Y
es que hemos tenido pocos días de sol desde que llegamos. Así que nos vestimos, desayunamos en el apartamento y nos vamos a la estación para coger el tren JR.
Después de poco más de 1h llegamos a Matsumoto. Todavía hace sol, no sol-nubes
ni nada de eso, sol, solazo.
Después de un paseo de media hora desde la estación, llegamos al
castillo de Matsumoto. No es que yo sepa muchas cosas sobre el castillo; de hecho,
he intentado (en vano) no mirar ninguna foto para no estropear la incertidumbre
ni la emoción que me ha transmitido Jordi durante el viaje ( que ha hecho un máster ). Pero es imposible
no caer en la tentación de mirar alguno de los carteles que anuncian el
castillo en la estación o por las calles.
El
castillo de Matsumoto es uno de los castillos más bellos de todo Japón. Está
construido en una llanura (esta vez no toca subir cuestas) y comúnmente, recibe
el apodo del “castillo la garza negra”, por el color negro de sus muros (en
contraposición con la “grulla blanca” del castillo de Himeji). Por su
increíble diseño y su arquitectura, es visita obligada, sin duda
alguna.
A
nuestra llegada, el cielo está despejado y el castillo se refleja en el foso
que lo rodea. De nuevo, el agua está llena de carpas que se acercan a los
turistas para ver si pican algo. Dan un poco de miedo cuando se reúnen al
margen del foso, la verdad. Decidimos explorar los alrededores primero, por si
se estropea el tiempo. Ya hemos aprendido que es muy inestable y cambiante en
estas fechas. Alrededor del foso unas planchas de metal marcan los puntos
desde donde sacar las mejores fotos del castillo (pa tontos). El
recorrido nos lleva hasta el puente Uzumi-bashi; un precioso puente
tradicional japonés que une el parque exterior con la zona central del castillo
(no se permite cruzarlo, por desgracia).
Por
dentro tampoco decepciona. Fuera hay unas taquillas donde dejamos la mochila
(no se puede entrar con bultos grandes, así que no queda más remedio). Como en
tantos otros sitios, hay que quitarse los zapatos antes de entrar con lo que
David y Laura están encantados. Huele a madera. El tacto del suelo es
agradable. Hay gente, pero no demasiada y es emocionante subir las escaleras
hasta el piso final.
La
torre principal del castillo (o tenshu) data de 1593-1594 y tiene 6
plantas, alcanzando 30 metros de altura. Por fuera nos había parecido que tenía
un total de 5, pero la visita nos revela que son finalmente seis pues la 3ª
planta no tiene ventanas; se trata de una especia de ático de la segunda planta
o “planta oscura” (la más segura del castillo, ya que era imposible verla desde
fuera; por esa razón los samuráis descansaban aquí durante las batallas). Otra
cosa que nos llama mucho la atención es que en la 1ª planta (que se usaba para
el almacenaje de comida, munición y armamento) tiene un corredor 50 cms más
bajo que el suelo principal; es el pasillo musha bashiri o “pasaje de
los guerreros que corren” porque permitía a los samuráis que llevaban armadura
correr por el interior del castillo durante la batalla. Tanto en la 1ª como en
la 2ª planta nos encontramos diferentes exposiciones de armamento y alguna
armadura (son pequeñas y no se hace nada pesado). En la 4ª planta ya vemos
menos pilares, muchas más ventanas y un techo más alto; tiene un espacio
cerrado que se cree que era la habitación del señor del castillo, que usaba en
caso de emergencia. Las escaleras en las 2 últimas plantas son más empinadas y
ya tenemos que subir con más cuidado, especialmente los niños (la secuencia es
muy divertida: de verdad parece que estén escalando una montaña). Desde la 6ª
planta del castillo tenemos vistas espectaculares tanto de la ciudad de
Matsumoto como del foso del castillo y de su precioso puente de acceso rojizo.
La visita interior del castillo concluye recorriendo el ala de contemplación de la luna o Tsukimi-Yagura, con un precioso balcón exterior de color bermellón y un techo abovedado. Es una de las 2 únicas salas de este tipo que existen en un castillo japonés (la otra se encuentra en el castillo de Oyama). De arquitectura abierta y aire refinado, refleja el período de paz en el que fue construida y añadida a la torre principal original.
A
diferencia del Castillo de Osaka, demasiado modernizado, o del Castillo de
Kanazawa, demasiado restaurado, éste nos parece superauténtico. Además, a la
salida, nos encontramos con un ninja y un samurái que vigilan el acceso
(esperando en la puerta a los turistas); Laura se queda impresionada. La
visita resulta ser una gozada y se cumplen todas las expectativas generadas. Es
difícil decir si nos ha gustado más este castillo o el de Himeji, pero salimos
convencidos que se trata de un auténtico must see del viaje y una visita
del todo imprescindible.
De vuelta, nos desviamos para pasar por la calle Nawate. Se trata de una calle comercial, famosa en la ciudad por sus tiendas comerciales y por tener un templo, justo al lado del río. Son más de las 14:00 hrs y nos encontramos casi todas las tiendas cerradas. De la calle nos quedamos con sus divertidas estatuas de ranas situadas estratégicamente a ambas entradas de la calle (reclamo turístico en toda regla) y con el arco de entrada del templito situado a media calle (la gente caminaba haciendo un ocho a través de él antes de ir a rezar).Cuando parecía todo controlado, recibimos un email del alojamiento de Tokio informándonos que nos habían cancelado la reserva por no haber recibido nuestros datos del pasaporte a tiempo. Reviso los emails previos y, efectivamente, se me pasó enviarles la documentación que me pidieron, por lo que cancelaron la reserva sin más avisos. Como booking ( la web desde donde hicimos la reserva ) no dejaba de mandarnos recordatorios confirmándonos la reserva, la habíamos dado por sentado. Menos mal que se me ocurrió mandarles un email a los del alojamiento preguntando por el pago, porque de lo contrario no nos habríamos enterado de la canlcelación hasta llegar a Tokio. Habría matado a booking pero claro, es imposible hablar con nadie en persona cuando llamas para reclamar o pedir aclaraciones. En fin, faltan tres días para llegar a Tokio y no tenemos alojamiento ( en una ciudad donde viven unos 14 millones de habitantes !!!!).
Nos pasamos el tren de vuelta a Nagano buscando hoteles ( que no acabaran con nuestro presupuesto planeado ) y encontramos uno de la cadena Mistays Premier ( como el de Kanazawa ) en el barrio de Shinagawa, muy cerca de la estación de metro Omori. Muy bien comunicado. Adjudicado!!!
Regresamos a Nagano, pasamos por el súper y acabamos cenando en el apartamento, tal como habíamos prometido a los peques. Aunque parece que no les falta energía para seguir haciendo más cosas, nosotros ya no podemos más.
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