3 de julio de 2018

HOI AN: NUESTRA PUERTA DE ENTRADA A VIETNAM

Nos despertamos por la mañana sin madrugar demasiado. A las 09:00 am salimos del hotel. Hace un calor abrasador. La verdad es que de inicio nos venimos abajo un poquito. Pero sólo un poquito.

Nos dirigimos al centro histórico de la ciudad de Hoi An. Tras atravesar el puente de Can Nam, los primero que nos encontramos es el Central Market. A esas horas vemos pocos turistas y mucho local haciendo la compra. La calle es peatonal aunque se permite el paso de bicicletas y motos. Como hay mucha gente y la calle principal es muy estrecha, los pocos que se atreven a pasar por allí lo hacen a golpe de claxon.




Llegamos al embarcadero desde donde ya nos ofrecen circuitos en barco de media hora por el río Thu Bon. Lo descartamos. No tardamos en alcanzar el Puente Cubierto Japonés. Aquí empezamos a encontrarnos a bastantes turistas. Justo enfrente del mismo hay un puesto de información turística donde te venden un billete para la ciudad antigua que te permite visitar 5 monumentos de los cerca de 22 que hay en ella. Te cobran 120000 dongs que viene a ser unos 5 euros por persona. Puedes comprar más de uno si quieres visitar más. A la entrada de cada edificio de recortan uno de los cinco vales que hay en tu entrada como si fueran las consumiciones de tu entrada de discoteca.

Gastamos el primer vale en el puente cubierto japonés. Como su nombre indica fue construido por los japoneses en la década de 1590 y ha permanecido relativamente fiel al diseño original. Las entradas al puente están custodiadas en un lado por estatuas de 2 perros y en el otro por estatuas de 2 monos. En su lado norte puedes acceder a un pequeño templo que le da a la estructura del mismo forma de T. Es pequeño pero muy bonito. Además, como nadie quiere gastar un vale aquí, estamos prácticamente a solas. Es todo un lujazo teniendo en cuenta el gentío que hay afuera.






Mapa en mano buscamos nuestra segundo objetivo, la casa Tan Ky, una joya arquitectónica construida hace 2 siglos por una familia de comerciantes adinerados vietnamitas. Nada más entrar apreciamos una réplica en miniatura de unos de los 30 barcos de que disponían para comerciar. En su arquitectura se pueden apreciar influencias japonesa y china. La parte trasera de la casa da al río. Nos llaman la atención las señales de las paredes con una fecha: indican la altura de las recientes inundaciones, incluida la de 1964, cuando el agua anegó prácticamente toda la planta baja. Durante la visita nos ofrecen té y te dejan sentarte un ratito. No te dejan visitar la 1ª planta porque es donde reside la generación actual.





Recorrer la Ciudad Antigua de Hoi An es relativamente sencillo: te tienes que concentrar en 3 calles principales que discurren en paralelo: Bach Dang (la que está junto al rio) desde donde pasas por el mercado y el embarcadero, Nguyen Thai Hoc (la inmediatamente superior, donde ya te empiezas a encontrar los característicos farolillos rojos y tienes la entrada a algunas casas antiguas como la Tan Ky) y la Tran Phu (la que está situada más al norte y la más ancha). La Tran Phu pasa por el puente cubierto japonés, las principales salas de congregación y es donde hay más farolillos, más tiendas y te encuentras algo de transporte rodado, especialmente motos. Hay tiendas y restaurantes por todas partes. Por todas partes!! De las tiendas comentar que además de las típicas tiendas de ropa y de recuerdos, también las hay de arte (tanto cerámica como pintura) y te dejan con la boca abierta. En cuanto a restaurantes comentar que hay un montón pero que a medida que te acercas al puente japonés los precios se disparan. 

Si dejas aparte la gran cantidad de turistadas y buscas bien, te das cuenta de que algunas de las casas que las albergan son verdaderas antigüedades y están realmente vivas.
Tenemos la sensación inicial de que todo es de mentira, pero en las esquinas te encuentras con cosas cotidianas que nos recuerdan que esto es de verdad. Aquí, a diferencia de en Camboya, sí que hay gente muy mayor. En Phnom Penh nos llamó la ateción no ver a abuelos y es que los Jemeres Rojos aniquilaron a más del 25% de la población en 1975.


El tercer vale lo usamos para visitar la Sala de la congregación china de Cantón, que fue fundada en 1786. Nada más entrar te encuentras con una enorme escultura en mosaico de un dragón enfrentándose a una carpa con dos tortugas detrás. Los niños se las quedan mirando con mucha curiosidad. Pero donde de verdad alucinamos es con su patio trasero: allí nos encontramos un hermoso jardín con puentecitos, bonsáis, un enorme mosaico con relieve y una estatua central aún más increíble que la de la entrada con un dragón con muchas cabezas.





El cuarto vale lo empleamos en visitar la casa de la congregación china de Fujian, un templo dedicado al culto de Thien Hau (una deidad de la provincia china de Fujian). Tiene una triple entrada de baldosas verdes muy bonita. En el tejado puedes ver numerosos dragones representados. Casi no hay nadie y hacemos la visita muy tranquilos. Corre algo de airecito a la sombra y los niños se sientan a la sombra hablando de sus cosas ( Pokemon y Clash Royal )




Y finalmente, cuando los niños ya empezaban a desesperarse gastamos el 5º y último vale en visitar el templo confucionista de Quan Cong. Es pequeñito pero muy diferente a lo visto antes. Nada más entrar te encuentras con un precioso estanque en el patio con peces. En el tejado se pueden ver unas gárgolas con forma de carpa (símbolo de paciencia en la mitología china). En el santuario vemos la estatua del general Quan que impone bastante. Hay 2 figuras de caballos a tamaño natural. Este templo tiene el tejado más cerrado que las salas de congregación: hay menor luminosidad.





Al finalizar la visita bromeamos con los niños acerca de la posibilidad de comprar un nuevo billete con cinca vales más para entrar en más edificios. ¡Vaya caras que nos ponen!
Optamos por llevarlos a comer. Nos regalamos una comida en el Bazar Café Restaurant: un restaurante amplio y tradicional. Tiene un patio trasero al aire libre con toldos y ventiladores donde comemos solos (se nota que al mediodía hay menos ambiente). Fani se pide un wok de frutos del mar y Jordi un pescado a la parrilla envuelto en hojas de plátano. Los niños devoran un pescado rebozado con patatas fritas. De postre nos regalamos unos helados de coco y mango.



Después optamos por volver al hotel para refrescarnos un rato en la piscina. Y es que son las 14:30 hrs y el sol es abrasador. No son más que 15 minutitos los que tardamos en llegar al hotel desde el restaurante pero llegamos chorreando. Menos mal que nos espera agua fresquita y una piscina. 

Después de 2 horas de descanso salimos a eso de las 17:00 hrs para vivir la tarde - noche en Hoi An. Lo primero que hacemos es comprar fruta fresca en el mercado (mango y piña) y un pancake de plátano con sirope de chocolate recién hecho en un puestecito de la Bach Dang. Nos sentamos en la misma acera delante del río a comérnoslo.


Después decidimos aceptar la oferta de los barqueros del embarcadero y nos subimos a uno para navegar media horita por el Thu Bon. Nos piden 200000 dongs. El sol está próximo a ponerse; es un buen momento. ¡Embarcamos! El paseo es muy agradable y bordeas la isla de Can Nam. Nos cruzamos con barquitas de pescadores. Es muy tranquilo. A la vuelta el capitán nos invita a tomar el timón y navegar junto a él. Empieza Jordi pero pronto se ponen manos a la obra nuestros peques. ¡A Laura se le da muy bien!




Entramos en una de las tiendas de ropa de la Bach Dang: no podemos evitar hacer unas compras. Son prendas de algodón de buena calidad.

Después nos dirigimos al puente japonés a ver el ambientillo que hay: nos encontramos con un gentío impresionante. Tanto en el puente de Hoi An (está justo enfrente del japonés y te permite cruzar a pie el Thu Bon), como en las calles circundantes y en las pequeñas embarcaciones con remos con las que puedes navegar en esa parte del río. ¡Es impresionante! Cuando nos adentramos en las calles interiores descubrimos que el gentío es el mismo. ¡Pero de donde ha salido tanta gente! ¡Si por la mañana no había nadie! Llegamos a la conclusión que tampoco pasa nada: ¿acaso es diferente en la Fontana de Trevi, la calles de Venecia, el Louvre o Central Park? ¿y el Machu Pichu? Donde hay cosas chulas, siempre habrá turistas. Y los locales se aprovechan, claro.
Optamos por hechar la vista arriba y deleitarnos con la imagen de los farolillos multicolores encendidos. Y por entrar en una tienda y comprarnos un par de láminas bien chulas.

Finalmente decidimos alejarnos del gentío e ir a cenar a un lugar con poca gente y con un precio más normal. Hemos descubierto el Red Sail Restaurant que se encuentra muy cerca del mercado en la Bach Dang. Es un local bastante sencillo y tranquilo. Los dueños viven en el piso de arriba. Te puedes tomar un plato de Cao Lau o de Pho Bo de buena calidad (que es lo que hacemos). Los niños cenan un plato de arroz con pollo; con deciros que dejan el plato vacío ya os lo decimos todo.



Después de cenar son casi las 21:00 hrs y decidimos volver al hotel a descansar. Los niños están rebentados. ¡Para variar!

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