1 de julio de 2018

TONLÉ SAP: PASEN Y VEAN

En nuestro tercer y última día en Angkor, visitamos las ruinas de BANTEAY SREI y BANTEAY KDEI.
Banteay Srei está a 32km de Siem Reap, por lo que pasamos una hora en el tuk- tuk, disfrutando del paisaje, y observando las destartaladas casas a pie del camino, la gente en su día a día, los niños descalzos, los puestecillos de comida recién braseada ( creemos que esa carne que huele tan bien es de rana ) y el calor. Llegamos a las 9:30h a Banteay Srei y ya hace un calor insoportable, para variar. Es un templo dedicado al dios hindú Shiva. La llaman la Ciudadela de las mujeres pues se dice que sólo ellas eran capaces de tallas tan precisas. El templo pertenecía al consejero del rey, por eso era más pequeño.
Se empezó a construir en 967, 100 años antes que Angkor Wat.  Sus relieves son de los mejor conservados. La piedra es rojiza en lugar de gris, y con la luminosidad y el calor del día, el resultado es espectacular. Decidimos turnarnos para hacer la visita y así evitar que se nos churrasquen los niños. Nos sentimos transportados a otra época. Guardianes humanos y demonios ( Dvarapalas ), monstruos devorados que simbolizan el tiempo y Gajasimbas ( seres mitológicos con cuerpo de león y cabeza de elefante ). 









En segundo lugar, y siguiendo las recomendacioens de nuestro conductor de tuk-tuk ( o como lo llama David: tuk-tukero ) nos vamos a Banteay Kdei. La entrada al templo está custodiada por leones y serpientes de 7 cabezas. En el interior hay un Buda cubierto de telas doradas que lo engalanan. Una mujer está arrodillada a sus pies. El incienso impregna el ambiente. El templo es largo de recorrer y está lleno de galerías y estancias. Al final de la visita nos encontramos un árbol enorme que descansa sobre uno de los muros, robándole protagonismo a las paredes del templo.














Comemos en uno de los restaurantes cerca del templo. Tiene su gracia porque está escondido en mitad de unos plataneros. Las mesas son como tatamis que se alzan a medio metro del suelo. Nos descalzamos ( los niños están encantados ) y sentamos alrededor de una mesa minúscula en la que conseguimos que quepan todos los platos. Estamos a la sombra, con ventiladores, así que no vamos a quejarnos.

Tengo que decir que en el interior de Angkor la comida es muy buena, pero los precios son un abuso. Las opciones son pocas si no quieres salir del parque. Además de los restaurantes, más o menos preparados, un sinfín de puestecillos y locales que parecen improvisados te esperan a la salida de algunos de los templos. No hay que cometer el error de pensar que no se pasará calor por estar a la sombra. Los restaurantes al menos cuentan con ventiladores.
Después de comer nos vamos al lago Tonlé Sap, a visitar los famosos pueblos flotantes. Llegamos a Chong Kneas, el pueblecito en cuestión. Nuestro conductor nos lleva a la taquilla del embarcadero. Nos cobran la friolera de 50$ por un paseo de 1,5h ( 2 adultos y un niño, Laura gratis ) que incluye además visitar una granja de cocodrilos.
Al menos la barca es para nosotros solos, pensamos. Justo antes de subirnos, le echo bronca a un hombre por hacerle fotos a Laura sin mi permiso. Ya nos ha pasado antes en Phnom Penh.
Nos explican cosas interesantes como que tienen escuela, orfanato, gasolinera, cementerio… un espectáculo terrible de pobreza y cruda realidad. Cuando ya nos han tocado la fibra, nos paran en una de las casas, una especie de almacén donde nos convencen de que si hacemos algún donativo, el dinero irá a parar en forma de sacos de arroz al orfanato que previamente nos han enseñado. La encerrona es muy elaborada. Nos cuesta creer que de verdad nuestro dinero vaya a ser empleado en lo que nos han dicho, pero aún así, acabamos dando 5 miserables dólares. A lo mejor, muy a lo mejor, lo que nos cuentan es verdad. Poco después paramos en una casa flotante con bar y tienda de souvenirs incluida. Allí, en un pequeño cercado, tienen a unos cuantos cocodrilos amontonados. En la tienda hay pieles y fotos de cocodrilos siendo despellejados. Nos miramos un poco incrédulos por la situación. De repente veo a una niña metida en un barreño, flotando en el agua justo al lado de una de las terrazas de un bar flotante, atrayendo a los turistas que le hacen fotos para sus recuerdos. Esta foto ya la he visto antes -pienso. Sí, en el blog de una viajera que leí mientras organizábamos nuestro viaje. Un reclamo más. Un número de circo.
Volvemos a subir a la barca y nos informan de que el tour termina y que nos queda el recorrido de vuelta. ¿Y la puesta de sol?
Cuando llegamos al embarcadero nos piden una propina que nos negamos a dar. El cabreo de uno de los chavales que nos han llevado es considerable. Le recordamos que nos han cobrado la friolera de 50 dólares por la horita de barca. No le interesan nuestras excusas, por supuesto.
Justo al bajar de la barca una niña se nos acerca con unos platos-recuerdo con nuestras fotos impresas en ellos. Ahora entendemos por qué razón nos estaban haciendo fotos a escondidas cuando llegamos al embarcadero. ¡Son las que iban a poner en los platos-recuerdos que nos intenta vender una pobre y angelical niñita! Si ya no soy fotogénica cuando poso para una foto, imaginaos cuando no poso para ello.

La verdad es que a pesar del circo turístico que hay montado alrededor del lago y de la desconfianza que provoca que todo el mundo espere que le des unos dólares, la realidad del pueblo es la que es. La impresión inicial es que es una mezcla de Mad Max y un camping en Benidorn. 
Veo a una mujer tirando basura al agua, un hombre nadando arrastrando un tronco, a una mujer vestida y pintada remando hacia alguna dirección, a una anciana vendiendo verdura desde su bote, a unos niños bañándose en el agua y jugando a voleibol en la orilla. Veo el orfanato lleno de niños que ríen y juegan delante de una pizarra.










Volvemos al hotel donde cenamos. La cena nos cuesta lo mismo que en el interior del recinto de Angkor. Hoy es nuestro último día en Siem Reap. Mañana toca dormir hasta tarde, piscina y avión hacia Danang, Vietnam.  

Por si a alguien se le ocurre seguir nuestros consejos:
-Angkor es una pasada. Recomendamos tres días mínimo. Si eres un loco o un fanático de las ruinas, 7 no te sobran. Por las mañanas a partir de las 10h hace mucha calor en esta época del año. O madrugas o mejor lo dejas para la tarde, cuando además, hay menos turistas.
-Angkor Wat es sin duda el más impresionante, pero hay otros templos que consideramos imprescindibles, si no quieres irte de aquí con una idea sesgada. 
-Los tuks tuks esperan a la salida de los hoteles con rutas y precios más o menos establecidos.
-Nosotros no intentamos regatear. Cobrar 15$  por estar des de las 8:30 hasta las 18h esperándonos de templo en templo no nos parece demasiado, la verdad. 
-Cenar en los restaurantes callejeros es barato en comparación con otros, pero también es bastante menos higiénico.
-¿ Pueden ir 5 personas en una moto ? ¿ Y once en un coche ? Sí, pueden.

2 de Julio del 2018 
Al día siguiente, por la mañana piscina, y por la tarde vuelo hasta Danang. ¿ Sólo 2h ? Pregunta Laura. Para ser un vuelo internacional nos parece que todo va muy rodado. Casi no hay colas ni espera. El avión es pequeño.


Nuestra llegada a Vietnam no es muy romántica. El taxi recorre unas callejuelas a medio asfaltar a través de un barrio lleno de casas destartaladas y viejas. Es ya de noche y hay pocas farolas que iluminen las calles. Ha llovido y el suelo está embarrado. Al cruzar el puente tenemos la sensación de que estamos bastante lejos del centro.
La pregunta que se nos pasa por la cabeza es: ¿ dónde estamos ?
Después del check in salimos a cenar ( el hotel no tiene restaurante ) y nos parece que estamos en un laberinto. Tendremos que dejar miguitas para saber volver...pero la verdad es que en unas cuatro  calles después nos plantamos en el centro. Eso sí, toca atravesar un mercado nocturno.
Cenamos en un pequeño local alejado tan sólo unos metros del bullicio del centro y nos encanta!




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