A las 8h quedamos con Dhanu y en 15
munitos nos plantamos en la cola donde se compran los tickets para entrar en
Sigiriya, Patrimonio de la Humanidad. Uno más del total de 7 que alberga esta
inquietante isla. Nos preocupa un poco el tema de las escaleras que ascienden
por la pared de esta inmensa roca escarpada, pero Dhanu nos asegura que es
seguro y que podemos subir con los peques. La segunda preocupación es si Laura,
que tiene ahora 4 años, aguantará la ascensión. Subirla a cuestas no es ninguna
broma.
No hace demasiado calor a estas horas.
Aunque Dhanu nos propuso subir incluso más temprano e ir a desayunar al acabar.
Le dijimos que no porque pensamos que ir con el estómago vacío sería todavía
más duro.
La roca de Sigiriya, que se eleva sobre
las llanuras centrales, es probablemente la imagen más espectacular de Sri
Lanka. Subir hasta la cima es toda una aventura: en lo alto te espera una
cumbre llana que contiene las ruinas de una civilización antigua que en su día
se relata que probablemente fuera el epicentro del efímero reinado del rey
Kassapa donde se refugió para poder gobernar tras asesinar a su padre ( era el
hijo bastardo y temía las represalias de su hermano, legítimo heredero al trono
).
Decir que el camino está acondicionado
con escaleras y barandillas ( por si alguien pensaba que había que escalar nada ): en la mayor parte de tramos asciendes por las
escaleras originales aunque hay algunos en los que son de las modernas por
cuestiones de seguridad. Aun así hay alguna zona algo peligrosa ( el viento no
ayuda nada ) pero si vas con cuidado y sin hacer tonterías no hay peligro
alguno ni siquiera con niños pequeños. Además nos encontramos con una
importante ventaja: por la mañana, la vertiente por la que se asciende está de
espaldas al sol por lo que hace menos calor. Sólo te lo encuentras en el tramo
final de la ascensión y en la cumbre.
Durante la ascensión te encuentras con
diferentes puntos de interés que la hacen más llevadera:
- Jardines
Reales: se encuentran en la base de la roca y te amenizan la llegada.
Están separados a 3 niveles. En el nivel más bajo te encuentras los
jardines acuáticos o Water Gardens,
terrazas simétricas que se extienden hasta los pies de la roca. Como
estamos en temporada seca no vemos nada de agua en ellos. Es un bonito
lugar para explorar lejos de la multitud aunque por razones obvias no nos
detenemos: el tiempo pasa y cada vez hace más calor en la cumbre. Los
tenemos fotografiados desde la cumbre y la verdad es que la imagen es
espectacular. Nada más empezar a subir te encuentras los jardines de
piedras o Boulder Gardens: están
sembrados de enormes rocas o cuevas: Dhanu nos explica que en su tiempo
sirvieron como refugio para los monjes budistas. En efecto, vemos detalles
en las paredes de roca similares a los vistos en Vessagiriya cuando
visitamos las ruinas de Anhuradaphura. A este nivel también te encuentras
las ruinas del supuesto palacio de verano del rey Kassapa con su
correspondiente salón de audiencias. Y finalmente, un nivel más arriba,
están los jardines en terrazas o Terraced
Gardens.
- Los frescos de Sigiriya: nos los encontramos a media ascensión. Te tienes que separar del camino principal y subir por una escalera de caracol abierta hasta una larga galería cubierta junto a la pared de roca. Los frescos son realmente espectaculares por su nivel de detalle y lo bien conservados que están pues conservan su color. Los frescos representan casi una decena de mujeres con el talle ajustado y hermosos pechos al descubierto. No se pueden tomar fotografías. Posible origen: concubinas del rey Kassapa para quienes insisten en que Sigiriya fue una fortaleza militar o apsaras – ninfas celestiales – según los defensores de la teoría más moderna que asegura que la Roca ha sido siempre sede de órdenes monásticas budistas. Tampoco se conoce la fecha exacta de su realización: se especula con que podría ser el siglo V. También se especula con que pudiera haber hasta un centenar de dibujos.
- El muro de los graffitis o Mirror Wall: una pared de 3 metros de altura cubierta de un barniz brillante en la que los visitantes escribían sus impresiones tras observar las mujeres de los frescos. Se consideran de un gran valor histórico pues datan de los siglos VI-XIV. Para nosotros supone un buen resguardo del viento durante un buen tramo y sin tener que preocuparnos de que ningún niño se escurra por algún agujero.
- Las garras del león: el estrecho sendero da a una gran plataforma en el extremo norte de la roca. Allí te encuentras con 2 zarpas de león justo donde se inicia una escalinata para el último tramo de la ascensión. Se dice que hubo un tiempo en que había un colosal león de ladrillo y que la escalera se introducía literalmente en su boca. Este último tramo de ascensión es especialmente duro y el más complicado:
- aunque hay
barandilla hay “huecos” por donde se te podría llegar a escurrir un niño al
vacío
- estás
expuesto al sol y hace mucha calor
- estás
cansado
De todos
modos, si se va con cuidado, no resulta peligroso. Nosotros la podemos hacer,
Laura incluida ( se le puso entre ceja y ceja que podía llegar solita hasta la
cima y está muy cerca de conseguirlo; sólo en el último tramo de escaleras, Dhanu
la coge en brazos para ayudarla ).
En la cima, lo primero que haces a parte
de recrearte con las vistas, es darte un sentido homenaje y subirte para
hacerte la foto de recuerdo en una zona tipo pedestal con 4 rocas que marca el
lugar más alto de la roca. Después recorres anonadado el recinto superior: y es
donde nos encontramos con la sorpresa final: las ruinas de lo que se supone que
fue el lugar elegido por el rey Kassapa para instalar su capital fortificada.
Está todo bastante derruido pero no olvidemos que se encuentra en lo alto de
una roca y a la intemperie. Vamos con cuidado con los niños: están cansados y
no deja de ser peligroso: no hay ninguna barandilla de protección. Las vistas
son impresionantes, especialmente las de los jardines reales. Pasamos por los
restos del palacio del rey, por una gran cisterna y por un banco que hace las
veces de trono del rey.
Las garras del león |
Después de un rato iniciamos con calma el descenso. Ahora si toca llevar a Laura en brazos. Un servidor – Jordi – la coge sin pestañear no vaya a ser que el buenazo de Dhanu se vuelva a atribuir el mérito ( ¡que padre no hay más que uno! ). Todo y que las piernas nos empiezan a temblar un poco, bajamos sin excesivos problemas con alguna paradita técnica para las explicaciones históricas de Dhanu. Ya en la base nos encontramos con la Cueva de la capucha de la Cobra; un saliente con dicha forma que es una cueva en la base y que como las demás que vemos en las Boulder Gardens era un refugio para los monjes budistas.
Llegados a este punto renunciamos a ver nada más: la visita nos ha llevado más de 3 horas y nuestros peques están rendidos. Toca parar y descansar.
Laura nos sorprende con el empeño y la
tenacidad con la que quiere demostrarnos que ella puede llegar solita hasta la
cima, aunque justo en el tramo final, Dhanu la coge en brazos porque los
escalones son bastante más empinados.El punto más alto |
Los jardines |
La cobra |
El descenso |
Volvemos al hotel donde nos sorprende la
celebración de una boda. Los vistosos colores de los vestidos, las telas de
seda pintadas de oro y la música en directo, inundan los jardines del hotel.
Nos toca ser espectadores, desde la piscina, donde, a pesar de la fiesta, decidimos
refrescarnos.
Laura llama la atención de algunos de los
invitados. Una abuela que sostiene en brazos un bebé, y que va acompañada por
una niña encastada en un precioso vestido rojo con dorados bordados, se nos
acerca. Nos ofrece un plato que aceptamos por compromiso. No queremos rechazar
la invitación. En el plato vemos trozos de una manzana sazonada con pimiento.
Hacemos de tripas corazón y con una sonrisa algo forzada cogemos cada uno un
trozo y nos lo comemos. Arrrr! En fin, que en cuanto tenemos la oportunidad, y
antes de que alguien quiera invitarnos a probar nada más, nos volvemos a la
habitación para cambiarnos.
Dhanu nos recoge a las 15h para ir de
paseo; me explico, la idea es dar un paseo en barca para tener vistas de la
roca de Sigiriya. Nos parece una buena manera de pasar la tarde y de premiar a
los peques con algo emocionante y divertido para ellos. Más allá de lo que
esperábamos, lo que sucede es lo siguiente:
1- Un par de hombres nos suben en un carromato con un techo tejido
con hojas de cocotero y que es arrastrado penosamente por una especie de buey
al que maltratan para que se mueva. David se da cuenta de que no es algo
habitual.
2- Llegamos a un tramo a
partir del cual hay que caminar unos metros, en pleno campo, hasta llegar al
lago. Allí nos espera una barcaza de color azul que nos lleva a la otra orilla
en menos de 10 minutos. El pequeño paseo nos regala vistas a lo lejos de la
roca. Los peques están encantados.
3- En la otra orilla, nos
espera una choza con una mujer que nos invita a enseñarnos varias cosillas tradicionales: nos
enseña como separan las semillas de arroz, cómo lo molen, cómo parten o rallan
un coco, cómo cocinan una especies de tortitas con coco, harina, lima, tomate y cebolla. Nos
ofrece una merienda con dichas tortitas, acompañadas con una especie de cus-cus
que ha preparado con un toque de guindilla (menos mal que ha puesto poca ), un
delicioso mango y por último una infusión preparada con las hojas de una flor
con propiedades sanatorias. En fin, toda una experiencia. Jordi no deja de
pensar en el médico de Sanidad Exterior y en sus consejos con respecto al campo
y a la comida.
4- Para deleite de los niños,
y después de un pequeño paseo a través de un campo de cebollas, unas chozas
habitadas y un palmeral, llegamos a un camino donde nos espera un tuc- tuc
tuneado ( según David ). Nos embutimos los 4 + Dhanu + conductor y llegamos al
punto de partida.
La alternativa a todo ésto, habría sido quedarse en el hotel con el jolgorio de la boda.
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