29 de junio de 2022

METEORA: DONDE LAS ROCAS TOCAN EL CIELO

Nuestro viaje a partir de aquí sigue con coche de alquiler recorriendo la Grecia continental. Decidimos alquila el coche en una oficina del puerto del Pireo pensando que a la vuelta nos viene bien para estar cerca del puerto. Pero llegar allí sí nos supone un pequeño esfuerzo matinal. Unas cuantas paradas de metro (con trasbordo incluido) y un recorrido de aproximadamente un kilómetro a pie y cargados con las maletas. Para variar nos encontramos un montón de obstáculos por el camino: aceras estrechas y adoquinadas, solazo y calor. Mucho calor. 

En la oficina no tenemos ningún problema y nos atienden muy bien. Nos dan un Kia Konic nuevecito (tiene 77 kilómetros). El chico de la agencia nos atiende muy bien: el maletero es bien pequeño pero el tío es un maestro del Tetris y nos enseñan como tenemos que colocar las maletas para que todo entre perfectamente. ¡Si es que sobre sitio y todo! ¡Increíble! ¿Alguien pensaba que los videojuegos no servían para nada? Añadimos un alzador para Laura y nos ponemos en marcha de inmediato ya que hoy nos espera un largo viaje hasta el pueblo de Kalampaka, al pie de las colinas de Meteora. El GPS nos da un tiempo estimado de algo más de 4 horas y no es cuestión de entretenerse mucho. 

Salir de Atenas desde el Pireo nos cuesta menos de lo que podía parecer. Y eso que es lunes laborable. Aquí no hay mucho semáforo y no te ceden el paso ni de coña, pero enseguida tomamos la carretera rápida de circunvalación. Al poco ya vamos por la autopista. Nos sorprende que una vez sales de Atenas los coches y la gente desaparecen y las carreteras se quedan desiertas. En la autopista somos cuatro gatos y no tenemos ningún percance hasta Lamia. Una vez rodeas el pueblo, pasas a carretera secundaria y durante aproximadamente media hora subes y bajas un puerto de montaña. Ya es mediodía y el hambre aprieta. Encontramos un restaurante de carretera con camioneros y todo. No hay mas elección. Paramos y realizamos una auténtica comida menú de supervivencia. A David y Laura no le parece tan malo. Será que la comida del cole curte. Pronto hacen migas con un perrito que deambula por la zona. Le dan de comer y beber y se lo pasan en grande con él. Pronto descubriremos que esto va a ser una constante de casi todas nuestras futuras comidas al aire libre; sólo que la mayoría de veces, hay que cambiar a los perros por los gatos.

Reanudamos nuestra ruta en coche: no tardamos en volver a la autopista. Ya no la abandonaremos hasta nuestra llegada a Kalambaka. Allí nos espera nuestro alojamiento: el Monastiri Guesthouse. Un hotel situado cerca de la estación de tren, con unahabitación familiar muy amplia y piscina. ¡Un paraíso!

Dejamos las maletas en la habitación y no tardamos nada en acabar todos en remojo en la piscina. Qué a gusto que estamos. Todo un lujo. ¡Qué bien que se lo pasan los niños! Y de Fani ni hablar: después del estrés de salir Atenas y con coche de alquiler nuevecito, ha llegado su momento de relax. Hace solete y las hamacas son muy cómodas.

Kalambaka es un pueblo que descansa en la ladera de las colinas de la región de Meteora. Las vistas de las montañas desde el pueblo son espectaculares. Está orientado al turismo y tiene un montón de tiendas de recuerdos, alojamientos turísticos y de restaurantes. 

Decidimos cenar en el restaurante Meteora, casi al final de la calle principal del pueblo. Los niños se ponen las botas con unas albóndigas con tomate que están de rechupete. Los papis comparten ensalada griega y cordero guisado. Todo muy bueno. Y nos regalan el postre: ¡sandía! Muy recomendable.

El hotel queda un pelín alejado del centro y tenemos que cruzar la estación y las vías de tren. Como llevamos linterna, los niños se lo pasan genial guiándonos.

Al día siguiente nos levantamos emocionados. Llega unos de los días más esperados del viaje. Y es que recorrer las montañas de Meteora y explorar sus monasterios es todo un sueño viajero. Desayunamos bien en el hotel. Lo mejor: el yogur griego. Sencillamente espectacular.

Para llegar a las montañas, empezamos a subir con el coche por la ladera de la cara oeste. Pasamos por el pueblo de Kastraki, más pequeño que el de Kalambaka. La carretera es ancha y está en muy buen estado. Los temores de Fani se acaban pronto: conducir por la zona va a ser más fácil de lo esperado. Quizá lo peor sean las zonas de aparcamiento, pero todo y eso, nos apañamos bastante bien. Nuestro primer objetivo es llegar al Gran Monasterio de Meteora, el más grande. Hay que ir con cuidado cuando vas a explorar la zona ya que te puedes encontrar alguno cerrado ( hoy, miércoles, sólo cierra el de Roussonou). Hay 6 visitables en total. Cada día cierra uno. Llegamos a eso de las 09:15 hrs y tenemos que esperar un poquito ya que abre a las 09:30 hrs. Aprovechamos para hacer un montón de fotos y de imaginarnos como carajo consiguieron edificar el monasterio en lo alto de la colina. Una auténtica pasada. Lo más espectacular es ver las cestas con las que suben personas y/o provisiones. Afortunadamente nosotros podemos subir por escaleras. El sol y el calor aprietan a esas horas, pero no hay mucha gente y podemos recorrer el monasterio sin grandes agobios. Este es el más grande de todos y el más chulo de recorrer. La capilla no tiene desperdicio, con unos frescos bizantinos muy restaurados y con colores muy vivos. En ellos se escenifican a muchos mártires padeciendo muertes atroces a mano de los romanos. Tampoco se quedan atrás los demonios del infierno dando buena cuenta de los infieles. Nos parece muy explícito, quizá demasiado. Los niños se quedan mirando los frescos algo sorprendidos, especialmente Laura. En Sri Lanka nos pasó algo similar, aunque entonces los niños eran más pequeños.









Esa mañana visitamos otros dos monasterios. Ya sabéis que nosotros cuando nos ponemos, pues nos ponemos en serio. El segundo que exploramos es el de Varlaam. Nos parece también imprescindible. La zona exterior es espectacular, con un mirador con unas vistas de impresión. La capilla es más pequeña, aunque también tiene frescos restaurados. Tampoco dejan hacer fotos dentro de la misma. Tiene un museo pequeñito muy interesante con litografías de la segunda guerra mundial y del papel que jugaron los griegos en Meteora resistiendo al ejército alemán y subiendo tropas y munición a lo alto de las montañas. Para entrar en los monasterios hay que recordar que hay que llevar los hombros tapados y pantalón largo (debe cubrir rodilla como mínimo). La entrada cuesta 3 euros por adulto (los niños entran gratis).







El tercer monasterio que decidimos visitar es el de la Santísima Trinidad (Holly Trinity). Son más de las 13:00 hrs del mediodía y tenemos los niños al borde de - yo de aquí no me muevo -, pero resulta que mañana estará cerrado. Toca soborno: “tendréis tarde libre, piscina y pantallas”. Aceptan a regañadientes. Está en lo alto de una colina de caliza y lo que vale más la pena son las vistas desde la carretera y desde el mismo monasterio. Llegar a la entrada supone un gran esfuerzo (150 escalones a estas horas pasan factura a todo el mundo). Pero lo conseguimos. La capilla es más pequeña que los dos monasterios previos y no está restaurada. Las vistas desde lo alto de las colinas circundantes y del pueblo de Kalambaka  valen el esfuerzo de subir. Es en este monasterio donde se rodaron las escenas de la película “Sólo para sus ojos” de James Bond (Roger Moore). Por la tarde repasamos las escenas y damos fe de ello.



Bajamos cansados y con hambre, pero todavía flipando. No sabemos qué nos ha gustado más: si las vistas panorámicas de las colinas y los monasterios o las visitas a los propios monasterios. Un “must” de Grecia, sin lugar a duda.

Comemos en un restaurante – cocktelería del centro porque no tenemos ganas de buscar mucho. La pasta que nos pedimos está muy buena y el tubo de cerveza fría de medio litro que se pide Jordi ni os contamos. El postre lo tomamos en una heladería del centro: helados al gusto, crèpe de chocolate y café. Y después acabamos todos en remojo en la piscina del hotel. Lo prometido es deuda.

El día nos depara una última experiencia. Nos han recomendado ver la puesta de sol desde uno de los puntos panorámicos de Meteora, la “Sunrise Rock”. Cuando llegamos ya hay gente en el mirador, pero todavía llegará mucha más mientras esperamos. La zona no está habilitada con barandillas ni nada por el estilo. El mirador son las propias rocas y salientes de la ladera. Nos acercamos con cuidado, pero vamos viendo que no es tan peligroso como parecía a simple vista. Eso sí, nada de hacer el burro y tomar selfies sin mirar atrás. Vemos algún turista que se acerca peligrosamente (la gente puede llegar a ser muy inconsciente) aunque afortunadamente no pasa ninguna desgracia. La puesta de sol se hace esperar un poco, pero es muy chula desde el punto que escogemos. Hemos tenido suerte: no hay ninguna nube. David y Laura no pierden detalle. Laura lleva su cámara en la mano: al menos por un día, no sólo la utilizará para fotografiar gatos o perros. Ha sido un día muy especial.








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