Hoy no toca madrugar. ¡Por fin!
Nos levantamos tarde (las 07:30 hrs al ritmo que llevamos es
levantarse tarde) y desayunamos con calma en la terraza del alojamiento. Las
aguas del Lago están más calmadas que por la noche. Un montón de pajaritos revolotean
por las mesas buscando comida. Aquí parece que el tiempo se haya detenido. Yo de aquí no me quiero ir...
Toca "salida cultural". Nos subimos en una barca a remos (la llevan 3 personas) y, bajo la supervisión de un guía local, realizamos una excursión por el Lago. Recorremos un buen tramo cerca de la orilla contemplando los árboles, con un sinfín de pájaros (la mayor parte son los que comían sobre las mesas del desayuno) y un millón de nidos en sus ramas (¡nos preguntamos cómo lo harán para localizar su nido y sus crías)! También vemos pescadores locales faenando.
Como es de esperar, durante la visita nos persiguen un montón de niños que alucinan con la cámara de Fani. Les hacemos fotos y se las enseñamos. Sus sonrisas de incredulidad lo valen todo. Aprovechamos para comprar golosinas. Desafortunadamente nuestro guía nos recomienda no darles a los niños, porque se podría liar una buena. Si asocian a los turistas con tener golosinas, a lo mejor prefieren pasar el tiempo vagueando por las calles en lugar de ir al colegio. Le hacemos caso.
Volvemos al Lodge con la misma barca. Vemos jóvenes bañándose en el Lago en bolas. El guía nos aclara que se bañan de vez en cuando porque las aguas tienen parásitos y ni los propios aldeanos están preparados para eso. Por razones obvias al turista se le recomienda no bañarse. Volvemos a hacer caso.
Llegando al alojamiento la tripulación nos dedica una canción.
Les damos la propina a gusto. La visita nos ha encantado, impresionado, colapsado. No nos ha parecido la típica turistada.
Comemos otra vez en la terraza del alojamiento y nos ponemos
en marcha en dirección al Parque
Nacional del Serengeti.
De repente miro a Fani. Hace mala cara. Necesita un WC
urgente. No tiene claro para qué. Le duele la barriga y tiene náuseas. Tenemos
la suerte que esto le sucede cuando estamos a tan sólo un minuto de la entrada
del parque, donde hay lavabos públicos. Pasado este punto (también nos pasó en
la Reserva de Masai Mara) si necesitas un WC urgente durante el safari, el jeep
se detiene y, tras comprobar que la hierba está baja y que no hay animales
salvajes a la vista, “marcas territorio” detrás del vehículo. Pero esta vez es
un asunto peliagudo para Fani que se tira más de media hora en el WC echándolo
todo. ¡Vaya cuadro! Cuando conseguimos reanudar la marcha tenemos a Fani
sentada con una botella de agua en una mano, dos pastillas de Fortasec en la
otra y una perspectiva de 4 horas de safari con “masaje africano” incluído hasta llegar al siguiente alojamiento.
El recorrido que ha diseñado Michael resulta una auténtica
pasada. Son las 15:00 hrs, hace mucho calor y a esas horas los animales suelen
estar dormidos. Pero no tardan en aparecer manadas de ñus a ambos lados de la
carretera. Primero son decenas, después centenas y, finalmente, miles.
Imposible contarlos ya que la vista no alcanza el horizonte. Estamos siendo testigos de la migración
de ñus hacia la Reserva del Masai Mara. Se trata de todo un espectáculo de la
naturaleza y nos lo quedamos mirando con la boca abierta. De vez en cuando
vemos algún grupo de cebras acompañando a los ñus; se ve que los ñus tienen
mala visión y las cebras todo lo contrario, por eso viajan juntos. A los ñus
también los acompañan en su lomo un montón de pájaros.
Hoy no toca ver felinos. No es su zona. Llegando al alojamiento (son más de las 18:00 hrs y ya empieza a atardecer) nos topamos con una manada de elefantes y una hiena ( que está llena...ejem ) se sienta junto al jeep en la carretera. En Naivasha no pudimos verlas y aquí las hemos tenido al lado.
Por cierto, la llegada nos depara una pequeña gymcama por el parque. En efecto, cuando creemos llegar al campamento donde tenemos que alojarnos resulta que está lleno. Hemos llegado al Makoma Camp 3 y vamos al. Fani está ya un poco cansada. Le preguntamos a Michael si estamos muy lejos del campo 2. Nos dice que le parece que no pero que no está muy seguro. Sigue oscureciendo y la verdad es que muy tranquilos no estamos, pero el chaval sigue transmitiendo el mismo entusiasmo de siempre. ¡Como para no hacerle confianza! Nos ponemos en marcha y, después de una media horita de conducción extra, conseguimos llegar al campamento. ¡Justo a tiempo de ver la puesta de sol! El que no se conforma es porque no quiere.
Campamento Makoma ( y palomitas alrededor del fuego :) |
Nuestra tienda |
Cenamos en la tienda – comedor principal con Michael, Dani y Cristina. Fani está algo mejor. Le hemos pedido al cocinero una dieta astringente y se está tomando suero oral ( gracias mil Cris ). Necesita descansar. Hay pocos turistas: contándonos a nosotros, somos 7. La cena es muy resultona: es una combinación de diferentes platos que te van añadiendo al tuyo poco a poco, a medida que salen de cocina. Hay de todo y podemos repetir de lo que queremos. Ensalada, arroz, carne, verdura, fruta y no falta la habitual sopa. El ambiente es muy acogedor y Michael nos va explicando historias de su vida, su familia y su ciudad natal. Cuando estamos terminando se pone serio y nos explica el plan del día siguiente. Lo hace así cada noche. Quiere puntualidad y utiliza con nosotros el truco de hacernos quedar antes para llegar a salir a la hora que se propone. ¿ Lo habrá aprendido de los españoles ?
Dani nos sorprende a todos
poniéndose serio también y soltándole: “Pero Michael, está muy bien todo lo que
nos cuentas, pero… a ver si mañana te lo curras un poco y nos encuentras algún
ñu”.
Nos reímos todos.
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