Nos
alojamos en un hotel de la cadena Mystays Premier, que está muy cerca de la estación y
que nos da una habitación enorme con 2 camas grandes en la 10ª planta. Como
llegamos a la hora de comer optamos por hacerlo en su cafetería (tienen un menú
occidental a base de pasta y hamburguesas muy resultón y con un precio decente)
para hacer tiempo y poder irnos a visitar la ciudad con el chek inn hecho (es a
partir de las 15:00 hrs).
Para moverse por la ciudad empleamos autobús. En la estación hay de muchos tipos, pero nosotros nos subimos al que entra con el JR Pass y que para en la parada número 4. Como es tarde y ya sabemos que en Japón todo cierra muy pronto, decidimos ir a explorar el antiguo barrio de samuráis de Nagamachi. Recorrerlo supone un retorno al pasado en toda regla. Nos recuerda mucho a lo experimentado recorriendo el casco antiguo de Takayama. Encontramos muchas casas antiguas rodeadas de muros arenosos (no olvidemos que se trataba de residencias de samuráis) con grandes puertas de entrada y tejados tradicionales. Muchas de las residencias se pueden visitar, pero son más de las 16:30 hrs y nos encontramos con que la mayoría cierra entre las 17:00 y las 17:30 hrs. Optamos por ir directos a la casa Nomura-ke, que viene destacada en las guías. Está restaurada y nos muestra cómo era la vida de los que allí vivían en una época en la que los samuráis eran importantísimos para el país. Del edificio destaca su arquitectura y jardín interior. Como curiosidades te encuentras una espectacular armadura samurái nada más entrar y una exposición cuando llegas al final con cartas (traducidas al inglés, menos mal) de agradecimiento por los servicios prestados de los lugareños de la ciudad. Como la visita se hace descalzo, los niños la disfrutan más. Es curioso cómo esto de corretear por pasillos descalzos les mole tanto. Están tan acostumbrados ya que en cuanto ven las señales y los estantes para colocar el calzado se ponen manos a la obra sin necesidad de que les digamos nada.
Cenamos
a medio camino en una cafetería con terraza cerca del mercado de Omi-cho,
que a esas horas tiene una apariencia fantasmagórica con todos los puestecitos
cerrados. Dispone de menú occidental y no tenemos ganas de complicarnos; tienen
fish and chips para nuestros peques y con eso nos basta.
Del
resto de calles que recorremos antes de llegar al hotel llaman la atención sus
amplias avenidas y sus modernos edificios. Supone un gran contraste con el
barrio de samuráis que acabamos de visitar. Kanazawa es una ciudad donde queda
claro, empezando por su estación de tren (nos encontramos la puerta Tsuzumi
iluminada), que hay una gran diversidad cultural y arquitectónica; como en
muchas otras ciudades, pero quizás en ésta está llevado a extremo.
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