28 de junio de 2019

MONTE MISEN: ENTRE MAREAS, TORIIS Y CIERVOS

Al día siguiente nos levantamos pronto para poder aprovechar nuestra mañana en Miyajima (y es que por la tarde toca de nuevo viajar). Como ya visitamos ayer los templos más emblemáticos de la isla, ahora nos toca explorar el Monte Misen, la montaña más alta de Miyajima. Existen 2 maneras de subir: a pie por una de las 3 rutas de senderismo o en teleférico. Nosotros, como es lógico, nos decantamos por la segunda opción. Pero para llegar hasta él primero hay que recorrer unos senderos que discurren por dentro del Parque de Momijidani. El camino es muy tranquilo, atraviesa un par de puentes y lo recorremos en un santiamén. Nuestros pequeños suben expectantes a la “caza” de sus amigos cervatillos.





Cuando llegamos a la estación de Momijidani nos subimos al primer teleférico. Tardas unos 10 minutos en subir hasta la estación intermedia. Llaman la atención los avisos existentes en relación a la posibilidad de recibir picadura de serpientes en el monte. Fani y yo nos miramos extrañados pero llegados a este punto no vamos a retroceder. Pensamos que si fueran frecuentes no permitirían a la gente subir a la cima de la montaña tan alegremente. El segundo teleférico tiene cabinas de mayor capacidad (para unas 30 personas) y hay que esperar un rato hasta que se llena para iniciar el ascenso hasta la estación final (Shishiiwa). Tarda apenas 5 minutos y las vistas son muy bonitas. La estación es el final de trayecto y, a partir de aquí, ya solo se puede continuar a pie la subida.
Nosotros no nos lo pensamos 2 veces: en un santiamén nos ponemos en marcha hacia la cima del monte Misen. Los primeros 20-30 minutos te permiten llegar a una zona intermedia donde coges aire (primero baja pero después el desnivel se pone bastante duro, especialmente por el calor y la humedad ). En esta estación intermedia destacan el salón Misen Hondo (con una campana decorada con una cabeza de dragón) y el salón Reikado donde arde desde hace más de 1200 años sin apagarse, la “llama eterna” (el fuego usado por Kobo Daishi durante su ceremonia asceta en el Monte Misen, por el año 806. 



Pero llegados a este punto nuestros peques se encuentran con dos agradables sorpresas: la primera es que campan a sus anchas muchos ciervos (aquí se desata la locura) y además irrumpen en el escenario las divertidas estatuas Jizo: se trata de deidades guardianas de los viajeros y los niños fallecidos. Con sus caritas redondas y sonrientes, son muy queridos por los japoneses, razón por la cual suelen vestirlos y decorarlos de diferentes maneras. Aquí juego con Laura y David a encontrarlos. La verdad es que es muy divertido (con sus modernas gorras, corrales, y hasta gafas de sol o de ver). Además cada uno aparece haciendo una actividad diferente: algunos están rezando, otros tocan música, otros leen, … ¡Los hay que hasta están levantando pesas!



Para subir te proponen una ruta circular que te permite subir por un lado y bajar por el otro. Hay poca gente aunque de nuevo lloviznea algo. Tardamos apenas 10 minutos en llegar a la cima. Allí nos espera un espectacular mirador, desde donde la panorámica te permite tener una perspectiva de 365º tanto de la propia isla de Miyajima como de los archipiélagos vecinos. Se puede divisar con facilidad Hiroshima por ejemplo. En el mismo mirador hay una pequeña zona de descanso donde los niños se descalzan sobre la bancada y se ponen a perseguirse el uno al otro. ¿Es que no se cansarán nunca?


Realizamos el descenso por el camino opuesto y nos plantamos en un santiamén en la esplanada de los templos intermedios. El tiempo empeora por momentos: empieza a llover algo más y decidimos no entretenernos demasiado. Tampoco es una mala noticia; esto con calor y sol tiene que ser muy duro. Empieza a subir una brumera que está tapando la visibilidad por completo. Pensamos que nos ha ido por muy poco poder disfrutar de las vistas desde el mirador del monte. El camino de vuelta no tiene más secretos ni mayores sobresaltos; afortunadamente ni rastro de serpientes. Por el camino sí que nos encontramos con algunos ciervos.



Cuando llegamos al pueblo de Miyajima casi las 13:00 pm. Decidimos encontrar un sitio para comer; en ese momento tenemos una revuelta infantil: ¡queremos los espaguetis del otro día! – nos gritan a la vez. Nos los quedamos mirando entre risas y con cara de estupefacción y les decimos que en ese restaurante sólo sirven un único plato del día y que lo más probable es que cada día cambie. Nos las tienen todas consigo y decidimos pasar por delante para demostrárselo. ¡Imaginaos la sorpresa que nos llevamos cuando descubrimos que siguen sirviendo el mismo plato de espaguetis como plato del día! ¡Ala! Todos para adentro. De nuevo devoran los platos como si no hubiera mañana.
Después de la comida nos toca despedirnos de la isla de Miyajima.  Volvemos recorriendo el paseo de la playa y sin dejar de girarnos para ir mirando el gran torii flotante. La marea está baja: el torii reposa a estas horas sobre la arena de la playa. Como el Monte Saint Michel, en Francia. De echo, hemos visto carteles donde ambos monumentos se enfrentan cara a cara, por el fenómeno de las mareas. 

Ha salido el sol y el calor es del todo insoportable. Hay ciervos por todas partes, incluso por el paseo mismo. Los niños siguen alucinando en colores. Al llegar al embarcadero avisamos por teléfono al tránsfer del hotel para que nos lleven las maletas. Embarcamos a eso de las 14:40 hrs. Desde el mismo ferry no podemos dejar de hechar la mirada atrás con gran nostalgia; unos pensando en el torri y otros en… ¡los ciervos!



La tarde la pasamos cogiendo trenes.  El primero nos lleva de la estación de Miyamiguchi a Hiroshima. El segundo nos deja en Osaka (éste es un tren bala). Y el tercero nos deja en Kyoto. Son más de las 18:00 y ya empezamos a estar saturados de tanto transporte; si incluimos los 4 teleféricos de la mañana y el ferry del mediodía suman un total de 8 medios de transporte diferentes. Acabamos pues sacando la bandera blanca y cogiendo un taxi en la estación de Kyoto hasta nuestro alojamiento en el barrio de Gion. Estamos en un apartamento del Kyoto Sanjo Ohashi  Hotel. Los hemos reservado con Booking y la verdad es que tanto por ubicación (en el mismo barrio de Gion y al lado de una estación de metro) como por funcionalidad (nevera, microondas, aire acondicionado, lavadora, 2 camas de 130 cms) es excelente. La relación calidad precio además es muy conveniente.
Acabamos en un restaurante moderno cerca de la zona de Pontocho que dispone de la posibilidad de elegir el menú con una tablet muy visual. Está todo muy bueno aunque resulta algo caro y las raciones son algo justitas. En todo caso nos sorprende de nuevo ver como a los niños les encantan tanto la tempura como los rolls de sushi. Parece que finalmente se han olvidado de los ciervos y ahora se emocionan jugando en el apartamento a diseñar casas en los espacios entre las camas utilizando cojines, mantas, cortinas y lo que se les ponga por delante.

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