3 de diciembre de 2022

WINTER ADVENTURE

Cuando decidimos qué destino escoger para nuestras "vacaciones blancas", teníamos claro que había que dar un giro radical. Y es que después de pasar calor en Las Maldivas el diciembre pasado, tocaba pasar frío y disfrutar de un ambiente "más navideño". Aunque lo de las Maldivas lo repetiríamos mil veces más...si fuera gratis :)

¿Qué tal Londres? 

Salimos un sábado al mediodía con un vuelo de British Airways desde Barcelona. No toca madrugar y tenemos las maletas listas. Salimos con tiempo de sobra ( o eso pensábamos ). Aparcamos el coche en la Terminal 1 ( si reservas online tienes descuento ). Lo primero es pasar por la cola de facturación. Qué digo cola... SUPERCOLA. Aquí se nos complica un poco el plan de ruta. Tardamos casi hora y media en pasarla (y eso que habíamos hecho el check-in on line, pero parece que el resto de pasajeros no...). Como todavía falta pasar el control de seguridad y el de pasaportes nos quedamos sin tiempo para comer tranquilos antes de subir al avión así que compramos a toda prisa nuestos bocatas y nos los comemos mientras hacemos cola para embarcar. 

El vuelo dura un par de horas. Más de uno aprovecha para hecharse una cabezadita (y no lo digo sólo por David). ¡Se nota el cansancio de toda la semana!

En el aeropuerto de Heathrow nos toca pasar otra cola, la de control de pasaportes. También tiene miga. 

Cogemos un taxi hacia nuestro alojamiento en Stradford. El conductor nos dice que tardaremos cerca de hora y media en llegar. ¡Pues sí que está lejos! Empezamos a darnos cuenta: Londres es una ciudad inmensa. Es sábado por la tarde y hay mucho tráfico pero conseguimos llegar a nuestro hotel ( Aparthotel Adagio London Stratford), donde pasaremos los próximos 7 días en Londres. Es espacioso y tenemos un pequeño recibidor, un aseo, un baño, un salón - cocina (el sofá ya está preparado con 2 camas) y un dormitorio. La cocina está perfectamente equipada y podremos aprovechar para hacer todos los desayunos y más de una cena. Lo mejor, las vistas. Estamos en la planta 16 y nuestra estancia dispone de unos enormes ventanales con unas vistas de la ciudad que quitan el hipo.



Después de instalarnos nos vamos al supermercado del centro comercial de Westfield, a 5 minutos caminando del aparthotel. Es sábado por la tarde y hay mucho ambiente. Damos una vuelta y compramos lo justo para hacer los desayunos. Como es tarde y estamos literalmente hambrientos, nos paramos en un restaurante de pasta. Pedimos los platos y nos sentamos. Seguimos dentro del centro comercial pero corre aire y no nos quitamos las chaquetas hasta que llega la comida.  

Volvemos al hotel y nos paramos en su recepción a revisar el cuadrante del Mundial de Qatar que se está celebrando. Tienen un enorme mural con todos los resultados Hoy ha ganado Holanda y Argentina está en ello. Sin novedad en el césped.

Nos vamos a dormir ultimando los detalles del día siguiente y revisando las previsiones del tiempo. Hace un frío del copón y nos prometemos que vamos a ir bien abrigados. No esperamos mucho sol y sí temperaturas de menos de 3º. Por cierto, hoy hemos podido comprobar que en esta época del año, a las 16:00 horas ya es de noche (como ya nos pasó en Viena). Habrá que aprovechar lo máximo posible las pocas horas de luz.

Al día siguiente nos despertamos a eso de las 08:00 hrs. Desayunamos y nos empezamos a poner capas y capas de ropa, botas, gorro, guantes y bufanda. ¡Ah, y los abrigos! Intentamos no tardar, pero siempre surge algún retraso: que sí me puedes rehacer la coleta porfi mama... que si me noto que la bota derecha me apreta demasiado... que si tengo que hacer un último pis... ¡Pero qué calor que hace con todo esto encima! ¡Por dioooos!

Llegamos al metro y somos víctimas del sistema de tarjeteo. Recomendamos comprar la tarjeta Oyster y cargarla para poder hacer todos los viajes que queramos a un precio más asequible. Además se puede recargar. El trasnporte en Londres es bastante caro. Pensábamos que servía para toda la familia, pero resulta que una vez Fani pasa el control (la primera), nadie más puede hacerlo. En taquilla nos aclaran que ahora es personal e intransferible. Como Laura tiene menos de 11 años, no paga.  Pasamos otra vez por la máquina y las compramos. ¡Vaya! ¡Resulta que David sólo pagaba media tarifa! Cuando reclamamos nos dicen que nos lo apañaran a la salida del trayecto. Pues vale... 

Hemos decidido pasar la mañana recorriendo el Jardín Botánico de Kew ( Kew Gardens). Hace un día nublado pero las temperaturas son soportables y pensamos que para ser domingo puede ser un buen plan. Llegar tiene su miga: hay que cruzar todo Londres de punta a punta en metro y hacer transbordo a un tren de cercanías. La operación nos lleva cerca de hora y media y resulta toda una experiencia de iniciación al mundo de los transportes en la ciudad. Resulta muy entretenido: es como una gimcama. No sólo hay que acertar con las líneas, sino también con los trenes. Y es que por un mismo nadén pasan distinos trenes con destinos diferentes. ¡Hay que andarse con mucho ojo! Menos mal que somos gente de ciudad...

Cuando llegamos a Kew reclamamos la tarifa de David y nos transfieren los datos del descuento infantil a la tarjeta. Vale la pena porque los viajes cuestan casi la mitad. 

Nada más salir de la estación nos encontramos con un mercado dominical navideño. Hay música en directo y muchos puestecitos de venta de comida y artículos navideños. Es exactamente igual que como te imaginas la Navidad en cualquier postal.


Llegamos a los jardines de Kew después de cruzar un barrio residencial muy pijo con enormes casas y cochazos de lujo. Nos los quedamos mirando como si estubiéramos en otro planeta. 

Para entrar en los Kew Gardens hay que pagar entrada: nos cobran 35 libras por los cuatro. El recinto es literalmente enorme y pronto descubrimos que va a ser imposible recorrerlo entero. Son más de las 11:00 horas y cierran a las 15:00 hrs. Después vuelven a abrir para el turno nocturno modo Navidad con preventa online. Nosotros no conseguimos entradas cuando las buscamos con un mes de antelación. Hay que buscarlas mínimo 3 meses antes...lástima porque tiene pinta de ser muy chulo. 

Empezamos el recorrido en dirección sudoeste. Los caminos son muy amplios y hay un montón de enormes árboles por todas partes. De vez en cuando vemos algunos más pequeños, con hojas de colores otoñales preciosos. Nos encanta el otoño. Por el camino hay gansos, aves y... ¡ardillas! ¡Muchas ardillas! Son muy atrevidas y se dejan ver de muy cerca. Acabamos en la Gran Pagoda. Está cerrada pero es muy alta y con un sinfín de dragones en sus tejados. 

Por el camino visitamos la imponente Temperate House, un edificio de estilo colonial británico enorme y muy bonito. Por dentro hace de invernadero y hay un montón de árboles, plantas y flores de otros países. Lo más chulo es recorrer sus pasarelas superiores y disfrutar de las vistas. 

Nuestra siguiente parada, ya en dirección norte, es el Jardín Japonés ( ¿ cómo resistirse ? ); como su nombre indica parece que te transporte al país nipón. 




Después recorremos unas pasarelas elevadas que hay en un bosque (las vistas aquí también son muy bonitas) y atravesamos el Crossing Lake por un puente de innovador diseño con barandillas hechas de pilones sueltos muy modernas. 

Como son más de las 13:00 horas, nuestros peques (que todavía llevan el horario de comer del colegio) ya nos recuerdan que están hambrientos. La verdad es que hemos andado un montón y hacer una parada para comer es más que necesario. La hacemos en la zona de restauración que hay dentro del parque. Es como un enorme self service. Nos vamos a la zona de parrilla y nos hacemos tanto para los papis como para los peques con unos platos combinados que incluyen pollo frito rebozado y patatas y legumbres (que están bien sabrosos y  crujientes). Los platos están bien de precio (comemos todos por unas 38 libras) y las bebidas nos salen gratis. El problema es que a las 14:00 horas chapan y que a Jordi le cuesta dios y ayuda conseguir el café de Fani porque ya están cerrrando el local.

Nada más salir un coche que circula por el parque nos anuncia por megafonía que a las 15:00 cierran. Recorremos la zona sureste a paso más ligero. Por suerte nos topamos literalmente con otro de los puntos más famosos del parque: la estructura The Hive. De diseño imponente, pretende ser una experiencia sensorial que te adentra en un panel de abejas. Nosotros no acabamos de verlo, pero hay una señora allí con los ojos cerrados y que parece estar en trance que igual sí ha logrado entenderse con las abejas... quien sabe...


Ya saliendo del parque nos topamos con más ardillas (¡cuanto atrevimiento!) y con un grupo de gansos en dirección al lago que ni la migración de los ñus, oye tu...


La gimcama en el metro continúa con el camino de vuelta. Hay estaciones cortadas por obras y tenemos que modificar alguna parada de transbordo. Resulta bastante entretenido para ser nuestro primer día en el transporte público de Londres. Nuestra siguiente parada la hacemos en la plaza Traffalgar Square  (parada de Chorus Line). Es de noche y la iluminación de las calles de Londres es sencillamente espectacular. La plaza está imponente: con el edificio de la National Gallery al fondo y el enorme árbol de Navidad que hay en el centro. Unos cárteles te explican que desde el año 1947 cada año el pueblo noruego dona uno en agradecimiento por la ayuda británica prestada durante la segunda guerra mundial. Está decorado sólo con luces blancas, al estilo escandinavo, y es todo un símbolo.

Nos damos un paseo por la plaza. Hay mercadillo navideño y aprovechamos para escuchar música, hechar un ojo a las diferentes paradas, comprar chuches y ver cómo Laura devora (tal cual) unos deliciosos mini-pancakes de nutella. 

Después bajamos a ver el Támesis desde el embarcadero de los ferris. Vemos la noria iluminada (el London Eye) y los barcos cruzando el río. Llegamos hasta el Puente de Westminster, con la abadía al lado y el imponente Big Ben con sus manecillas del reloj. Hace mucho frío y empezamos a no sentirnos los dedos de las manos. Toca regresar al hotel. Son las 17:30 horas y tenemos tiempo de escuchar los cuartos.



Después de reponernos en el hotel (un alto de media hora) nos vamos a cenar a un restaurante de pescado de Stratford. Está jugando Inglaterra en el Mundial y los bares están repletos de gente pegada al TV, animando a su equipo. Nuestro restaurante no tiene TV, por lo que está literalmente desierto. Las camareras nos ven entrar estupefactas y nos preguntan con asombro si queremos cenar. ¡Pues claro que queremos cenar! En el momeno de pedir nos informan que el chef hoy no está (¡debe de estar viendo el partido, por supuesto!) y que sólo podemos pedir platos de fish and chips. La verdad es que como es un plato típico tampoco le hacemos ascuas, aunque pronto nos arrepentimos. Con tanto rebozado y tanta fritura no resulta una cena muy ligera, la verdad. Se nos repite en el estómago durante un buen par de horas. Nos vamos a dormir rendidos. Hemos caminado más de 22000 pasos (¡16 kilómetros!). No está nada mal para ser nuestro primer día. 

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