Partimos de Lintzoain hacia Tardets Sorholus, nuestro próximo objetivo en el mapa. Hoy nos adentramos en Francia. Miramos las noticias cada día por si es posible que se cierren las fronteras o se vuelva a activar el estado de alarma en cualquiera de los 2 países. Con el desconfinamiento los rebrotes van en aumento. Afortunadamente todo está tranquilo y decidimos cruzar la frontera.
Carmen y Luis se
despiden de nosotros invitándonos a desayunar. Al contarles que somos
sanitarios han querido tener un gesto con nosotros :)
Pensamos en hacer una
primera parada para hacer la compra.
“¿Y si paramos en
Roncesvalles?”
“No, mejor paramos en
este otro supermercado, que nos va de paso y parece grande”.
Menos mal que lo
hacemos. Al pasar por Roncesvalles nos damos cuenta de que no es un pueblo al
uso. Consta únicamente del monasterio que le da nombre, hotel y albergue incluidos
y de una oficina de turismo pensada para el peregrino/ turista que quiere
informarse sobre el camino de Santiago. Recorremos la zona un rato para estirar
las piernas.
Por el camino paramos a comer en San Jean Pie de Porte, una sorpresa inesperada. Hay mercado, así que la ciudad está llena de gente. Resulta un poco agobiante ya que hay mucha gente y no toda lleva la mascarilla. Hacemos un recorrido rápido por el mercado y nos paramos a comer en un restaurante con terraza. Es muy ruidoso y hay mucha gente. Después optamos por pasear un rato al azar, antes de subirnos al coche. En un muro justo al lado del río descubrimos unas escaleras de piedra que nos conducen a la Ciudadela y sus murallas y a unas vistas imponentes de la ciudad. La parte antigua está amurallada y repleta de casas que bien podrían haber salido de la película de la Bella y la Bestia. Lástima no poder quedarnos más tiempo a recorrer sus calles. Laura y David ya están cansados y se amotinan y además todavía nos queda para llegar a Tardets.
Desde Tardets
podremos visitar la Garganta de Kakueta y el puente colgante de Holzarte.
Nuestro GPS nos dirige por la ruta más corta, bien. Perfecto. Genial. O eso
pensamos durante los primeros km. Después de dar alguna que otra vuelta de más
nos damos cuenta de que estamos atravesando un puerto de montaña, el de Mendive,
que transcurre por la carretera 117. Carretera es un decir. En realidad se
trata de una pista de doble sentido, tan ancha (o estrecha, según se mire) como
para permitir el paso de un único coche. No suena muy mal excepto cuando te das
cuenta de que estás a 900m de altura, sin arcén ni nada que se le parezca. Estamos
tan nerviosos que casi no podemos disfrutar de las vistas, que son
impresionantes, de vértigo. Laura duerme y David está leyendo. Nosotros no
dejamos de mirar más allá de donde alcanza nuestra vista. Nos aterra
encontrarnos con algún /otro coche en el sentido contrario. Nosotros vamos por
la derecha, claro, que es por donde está el precipicio. Pensamos en dar la
vuelta, pero no podemos, sólo podemos seguir adelante. Son 17km a 20km/h. Eterno.
A mitad de camino no podemos más y paramos en un saliente donde hay dos motos
más aparcadas y un coche. Ahora ya no vale la pena dar la vuelta. Seguimos. De
vez en cuando se ve alguna granja aislada, lecherías, vacas…unas cuantas se nos
cruzan por el camino a lado y lado del coche. Lo que nos faltaba… en fin, con
paciencia llegamos por fin al final, donde la vía se ensancha un poco más y por
fin estamos a menos altura. Nunca más. No ¿No?
En Tardets nos alojamos en una casita que está a las afueras, pero como el pueblo es pequeño está igualmente cerca del centro. Se llama La Maison Du Charme y es impresionante. Tiene 2 plantas para nosotros solos, un comedor cocina inmenso, un sofá robotizado, unos ventanales enormes con persianas eléctricas, todos los electrodomésticos que te puedas imaginar (Nespresso incluida), habitaciones amplias y un largo etcétera. ¡Esto sí son vacaciones!
Nuestra anfitriona, Marie, nos informa que la Garganta de Kakueta y el puente de Holzarte están cerrados. En la Garganta murió hace una semana una turista a la que se le cayó una piedra encima. El puente está cerrado porque con tanto turista y con tanto COVID no se cumplen las medidas necesarias y su alcalde ha decidido cerrarlo al público. No nos parece mal dada la situación de pandemia mundial (nosotros estamos muy concienciados); desafortunadamente no en todos los sitios se piensa igual y el afán recaudatorio de ciertas atracciones turísticas se antepone la mayor parte de las veces (como se verá más adelante nuestra visita al acuario de Biarritz será un vivo ejemplo).
Como estamos algo
cansados decidimos no movernos hasta el día siguiente. Baño, cenita y a dormir.
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