Cuando pensamos en como podiamos explorar la zona sur de la isla se nos ocurrió hacerlo de una forma orginal. La verdad es que llevamos ya bastante coche a cuestas y la logística de las playas en Lanzarote (no hay servicios y los accesos son algo complicados) nos obligan a usar la imaginación. Con tanta gente por todas partes ya estamos un pelín agobiados.
Madrugamos para plantarnos a las 09.45 hrs en Playa Blanca. Para llegar a esta zona de la isla hay que cruzar la zona de Yaiza y sus montañas. El enclave queda resguardado del resto de la isla por la cordillera. Encontramos enseguida el sitio convenido y no tenemos problemas en aparcar.
Hemos reservado con Kayak Lanzarote una salida en kayak-snorkel para ver las playas de la costa sur, incluída la famosa Playa del Papagayo desde otra perspectiva, la del agua. La empresa mola: es un negocio familiar en el que el trato es muy amable. Estamos todos listos a las 10:00 hrs (somos unas 15 personas) y no falta nadie. Tienen taquillas donde podemos dejar las cosas de valor. Antes de empezar la actividad nos hacen un pequeño breafing. Están muy bien organizados. El instructor al mando, Ismael, es una pasada. Sus ganas e ilusión son muy contagiosas y no deja de bromear en ningún momento. Nos lo pone todo muy fácil. No puedo dejar de pensar en el Ismael de Moby Dick por el nombre y la perspectiva de la travesia marina aunque nuestro instructor sería más bien una versión edulcorada del capitán Ahab.
Durante la travesia nos asiste también Ibai, un chaval muy simpático y atento. Como llevamos niños pequeños nos separan en kayak doble: David con Jordi y Laura con Fani. Los nuestros son los más pesados: estupendos en cuestiones de estabilidad y seguridad pero lentos y trabajosos de mover (habrá que hacer tonificación).
Bajamos los kayaks a la playa y nos preparamos para la aventura. Salimos desde Playa Mujeres y enseguida nos familiarizamos con el remo. Tanto Laura como David intentan ayudarnos pero les cuesta mucho. No pasa nada: lo que cuenta son las ganas y el empeño y en eso sacan un diez. Es lo que les hacemos valorar.
La primera parada nos lleva a una cueva excavada en la misma roca. Pasamos por turnos y bajo la atenta mirada de Ismael, que va tomando fotos y controla que no hagamos tonterías.
Paramos a descansar del kayak en una de las playas. Allí los dejamos en un ladito de la arena con Ibai y nos vamos con Ismael a hacer snorkel en la playa vecina. El snorkel no dura mucho para nosotros. Laura tiene algo de miedo y prefiere quedarse en la orilla con Jordi y Fani lo intenta con David pero coge frío enseguida y vuelven pronto. Jordi lo intenta después aunque queda poco tiempo ya. No pasa nada; se disfruta igual o más en familia. El agua está increíblemente azul y hay peces por todas partes. Cuando volvemos a la zona de descanso con Ibai nos recomepnsan con agua fresca, plátanos y chocolatinas. ¡Un acierto!
"¿Sabeis qué hora es?" - Ismael.
"No. Ni idea" - nosotros.
"Es casi la una. Tenemos que volver" - Ismael.
Imposible. Flipante. Llevamos casi 3 horas de actividad. El tiempo se nos ha pasado volando. Será que nos lo estamos pasando muy bien. David y Laura están genial.
Reanudamos el kayak con las fuerzas renovadas y lo alargamos acabando de recorrer la costa con Ibai hasta la famosa playa del Papagayo. Se ve bien pequeña desde el kayak. Está atiborrada de gente. Mucho mejor desde nuestra posición a estas horas y es que el sol le está pegando con ganas. Nosotros vamos refrescándonos metiendo los brazos en el agua. Por el camino nos vamos cruzando con diversos bañistas y embarcaciones privadas que fondean en la costa. Algunas llevan mucha gente que se entretiene con un chapuzón o tomando el sol o un refresco en la cubierta.
La vuelta es bastante cansina, especialmente para Fani, pero como la excursión nos ha encantado, no nos importa la más mínimo. Acabamos a eso de las 14:30 hrs con una sonrisa en la cara. A los niños les ha encantado y ya tienen ganas de repetir. Después de cambiarnos le preguntamos a Ismael donde podemos comer y nos sugiere varios locales. Como el coche está ardiendo tomamos la "recomendación peatonal" y acabamos comiendo en el bar Carpe Diem, a apenas 10 minutos a pie de Kayak Lanzarote. Curiosamente es donde vendrán más tarde Ismael y compañía a comer también. No sé si es porque tenemos hambre, calor o porque estamos hechos polvo, pero la comida nos sabe genial. La verdad es que la relación calidad-precio es excelente. Dedos de queso empanado, pescadito con limón, pulpo a la brasa y chipirones. Y los niños se comen los nuggets de pollo como si no hubiera un mañana. Y para Jordi una enorme jarra de cerveza fría. ¡Qué digo una! ¡DOOOS! Que la ocasión y el esfuerzo bien lo merecen. Mañana tendremos agujetas.
Después del café (todo un imprescindible, especialmente para Fani), volvemos a nuestro alojamiento en Tinajo. Por el camino hacemos una pequeña parada en las Bodegas La Geria. Imposible resistirse ya que coge de camino. Los que se resisten algo son los niños, con ganas de llegar a casa pero les prometemos una visita corta. La verdad es que la zona está llena de viñedos y de bodegas. Las de La Geria son bastante famosas. Aparcamos fácil y hechamos un vistazo a sus viñedos desde el hall-mirador junto al edificio principal. La verdad es que es muy sorpredente ver como los conejeros (habitantes de Lanzarote) se las han apañado para elaborar vinos de la nada (con un suelo volcánico ya me diréis...). Pues resulta que para plantar las vides, cavan grandes hoyos en la capa volcánica, en forma de cono invertido, de modo que logran acceder a la tierra vegetal. Una vez plantas, el hoyo se recubre de nuevo con picón, que tiene la peculiaridad de retener la humedad que traen los vientos alisios (aquí no llueve casi nunca). El conjunto se rodea con un murete de piedra volcánica que protegerá a la planta de los efectos del viento. Hay turistas haciendo la visita guiada pero los niños nos lo ponen muy difícil para intentarlo. Tomamos unas fotos y entramos en la tienda a comprar una botellita de vino blanco que nos agenciaremos bien fresquito por la noche.
Llegamos al alojamiento bien cansados aunque satisfechos con nuestra aventura. Nos ponemos con la logística habitual (cena, baños, ropa, ...). Los niños tienen fuerzas de sobra (no dejarán de sorprendernos...) para jugar. Y por la noche la peli en el sofá no se perdona. ¡Que estamos de vacaciones!
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