17 de agosto de 2021

EL VIENTO

Nuestro tercer día en la isla lo tenemos reservado para explorar el norte de la isla. Vuelve a amanecer soleado, así que va a volver a hacer mucho calor.

Después de poco más de media hora de coche nos plantamos en la Cueva de los Verdes. Como abren a las 10:00 am no hemos madrugado y llegamos puntuales. El problema es que media isla ha pensado lo mismo que nosotros y se forma una cola de aupa por momentos. Tenemos suerte de poder aparcar y nos tomamos la larga cola con paciencia. Los niños están de buen humor y nos lo ponen fácil. La visita no la puedes hacer por tu cuenta; se hace guiada y en grupos de unas treinta personas (llegamos a contar). Igual que en Timanfaya la verdad es que están bien organizados. Después de poco más de una hora de cola empezamos la visita.

Tengo que decir que nosotros hasta la fecha hemos visitado muchas cuevas pero nunca una volcánica. La visita es más que recomendable: aprendemos mucho y tiene un montón de sorpresas. Después de adentrarmos por un jameo, empezamos a recorrer sus pasilllos disfrutando tanto de la cuidada iluminación como de las explicaciones de nuestra atenta y enrollada guía. La erupción del volcán Corona constituyó un largo tubo volcánico de 7 kilómetros hasta el mar. Dentro de este tubo nos encontramos tanto la Cueva de los Verdes como los famosos Jameos del Agua. La cueva tiene una profundidad de 50 metros y se encuentra unos 20-25 metros sobre el nivel del mar. Aquí no hay ni estalactitas ni estalagmitas; como es todo volcánico nos encontramos los estagfilitos o estalactitas de lava. Empezamos la visita los últimos para poder tomar fotos solos, pero pronto acabamos de los primeros para poder escuchar mejor. Los niños están muy atentos: tenemos un fantasma, tenemos un Quasimodo y el secreto mejor guardado de la cueva al adentrarmos al precipicio del final. Pero hasta aquí podemos leer no vayamos a estropearle nada al siguiente visitante.



Cuando acabamos la visita son las 12:30 hrs pm y decidimos priorizar la comida con la esperanza que pasadas las 14:00 hrs haya menos cola en nuestras siguientes visitas. Nos vamos al pueblo de Órzola (desde donde salen los ferrys a la isla de La Graciosa) y pillamos mesa en el restaurante La Maresía (muy recomendado). Nos sientan en su terraza exterior pero en una zona cubierta y bien ventilada. Nos ponemos las botas: entrante de gofio y queso, pan con mojo, lapas a la plancha (recordando las Ázores), croquetas de calamar (incluyen su tinta negra) y el plato estrella del local sin dudarlo: la Bomba de Atún (SENCILLAMENTE ESPECTACULAR). Los niños se piden pasta y croquetas pero David, nada más ver el atún nos pone ojitos y le cae una buena ración. Esta vez no perdonamos ni el postre ni el café.

Nos plantamos en los Jameos del Agua a las 14:30 hrs pm. Una hora que nos parece escandalosa para el turista español. Pues ni con esas; sigue habiendo mucha gente cuando llegamos. La visita aquí es por libre, con lo que la cola es más fluida. Después de una media horita de cola conseguimos entrar. Se trata de un espacio natural (un jameo es un agujero que se produce como consecuencia del hundimiento del techo de un tubo volcánico) que fue modelado por el artista César Manrique de tal manera que también es como un centro de arte y pretende simbolizar la armonía entre la naturaleza y la creación artística. Consta de 3 jameos y de 2 zonas con agua. La primera zona acuática nos la encontramos entre los 2 primeros jameos y está dentro del mismo tubo. Pasamos por un sendero que hay cerca de la pared y es aquí donde nos encontramos con los famosos Munidopsis Polymorpha, una especie de cangrejo única y endémica de apenas un centímetro de longitud, albino y ciego. Los vemos entre las rocas y hay un montonazo. La segunda zona acuática se ubica al aire libre, se parece a una piscina y con el calor que hace dan unas ganas de meterse dentro enormes (cosa que está prohibida). Nos quedamos sentados en un banco a la sombra admirando la parte final. Terminamos la visita pasando por el impresionante Auditorio y tomando una panorámica desde la terraza superior, ya cerca de la salida.



Nuestra siguiente parada nos lleva al Mirador del Río, situado a 475 metros de altura. Accedemos desde los Jameos subiendo por una carretera de montaña en apenas 15 minutos y sin ningún sobresalto, salvo el del viento. En efecto, nada más llegar al aparcamiento de los coches sopla un viento del copón y, no solamente cuesta caminar, sino que hasta las propias mascarillas parecen estar a punto de salir volando. Se trata de un recinto integrado en la propia roca volcánica con un café, tienda de recuerdos y un par de terrazas exteriores que te obsequian con unas vistas de la isla de La Graciosa muy chulas. Teniamos la esperanza de tomar algo en la cafeteria pero hay tanta que gente que preferimos marcharnos.



De bajada nos dirigimos al Caletón Blanco. Lo habíamos visto de camino a Órzola, pero entre el calor y la cantidad de coches optamos por dejar la visita para media tarde. Conseguimos aparcar cerca de la carretera principal y bajamos caminando ya cambiados. El Caletón Blanco es una playa de fina arena blanca y aguas marinas estancadas que forman unos charcos increíbles. El agua está fresquita y metemos los pies con muchas ganas. ¡Con el calor que hemos llegado a pasar hoy! ¡Qué guay! Como los charcos no son muy profundos nos podemos adentrar bastante caminando. Llegando al final nos "hacemos" con un charcón para nosotros solos y nos bañamos bien a gustito (especialmente los papis). Pasamos un rato agradable y refrescante.





La vuelta se hace algo pesada (es casi una hora de coche) pero entre las preciosas vistas de la isla y Laura cantando las canciones de la radio vamos muy distraídos. 

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