4 de julio de 2021

LA ALDEA DE PESCADORES

Hoy no toca madrugar. ¡Por fin!

Nos levantamos tarde (las 07:30 hrs al ritmo que llevamos es levantarse tarde) y desayunamos con calma en la terraza del alojamiento. Las aguas del Lago están más calmadas que por la noche. Un montón de pajaritos revolotean por las mesas buscando comida. Aquí parece que el tiempo se haya detenido. Yo de aquí no me quiero ir...

Toca "salida cultural". Nos subimos en una barca a remos (la llevan 3 personas) y, bajo la supervisión de un guía local, realizamos una excursión por el Lago. Recorremos un buen tramo cerca de la orilla contemplando los árboles, con un sinfín de pájaros (la mayor parte son los que comían sobre las mesas del desayuno) y un millón de nidos en sus ramas (¡nos preguntamos cómo lo harán para localizar su nido y sus crías)! También vemos pescadores locales faenando.


Llegamos a la aldea de Maburuku. Allí nos espera una visita muy interesante recorriendo su calle principal, tras dejar atrás el embarcadero. Y decimos que es interesante porque, salvo por los niños, aquí la gente se comporta con naturalidad, ajena a la llegada de turistas. Aunque parezca imposible, aquí NADIE INTENTA VENDERNOS NADA. Vemos como lavan la ropa cerca del embarcadero, vemos como limpian su pesca nocturna, vemos como comercian en sus locales, vemos como muelen su maíz o como recogen agua de su fuente potabilizada. Sí, personas, al fin y al cabo viviendo su vida.


Foto de Dani 

Fani: estar aquí, oler, notar el calor en la nuca, los niños con las caras polvorientas, las ropas sucias y holgadas, su curiosidad por nosotros... me devuelve a mis vivencias en Senegal,  a toda la intensidad de aquellos días, hace más de 15 años,. La verdad es que me emociono y aguanto, porque el corazón se me pone a cien. Qué curioso es que un segundo, una luz o un color te puedan devolver a la memoria momentos de hace mil años. 



En este pueblo de pescadores donde viven cerca de 2000 personas hay colegio y atención médica. ¿Y cuál es el truco? Pues que el médico viene 3 días a la semana y sus servicios no son gratuitos y que el colegio molón que vemos no es el público, sino el privado. El público está más lejos (colindante con otras aldeas) y no te enseñan inglés. Su enseñanza alcanza hasta los 12 años, lo que vendría a ser antes de la ESO; pasado este tiempo el alumno tiene que presentarse a unos exámenes y entonces, si los pasa, puede acceder a la enseñanza superior que ya es en inglés, aunque de pago y alejada de su lugar de residencia. Comprendemos que acceder a una escolarización más o menos normal en este país supone una importante inversión.

Como es de esperar, durante la visita nos persiguen un montón de niños que alucinan con la cámara de Fani. Les hacemos fotos y se las enseñamos. Sus sonrisas de incredulidad lo valen todo. Aprovechamos para comprar golosinas. Desafortunadamente nuestro guía nos recomienda no darles a los niños, porque se podría liar una buena. Si asocian a los turistas con tener golosinas, a lo mejor prefieren pasar el tiempo vagueando por las calles en lugar de ir al colegio. Le hacemos caso.

Volvemos al Lodge con la misma barca. Vemos jóvenes bañándose en el Lago en bolas. El guía nos aclara que se bañan de vez en cuando porque las aguas tienen parásitos y ni los propios aldeanos están preparados para eso. Por razones obvias al turista se le recomienda no bañarse. Volvemos a hacer caso.

Llegando al alojamiento la tripulación nos dedica una canción. Les damos la propina a gusto. La visita nos ha encantado, impresionado, colapsado. No nos ha parecido la típica turistada. 

Comemos otra vez en la terraza del alojamiento y nos ponemos en marcha en dirección al Parque Nacional del Serengeti. 

De repente miro a Fani. Hace mala cara. Necesita un WC urgente. No tiene claro para qué. Le duele la barriga y tiene náuseas. Tenemos la suerte que esto le sucede cuando estamos a tan sólo un minuto de la entrada del parque, donde hay lavabos públicos. Pasado este punto (también nos pasó en la Reserva de Masai Mara) si necesitas un WC urgente durante el safari, el jeep se detiene y, tras comprobar que la hierba está baja y que no hay animales salvajes a la vista, “marcas territorio” detrás del vehículo. Pero esta vez es un asunto peliagudo para Fani que se tira más de media hora en el WC echándolo todo. ¡Vaya cuadro! Cuando conseguimos reanudar la marcha tenemos a Fani sentada con una botella de agua en una mano, dos pastillas de Fortasec en la otra y una perspectiva de 4 horas de safari con “masaje africano” incluído hasta llegar al siguiente alojamiento. 

El recorrido que ha diseñado Michael resulta una auténtica pasada. Son las 15:00 hrs, hace mucho calor y a esas horas los animales suelen estar dormidos. Pero no tardan en aparecer manadas de ñus a ambos lados de la carretera. Primero son decenas, después centenas y, finalmente, miles. Imposible contarlos ya que la vista no alcanza el horizonte. Estamos siendo testigos de la migración de ñus hacia la Reserva del Masai Mara. Se trata de todo un espectáculo de la naturaleza y nos lo quedamos mirando con la boca abierta. De vez en cuando vemos algún grupo de cebras acompañando a los ñus; se ve que los ñus tienen mala visión y las cebras todo lo contrario, por eso viajan juntos. A los ñus también los acompañan en su lomo un montón de pájaros.



Hoy no toca ver felinos. No es su zona. Llegando al alojamiento (son más de las 18:00 hrs y ya empieza a atardecer) nos topamos con una manada de elefantes y una hiena ( que está llena...ejem ) se sienta junto al jeep en la carretera. En Naivasha no pudimos verlas y aquí las hemos tenido al lado. 



Por cierto, la llegada nos depara una pequeña gymcama por el parque. En efecto, cuando creemos llegar al campamento donde tenemos que alojarnos resulta que está lleno. Hemos llegado al Makoma Camp 3 y vamos al. Fani está ya un poco cansada. Le preguntamos a Michael si estamos muy lejos del campo 2. Nos dice que le parece que no pero que no está muy seguro. Sigue oscureciendo y la verdad es que muy tranquilos no estamos, pero el chaval sigue transmitiendo el mismo entusiasmo de siempre. ¡Como para no hacerle confianza! Nos ponemos en marcha y, después de una media horita de conducción extra, conseguimos llegar al campamento. ¡Justo a tiempo de ver la puesta de sol! El que no se conforma es porque no quiere.


Campamento Makoma ( y palomitas alrededor del fuego :)



Nuestra tienda 

El campamento está ubicado dentro del mismo parque. ¡Todo un lujazo! Superemocionante. Está provisto de unas tiendas espaciosas, con WC dentro. Eso sí, otra vez tenemos que avisar de cuando queremos bañarnos para que te preparen el agua caliente del depósito de la ducha y por la noche no puedes salir de la tienda, no vaya a ser que se te acerque algún animal salvaje. Nos sorprende que las tiendas tengan luz una vez se hace de noche. ¿Cuál es el truco? Pues placas solares junto a cada tienda.

Cenamos en la tienda – comedor principal con Michael, Dani y Cristina. Fani está algo mejor. Le hemos pedido al cocinero una dieta astringente y se está tomando suero oral ( gracias mil Cris ). Necesita descansar. Hay pocos turistas: contándonos a nosotros, somos 7. La cena es muy resultona: es una combinación de diferentes platos que te van añadiendo al tuyo poco a poco, a medida que salen de cocina. Hay de todo y podemos repetir de lo que queremos. Ensalada, arroz, carne, verdura, fruta y no falta la habitual sopa. El ambiente es muy acogedor y Michael nos va explicando historias de su vida, su familia y su ciudad natal. Cuando estamos terminando se pone serio y nos explica el plan del día siguiente. Lo hace así cada noche. Quiere puntualidad y utiliza con nosotros el truco de hacernos quedar antes para llegar a salir a la hora que se propone. ¿ Lo habrá aprendido de los españoles ? 

Dani nos sorprende a todos poniéndose serio también y soltándole: “Pero Michael, está muy bien todo lo que nos cuentas, pero… a ver si mañana te lo curras un poco y nos encuentras algún ñu”.

Nos reímos todos. 



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