8 de julio de 2018

DE HUE A DONG HOI: UN DÍA PARA HISTORIAS

Estamos listos. Hoy nos toca viajar des de Hue a Dong Hoi. Son unos 140km. Hemos contratado el trasfer con VM Travel, agencia local con sede en Hue. Puntuales, nos recogen en el hotel y nos llevan en coche con aire acondicionado y wifi ( sí, wifiiii ) a Dong Hoi. Por el camino visitamos:

- La Vang Holy Land 
- El puente Hien Luong en el río Ven Hai 
- Los túneles del Viet Con de Vinh Moc

Es un día para historias:
- La primera es una historia de religión: trata de lo de siempre, de como un país intenta aniquilar a las minorías, en este caso, a los seguidores de la fe católica. Un pequeño grupo de fervientes se escondió en el bosque, donde se les apareció la virgen La Vang para animarlos a seguir con su fe. Les enseñó con qué plantas podían sanar a los heridos y les infundió coraje y valor. Un altar conmemora ese momento. A sus pies, algunos vietnamitas depositan flores y rezan murmurando. 
Lo que más nos impresiona del lugar es la enorme iglesia en construcción que están haciendo. Es tan grande como cualquiera de nuestras catedrales y combina la arquitectura vietnamita y la occidental. El resultado es muy curioso.



- La segunda es la historia de una guerra civil: la que separó el vietnam comunista de Ho Chi Min del norte del del sur. El puente Hien Luong cruza el río Ven Hai y fue el mayor de sus testigos. Pintado de azul y amarillo, para separar hasta el último centrímetro de ambos bandos. Cruzar el puente caminando no impresiona demasiado, pero al lado norte, una pequeña exposición fotográfica nos pone los pelos de punta. Además de las fotografías, también se exponen algunas armas, bombas y minas, cascos y máscaras e incluso una camilla de operaciones.








- La tercera es la historia de la invasión estadounidense de Vietnam ( del 60 al 70 ) y de los túneles del Viet Cong. Esta es sin duda la parte más dura. Con un guía y un par de linternas nos adentramos por una de las puertas ( la número 3 ). Cuando digo puerta, no me refiero a una puerta en el sentido estricto de la palabra, me refiero a un agujero que conduce a una intrincada trama de estrechos túneles que se extienden a lo largo de más de 4 km, a más de 23 m de profundidad. Una tímida instalación eléctrica nos acompaña tintineando en silencio. Durante el recorrido el guía nos explica, no con demasiado entusiasmo, algunas cosas: aquí se guardaban los víveres, aquí dormían, aquí hay un respiradero, aquí se escondían cuando se lanzaban las bombas ( ¿ aquí ?, ¿ en serio ?, pero si yo casi no quepo!! ), así se comunicaban, aquí parían las mujeres, aquí cuidaban a los bebés... 
Aquí, durante más de 4 años, vivieron poco más de 90 familias.






A medida que avanzamos, los túneles se bifurcan. No vemos el final. Pienso en que si perdemos al guía sería imposible salir de aquí, pienso en lo estrechos y oscuros que son los túneles, pienso en los hoyos ( las huellas de algunas de las bombas ) que hemos visto antes de entrar y me imagino a la gente aquí escondida. Silencio. De repente noto que hay menos aire de lo normal, que no puedo respirar. Noto que mi pulso se acelera. Necesito salir al exterior inmediatamente. Aviso a los demás para que aceleren el paso. Si dura mucho más me entrará el pánico. Los niños y Jordi lo llevan mejor que yo.



Le explicamos ( lo intentamos ) a los niños por qué se habían construido dichos túneles y para qué. Laura ( que tiene ahora 5 años ) me dice que no entiende por qué nadie tiene que tirar bombas, que vaya tontería. Más allá de lo poco que han podido entender nuestros hijos, ellos lo han vivido como una gran aventura de exploración de túneles y linternas.

Llega la hora de comer. ¿ Os gusta la comida local ? Sí, sí, claro.
Acabamos en un local (se llama Chau Loan) un tanto peculiar y es que aquí no hay turistas, sólo vietnamitas. Las mesas están a un palmo del suelo sobre alfombras de bambú. Nos descalzamos y sentamos de cuclillas. Muy cómodo no es, pero nos parece divertido. Vamos allá. El local está sobre la rivera de un río. A lo lejos vemos granjas de eucaliptus. Entra aire fresco, así que no nos importa estar sentados en el suelo. Hay muchos ( muchos, muchos ) niños. Algunos corretean por las mesas ( encima de ellas ) con los pies más sucios que he visto jamás. Nos ponen un mantel roñoso ( cosa que agradezco ) y nos traen la comida: arroz, verduras, carne de pollo y pescado. No hay cubiertos, solo palillos. David come sin querer ensuciarse las manos, lo cual resulta difícil si no sabes usar los palillos. Laura disfruta. La verdad es que al final acabamos llenísimos.


Llegamos a Dong Hoi. De nuevo el hotel no se parece mucho a las fotos colgadas en booking. Paseamos por el paseo de la playa y no nos parece muy idílico. Está sucio y lleno de basura. Pero encontramos un badulaque donde compramos leche ( la normal ) y los peques se ponen muy contentos. Hoy cenamos pronto. A pesar del ambientazo que se ve en la playa ( todo está repleto de mesitas a pie de carretera ) decidimos cenar en el hotel a lo occidental. Necesitamos poco ruido y cubiertos. Y es que le debemos unos espaguettis boloñesa a David.




No hay comentarios: