Hoy toca viaje matutino en tren. Para evitar problemas, acordamos con Rebeca que a las 06:00 hrs am nos estará en esperando en la puerta del alojamiento un tránsfer. Nos dice que serán 200 yuanes pero coche lujoso y espacioso. Aceptamos. Toca bajar las maletas 4 pisos pero lo conseguimos entre los 4 y con tranquilidad. Junto al chófer está Rebeca esperándonos para despedirse. Fani le da un fuerte abrazo. Se ha portado de 10 con nosotros y estamos encantados con ella. Hasta siempre!
El viaje en coche se pasa volando y llegamos a la estación sin incidencias. En este tren ya nos avisaron de China Train que no habían podido conseguir los billetes de primera clase solicitados (nos devuelven la diferencia) y tampoco asientos juntos. Se disculpan y nos pasan unos mensajes en chino para intentar conseguir que los ocupantes nos cambien sus asientos. Los peques consiguen ir juntos con Fani delante. Jordi no tiene tanta suerte; teníamos el último asiento en otro coche. El viaje hasta Shan Grao dura 6 horas. Hay mucho turn over durante el mismo y la gente es muy ruidosa. David se ha descargado un juego nuevo y se pone en modo gamer. Laura va más tranquila, aunque también juega un buen rato. Jordi alterna blog con lectura. Y Fani se pone a pasar fotos al ordenador y estudia un rato inglés. Llevamos café y algún snack. Los paseos de Jordi entre ambos coches para intercambiar el ordenador con Fani son bastante frecuentes. Comprobamos que hay gente que no tiene asiento asignado; en efecto, el tren va lleno a rebentar en algunos tramos y se podían comprar asientos de pie.
A la llegada la liamos un poco al salir. Como queremos pillar ascensor por el tema de las maletas, nos confundimos y salimos por donde se hacen las llegadas. La azafata que controla el acceso se nos queda mirando y nos deja pasar (suponemos que para ella es más fácil hacer esto que explicarnos que por ahí no se sale y que tenemos que dar media vuelta y salir por el lugar correcto). Después de un par de vueltas, conseguimos salir por una zona que hay entre un par de controles de acceso a la estación. Ya afuera nos recibe un solazo y un calor de aúpa. Como no estamos en las salidas, no hay parada de taxis a la vista ni nadie viene a perseguirnos y a ofrecernos servicio de transporte. Como son las 14:00 hrs optamos por buscar un sitio para comer. Laura descubre un McDonalds; esta vez no nos libramos y acabamos comiendo nuggets, patatas fritas y coca cola. Mientras comemos aparece un abuela china que va buscando restos de comida por las mesas. Cuando pasa por la nuestra se queda mirando una de nuestras bolsas de patatas fritas. Como ya casi hemos acabado, se la damos. Al cabo de un rato sale del local y se mete en otro. Fani decide pasar a la acción y, con la ayuda de los peques y Jordi, compramos una hamburguesa y se la llevamos a la anciana. Esta vuelve con nosotros al McDonalds y se sienta en una mesa a comer. No recordamos cuantas veces nos da las gracias, pero está muy emocionada.
Son más de las 15:00 hrs: toca buscar un taxi para ir a nuestro alojamiento: el hotel Homestay que está dentro del área escénica de la Guanxian Valley. Dentro de la terminal de llegadas vemos como se va formando una larga cola de taxis que suponemos que se dirige hacia la terminal de salidas. No venos ni dicha terminal ni el final de nada. Decidimos ir en esa dirección y ver si podemos llegar por allí. No tarda en aparecer un taxista que interpone su vehículo en nuestro camino. Están claras tanto nuestras intenciones como las suyas. Se baja a toda pastilla, colocamos las maletas como podemos (atrás sólo cabe una de las grandes; la otra va con David) y nos subimos en un periquete. Ya viene corriendo enfadado un trabajador que entendemos que es el que ordena los taxis en las filas. Algunos taxistas también pitan visiblemente cabreados por la maniobra perpetrada de colamiento. Le enseñamos al taxista la dirección del hotel y se pone en marcha.
En poco más de una hora llegamos al área escénica de la Guan Xian Valley. Justo antes de llegar a la entrada hay cola de coches que intentan acceder. Pero eso no es obstáculo para nuestro aguerrido taxista, que no duda en adelantar donde parece no haber espacio y que se muestra inmune a los pitidos de los demás vehículos. Para acceder al área escénica y al hotel hay que pasar un control de acceso. Le mostramos la reserva del hotel al vigilante y nos abre la barrera. El taxista nos deja justo en la entrada del hotel. Llevaba taxímetro: la carrera nos cuesta 151 yuanes (le damos 160 y se despide tan contento).
El Homestay Hotel es un hotelazo cuyas instalaciones abarcan una gran área de la zona escénica. No tardamos en descubrir que está integrado con los demás edificios y que por ahí se pasean tanto clientes como turistas. No hay barreras. Las habitaciones son enormes y a nosotros nos toca una familiar, cerca de la piscina del hotel. Para llegar hasta ella hay que andar bastante pero tenemos suerte: las hay mucho más alejadas del edificio principal (recepción - restaurante) que la nuestra. Tiene 2 camas enormes, una ducha de ensueño, lavabo separado, aire acondicionado de cine y una ventana con bonitas vistas. Nos instalamos y decidimos ir a la piscina. Son las 17:00 hrs y nos merecemos un buen chapuzón. En el agua hay algunos clientes (especialmente niños). Aquí sí que hay un par de trabajadores que hacen control de acceso. Fani y Jordi no dudan en meterse pero realmente el agua está muy fría. Como puede ser con el calor que hace? Laura consigue meterse pero David desiste rápido. Cada vez hay más turistas observándonos y haciendo fotos. Que no se puedan meter en el agua no significa que no puedan estar por ahí, cámara en mano. Nos sentimos un poco observados.
A las 19:00 hrs ya empieza a oscurecer y decidimos salir a dar una vuelta y conseguir un lugar para cenar. Se nos antoja que en el restaurante del hotel nos saldrá muy caro. Como era de esperar hay mucha gente y nos recuerda el ambiente de Fenghuang: grupos guiados y familias enteras que han venido a pasar la tarde. Seguimos viendo mucha gente con vestidos tradicionales (especialmente chicas) y equipos de fotógrafos. Como estamos en la misma área escénica enseguida llegamos a los diferentes puntos de interés: el área lo divide en 2 partes un río y hay diversos puentes que te permiten cruzar de un lado a otro. Tienes una amplia zona de tiendas - restaurantes. También hay casas de fotografía, donde te alquilan trajes y te maquillan. Puestos de helados, bebidas frías, fruta. Casas de té. Hay algunos negocios tradicionales. Un templo budista. Casas de lotería. De todo y orientado al turismo. Hechamos de menos casas tradicionales donde vivan de verdad. Pronto nos queda claro que el área escénica es un paraíso exclusivamente orientado al turismo, un poquito cartón-piedra. Cae la noche rápido y la verdad es en cuanto se ilumina todo es precioso. Tanto los locales que recorremos como los edificios que hay en ambas laderas y los puentes. Vale mucho la pena.
Nos arriesgamos con un restaurante local que encontramos en la ladera contraria a la del hotel. Hay mucha gente por todas partes y tenemos la suerte de encontrar una mesa libre en una terraza. Laura se pone en modo “quiero comer” y resulta clave para “acertar” con el pedido. La carta está exclusivamente en chino y esta vez nos funciona el traductor de texto a lo lens que llevamos. Después de estar un rato traduciendo y escogiendo los platos, nos acercamos a la barra a pedir. Aquí tenemos la suerte de que nos topamos con una camarera muy avispada que también está muy atenta, especialmente al momento en que Laura le salva los muebles a Jordi, recordando que los platos NO lleven nada de picante. Hemos pedido un estafofado de cerdo, sopa de rábano, huevos revueltos, carne de cerdo frita y arroz blanco. La cena es un éxito: sabrosa y rica, ni pica ni lleva vísceras. Nos ponemos las botas y cenamos muy a gusto. David no se encuentra muy fino: está muy irritable. Demasiadas pantallas? También es verdad que hemos dormido poco (demasiado madrugón). Decidimos volver al hotel y dejar los niños descansando. Por el camino caen unos zumos de mandarina y sandía que están buenísimos.
Cuando salimos a dar una última vuelta (ya sin los niños) descubrimos para nuestra sorpresa que mucha gente ya se ha marchado. Son apenas las 21:30 hrs y la verdad es que el ambiente va claramente en declive. Es muy diferente de la experiencia vivida en Fenghuang. Los bares siguen animados con música en directo, pero vemos locales, especialmente las tiendas, que ya van cerrando. La verdad es que con menos gente, pasear por las calles es un lujazo. Lo más chulo es cruzar los puentes y pasear por el templo budista. Hay una pequeña avenida de farolillos iluminados, donde hay chicas vestidas en plena sesión fotográfica, por la que pasamos asombrados. El área escénica no es muy grande pero es bonita y tranquila. Valió la pena el esfuerzo de venir aquí.
El día siguiente no es muy diferente y nos lo tomamos como lo que es: un día de vacaciones en familia. Hemos dormido muy bien y David se encuentra ya recuperado. Desayunamos en el buffet del hotel y hay de todo. La verdad es que no hay queja ninguna. Superbien.
Salimos a explorar el área escénica con la luz del día. Está todo muy chulo y soleado. Eso sí, son las 09:30 y hace un calor del demonio. Con crema solar y gorras nos ponemos en marcha. Subimos hasta los miradores del edificio que hay sobre la ladera junto al hotel y vemos las vistas de toda el área y del curso de río. Ahora vemos que la zona de edificios que hay en la ladera opuesta está actualmente en construcción y que hay gente trabajando en ella. No podemos ir allí (los accesos están cortados). Damos un amplio recorrido por toda la zona. Hay alguna cascada interesante, poca gente y se está de cine. Vemos chinos haciendo un rafting bastante simple por el río y nos acercamos a ver precios; a Laura le hace gracia pero vemos que hay límite de altura (150 cms) y desistimos.
Son más de las 12:00 hrs y ya no podemos más (con tanto calor). Demasiado pronto para comer aunque hemos visto un sitio más que interesante con pasta y carne. Decidimos ir primero al hotel y darnos un baño en la piscina ahora que no hay casi turistas y estamos lejos de los focos. Nos sienta de maravilla. Nos sirve para abrir el apetito y entonces nos vamos a comer. Conseguimos que la señora del restaurante nos sirva la comida no picante: pedimos un par de platos de pasta y otro de carne que está bien tierna y sabrosa. Somos los únicos clientes. Mientras hacemos la sobremesa, la dependienta se acerca con la factura; son casi las 15:00 hrs y suponemos que tiene que cerrar (aquí a las 17:00 hrs ya empiezan con las cenas). Pagamos y salimos del local.
Les hemos prometido a los niños vuelta al hotel para descansar. Después de hacer un poco de colada y corrección de fotos, los papis deciden dar una vuelta en solitario. Empieza a haber más ambiente; está llegando gente de nuevo (igual que ayer) para pasar la tarde - noche. Los alrededores de la piscina están tomados (menos mal que nadamos por la mañana). Acabamos en un bar tomando un maravilloso café (Fani capuccino y Jordi café helado con toque de vainilla).
Después vamos a por los peques y a cenar. Repetimos el mismo restaurante que anoche: ya sabemos que pedir y está la misma camarera. Por cierto, no acepta la propina de Jordi. Comemos muy a gusto y esta vez no nos pasamos de cantidad. De salida nos detenemos en un bar con música en directo. A Laura le mola y además hay un lindo gatito ronroneando en la entrada. No podemos resistirnos y como hay sitio en la terraza nos sentamos con un par de cotails sin alcohol. Están ricos pero casi nos cuestan los mismo que la cena. Nunca nos dejará de asombrar la disparidad de precios de este país.
Regresamos al hotel apurando las fotos y las vistas del pueblo iluminado. Estar aquí ha sido un acierto y un regalo. Y es que con tanta gente como nos estamos encontrando en China, encontrar un sitio así es un lujazo y un oasis en medio de nuestra “batalla” turística.
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