7 de julio de 2019

LOS SAMURAIS DE KANAZAWA

Empleamos la mañana del domingo 07 de julio en desplazarnos de Takayama a Kanazawa: de nuevo en tren y con nuestro JR Pass. El primer tren nos deja en Toyama en hora y media. El segundo en Kanazawa en apenas 20 minutos. La estación de tren de Kanazawa es una auténtica pasada desde un punto de vista arquitectónico: ultramoderna y con espacios enormes. Destaca la puerta Tsuzumi en el lado este de la estación con forma de gran torii (aunque un tsuzumi en japonés es un tipo de tambor con forma de reloj de arena). Por detrás de la puerta está la cúpula Montenashi: una estructura acristalada que cubre gran parte de la estación. 



Nos alojamos en un hotel de la cadena Mystays Premier, que está muy cerca de la estación y que nos da una habitación enorme con 2 camas grandes en la 10ª planta. Como llegamos a la hora de comer optamos por hacerlo en su cafetería (tienen un menú occidental a base de pasta y hamburguesas muy resultón y con un precio decente) para hacer tiempo y poder irnos a visitar la ciudad con el chek inn hecho (es a partir de las 15:00 hrs).

Para moverse por la ciudad empleamos autobús. En la estación hay de muchos tipos, pero nosotros nos subimos al que entra con el JR Pass y que para en la parada número 4. Como es tarde y ya sabemos que en Japón todo cierra muy pronto, decidimos ir a explorar el antiguo barrio de samuráis de Nagamachi. Recorrerlo supone un retorno al pasado en toda regla. Nos recuerda mucho a lo experimentado recorriendo el casco antiguo de Takayama. Encontramos muchas casas antiguas rodeadas de muros arenosos (no olvidemos que se trataba de residencias de samuráis) con grandes puertas de entrada y tejados tradicionales. Muchas de las residencias se pueden visitar, pero son más de las 16:30 hrs y nos encontramos con que la mayoría cierra entre las 17:00 y las 17:30 hrs. Optamos por ir directos a la casa Nomura-ke, que viene destacada en las guías. Está restaurada y nos muestra cómo era la vida de los que allí vivían en una época en la que los samuráis eran importantísimos para el país. Del edificio destaca su arquitectura y jardín interior. Como curiosidades te encuentras una espectacular armadura samurái nada más entrar y una exposición cuando llegas al final con cartas (traducidas al inglés, menos mal) de agradecimiento por los servicios prestados de los lugareños de la ciudad. Como la visita se hace descalzo, los niños la disfrutan más. Es curioso cómo esto de corretear por pasillos descalzos les mole tanto. Están tan acostumbrados ya que en cuanto ven las señales y los estantes para colocar el calzado se ponen manos a la obra sin necesidad de que les digamos nada.





Cuando acabamos la visita están cerrando y, como es lógico, ya no tenemos tiempo de entrar en más casas. Optamos por dar un paseo por el barrio sin prisas y tranquilamente. Bueno lo de “tranquilamente” es un decir; nuestras fieras están hoy desatadas y no paran de chincharse todo el rato. Intentamos entretenerlos dejándoles hacer fotos o grabándoles divertidos vídeos mientras saltan por la calle con la función “slow motion” activada.

Salimos del barrio y optamos por volver al hotel a pie. Por el camino, nos encontramos por causlidad con el Santuario Oyama. Destaca  su puerta principal y su jardín (éste último tiene un estanque con islas artificiales y puentes muy bonito). El problema es que hay insectos por todas partes y Fani opta por finiquitar la visita deprisita.


Cenamos a medio camino en una cafetería con terraza cerca del mercado de Omi-cho, que a esas horas tiene una apariencia fantasmagórica con todos los puestecitos cerrados. Dispone de menú occidental y no tenemos ganas de complicarnos; tienen fish and chips para nuestros peques y con eso nos basta.
Del resto de calles que recorremos antes de llegar al hotel llaman la atención sus amplias avenidas y sus modernos edificios. Supone un gran contraste con el barrio de samuráis que acabamos de visitar. Kanazawa es una ciudad donde queda claro, empezando por su estación de tren (nos encontramos la puerta Tsuzumi iluminada), que hay una gran diversidad cultural y arquitectónica; como en muchas otras ciudades, pero quizás en ésta está llevado a extremo.

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