lista de encargos, a cuál más espectacular. La metopa que mejor se conserva es la del episodio de las manzanas donde se puede ver a Herácles enredando a Atlas para que se las entregue y como Atenas (tras él) le echa un cable. De las estatuas a David y Jordi les encanta la de Hermes llevándose al niño Dionisio, de mármol y de más de 2 metros de altura (de nuevo con una sola sala para poder contemplarla con tranquilidad). De la visita, destaca igual que la del recinto la tarde anterior, que la hacemos prácticamente solos. Todo una experiencia.
Después nos ponemos en marcha con el coche hacia el sur,
hacia la península de Mani. Son cerca de 3 horas de coche y la mayor parte por
carreteras secundarias. La parte más pesada la hacemos al final: después de
dejar la autopista y de pasar por la ciudad de Kalamata, hay que pasar un
puerto de montaña hasta llegar a Kardamili, que es el pueblo donde nos
alojamos. La verdad es que se nota que es domingo y que entramos en una zona de
turismo local. Desde el coche vemos como tanto la carretera como las calles de
la ciudad de están a reventar de coches y gente, por no hablar de los
chiringuitos de playa. Esto en domingo es una locura. Ya veremos qué pasa
mañana.
En Kardamili, nos alojamos en Maison Viros.
Su anfitrión, Nico, es muy atento y tiene el apartamento en perfecto estado. Es
amplio y espacioso, de 2 plantas, con una cocina bien equipada y con una terraza
exterior donde haremos la mayor parte de comidas. Nos sentamos con Nico en el
porche y empieza a sacar un montón de mapas y a explicarnos y repasar con
nosotros la zona. La verdad es que nos da un montón de ideas y en un periquete
ya tenemos la agenda de nuestros próximos 2 días repleta de cosas que hacer.
Son casi las 15:00 hrs y tenemos mucha hambre. Salimos a buscar un sitio para comer. En menos de 10 minutos nos plantamos en la playa y vemos una taberna, Gialos, con vistas al mar, con un ambientazo de aúpa. Como les queda alguna mesa libre no nos lo pensamos 2 veces. ¡Al fin pescado! Nos pedimos unos calamares rebozados, pulpo a la brasa y unas croquetas de cangrejo que están de rechupete. Pedimos también ensalada griega y patatas fritas y lo compartimos todo entre los cuatro. Un lujazo, con vistas al mar.
Después pasamos por el supermercado a aprovisionarnos. Aquí
da igual que sea domingo. Esto es como nuestro Salou y está todo abierto. Colocamos
la compra en el apartamento y nos damos un baño en la piscina. Después toca
paseo por la playa de Kardamili y puesta de sol. Muy bonita y tranquila. La
poca gente que queda ya se está marchando. Lo único rollo es que es un paseo –
carretera, con lo que tienes el inconveniente de que van pasando coches de vez en
cuando. Pisamos arena y nos hacemos fotos. Esta vez decidimos cenar en el
apartamento.
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