16 de julio de 2019

TOKIO RAIN

El día amanece nublado y amenaza con lluvia. La verdad es que esta última semana de viaje el tiempo está siendo demasiado protagonista para nuestro gusto. Pero no nos queda más remedio que añadir los paraguas y los chubasqueros a nuestra mochila de mano y ponernos en marcha. Sorprende descubrir como nuestros peques, a pesar del trajín que llevamos, no pierden ni el ánimo ni las ganas de caminar. Y es que hoy se cumplen 3 semanas de viaje.

Decidimos arriesgar y dirigirnos al barrio de Asakusa para pasar allí la mañana. Se trata de uno de los barrios más antiguos de Tokio y allí está el famoso templo Sensoji. Para llegar hasta allí utilizamos nuestro JR Pass hasta la estación de Kanda. Allí cambiamos a la línea Ginza de metro (aquí ya nos toca pagar) y nos bajamos en la parada de Asakusa. Imposible perderse; como siempre está todo muy bien señalizado (tramo de trasbordo incluido). Nada más llegar a la calle nos recibe la lluvia. Decidimos refugiarnos un rato en un Starbucks (¡los hay por todas partes!) y esperar a que amaine mientras Fani se toma un café, los niños cazan Pokemons y yo leo algunas cosillas de interés acerca del templo.

El templo Sensoji es el templo budista más antiguo de Tokio y está dedicado a Kannon, deidad de la misericordia. Más que por sus templos, lo que más destacan las guías son sus puertas de acceso: la Kaminarimon o puerta de los truenos y la Hozomon. Como después de esperar un rato en la cafetería vemos que la lluvia va para largo y ya es mediodía, decidimos sacar nuestros paraguas y empezar la visita. Las 2 puertas están separadas por la calle Nakamise a la que logramos acceder por una calle lateral techada. La calle Nakamise es una calle de más de 250 metros de largo y está llena de tiendas de souvenirs y artesanía. También hay tiendas donde te fabrican in situ las famosas galletas de arroz sembei. Y decimos fabrican, porque efectivamente es literalmente así: hay unas cintas donde la masa y posteriormente las galletas, pasan por todo el proceso de fabricación a la vista de todos mientras las dependientas sólo tiene que dedicarse a empaquetarlas y venderlas. Huelen superbien. Me animo a probarlas y… superbajón. Demasiado dulces… Cuando ven mi cara, ni Fani ni los peques deciden arriesgarse. De hecho ya probamos galletas similares en Miyajima y no nos gustaron. En fin…

Nos acercamos primero a la puerta Kaminarimon o puerta de los truenos: se trata de una impresionante puerta de color bermellón con un enorme farolillo de papel rojo en el medio. A ambos lados del farolillo hay deidades guardianas budistas. Esta puerta de 11.7 metros de alto se construyó en el año 942 aunque, como es habitual en Japón, la puerta ha sido destruida muchas veces a lo largo de la historia, siendo la estructura actual del año 1960. El verdadero centro de atención de la puerta es la lámpara gigante de papel con estructura de bambú. Tiene 4 metros de alto, 3.4 metros de circunferencia y pesa 670 kg. Debajo de la  lámpara hay un dragón tallado en madera que nos recuerda mucho al de Bola de Drac. Dicen que da suerte tocarlo, así que no dejamos pasar la oportunidad de hacerlo aunque sea a costa de estropear la foto de alguien. Y es que por allí no dejan de acercarse masas de turistas para hacerse una foto delante del farolillo posando. ¡Y eso que llueve a mares en el momento en que estamos allí!



Recorremos la calle Nakamise en dirección al templo principal. Por el camino nos encontramos con la 2ª puerta, la Hozomon. Impresiona también bastante, con sus deidades guardianas y unas grandes alpargatas de paja, de 2.5 toneladas cada una. En ese momento se pone a llover a mares: ¡un auténtico diluvio cae sobre nosotros! Cruzamos la puerta y entramos en el patio central del templo por la que pasamos lo más deprisa que podemos esquivando tanto charcos de agua como turistas. Al pasar giramos nuestras cabezas a la izquierda para ver una imponente pagoda de 5 pisos. También pasamos por algunas tiendas dedicadas a la venta de productos del templo (amuletos, barritas de incienso, papelitos de la fortuna, …). Cerca de las escaleras de acceso al salón principal, encontramos la zona de quema de barritas de incienso; a pesar de la lluvia también hay gente allí que se dedica a quemar las barritas y llevarse el humo a diferentes partes del cuerpo. Averiguamos que lo que hacen es llevarse el humo a aquellas partes del cuerpo que les duelen o quieren mejorar. No tardamos en acercarnos para echarnos humo sobre la cabeza y es que con el rollo de la lluvia y la presión atmosférica tenemos una buena migraña.

El templo principal está abarrotado de gente: los hay que han ido a rezar, los hay que se resguardan de la lluvia, los hay que lo utilizan de mirador para hacer fotografías de la zona, … Le echamos un vistazo: el techo y las paredes son muy chulos. Son más de las 14:00 hrs y no deja de llover. Decidimos ir a comer. Hemos leído que hay un restaurante con una tempura riquísima, el Daikokuya. Conseguimos llegar hasta él con nuestro google maps y resguardados bajo nuestros paraguas. Resulta que está en obras pero un mapa nos indica como llegar al recinto donde se han trasladado. Conseguimos llegar a él. ¡Y conseguimos una mesa sin esperar! ¡Vaya suerte! ¿Será por la hora? ¿O por la lluvia? La tempura está muy buena pero es caro. Nos pedimos un par de menús y los repartimos con los peques; no nos quedamos con hambre pero tampoco es que nos peguemos un gran atracón.



Al salir del restaurante nos encontramos con la sorpresa de que ha dejado de llover. Sigue nublado pero tenemos tregua. Decidimos recorrer el templo Sensoji en el sentido inverso partiendo del templo principal y pasando por las puertas de acceso y la calle Nakamise. El recorrido es más tranquilo y podemos apreciar mejor las puertas y la pagoda; aprovechamos para tomar alguna fotografía más aunque sigue habiendo mucha gente por todas partes. Acabamos el recorrido en la puerta Kaminarimon. Justo enfrente encontramos el Centro de información turística de Asakusa, un edificio de 8 plantas muy moderno que tiene un mirador en la última planta (la entrada es gratuita) donde disfrutamos de unas bonitas vistas de toda Asakusa, con el templo Sensoji y sus puertas a nuestros pies y los edificios de la Asahi Beer y la Tokio Sky Tree al fondo. Sigue nublado pero, teniendo en cuenta la que ha caído por la mañana, no podemos quejarnos.

Nuestro siguiente destino, es uno de los platos fuertes de nuestra estancia en Tokio. Hemos decidido visitar la Tokio Skytree. Como la visita está muy solicitada y hemos leído que las colas suelen ser interminables, tenemos las entradas ya compradas con antelación para ese día. Por eso no podemos esperar a que cambie nuestra suerte con la climatología en los 2 días que nos quedan en Japón. Cogemos el metro en Asakusa y nos plantamos en apenas 5 minutos allí. Nada más bajar del vagón nos encontramos desde el mismo andén con la gigantesca e impresionante torre. ¡Un auténtico pasote!

El 22.05.2019 se inauguró la Tokio Skytree, la torre de comunicaciones más alta de Japón y uno de los miradores más espectaculares de la ciudad. Está situada en un enorme complejo que cuenta con un centro comercial y tiene dos miradores situados a alturas diferentes: el Tembo Deck (a 350 metros de altura) y la Tembo Galleria (a 450 metros de altura). Nosotros tenemos entradas compradas para el primer mirador; y menos mal, porque el acceso a la Tembo Galleria está cerrado hoy por el mal tiempo. Las entradas que hemos comprado por Internet se cambian en unos mostradores de la 4ª planta, no son nada baratas y nos piden enseñar el pasaporte y es que el Fast Skytree Ticket que hemos adquirido es un pase exclusivamente para turistas y te evita hacer colas (eso sí, es más caro). Ya vamos merendados y nuestra expectación (a pesar del mal tiempo) es enorme.

Con las entradas en la mano nos acercamos a la zona de los ascensores donde nos hacen pasar enseguida. Hay muy poca gente y no se ven colas por ningún sitio. Imaginamos que el factor climatológico ha sido decisivo. Nos metemos en el ascensor con algún otro turista (hay un andaluz) y hacemos la subida al mirador de la Tembo Deck en menos de un minuto (la velocidad que te marcan es de 600 metros por minuto). Nada más bajarnos descubrimos que las vistas son sencillamente espectaculares y que tienes la ciudad de Tokio literalmente a tus pies. No hay mucha gente, pero la que hay está con la boca abierta y sin decir ni pío mirando por los inmensos ventanales de la planta 350 del edificio. Sólo nos interrumpe el fotógrafo oficial del mirador que intenta enredar a todo el que pasa por allí para dejarse hacer un reportaje fotográfico con las vistas de la ciudad al fondo por un “módico” precio. Es un tío muy estridente pero la verdad es que pica bastante gente; uno de sus trucos es el de hacerte una foto con alguno de los dispositivos que lleves (¡se las inventan todas!).


Recorremos el mirador todo emocionados, niños incluidos. No podemos parar de hacer fotos. Descubrimos que hay 2 plantas inferiores que se pueden recorrer: el nivel 345 (con una tienda de souvenirs y un restaurante) y el nivel 340 (con una zona con suelo transparente de la que esperábamos más, sinceramente). Volvemos a subir al mirador del nivel 350: vemos gente que está sentada delante de los ventanales como si guardaran el sitio (¡como si estuvieran por venir los Reyes Magos a camello!): deducimos que se acerca la puesta de sol y que debe ser práctica habitual hacerlo en días de mucha gente para poder tomar la mejor fotografía posible. Queda claro que en el día de hoy no es necesario hacerlo con la poca gente que hay. La verdad es que hemos tenido bastante suerte: hay muchas nubes en el firmamento pero también hay zonas despejadas y hasta llegamos a vislumbrar algún rayo de sol. Lo más espectacular es ver como se desplazan las nubes y van tapando y destapando las mismas zonas de los ventanales en tiempo record; no deja de ser una sensación muy curiosa. 


No tarda mucho en hacerse de noche.Nos tiramos más de 2 horas. Como es obvio, llega un momento en que los niños se cansan y optamos por dejarles cazar Pokemons con el móvil de Fani. La escena es muy divertida: papis moviéndose de ventanal en ventanal para tomar la mejor foto y niños persiguiéndolos para no perder la wifi y quedarse desconectados del juego de Pokemon (y es que la wifi portátil la llevo yo en mi bolsillo). Al hacerse noche vemos como se van encendiendo las luces de la ciudad. No podemos dejar de admirar el espectáculo alucinados ¡La experiencia vale mucho la pena!

Cuando son casi las 20:00 hrs optamos por dar por finalizada la visita y tomamos el ascensor de bajada. Dada la hora optamos por comer en el mismo centro comercial: hay toda una planta (la 3ª) con mesas exteriores y un sinfín de mostradores de restaurantes donde encargas la comida que quieres y luego te la llevas a la mesa. La verdad es que lo encontramos bastante práctico pues puedes combinar menús (y a buen precio) de diferentes locales. Nosotros decidimos no complicarnos y compramos unas raciones muy resultonas de pollo rebozado con patatas fritas. Después decidimos bajar al supermercado de la 2ª planta a por unas raciones de fruta que también nos comemos en unas mesas de por allí.


Abandonamos la Tokio Skytree sin poder dejar de admirarla todavía asombrados. Las vistas desde la calle con el edificio iluminado también son muy bonitas. Un letrero luminoso en lo más alto hace un precioso juego de luces y nos recuerda que el próximo año 2020 la ciudad albergará los JJOO. Son más de las 21:00 cuando nos metemos en el metro para volver al hotel. Nos esperan hasta 3 recorridos y más de una hora de viaje. Nos asombra encontrarnos con mucha gente en los vagones; la mayoría son japoneses que vuelven a sus casas después de trabajar. Y es que la ciudad de Tokio no descansa nunca, sin importar la hora que sea.

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