4 de julio de 2018

LAS FLORES QUE ILUMINAN HOI AN

Nos alojamos en el Hoi An Hideaway Villas. Es un negocio familiar localizado en la isla de Cam Nam, a tan sólo 10 minutos caminando del puente que te deja en la ciudadela. Las fotos que nos enamoraron que tienen colgadas como reclamo en Internet están muy bien hechas. Por una vez la realidad no supera la ficción. Lo que sí destacamos es el trato familiar que recibimos, el precio de las habitaciones es excelente y tiene piscina. Ya sabéis que el tema de la piscina con nuestros niños y con el calor que hace marca la diferencia. Nos sorprende que todas las casas de esa zona (es un barrio residencial) tienen sus puerta abiertas de par en par. Desde el hotel nos comentan que aquí es lo normal, que nadie roba. Contratamos un chófer privado para la mañana del miércoles y explorar el yacimiento arqueológico de MY SON.

Tardamos poco más de una hora en llegar. Nos cobran 120000 dongs a cada adulto (los niños de nuevo gratis). Nos hidratamos y nos ponemos la crema solar. Son las 10:00 am y como es habitual el calor aprieta de lo lindo. Vemos una señal que indica que las ruinas están a 2 kilómetros tras pasar el punto de acceso. ¡2 kilómetros! ¿What?
Es entonces cuando descubrimos que nos esperan unos cochecitos elétricos techados listos para transportanos. ¡Una auténtica pasada!

Nada más llegar descubrimos un entorno natural exuberante. El yacimiento se halla en medio de un valle y a los pies de una montaña. Por el medio pasa un arroyo. Hay un montón de árboles que rodean un sendero que te permite acceder a todas las ruinas. Hace un bucle lo cual te permite hacer un recorrido sin tener que regresar por donde has entrado. Además hay pocas zonas a la intemperie; siempre tienes acceso a la sombra de algún árbol y a medida que avanzas te encuentras numerosos bancos de piedra para poder descansar o dejar a los niños unos minutitos pues están a pie de ruina. Hay un par de bares estratégicamente colocados para poder proveerte de bebidas frías. La zona está muy bien acondicionada la verdad, lo cual hace la visita totalmente recomendable.

A medida que te adentras en el valle descubres una realidad. Algo de lo que habíamos escapado en Camboya pero que no podemos evitar en esta ocasión: los horrores de la guerra. En Phnom Penh evitamos visitar los campos de exterminio a toda costa. ¡Y lo conseguimos! Esta vez descubrimos (sin saberlo) que el yacimiento cham más importante del Vietnam está en muy mal estado debido a los bombardeos estadounidenses de la Guerra del Vietnam. En efecto, el Viet Cong utilizó My Son como base durante la guerra con los EE.UU y los bombardeos destruyeron muchos de los monumentos más importantes. A medida que avanzamos sobre el yacimiento descubrimos enormes hoyos en el suelo, templos derruidos y piedras calcinadas. Mientras vas por el sendero rodeado de árboles y escuchando el ruido de los grillos no puedes dejar de pensar en la pelíula Platoon de Oliver Stone. Muchas de las escenas me vienen a la memoria, sólo que esta vez es de verdad.

El yacimiento en sí tiene poco misterio. La mayor parte de él está derruido pero quedan algunos edificios en pie de un gran valor histórico. My Son se convirtió en centro religioso a finales del siglo IV y estuvo continuamente ocupada hasta el siglo XIII, el período más largo de desarrollo de cualquier enclave monumental en el sureste asiático. En la actualidad forma parte del Patrimonio Mundial de la Unesco.
Los monumentos está divididos con una nomenclatura práctica pero poco inspirada como A, A´, B, C, D, E, F, G H y K. El grupo de mayor interés es el B sin lugar a dudas pues es el que más edificios tiene enteros y donde más relieves puedes apreciar. Nos sorprende descubrir como en el interior de alguno de estos templos cham la temperatura baja 








Los niños se lo pasan bastante bien. Cochecitos eléctricos por aquí, selva, bancos para sentarse, templo fresquito por allá, un refresco, de nuevo el coche eléctrico...
La verdad es que disponemos de 2 horas para visitar el yacimiento y se nos pasan volando.
Volvemos en una hora con el vehículo privado. Nos cobran 600000 dongs por el servicio contratado desde el mismo hotel.

Le pedimos al chófer que nos deje en la Ciudadela antigua de Hoi An para comer allí. Esta vez nos regalamos una comida en el Lantern Town, otro restaurante de moda que se encuentra en un edificio antigua con entrada tanto desde la Nguyen Thai Hoc como desde el Bach Dang enfrente del río. Como es el mediodía volvemos a tener el  restaurante casi para nosotros solos (por la noche la cosa cambia y todo se pone a reventar de gente). Fani se anima con un Cau Lao de frutos del mar y Jordi con un variado de productos típicos de Hoi An que incluye la "rosa blanca" o banh vac (envoltorio de gambas aderezado con cebolla crujiente). Se nos ocurre pedir un café. En Camboya fue un naufragio total pero pensamos que no tiene porque ser lo mismo en Vietnam. Acertamos. Aquí el café es sencillamente EXCELENTE. Es muy diferente del de España. Tiene un sabor propio. Es más dulce. Jordi se lo pide con hielo (¿hielo? ¿dije hielo?): es como un granizado. Está riquísimo.








Después toca descansar y resguardarse del calor en el hotel un par de horitas. Los niños se han ganado su ratito de piscina. Merendamos en el mismo hotel fruta fresca (mango y piña) que hemos comprado en el mercado. 

Salimos de nuevo a vivir por última vez (¡que desgracia!) la noche de Hoi An. La verdad es que impresiona y nos volvemos a quedar con la boca abierta cuando volvemos a ver las calles engalanadas con los farolillos de colores y el río repleto de barcas a remos donde la gente tira sus flores de luz al agua (son cajitas de papel con una vela encendida dentro) tras pedir un deseo.

Les hemos prometido a los niños comprarles algo al llegar así que hacen todo el camino desde el hotel superemocionados y pensando que se van a comprar. Ya tiene localizada tanto la tienda como el producto en cuestión: han escogido unos ventiladores Pokemon que sueltan aire. Tiene 3 velocidades, una lucecita y cable para cargar (¡no tiene pilas! ¡adoro este país!). David se lo coge azul y Laura... ¿Rosa?
¿Rosa?
Oh my god...
Intentamos comprarle un vestido pero sigue sin colar...
David se lo ha pedido en inglés a la tendera y nos hemos quedado flipando!!

Tras el subidón nos dejamos caer sobre una de las famosas barcas de remo que recorren el Thu Bon. Nos piden 200000 dongs por un recorrido de 20 minutos. Fani se mira el sol. ¡Tenemos puesta de sol a la vista! ¡A embarcar!
Tocan fotos a la ida: la luz está muy bonita.
A la vuelta nos entretenemos hechando una flores de luz al agua. ¡Los niños se lo toman muy en serio!
La verdad es que, aunque haya muchos botes en el agua y no deje de ser una "turistada", la experiencia es bonita y creemos que vale la pena hacerla una vez.












Después cruzamos el puente de Hoi An para explorar el otro lado de la ribera: más gente, más farolillos y más restaurantes. Como todo está abarrotado acabamos en nuestro restaurante favorito, el Red Style, comiendo comida local vietnamita a buen precio. Aprovechamos para pedir uno de los últimos platos que nos quedaba por probar, el Banh Xeo: creps saladas enrolladas en papel de arroz recién hecho. Como nos lo ponen en el plato sin montar y no tenemos ni idea de cómo hacerlo la camarera nos hecha un cable.

De vuelta al hotel (¡no queremos irnos de aquí!) nos saluda la frutera del mercado que ya nos conoce. Como esta vez  le compramos nada nos regala 2 rodajas de sandía. 

Hoi An es una auténtica maravilla. Un regalo para todos los sentidos.
Nos costará dejarla atrás...

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