El día amanece con un solazo de aúpa. Nada de niebla como el día anterior. Ya vemos que hoy tocará pasar calor.
Una de las ventajas de estar alojados en Tinajo es que estamos muy bien situados pues queda bastante céntrico en la isla, especialmente del Parque Nacional de Timanfaya, nuestra primera parada del día. Tenemos la suerte de pillar la carretera de acceso al parque desde Tinajo y no desde Yaiza. Y digo suerte porque como abren el parque a las 09:00 am (apenas pasan 5 minutos de la hora cuando llegamos) casi todos los coches que pretenden acceder a la entrada del parque vienen de la costa (desde Yaiza). Eso significa que pasamos por delante al acceder a la entrada ya que no tenemos cola de coches delante nuestro (la cola se ha formado en la otra dirección y los coches se tienen que esperar en su carril para no colapsar la carretera).
Como llevamos el bono nos lo sellan y accedemos relativamente rápido, especialmente si tenemos en cuenta la cola de coches que tenemos destrás de nosotros. Aquí es donde descubrimos que están bien organizados. En efecto, nos vamos encontrando con diferentes empleados del parque (se comunican entre ellos por radio) que van gestionando no sólo el acceso de vehículos al Mirador de las Montañas de Fuego, sino también el propio aparcamiento del recinto.
Una vez aparcados nos dirigen directamente hacia los autobuses que recorren el parque, la única forma de visitarlo. Y sin poder subir las ventanas... Un fastidio total. El recorrido dura aproximadamente media hora. El paisaje es sencillamente espectacular y el trayecto difícil para el conductor, pues la carretera es bien estrecha. A ambos lados vemos el paisaje volcánico y los ríos de lava. Pasamos por distintos cráteres y un montón de enormes rocas volcánicas retorcidas. De vez en cuando el chófer para el vehículo para que podamos contemplar mejor el paisaje y tomar alguna fotografía, aunque bastante deslucida porque la tenemos que hacer a través del cristal del autobús. Como hay sitios libres Jordi se atreve de vez en cuando a cambiar al "lado bueno" aunque ya hemos dicho que el cristal entorpece la foto y además altera el color pues las rocas son rojizas y el cristal las vuelve algo verdes. De todos modos el paisaje es espectacular y único; parece que de repente estés circulando por el planeta Marte. Hay un audio que te va explicando un poquito de la historia del lugar. Lo más destacable es cuando te recuerdan que Timanfaya es el resultado de las erupciones que se dieron entre 1730 y 1736 y que lo que eran tierras agrícolas quedaron sepultadas por metros cúbicos de lava ardiente. ¡De eso sólo hace 300 años!
Cuando terminamos la visita pasamos por el Centro de Visitantes pero hay tanta gente por todas partes y tan poco que hacer que decidimos irnos, después de tomar las fotos de rigor desde el mirador. Hay alguna parrilla en marcha (del restaurante del mirador) que intenta aprovechar las emanaciones caloríficas procedentes de la tierra. También hay alguna demostración del personal del parque pero lo dicho, con tanta gente, es mejor irse. Al salir los niños se entretienen contanto la cola de coches que intentan entrar; David cuenta un total de 304 coches. ¡Que pasote! Y eso sin contar los que están estacionados dentro...
Nuestra siguiente parada la hacemos 2 kilómetros más abajo, en el echadero de camellos. No teniamos previsto parar. No estamos a favor de la explotación turística de los animales. Pero Laura quiere verlos.
Bueno en realidad no son camellos, son dromedarios, pero dejemoslo así. Después de una pequeña cola accedemos a la zona de los camellos (la entrada nos cuesta 24 euros, 12 euros por camello). Los niños están entusiasmados. El recorrido dura unos 20 minutos y recorrre una parte del parque con dunas rojizas desde la que vemos algún autobus del parque en su trayecto. Primero subimos (a los camellos les cuesta lo suyo) pero luego bajamos a gran velocidad (los camellos bajan bien deprisa). Conversamos con el camellero que controla la parte delantera de la comitiva. Es subsahariano pero lleva ya más de 20 años trabajando en la isla. Conoce a los animales. Es sorprendente ver como no pierde la sonrisa, le sobra tiempo de hacernos alguna foto y, incluso, alguna broma. Los camellos pues que queréis que os digamos... Pobrecitos... Llevan las sillas en la joroba, con contrapesos según la carga y un bozal que evitar que te muerdan. Muy felices no se les ve pero los sí es verdad que el recorrido es corto y los van dejando descansar.
Desde allí decidimos no volver para Tinajo. La carretera está llena de coches que intentan acceder al parque. Decidimos bajar hacia el pueblo de Yaiza. Se ve tranquilo en comparación con Timanfaya o Teguise el día de ayer. Nos desviamos con el coche hacia la costa oeste y nos paramos a mirar las Salinas de Janubio, las más grandes de la isla y activas. Las vemos haciendo 2 paradas: la primera desde la misma costa, cerca de la tienda que tienen y la segunda desde el mirador del restaurante del mismo nombre. No se pueden recorrer por cuenta propia.
Son las 12:30 hrs y hace tanto bochorno que apenas podemos caminar (¡estamos a 40º!). Los niños están cansados y próximos a amotinarse. Nos piden volver a casa. Pactamos con ellos hacerlo después de comer. El menú del restaurante del mirador nos llama mucho la atención y entramos a comer. Nos ponen en un aterraza acristalada donde hace mucho calor. Al principio es llevadero pero a medida que avanza la comida es bastante insufrible. Suerte que hemos pedido un vino blanco y que Laura va mojando el trapito en la cubitera y nos va refrescando por turnos a los papis. La comida está muy buena. Pedimos platos principales de calamar y unos chipirones de entrante que están de rechupete. Los niños van con menú infantil (croquetas y filete) y estaban hambrientos. Pero el calor no da para más: un sorbete de limón y, sin cafés, corriendo a pagar y para el coche. Fani llega antes para poner en marcha el aire y Jordi no perdona la botella de vino que nos llevamos.
Nos vamos directos para casa y nos metemos en la piscina fresquita.
¡Ohhhhh! ¡Qué gustazo!
Aquí sí que apetece al café estirado en la tumbona.
Nos encanta esta casa. ¡Es superacogedora!
Después de descansar y ya a media tarde salimos con el coche hacia la Playa de Famara, posiblemente la playa más impresionante de la isla. Y no solo por su extensión de casi (6 kilómetros) sino también por el impresionante risco que tiene detrás, como si se tratase de una muralla. Hay mucha gente pero como la playa es enorme está todo el mundo muy repartido y puedes caminar tranquilamente. El mar está embrabecido; se ve que es bastante habitual que haya viento y oleaje (está situada en el norte de la isla, costa oeste) y es paraíso de surferos. Recorremos media playa con los peques, disfrutando de la puesta de sol. Un bonito final para un día intenso.
De camino a nuestro alojamiento, tenemos la sensación de estar en el planeta Tatooine, el hogar de Luke Skywalker.

No hay comentarios:
Publicar un comentario