Cuando
llegamos a la estación de Momijidani nos subimos al primer teleférico. Tardas unos 10 minutos en subir hasta la estación intermedia.
Llaman la atención los avisos existentes en relación a la posibilidad de
recibir picadura de serpientes en el monte. Fani y yo nos miramos extrañados
pero llegados a este punto no vamos a retroceder. Pensamos que si fueran
frecuentes no permitirían a la gente subir a la cima de la montaña tan
alegremente. El segundo teleférico tiene cabinas de mayor capacidad (para unas
30 personas) y hay que esperar un rato hasta que se llena para iniciar el
ascenso hasta la estación final (Shishiiwa). Tarda apenas 5 minutos y las
vistas son muy bonitas. La estación es el final de trayecto y, a partir de
aquí, ya solo se puede continuar a pie la subida.
Nosotros
no nos lo pensamos 2 veces: en un santiamén nos ponemos en marcha hacia la cima
del monte Misen. Los primeros 20-30 minutos te permiten llegar a una zona
intermedia donde coges aire (primero baja pero después el desnivel se pone
bastante duro, especialmente por el calor y la humedad ). En esta
estación intermedia destacan el salón Misen Hondo (con una campana decorada con
una cabeza de dragón) y el salón Reikado donde arde desde hace más de 1200 años
sin apagarse, la “llama eterna” (el fuego usado por Kobo Daishi durante su
ceremonia asceta en el Monte Misen, por el año 806.
Pero llegados a este punto nuestros peques se encuentran con dos agradables sorpresas: la primera es que campan a sus anchas muchos ciervos (aquí se desata la locura) y además irrumpen en el escenario las divertidas estatuas Jizo: se trata de deidades guardianas de los viajeros y los niños fallecidos. Con sus caritas redondas y sonrientes, son muy queridos por los japoneses, razón por la cual suelen vestirlos y decorarlos de diferentes maneras. Aquí juego con Laura y David a encontrarlos. La verdad es que es muy divertido (con sus modernas gorras, corrales, y hasta gafas de sol o de ver). Además cada uno aparece haciendo una actividad diferente: algunos están rezando, otros tocan música, otros leen, … ¡Los hay que hasta están levantando pesas!
Pero llegados a este punto nuestros peques se encuentran con dos agradables sorpresas: la primera es que campan a sus anchas muchos ciervos (aquí se desata la locura) y además irrumpen en el escenario las divertidas estatuas Jizo: se trata de deidades guardianas de los viajeros y los niños fallecidos. Con sus caritas redondas y sonrientes, son muy queridos por los japoneses, razón por la cual suelen vestirlos y decorarlos de diferentes maneras. Aquí juego con Laura y David a encontrarlos. La verdad es que es muy divertido (con sus modernas gorras, corrales, y hasta gafas de sol o de ver). Además cada uno aparece haciendo una actividad diferente: algunos están rezando, otros tocan música, otros leen, … ¡Los hay que hasta están levantando pesas!
Para
subir te proponen una ruta circular que te permite subir por un lado y bajar
por el otro. Hay poca gente aunque de nuevo lloviznea algo. Tardamos apenas 10
minutos en llegar a la cima. Allí nos espera un espectacular mirador, desde
donde la panorámica te permite tener una perspectiva de 365º tanto de la propia
isla de Miyajima como de los archipiélagos vecinos. Se puede divisar con
facilidad Hiroshima por ejemplo. En el mismo mirador hay una pequeña zona de
descanso donde los niños se descalzan sobre la bancada y se ponen a perseguirse
el uno al otro. ¿Es que no se cansarán nunca?
Realizamos
el descenso por el camino opuesto y nos plantamos en un santiamén en la esplanada
de los templos intermedios. El tiempo empeora por momentos: empieza a llover
algo más y decidimos no entretenernos demasiado. Tampoco es una mala noticia;
esto con calor y sol tiene que ser muy duro. Empieza a subir una brumera que está
tapando la visibilidad por completo. Pensamos que nos ha ido por muy poco poder
disfrutar de las vistas desde el mirador del monte. El camino de vuelta no
tiene más secretos ni mayores sobresaltos; afortunadamente ni rastro de
serpientes. Por el camino sí que nos encontramos con algunos ciervos.
Cuando
llegamos al pueblo de Miyajima casi las 13:00 pm. Decidimos encontrar un sitio
para comer; en ese momento tenemos una revuelta infantil: ¡queremos los espaguetis
del otro día! – nos gritan a la vez. Nos los quedamos mirando entre risas y con
cara de estupefacción y les decimos que en ese restaurante sólo sirven un único
plato del día y que lo más probable es que cada día cambie. Nos las tienen
todas consigo y decidimos pasar por delante para demostrárselo. ¡Imaginaos la
sorpresa que nos llevamos cuando descubrimos que siguen sirviendo el mismo
plato de espaguetis como plato del día! ¡Ala! Todos para adentro. De nuevo
devoran los platos como si no hubiera mañana.
Después
de la comida nos toca despedirnos de la isla de Miyajima. Volvemos recorriendo el paseo de la playa y
sin dejar de girarnos para ir mirando el gran torii flotante. La marea está baja:
el torii reposa a estas horas sobre la arena de la playa. Como el Monte Saint Michel, en Francia. De echo, hemos visto carteles donde ambos monumentos se enfrentan cara a cara, por el fenómeno de las mareas.
Ha salido el sol y el calor
es del todo insoportable. Hay ciervos por todas partes, incluso por el paseo
mismo. Los niños siguen alucinando en colores. Al llegar al embarcadero
avisamos por teléfono al tránsfer del hotel para que nos lleven las maletas.
Embarcamos a eso de las 14:40 hrs. Desde el mismo ferry no podemos dejar de
hechar la mirada atrás con gran nostalgia; unos pensando en el torri y otros en…
¡los ciervos!
La
tarde la pasamos cogiendo trenes. El primero nos lleva de la estación de Miyamiguchi a Hiroshima. El
segundo nos deja en Osaka (éste es un tren bala). Y el tercero nos deja en
Kyoto. Son más de las 18:00 y ya empezamos a estar saturados de tanto
transporte; si incluimos los 4 teleféricos de la mañana y el ferry del mediodía
suman un total de 8 medios de transporte diferentes. Acabamos pues sacando la
bandera blanca y cogiendo un taxi en la estación de Kyoto hasta nuestro alojamiento
en el barrio de Gion. Estamos en un apartamento del Kyoto Sanjo Ohashi Hotel. Los hemos reservado con Booking y la
verdad es que tanto por ubicación (en el mismo barrio de Gion y al lado de una
estación de metro) como por funcionalidad (nevera, microondas, aire
acondicionado, lavadora, 2 camas de 130 cms) es excelente. La relación calidad
precio además es muy conveniente.
Acabamos
en un restaurante moderno cerca de la zona de Pontocho que dispone de la
posibilidad de elegir el menú con una tablet muy visual. Está todo muy bueno aunque
resulta algo caro y las raciones son algo justitas. En todo caso nos sorprende
de nuevo ver como a los niños les encantan tanto la tempura como los rolls de
sushi. Parece que finalmente se han olvidado de los ciervos y ahora se
emocionan jugando en el apartamento a diseñar casas en los espacios entre las
camas utilizando cojines, mantas, cortinas y lo que se les ponga por delante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario