Como
ya sabíamos que Kyoto era un destino sencillamente espectacular decidimos dedidarle un montón de días. Y es que hay hasta un
total de 17 monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO
dentro de la ciudad. Y eso sin incluir que hay más de una excursión más
que recomendable que se puede hacer escogiéndola como base de operaciones. Un
último cambio en la ruta inicialmente prevista, nos da un día más en Kyoto. Teníamos previsto ir a Magome y alojarnos allí, pero los desplazamientos nos suponían demasiado tiempo y hemos preferido invertirlo en Kyoto.
Para
el primer día decidimos empezar a explorar la ciudad y más concretamente la
zona norte de Higashiyama, uno de sus mayores puntos turísticos. Como nos hemos
levantado algo tarde y no queremos complicarnos mucho la vida volvemos a pillar
un taxi para ganar algo de tiempo. El día nuevamente está nublado; una
constante desde que llegamos a Japón. La verdad es que no deja de ser una ventaja pues hace que haga menos calor y nuestros peques lo
agradecen.
Nuestra
primera parada es uno de los platos estrella del día: la visita al Ginkaku-ji
o al pabellón de Plata, un templo budista zen. Fue construido en
1474 como retiro de un shogun (Ashikaga Yoshimasa); éste quiso imitar la
belleza del templo Kinkaku-ji (todo recubierto de láminas de oro) que había
construido su abuelo años antes (y que exploraremos otro día). Pero el shogun
no pudo recubrirlo de láminas de plata (como era su intención inicial), así que
no vemos plata por ningún lado. De la visita llaman la atención 2 puntos clave:
el primero es el edificio principal o Kannonden y el segundo el espectacular
jardín seco de arena blanca. El Kannonden no se puede visitar pero lo puedes
admirar desde el exterior; pabellón de 2 estilos diferentes: planta baja
japonesa y 1er piso tradicional chino. En el jardín destaca un enorme cono de
arena y combina muy bien con la belleza del templo.
Al seguir el recorrido
llegas a un jardín de musgo precioso, todo lleno de riachuelos y estanques con
islotes, piedras y puentes, además de una gran variedad de plantas y
vegetación. Hay un caminito que te permite ascender por la ladera de la montaña
y alcanzar un promontorio desde el que se disfrutan las vistas tanto
del recinto como de la ciudad de Kyoto.
A nuestros peques no les ha hecho mucha gracia la visita y están más que aburridos. Tenemos un primer intento de rebelión y decidimos regalarles un par de monederos para guardar los yenes que se vayan ganando durante el viaje por buen comportamiento. El truco funciona y los ánimos en el grupo vuelven a aumentar (esto es como una montaña rusa).
Toca
seguir caminando pues el segundo punto de interés que nos encontramos supone
recorrer el Camino de la filosofía o Tetsugaku no michi; se trata de una
preciosa ruta de aproximadamente 2 km de largo que discurre paralela al
estrecho canal Shishigatani y que forma parte del sistema de canales que llegan
hasta el lago Biwa. El camino está precioso, pero debe ser sencillamente espectacular
con los cambios estacionales primaverales y otoñales, ya que está lleno de
cerezos. El camino obtuvo su nombre del filósofo japonés Nishida Kitaro
(1870-1945), quién solía meditar en esta zona de camino a la Universidad de
Kyoto. A lo largo del paseo hay muchas pequeñas tiendas de artesanía y
cafeterías, además de desvíos a muchos templos y santuarios.
Nosotros decidimos no tentar la suerte ya que nuestras fierecillas están tranquilas con sus juegos imaginarios y como ha salido el sol el calor empieza a apretar. De hecho, al terminar el camino son más de las 13:00 hrs y, como los ánimos empiezan a decaer, Fani decide parar en una cafetería a comer. La decisión no puede ser más acertada: aire acondicionado revitalizador, comida sencilla pero apetitosa (sándwiches para los papis y unos estupendos espaguetis con tomate y bacon para los niños) y 2 interesantes perritos muy simpáticos que la anfitriona del local no duda en mostrar y dejar acariciar por nuestros peques. Se dibujan de nuevo unas enormes sonrisas en la cara de nuestros niños aunque claro (como era de esperar) después se quieren llevar a los perritos a España. Cuando les decimos que no puede ser entonces intentar convencernos a la desesperada que tenemos que ir a comer a esa cafetería todos los días mientras dure nuestra estancia en Japón. ¡Y nosotros con la gota en la cara!
Nosotros decidimos no tentar la suerte ya que nuestras fierecillas están tranquilas con sus juegos imaginarios y como ha salido el sol el calor empieza a apretar. De hecho, al terminar el camino son más de las 13:00 hrs y, como los ánimos empiezan a decaer, Fani decide parar en una cafetería a comer. La decisión no puede ser más acertada: aire acondicionado revitalizador, comida sencilla pero apetitosa (sándwiches para los papis y unos estupendos espaguetis con tomate y bacon para los niños) y 2 interesantes perritos muy simpáticos que la anfitriona del local no duda en mostrar y dejar acariciar por nuestros peques. Se dibujan de nuevo unas enormes sonrisas en la cara de nuestros niños aunque claro (como era de esperar) después se quieren llevar a los perritos a España. Cuando les decimos que no puede ser entonces intentar convencernos a la desesperada que tenemos que ir a comer a esa cafetería todos los días mientras dure nuestra estancia en Japón. ¡Y nosotros con la gota en la cara!
Nuestra
tercera visita del día es el templo Eikando o Zenrinji, un templo
budista japonés. La visita supone una verdadera sorpresa pues el recinto es
bastante grande y hay muy poca gente visitándolo a esas horas (son más de las
14:00 hrs). El templo lo conforman una gran variedad de edificios que sí se
pueden visitar; para hacerlo hay que descalzarse.
Descubrimos que a nuestros peques no solamente les encanta hacerlo sino que también disfrutan correteando por el templo a sus anchas juntos; la verdad es que ya nos va bien para poder ir también a nuestro aire, aunque no mola tanto cuando se quedan rezagados, especialmente David (y es que conforme avanzamos vamos descubriendo que el conjunto de edificios es mayor de lo que parece a simple vista y todos están interconectados entre si por pasarelas). En la parte posterior unas escalinatas te conducen a un mirador elevado en la ladera de la montaña donde nos sentamos a contemplar las vistas que nos ofrece de la ciudad de Kyoto. Al acabar David se ha vuelto a quedar rezagado jugando al escondite y tenemos que ir a buscarlo. Fani lo encuentra algo lloroso sentado en unas escaleras.
Aprovechamos para consolarlo y recordarle que no debe perdernos de vista. Laura nos recuerda que llevan las pulseras mágicas identificativas con nuestro teléfono y que no pasa nada si se pierden. Acabamos la visita recorriendo los jardines del recinto y su bonito estanque (con David pegado a nuestro culo literalmente).
Descubrimos que a nuestros peques no solamente les encanta hacerlo sino que también disfrutan correteando por el templo a sus anchas juntos; la verdad es que ya nos va bien para poder ir también a nuestro aire, aunque no mola tanto cuando se quedan rezagados, especialmente David (y es que conforme avanzamos vamos descubriendo que el conjunto de edificios es mayor de lo que parece a simple vista y todos están interconectados entre si por pasarelas). En la parte posterior unas escalinatas te conducen a un mirador elevado en la ladera de la montaña donde nos sentamos a contemplar las vistas que nos ofrece de la ciudad de Kyoto. Al acabar David se ha vuelto a quedar rezagado jugando al escondite y tenemos que ir a buscarlo. Fani lo encuentra algo lloroso sentado en unas escaleras.
Aprovechamos para consolarlo y recordarle que no debe perdernos de vista. Laura nos recuerda que llevan las pulseras mágicas identificativas con nuestro teléfono y que no pasa nada si se pierden. Acabamos la visita recorriendo los jardines del recinto y su bonito estanque (con David pegado a nuestro culo literalmente).
Nuestra
siguiente parada del día es el templo Nanzen-ji aunque más que un templo
podemos describirlo como un enorme recinto con diferentes puntos de interés que
puedes recorrer libremente y sin tener que pagar entrada, salvo para visitar
determinados lugares. Es uno de los
templos zen más importantes de Japón y aquí sí que encontramos bastante gente
por todas partes. Lo primero que vemos al entrar es su impresionante puerta
Sanmon que fue construida en 1628; se puede subir a la parte más alta a través
de unas escaleras de madera pero decidimos no hacerlo porque hay que pagar
entrada y nos da pereza después de haber disfrutado ya de las espectaculares
vistas que nos ofrecía el mirador del templo Eikando. A la derecha nos
encontramos una gran construcción en forma de acueducto que data del período
Meiji (1868-1912) y que servía para llevar el agua del Lago Biwa a la ciudad de
Kyoto y pasa por las instalaciones del templo. La verdad es que desentona
bastante con el resto de la estética del lugar. El templo Nanzen-ji se
encuentra al lado del acueducto y está abierto al público; aquí si pagamos la
entrada para visitarlo. El templo en sí no nos llama mucho la atención, pero sí
su precioso jardín zen con estanque y cascadita. Hay un pequeño sendero que lo
rodea y todo es realmente hermoso.
Llegados
a este punto se me ocurre la idea de pasear por la cuesta Keage, decisión
bastante discutida por los integrantes del grupo: los niños ya están hartos de
caminar tanto y a Fani no le llama la atención. Se trata de una vía que
conectaba los canales de Kyoto con el cercano lago Biwa donde colocaron raíles
para que los barcos superaran el desnivel que había entre la zona oriental del
canal y pudieran transportar mercancías. La entrada está muy cerca de la parada
de metro de Keage (está señalizada) y desde ese punto afortunadamente no es
ninguna cuesta; se inicia el recorrido desde la cima y lo que haces es descender.
Como Laura hace rato que está cansada de caminar va a caballito de su papi. La
verdad es que no deja de sorprendernos la capacidad que tienen de caminar: la
cuesta Keage nos deja en el canal de Okazaki, desde donde decidimos regresar
caminando hasta nuestro alojamiento haciendo un pequeño desvío para merendar en
una cafetería y tener una primera toma de contacto con el barrio de geishas de
Gion. ¡En total nuestros peques han caminado un total de 15 kms! ¡Son unos
verdaderos campeones!
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