8 de julio de 2019

SHIRAKAWA-GO: RETORNO AL PASADO

Hoy nos espera uno de los platos fuertes del viaje. Se trata de la visita a la aldea de Shirakawago, en el valle del río Shogawa. Para llegar hasta ella no nos sirven nuestros JR Pass (por primera vez en este viaje). Se llega con autobús: compramos los billetes en la estación de Kanazawa y viajamos con la compañía Hokuketsu Bus (tanto a la ida, como a la vuelta). No podemos escoger los horarios si queremos ir juntos: nos dan a las 09:40 hrs (salida) y las 17:30 hrs (vuelta). Los horarios nos van bien, y hemos tenido suerte pues eran de las últimas plazas que quedaban disponibles (¡y eso que estamos en temporada baja y las compramos con 24 hrs de antelación justo a nuestra llegada a Kanazawa!). El de la tarde es el último autobús que quedaba para volver (¡a las 17:30 hrs! ¡Para flipar!).


El viaje dura casi una hora y media con unas vistas de las montañas de la región de Gifu sencillamente espectaculares. Los niños van mirando por la ventana al principio con cierta curiosidad, pero acabamos utilizando partidas de cartas y caza de Pokemons en el móvil para entretenerlos.
Nada más llegar a la estación (el autobús iba lleno) decidimos subir a ver las vistas desdel el mirador de Shiroyama. Queda al norte de la aldea y muy cerca de donde nos deja el bus. Llegamos enseguida subiendo por una cuesta poco pronunciada, aunque repleta de insectos. Las vistas son espectaculares: desde el mirador te haces una idea de como es la aldea: la atraviesa el río Shogawa y la mayor parte de casas están en su margen occidental, aunque también las hay al otro lado. 




Se trata de casas de estilo tradicional gassho-zukuri: tejado triangular hecho de paja y muy inclinado, para soportar el peso de la abundante nieve que cae en esta zona en invierno (de hecho, su nombre gassho hace referencia a la imagen de 2 manos en oración). Nos sorprende lo grandes que son. Hace un sol radiante: ¡ya era hora! Quizá se trate del día más indicado para que salga así que mejor no nos vamos a quejar…



Nos tomamos un tentempié con los niños ( a lo picnic en la montaña) y bajamos a explorar la aldea. Hacemos un primer recorrido tranquilos y paseando, sin un rumbo claro. Hay gente, pero no agobia. Podemos comprobar que la mayor parte de casas tradicionales están destinadas al turismo: unas son museos y se pueden visitar, otras son tiendas de recuerdos o restaurantes y otras se emplean como alojamientos tradicionales. Vemos unos lugareños reparando el tejado de una de ellas. La aldea tiene arrozales en la zona norte (¡nos vienen recuerdos de Vietnam!). Atravesamos la aldea y llegamos hasta el río, donde hay un puente suspendido.



Decidimos visitar el mueso Gassho Zukuri Minka-en en su margen oriental, muy cerca de la zona de aparcamiento de autobuses (otro de los encantos de la aldea es que no está permitido el tránsito entre las 09:00 hrs y las 16:00 hrs). 
Se trata de un museo al aire libre donde hay varias casas tradicionales de distintas zonas de la región, que fueron trasladadas aquí para salvarlas de su desaparición. Son las 13:00 hrs y no hay casi nadie por esa zona así que se puede decir que hacemos la visita prácticamente en solitario. Es muy recomendable pues las casas están muy bien conservadas y te permiten conocerlas por dentro y también aprender cómo debía ser la vida en ellas. Para entrar en ellas hay que descalzarse (ya vemos el brillo en los ojos de nuestros peques…) y las hay de varias plantas; en una de las más grandes puedes subir hasta el tercer piso. Algunas están amuebladas de forma tradicional, mientras que otras tienen exposiciones muy interesantes (herramientas para trabajar el campo, colección de trineos para transportar mercancías, fotografías en blanco y negro, …). En una casa tienen hasta una maqueta a escala de una casa. Lo miramos todo embobados, niños incluidos. 



El recorrido exterior tampoco tiene desperdicio e incluye un molino de agua, una cascada con un estanque con piedrecitas (¡tenemos momento Humor Amarillo con los peques, aunque afortunadamente sin caída al agua!) y otro estanque lleno de ranas con todas sus formas evolutivas desde que son renacuajos (los niños flipan).






Tardamos un poco más de una hora en visitarlo y, como son más de las 14:00 hrs, decidimos irnos a comer. Encontramos un local en el centro del pueblo que tiene  una máquina de pompas de jabón para llamar la atención de los clientes. Tienen carta en inglés y los turistas españoles que están dentro nos dicen que han comido bien (ya están pagando). Apenas tenemos que esperar 5 minutos para que nos podamos sentar en una mesa. La comida está muy buena: los niños se comen unas hamburguesas con arroz y nosotros unos platos de ternera encebollada sobre una base de arroz y con sopa de miso que está para chuparse los dedos. El camarero que nos atiende (tiene pinta de ser el propietario) es muy amable e incluso les regala unas galletas a los niños. Hemos tenido suerte: resulta que cerraban a las 15:00 hrs (nos encontramos el closed ya puesto a la salida del local).



Después de comer, seguimos explorando la aldea. Decidimos visitar el templo Myozenji pero resulta que está cerrado. Al lado hay una casa tradicional que se puede visitar y no nos lo pensamos 2 veces que se ve muy grande. Hacemos el recorrido y nos gusta mucho, aunque nos hacen 2 fotos y nos intentan venderlas por 1500 yenes – unos 12 euros (¡ya estamos con las turistadas! ¡qué poco nos conocen!). La visita tiene una sorpresa: hay un pasillo por el que accedes al templo Myozenji desde dentro y la verdad es que es muy chulo. Ahora entendemos porque está cerrado: para que entres, pagando la consabida entrada, por la casa de al lado (¡otra turistada! ).




Al salir son apenas las 16:15 hrs y nos encontramos con que todo está cerrando y la gente empieza a marcharse. Además. Como son más de las 16:00 hrs empiezan a circular coches por la aldea de lugareños transportando mercancías o huéspedes que llegan para pasar la noche. Ya no podemos entrar en más casas, pero optamos por caminar tranquilamente desandando el camino a la estación de autobuses y disfrutando de la aldea sin gente. Conseguimos tomarnos un café en un local que justo cierra tras pagar (nos lo tomamos en la terraza mientras van recogiendo). A los niños les hemos comprado unos juguetes en la máquina de bolas y nos dejan tranquilos un rato. Un rato corto, eh!!
Nos imaginamos cómo debía ser la vida aquí en el pasado y no podemos dejar de pensar en su dureza, especialmente en invierno. Pasear por aquí ha sido como un retorno al pasado ( quitando el rollo puestecitos para turistas ). Lo que más nos ha impactado es ver que aquí vive gente sin demasiados lujos ni comodidades. 

Nos recreamos con las vistas y saboreamos el tiempo que nos ha hecho (quizá sea nuestro primer día de solazo en Japón).








En el autobús de vuelta Laura cae rendida y duerme todo el trayecto encima de Fani. Yo juego a cartas con David que ha aprendido un montón y me gana casi todas las partidas. Al llegar estamos tan cansados (y son sólo las 19:00 hrs) que decidimos ir al hotel y cenar allí. 

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