23 de agosto de 2020

LA SELVA DE IRATI Y LOS BOSQUES DONDE HABITAN LAS HADAS

Días 22 y 23 de Agosto

Como al final vamos a estar alojados un par de días en Lintzoian decidimos aprovecharlos para explorar la Selva de Irati entrando desde Orbaizeta (tardamos menos de 45 minutos de coche en llegar desde Lintzoain ). Pasado este bonito pueblo (que visitaremos por la tarde del primer día) accedes a la zona del parking de Arrazola. Como nos han avisado de que hay mucha gente por la zona y estamos en fin de semana nos pegamos un buen madrugón y llegamos a Arrazola antes de las 09:00 hrs am. Nos sorprende descubrir que finalmente estamos casi solos. Te cobran 5 euros por estacionar el vehículo todo el día dentro del parque y te dan un mapa y una prácticas indicaciones. En este primer día decidimos dirigirnos al aparcamiento del Embalse de Irabia que está 8 kilómetros más alejado del de Arrazola y por el que se accede a través de un camino asfaltado por el que nos encontramos animales pastando (vacas, ovejas y caballos) para deleite de nuestros peques. Empieza la aventura. 

Decidimos empezar con un primer recorrido para ir abriendo boca: el Camino de Beunza (SL-52 y 53C). Pasamos frente a la presa, cruzando el muro de contención y cogemos el sendero de la izquierda siguiendo las señales blancas y verdes. Les pedimos a David y Laura que estén atentos a los largo de todo el camino a dichas marcas y con eso conseguimos tenerlos entretenidos un buen rato, además de que nos son de gran ayuda (¡vaya vista que tienen!). Entramos en un bosque de hayas que parece sacado de un cuento. Nos llama la atención la altura de los árboles y la penumbra que los rodea (aquí es difícil que pasen los rayos del sol). También los colores: el marrón de los árboles, el verde del musgo y el azul del agua del embalse. De vez en cuando hacemos el ejercicio de quedarnos en silencio para escuchar el sonido de la naturaleza; oímos el canturreo de los pájaros. Pensamos que en cualquier momento encontraremos el lugar donde habitan las hadas. 

En el momento en que más alejados estamos del embalse nos encontramos con un desvío a la derecha para ascender un rato y regresar por un sendero más elevado a la presa de Irabia (haciendo una ruta circular). No seguimos más lejos porque nos han dicho que el puente que permite el paso está parcialmente derruido. El recorrido es muy hermoso. Laura empieza a aburrirse a la vuelta y al final acaba encima de Jordi canturreando canciones mientras practica peluqueria con el pelo de su papi (esto se repetirá varias veces a lo largo del viaje...).







La segunda parte del día la pasamos en el mismo embalse con un segundo recorrido: el de Los Paraísos  (SL-53 y 54C). Aquí ya aparecen las primeras quejas serias de nuestros hijos pero les engañamos explicándoles que es necesario caminar un rato para acceder al merendero que nos permitirá comer. A lo largo de este trayecto ya nos vamos encontrando más gente. Como aquí el hayedo no es tan frondoso como en la vertiente opuesta del embalse, hay más sol y estamos más expuestos al calor del mediodía. Llegados a este punto nos salvan los zarzales de moras que están a lado y lado del camino y en los que nos entretenemos por igual mayores y peques a recoger moras. Momentazo el de Laura examinando las moras y sopesando cuales pasan a la bolsa y cuales hay que deshechar. 



Tras un rato de paseo llegamos a un claro en el bosque donde puedes seguir ruta paralela al embalse o desviarte a la izquierda para volver por un camino más elevado al parking del embalse. Hay un par de mesas que hacen de merendero; ha llegado el momento de detenerse a comer. Abrimos las bolsas de pícnic que nos han preparado Carmen y Luis: bocatas (tortilla de patatas para los papis y atún para los peques), zumos y melocotones (muy sabrosos). Devoramos la comida y acabamos improvisando una siesta aprovechando lo a gusto que estamos todos. Acabamos estirados en el suelo con los niños encima usándonos de almohada. ¡Se está tan a gustituto con el solete y la panza llena!

Para regresar, Jordi tiene claro que hay que coger la ruta elevada para volver por el camino circular. Desafortunadamente el grupo ya no está para tonterías y tenemos el motín del día perpretrado por Fani y los peques. Nadie quiere más aventuras así que acabamos volviendo por el mismo camino que el de ida. Como consuelo nos queda que la luz está algo diferente y que, como ya no estamos entretenidos recogiendo moras, nos fijamos más en el bosque que nos rodea.

A la vuelta en coche aprovechamos para hacer una parada en el pueblo de Orbaizeta donde los peques disfrutan un rato en un parque infantil y acabamos merendando en un bar del pueblo. Es muy chulo y la visita merece la pena, con casas suspendidas sobre maderas y cardos en sus puertas para entretener a las brujas. 




Por la noche nos espera una nueva y suculenta cena con nuestros anfitriones de la Posada (los espárragos están de cine, los peques comen pizza casera y tenemos vino blanco). ¡Atención al patxaran casero de Carmen! ¡Todo un lujazo!

El segundo día despierta nublado y ventoso lo cual no es una mala notícia mientras no llueva (que no lo hace en toda la mañana). A pasar fresquito y manga larga... ¡Un gustazo después de tantos días de calor! Esta vez aparcamos en Arrazola y nos adentramos para hacer ruta por el bosque desde allí mismo (trazados SC-50 y 51C). Hay muy poca gente. Los niños vuelven a entretenerse buscando las marcas de señalización del sendero. El recorrido es diferente al de ayer: se puede resumir en que al no haber embalse hay más bosque. La ruta es tan mágica que esperamos que aparezcan trolls en cualquier momento: primero pasas por un tupido bosque de hayas, después por una zona de rocas calcáreas cubirtas de musgo y finalmente te lleva a unos prados con vacas y caballos pastando. Llevamos fruta como tentempié a mitad de camino. Hacemos un recorrido de ida y vuelta por el mismo sendero (de aproximadamente 3 horas) sin más desvíos. Las caminatas de ayer empiezan a pasar factura y queremos hacer más cosas por la tarde. Acabamos comiendo en el merendero del parking; ojito con los bocatas de tortilla de chistorra de los peques que están buenísimos. Esta vez no hay momento siesta porque hace frío.








Intentamos acceder a la cueva de Arpea para hacerle una visita pero, tras transitar un buen rato por una pista de montaña estrecha y con mucha pendiente, decidimos abandonar. Preguntamos cuando empezamos a estar agobiados y nos informan de que aún estamos lejos, que hay que entrar en lado francés primero y que la pista todavía se tiene que estrechar más. El cambio de planes nos lleva a Garaioa, al mirador de Zamaroian. Nos lo recomeindan Carmen y Luis, exploradores innatos de estos parejes. Para acceder a él hay una pista de hormiguón en pendiente ascendente que te ahorra casi 7 kilómetros de caminata. Es estrechito pero si se sube con cuidado no tiene mayor dificultad. Cuando se acaba el hormiguón hay una zona improvisada que hace las veces de parking. Desde aquí se coge un camino de tierra y en menos de media hora nos plantamos en el mirador. Ha salido el sol; después de pasar frío durante la primera excursión, la verdad es que a esta hora se agradece el cambio. Por el camino Fani y los peques se entretienen a hacer acrobacias en un árbol. Hay bastante gente a estas horas (primera hora de la tarde) pero no llega a ser agobiante. En el mirador hay una roca literalmente suspendida en el aire. Pronto se van organizando colas improvisadas entre los visitantes para poder hacer fotos de forma segura. Nosotros vamos por turnos después de dejar a Laura y David alejados de la zona, junto a un árbol. Las vistas son de vértigo. La roca es ancha y como está inclinada hacia arriba no causa tanta impresión como puede parecer a primera vista. Después de la visita acabamos merendando en un bar con terraza en el pueblo de Garaoia.



Al llegar a la Posada nos espera un buen baño, otra cena de cine orquestada por Carmen y Luis (esta vez pimientos del piquillo, huevos rellenos y albóndigas) y empezar a preparar maletas. ¡Socorro! ¡Yo de aquí no me quiero ir! 

Carmen y Luis son excelentes amfitriones. Les gusta lo que hacen y eso se nota. El apartamento está genial, superlimpio y espacioso. Y cocinan de primera. Son además muy agradables. Los recomendaremos sin lugar a dudas. Y desde luego, tenemos claro que aquí hay que volver. Nos falta mucho por explorar. Gracias Carmen y Luis por estos días. 


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