6 de julio de 2019

LOST IN KYOTO Y OSOS EN TAKAYAMA: ¿ALGUIÉN DA MÁS?

Apurando nuestras últimas horas en Kyoto, decidimos visitar un último templo. Nuestra combinación de trenes no arranca hacia Takayama hasta las 14:00 hrs, así que nos queda parte de la mañana para emplearla en una última visita. Nos decididimos por el Santuario Heian Jingu, que nos queda muy cerca del alojamiento y tiene muchos puntos de interés. No olvidemos que es el templo que decide visitar Scarlett Johanson en la peli Lost in Translation.
Llegamos caminando desde el alojamiento tras dejar las maletas de nuevo en una consigna de la estación de metro (tardamos veinte minutos). Accedemos por la zona del canal Okazaki, tras toparnos (casi por accidente, pues el Google Maps nos indica que aún quedan unas decenas de metros para llegar hasta el templo) con su gran gran torii rojizo. Se trata de una de las mayores puertas sintoístas de acceso de todo Japón, mide 24.2 metros de alto y la distancia entre los 2 pilares es de 33.9 metros. Nos sorprende ya que además por debajo pasa una avenida asfaltada con tráfico de coches. Después de caminar un rato más, llegamos a la puerta Öten-mon, de color bermellón y tejas verdosas (ocupa 2 pisos). Entramos en el complejo del templo y nos encontramos con un patio muy amplio, flanqueado por puertas y salones laterales, de estructura muy parecida al santuario exterior. Si avanzas por el patio accedes a una plataforma superior que divide de alguna manera el complejo en 2 partes y te permite llegar al propio santuario y su templo interior. 






Cuando ya estamos próximos a marcharnos nos acordamos de la película de Lost in Translation: ¿Y dónde están los jardines por los que se pasea Scarlett? ¿Y el caminito de piedras? Es entonces cuando nos fijamos mejor y, muy cerca del árbol de los deseos, encontramos una taquilla que te permite visitar los jardines del santuario. 



Pero un momento… ¿árbol de los deseos? ¿Y eso que es? Resulta que en Japón existe la tradición de comprar en los templos y santuarios los omikuji: se trata de pequeños papeles que te encuentras doblados o enrollados y que predicen el futuro y la fortuna. Algo así como una lotería divina. Así, realizas na pequeña ofrenda (la cuantía varía según el templo) y obtienes tu omikuji. Hay templos (como en Fushimi Inari) donde extraes de un recipiente hexagonal una varilla de bambú que tiene un número que te indica de qué caja tienes que sacar tu omikuji. Y aquí viene la emoción del tema: las predicciones pueden ser de buena o de mala suerte y encima hay de diferentes grados: pequeña, media o grande. La creencia popular dice que si te toca un omikuji que predice la mala suerte debes atarlo a un árbol ubicado en el templo o santuario porque de esta manera la mala suerte se quedará atrapada esperando en el árbol y, por lo tanto, los dioses se la llevarán consigo y la alejarán de ti. Por otro lado, si te toca un omikuji que predice la buena suerte tienes 2 opciones: o bien lo guardas y lo llevas encima o bien lo dejas atado también en el templo o santuario para que tenga un mayor efecto. Curioso.

Los jardines del santuario son una auténtica gozada y los disfrutamos un montonazo. Hay muy poca gente y el clima acompaña (como viene siendo habitual estos días: tiempo nublado con algún rayo de sol y poco calor). Con árboles, riachuelos y estanques por todas partes, el recorrido es muy agradable. Los niños se lo pasan muy bien. Especialmente cuando encontramos el famoso caminito de piedrecitas del estanque. Esto más que Lost in Translation, más bien parece Humor Amarillo… Acabamos la visita atravesando su precioso puente, donde las parejas vienen a hacerse reportajes fotográficos matrimoniales (de hecho, justo cuando nos marchamos, llega una pareja con un equipo entero de fotógrafos. ¡Ni que fueran a rodar una película!).

Nos vamos caminando a la estación de Kyoto después de recuperar nuestras maletas. Nos da pena marcharnos de la ciudad… ¡hay tanto que ver aquí! (y eso que hemos estado un total de 7 noches…).

Nuestra siguiente parada es Takayama, en plenos Alpes Japoneses. Para llegar hasta ella tenemos que coger 2 trenes. El primero nos deja en Nagoya en 40 minutos. Después nos subimos al limited express Wide View Hida que tarda 2 horas y media en llegar a Takayama (su destino final es Toyama). Durante el trayecto disfrutamos de las vistas de los Alpes Japoneses.

Tardamos apenas un cuarto de hora en llegar al apartamento que tenemos reservado; muy básico y sin lujos, pero tiene todo lo necesario y 2 plantas (la Tomato House Takayama). En la segunda hay un pequeño salón – comedor con tatamis donde los niños establecen su zona de juegos. Además, esta vez sí tenemos de todo para cocinar. Los peques están tan a gusto que nos piden que nos quedemos a cenar. Por el camino hemos pasado por una carnicería donde venden la reputada carne de Hida. Además, hemos flipado un poco con los precios de los restaurantes tras echar un vistazo a los menús desde la calle. A nuestros niños no les cuesta mucho convencernos, la verdad. Hacemos la carne y la acompañamos de arroz. ¡Nos queda todo muy bueno! Además, nos hemos podido hacer con fruta y hemos conseguido un meloncito que está para chuparse los dedos. Acabamos la velada en el salón – comedor echando unas partidas con los peques con un juego de mesa de los que ofrece la casa. Nos lo pasamos muy bien, aunque Laura lleva muy mal lo de perder.

El día siguiente lo tenemos íntegro para visitar Takayama. Empezamos el recorrido visitando el templo Hida Kokubun-ji que tenemos a menos de 5 minutos caminando (ya pasamos por delante el día anterior). Es uno de los más antiguos de la ciudad: llama la atención por su pagoda de 3 pisos. Es pequeño y se visita rápido: dentro hay un patio interior muy tranquilo y un árbol gingko de más de 1200 años que no nos cabe en el objetivo de la cámara. 



Después pasamos por el centro de Takayama; tras atravesar uno de los muchos puentes que atraviesan el río Miyagawa, acabamos visitando el mercado matinal que hay en su margen oriental. Es muy recomendable ya que venden de todo (flores, verduras, encurtidos, artesanía, …). Como son las 11:00 am ya está un poco de capa caída, pues muchos puestos han vendido ya parte de su género (abren a las 06:00 am y cierran a las 12:00 pm). A nosotros lo que más nos entra por la vista son las verduras. Ayer fruta y hoy verdura: ¡lo que uno puede llegar a echar de menos cuando está lejos de su casa! Compramos pepino, tomates y guisantes. Y también unas cortezas de sésamo artesanal que están buenísimas. Después volvemos a pasar por la carnicería de ayer y lo dejamos todo en el apartamento. Los niños vuelven a estar entusiasmados con la idea de volver a quedarnos a cenar en casa.



Nuestro siguiente objetivo es ir al este y recorrer un buen tramo del Higashiyama Walking Corse: se trata de un recorrido de aproximadamente 4 kms de largo que conecta el área de templos de Higashiyama con el parque Shiroyama. Son casi las 13:00 pm y no tenemos previsto hacerlo entero. Centramos nuestros esfuerzos en recorrer la Teramachi o ciudad de los templos. Consiste en recorrer pequeños senderos que atraviesan la ladera este de la montaña con distintos planos de inclinación y trozos asfaltados y otros no. Está todo muy bien señalizado y te vas encontrando los diferentes templos que conforman la ruta. Sale barato: no hay que pagar entrada en ningún sitio. A esas horas hacemos el recorrido prácticamente solos. Apenas nos encontramos 10 turistas y algún que otro empleado faenando por allí. La mayor parte de templos y santuarios de la zona fueron construidos por Kanamori Nagachika (1524-1600) que, echando de menos la belleza de la ciudad de Kyoto, decidió construir varios templos en la zona elevada al este de Takayama imitando así la zona de Higashiyama en Kyoto. No nos sorprende tanto, la verdad. Los templos son todos bastante pequeñitos en comparación con los de la gran urbe; es posible que sorprenda más a los viajeros que hacen el recorrido por el país nipón a la inversa y dejen Kyoto para después. Aún así vale la pena. 



Casi todos los templos siguen el mismo patrón: puerta de acceso, campanario, zona de abluciones, altares y salones y el templo o edificio principal. Está todo hecho en madera. Nos llama la atención especialmente el santuario Higashiyama Hakusan Jinja en lo alto de la ladera ya que el camino para llegar pasa por en medio de una zona de bosque muy chula (también pasamos por un cementerio) y con vistas a Takayama (es el más pobre en construcciones, aunque se construyó en el año 720 y es el más antiguo del complejo). También nos llama la atención un altar budista del templo Daiouji donde se escenifican con todo tipo de detalles morbosos los innumerables castigos que esperan en el inframundo a los pecadores; fijaos si nos impacta la cosa que tanto yo como Fani vamos por turnos evitando que los niños pasen por allí. 



La visita la acabamos en el templo Soyuuji. En total son un total de 10 templos, pero se visitan bastante rápido y están muy cercanos entre sí. Durante la visita empezamos a encontrar cárteles (de hecho, nos encontramos un empleado poniendo uno) alertando de la presencia de osos en la zona y la necesidad de extremar las precauciones. Tanto yo como los niños intentamos ocultárselo a Fani, pero acaba enterándose igualmente: serpientes en Miyajima y ahora osos en Takayama… ¡esto se pone cada vez más interesante!





Son más de las 14:00 hrs y decidimos comer algo. Por el camino nos encontramos con un pequeño local especializado en “rice balls” (bolsa de arroz rellenas y envueltas con algas). Las pedimos de salmón y carne. La acompañamos con unas sopas de miso. ¡Están riquísimas! Pero se quedan sin arroz (¡manda huevos!) y me quedo sin poder repetir…
Decidimos entonces pasear un rato por el casco viejo de Takayama: lo conforman 3 calles con casas perfectamente preservadas del período Edo que te transportan a otro tiempo. Realmente la sensación es impresionante. La zona a las 15:00 hrs de la tarde está muy animada y hay gente por todas partes. Las casas ahora funcionan como museos, galerías de arte, tiendas de artesanía y de recuerdos o cafeterías. Decidimos entrar en diversas tiendas, especialmente para admirar su estructura interior, aunque también conseguimos comprarle a Fani unos pendientes y un collar muy chulos y a buen precio en una tienda de bisutería. Aprovechamos también para entrar en una cafetería – heladería donde nos pegamos un buen homenaje, que ya tocaba.




Decidimos explorar la zona sureste de Takayama y le echamos un vistazo al puente Nakabashi, de hermosa factura. Después subimos por una cuesta que te lleva al parque de Shiroyama, con la idea de completar la ruta de los templos desde el otro lado. El problema es que justo cuando llegamos arriba (¡no veas con la pendiente!) nos encontramos con el acceso vallado y los famosos carteles de la presencia de osos en la zona así que tenemos que suspender la visita. Nos queda el consuelo de que el recorrido nos ofrece unas vistas muy bonitas de Takayama.





Al volver nos encontramos con que los comercios empiezan a cerrar. Miramos el reloj… ¡pero si son las 17:15 hrs! En apenas 15 minutos todo está cerrado y las calles se convierten en un solar. ¡Como en una peli del oeste! Sólo falta la bolita… Ahora entendemos porque nadie duerme la siesta aquí…
Decidimos volver a casa antes de lo previsto. ¡Los niños están encantados con la idea! Cenamos en el apartamento y jugamos otro torneo familiar de juegos de mesa. ¡Y tan contentos!

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