En nuestro segundo día en la isla de La Palma, decidimos hacer el principio de una de las rutas de senderismo más famosas, la de los Volcanes. Como vamos con los peques decidimos hacer la parte inicial, hasta llegar al primer volcán. Son casi 5 kilómetros de ruta; como es lineal hay que contar con otros 5 de vuelta. Tenemos claro que no va a ser empresa fácil pero que no perdemos nada intentándolo. Siempre podemos dar marcha atrás. Llevamos agua y bocadillos. Y crema solar, mucha.
Para empezar la ruta hay que ir en coche hasta el parking del área recreativa del refugio del Pilar. Desde nuestro alojamiento en los Llanos de Aridane se tarda media horita según el GPS, aunque tardamos algo más por algún desvío innecesario. Pero no pasa nada. Estamos de vacaciones y tenemos todo el día para la intentona. El parking es amplio y nos sorprende descubrir que hay muy pocos coches. Se sitúa en el mismo bosque, a 1500 metros de altura. Es una zona preciosa, en la que estás en la ladera de la montaña rodeado de montones de pinos canarios.
Empezamos la caminata perfectamente señalizada por un sendero que irá ascendiendo por la ladera durante todo el camino previsto. Salvo algún tramo puntual, no dejamos de ascender en ningún momento. La primera parte es bastante sencilla, a pesar del desnivel. Rodeados de pinos, todo es sombra y la temperatura es soportable. A medida que ascendemos los pinos empiezan a escasear en algunos tramos y empezamos a quedar expuestos al sol. Al sol y a unas preciosas vistas de la ladera de la montaña. Eso significa fotos panorámicas en el caso de las vistas y crema solar y calor en el caso del sol. Los niños empiezan a protestar; razón no les falta porque llevamos ya cerca de 2 horas de caminata y se están portando como unos campeones. Decidimos continuar. Jordi lleva a Laura encima de sus hombros en algún tramo corto. Entre los kilómetros 3 y 4 tenemos un pequeño subidón porque el desnivel es menor y vuelves a pasar por un tramo de bosque, con menos calor.
A partir del kilómetro cuarto la cosa ya se pone fea: se acabó el bosque y quedamos definitivamente expuestos al sol. En esta zona la pendiente ya tiene un mayor desnivel y los niños empiezan a amotinarse. A David lo vemos realmente cansado. Y Laura no va nada sobrada. Según las marcas debemos estar muy cerca de nuestro objetivo. Nos cuesta darnos por vencidos. El primer volcán tiene que estar muy cerca. Jordi se adelanta y comienza a preguntar a los demás senderistas. Todos los que van en la misma dirección que nosotros en ese momento van igual de perdidos pero al poco, aparece una familia de Alcanar que está ya regresando, y nos señala ya muy cerca de donde estamos el primer volcán. ¡Resulta que ya casi estamos! Optamos por dejar a nuestros peques debajo de un árbol y los papis nos adelantamos (sin perderlos de vista) a la zona señalizada. El suelo ya empieza a adoptar esa tonalidad volcánica que ya descubrimos en nuestra visita a Lanzarote. ¡Y ahí está! El Hoyo Negro, el primer volcán. ¡Impresionante! ¡Muy chulo!
Llegados a este punto son las 14:00 hrs pm y hace un calor que no veas. Somos conscientes que la cosa no da para más. La ruta sí pero nosotros no. Sabemos que tenemos muchos volcanes por delante pero ya hemos llegado lo más lejos que podíamos llegar. El agua empieza a escasear y el sol aprieta de lo lindo. Empezamos el camino de regreso. Por cierto, en esta zona las vistas son de impresión: tenemos delante un verdadero mar de nubes con el Teide en lo más alto.
Paramos a comer en cuanto volvemos a estar en el bosque. ¡Ya tocaba! Devoramos los bocatas y nos quedamos un rato tumbados, descansando. Pero tenemos que volver. Menos mal que ahora toca bajar. ¡Chupado! Pues va a ser que no... Laura se envalentona y se nos cae en una de sus carreras. Con alguna que otra raspada y alguna que otra magulladura, afortunadamente la cosa queda en un susto.
La vuelta al final acaba siendo más sencilla de lo que parecía que iba a ser y, en algo más de una hora, nos plantamos en la zona recreativa del Pinar donde tenemos el coche. Paramos en el WC a rellenar nuestras cantimploras (la próxima vez hay que llevar más agua) y a curar las heridas de Laura. Nos encontramos un trabajador del parque muy amable que nos facilita Betadine y gasas. Examina a Laura y nos recomienda (con buen criterio) comprarle botas de treck para nuestra próxima aventura senderista. Decidimos hacerle caso.
El camino de vuelta no nos depara más sorpresas. Paradita para comprar pan y helados cerca del alojamiento y a descansar que ya toca. ¡Nos lo hemos ganado!
Desde Villa María |
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