27 de junio de 2019

MIYAJIMA Y LA MAGIA

ENTRE MAREAS, TORIIS Y CIERVOS

La mañana del jueves amanece lluviosa. Pero en la calle sigue haciendo mucho calor. A pesar del tiempo y de que nos espera un desplazamiento largo (tenemos previsto viajar hasta la isla de Miyajima), no renunciamos a nuestro firme propósito de llegar a la estación de Shin Osaka (ahora que ya sabemos cómo va) en metro (nada de taxis por el momento). ¡Y eso que vamos con todas las maletas a cuestas! Los niños se toman los viajes de la mañana como una especie de carrera de obstáculos y nos ayudan (como pueden) a llevar las maletas.
Al llegar a la estación de Osaka decidimos (ahora sí) activar nuestros JR Pass (que compramos desde España). Nos dirigimos a la estación central y, después de un “ratito” (deducimos que aquí no deben estar tan acostumbrados a activarla como por ejemplo en los aeropuertos), nos ponemos en marcha hacia nuestro primer “shinkansen” o tren bala. Como no quedan plazas reservadas no nos quedas más remedio que utilizar los asientos NO reservados. Esto significa que te bajas directamente al andén sin asiento y te pones a hacer cola delante de los espacios asignados a los coches sin reserva. Como estamos en temporada baja no tenemos problema para encontrar sitio. La verdad es que hay espacio de sobras y se viaja muy cómodo. Además el tema de las colas lo llevan muy bien en este país, con dibujos de líneas en el suelo para que todo el mundo siga un orden. El único problema que vemos es que no hay espacio para colocar nuestra maleta grande pero nos cabe de sobras delante de uno de nuestros peques. Tardamos aproximadamente hora y media en plantarnos en Hiroshima. Después nos espera un segundo tren local hasta la estación de Miyamiguchi (de apenas media horita) y llegamos a la estación de los ferrys. El tiempo no acaba de mejorar y lloviznea algo. Ni rastro del sol. Embarcamos ansiosos: en escasos minutos ya podemos ver el torii flotante de la isla y su santuario justo detrás. A esta hora el ferry de ida se desvía unn poco para pasar justo por delante (todo un regalazo). Al llegar al embarcadero avisamos a nuestro tránsfer gratuito del Ryokan reservado (Hotel Kikunoya) y finalmente llegamos a nuestro alojamiento. Toda esta gymcama de medios de transporte nos supone invertir un total de 5 horas. Eso sí, la inversión (como vamos a demostrar) vale la pena.


Una de las imágenes más icónicas de Japón es la del torii flotante. Se trata de una puerta sintoísta construida sobre el mar (cuando la marea está alta) y sobre el arenal de la playa (cuando desciende). La estructura actual (1875) tiene unos 16 metros de alto y un diseño de 4 pilares. Os advierte que ésta es una isla sagrada. Estábamos algo preocupados pues hace una semana que empezado con obras de restauración y está previsto recubrir con andamios los pies del gran torii para a continuación ir cubriendo el resto hasta recubrir por completo el monumento. Y es que la base su base está muy dañada. Se prevé que las obras duren un año aproximadamente. Respiramos tranquilos: efectivamente hemos llegado a tiempo por los pelos pues sólo han podido ocultar apenas un tercio de cada columna.
Justo cuando llegamos al Ryokan nuestros peques se encuentran con una primera sorpresa: un ciervo ha venido a darles la bienvenida. Descubrimos no solamente que éstos se pasean libremente, sino que además son muy mansos y que están acostumbrados al contacto con la gente. Los niños lo pueden acariciar y… ¡ya nos piden llevárselo a casa! ¡Pero bueno! ¡Si acabamos de llegar!





La segunda sorpresa les espera en forma de comida: son más de las 14:00 hrs y la verdad es que estamos con mucha hambre. Encontramos una cafetería especializada en cafés que sirve un único plato del día. Atención: espaguetis con cordero y ostras (las ostras son muy típicas aquí). Entran superemocionados y no tardan nada en rendirle cuentas a sus platos. Nos traen un par que está para chuparse los dedos y de beber los niños se toman un vaso de leche mientras los papis se intentan relajar (difícil con nuestras fieras) con un café (el “iced” con leche está de muerte).
Después de reponer fuerzas nos vamos a explorar los monumentos más importantes de la ciudad, con el santuario de Itsukushima a la cabeza. Junto a la taquilla hay información acerca de la marea; el mejor momento para visitarlo es cuando ésta sube y permite sentir que los pasillos del santuario flotan sobre las aguas (en verdad reposan sobre pilotes). Como faltan un par de horas para que la marea esté en su nivel más alto (prevista a las 17:39 hrs) hacemos un pequeño desvío para explorar 2 estructuras que están al oeste encima de un promontorio, muy cerquita: el pabellón Senjokaku o “de los mil tatamis” y la pagoda Goju-noto. El pabellón es sencillamente espectacular: tiene un amplio espacio interior (no olvidemos que caben mil esterillas de tatami) y unas hermosas vistas tanto de la costa como del santuario de Ikukutshima. Te tienes que descalzar para recorrerlo, cosa que descubrimos que a nuestros niños les encanta; se ponen a pasear por el recinto a su bola, con sus juegos imaginarios. Desde el templo puedes ver la pagoda: data de 1407, aunque el edifico actual es una restauración de 1533. Tiene 5 pisos, mide casi 28 metros de alto y es una de las 5 pagodas de este tipo que todavía quedan en Japón.





Después bajamos directamente al Santuario de Itsukushima para visitarlo. Vemos como la parea está subiendo y empieza a inundar todo el complejo. Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se cree que fue fundado en el año 593, aunque no hay confirmación de su existencia hasta 811. Ha sufrido más de una reconstrucción por culpa de incendios. Es sintoísta y tiene diversos salones. En la parte central te encuentras con una plataforma o escenario para ceremonias desde donde salen sendos pasillos hacia el este y el oeste, todo sobre el agua, y que unen la parte central del santuario con los edificios secundarios. Da una idea de simetría. Desde la plataforma central las vistas del torii son muy hermosas. La estructura de los edificios, pilotes y tejados es muy bonita; su barnizado rojizo ayuda mucho. Por el camino te encuentras un montón de lámparas tradicionales y un precioso puente rojo. La visita la disfrutamos todos un montón. No podemos dejar de hacer fotos. No hay sol pero sí menos calor y poca gente. Hacemos la visita bien tranquilos y sin agobios ni colas.













Volvemos al Ryokan a hacer el check inn (no tenían la habitación a nuestra llegada) y nos vamos a cenar. Recorremos la calle comercial que se sitúa entre el santuario y el embarcadero (la calle Omotesando) y nos encontramos con la sorpresa de que está todo cerrado. Y cuando decimos todo es todo. Empezamos a preocuparnos por el asunto del comer… hasta que finalmente damos con el único restaurante que está abierto en la zona (¿restaurante de guardia?). Cenamos muy bien con un picoteo de tempura de pulpo y gambas, ensalada, almejas en salsa y pescado rebozado. Al salir (son las 19:30 hrs y está oscureciendo) nos dirigimos por la costa hacia el torii flotante para sacarle más fotos y es que la luz está muy bonita.



Regresamos al hotel y nos damos nuestro primer chapuz… perdón baño en un onsen (hay que ponerse serios que esto no es ir a la piscina del hotel). Funciona de la siguiente manera: subes a la habitación y, después de quitarte la ropa, te pones un kimono (¡que monos están los niños!). Te vas al onsen y los chicos se van al masculino y las chicas al femenino. A la entrada tienes un vestuario donde dejas tus cosas y entras en la sala. Allí PRIMERO te das una ducha sentado (te puedes enjabonar) y después ya te puedes meter en el baño (¡el agua está bien calentita!). En nuestro Ryokan hay onsen techado y otro en el exterior aunque nadie te puede ver desde fuera. Yo entro con David en el de fuera y es que como corre el aire hace menos calor. David aguanta poquito, pero va haciendo descansos de un minuto para luego volver a meterse. Oímos las risas de Laura a través de la pared… ¿qué estarán haciendo?


Al subir a la habitación nos da por probar unos momiji manju con los que nos han obsequiado: se trata de unos bollitos con forma de hoja de arce rellenos de dulce. ¡Demasiado dulces! No tienen mucho éxito entre el grupo la verdad…
No tardamos en irnos a dormir aunque esto del baño no es que haya relajado mucho a nuestras fierecillas; es especialmente preocupante el caso de Laura que no para de corretear, saltar y reír todo el rato por la habitación del Ryokan. Está emocionada con la idea de volver a ver ciervos al día siguiente y se pone a dibujar uno en su diario de  viaje. Le decimos que esté tranquila y que mañana podrá ver muchos paseando por el parque de Momijidani. Los ojos se le iluminan. A David también; dice que han trabado amistad con uno y que mañana es posible que se lo vuelvan a encontrar. ¡Dulces sueños!

No hay comentarios: