12 de julio de 2018

MAI CHAU: EL HOGAR DE LOS THAIS

12 a 14 de Julio del 2018

Cuando decidimos visitar Vietnam, una de las imágenes que teníamos en mente era recorrer esos hermosos paisajes con montañas verdosas rodeados de incontables arrozales. Lo más popular para hacerlo es coger un tren e ir a la localidad de Sappa; allí tienes un montón de trekking esperándote. Nosotros teníamos 2 problemas: empezábamos a escasear de días y no nos hacía especial ilusión la idea de pasarnos la noche en el tren y ponernos a caminar al día siguiente con nuestros peques. Pero hay una alternativa: MAI CHAU. Esta más cerca de Hanoi (se puede ir en coche) y tiene un encanto similar. Sí... ya sabemos que no es lo mismo... pero era una experiencia similar. Y eso nos bastaba

Llegamos a Mai Chau des de Hanoi en coche la mañana del 12 de Julio (tardamos 3 horas y media). Esta vez decidimos alojarnos a los grande y nos dimos el gustazo de reservar 2 noches en el Ecolodge Mai Chau. El alojamiento es una pasada: rodeado de un exuberante entorno natural, los alojamientos son bungalows privados con vistas a los arrozales. Los bungalows son muy espaciosos y tanto el aire acondicionando (indispensable para que no te entren "bichitos" por la noche en caso de que se te ocurra abrir una ventana) como la WIFI funcionan de maravilla. Nos encontramos con 2 sorpresas no previstas: tenemos piscina privada para nosotros solos (a parte de la del hotel) y la terraza está orientada al oeste (por lo que tenemos puesta de sol por la tarde).

Como se lo debemos a los niños, pasamos la tarde en las piscinas del hotel (aquí sigue haciendo mucho calor) y salimos a dar un pequeño paso a última hora de la tarde para explorar un poquito el valle y sus arrozales.






Hacemos las comidas en el mismo Ecolodge. ¡Y nos ponemos las botas! Tienen una cocina local vietnamita sencillamente espectacular. Recomendamos el menú diario: viene con hasta seis platos (¡y son contar el postre!). ¡Y hay de todo! Sopas, ensaladas, rollitos, empanadas, arroces, noodles, carnes, salsas, pescado... uffff. Lo más espectacular que comemos es un pescado al vapor presentado en hojas de bambú delicioso que está para chuparse los dedos. Los niños quizá no lo disfrutan tanto aunque las sopas son muy resultonas y una de las noches devoran entre los dos la bandeja de pato con salsa de pimiento verde (para nada picante) y que David define como la versión vietnamita del fricandó de papá. Bueno... para qué engañaros... del pollo a la parrilla al estilo Mai Chau tampoco quedó nada al mediodía y si se descuidan los papás se quedan sin probarlo...


Por la noche montan un espectáculo de danzas tradicionales delante de la piscina con música en directo muy chulo. Es una sensación extraña pues no somos más de 30 huéspedes ninguna de las 2 noches. Nos quedamos embobados viendo las diferentes coreografías. La gran mayoría de danzas recrean episodios de la vida cotidiana de los thais, la etnia mayoritaria de la región de Mai Chau. Al final nos invitan a subir al escenario a sumarnos al baile y a beber vino de arroz (nos recuerda al sake japonés).

El viernes 13 tenemos contratada una excursión con trekking para explorar la reserva natural de PU LUONG. A primera hora de la mañana (mientras aún dormimos) se pone a diluviar pero después no amaina. Por un momento pensamos que se tendrá que suspender la excursión. Después de desayunar nos reunimos con el guía (ha dejado de llover pero sigue muy nublado): nos explica que lo vamos a intentar todo y que algunos caminos estarán embarrados y que seguirá lloviendo. ¡Bien! ¡Aquí no se suspende nada! Arrancamos a las 08.45 hrs y circulamos por una sinuosa carreterita de montaña por espacio de cerca de una hora y media. El paisaje tiene su encanto: se ve todo muy verde y misterioso pues está muy nublado. ¡La buena noticia del día es que va a hacer menos calor!

A las 10:15 empezamos el primer trekking. Mientras vamos caminando, el guía nos va explicando cómo viven los Thais, cómo mueren, cómo son. Supersticiosos, sencillos, fuertes.

La ruta empieza en una de las aldeas y nos adentra en el bosque. A ambos lados del camino van surgiendo terrazas de arroz y gente trabajando. 







Aquí la lluvia no detiene la actividad; todo lo contrario: hace menos calor y cuesta menos trabajar. Vamos viendo como hacen el sembrado las mujeres: utilizan una cuerda como referencia visual y se ponen en línea para ir colocando las plantas una a una para después desplazar la cuerda y continuar con el mismo proceso (el guía nos explica que esta tarea la hacen ellas pues son más meticulosas que los hombres). Tardará unos 4 meses en alcanzar la madurez y poder ser recolectado. Cada terraza permite un promedio de 2 cosechas al año. Vemos hombres arando y preparando otras terrazas para la siembra. Por el camino vamos viendo diferentes casas típicas: están hechas de madera y tienen una única planta. Con unos troncos les hacen ganar altura. Pensamos que es por el riesgo de inundaciones pero el guía nos aclara que es para ganar otro piso y así poder utilizar el nivel inferior de almacén o de comedor. Queda todo al aire libre pero en este país eso no es ningún problema porque nunca hace frío. Va llovizneando y llevamos puestos los chubasqueros. Hay un momento que se pone a diluviar (sólo dura unos minutos) y nos apretamos todos debajo del paraguas. Lo bueno es que aquí no te calas porque seguimos estando a más de 30º de temperatura.

El recorrido es circular y como al principio hacia bajada acabamos teniendo rebelión de Laura cuando empieza la subida. Y ya sabemos como acaban las rebeliones de Laura: unos ruegos y unos besitos y... ¡a caballito del papá! David sigue en su línea habitual casi siempre en primer lugar y cerca del guía. Terminamos a eso de las 12:00 hrs: ha sido más de una hora y media aunque a paso tranquilo.





Después nos llevan en coche a otra aldea (media horita aunque desandando camino). Allí vamos a una casa a degustar comida local. Comemos en unos bajos y sentados en sillas (a diferencia de nuestra experiencia local cuando llegábamos a Dong Hoi). Nos sirven un poco de todo y está todo muy bueno, la verdad. Lo mejor es la carne de cerdo envuelto en hojas como si fueran pinchos ( cuidado: las hojas no se comen), el caldo (espectacular) y el té con el que nos obsequia el anfitrión (un pelín amargo si lo dejas enfriar). Encontramos cachorros de perro por todas partes; los niños están entusiasmados.


Después de reponernos (son más de las 14:00 hrs) iniciamos el 2º y último trekking previsto del día. Parte de la misma aldea donde hemos comido y esta vez no tenemos que volver al mismo sitio: el coche se desplaza al punto de recogida. Es una caminata bastante sencilla en medio del bosque con pequeños desniveles que pasa por diferentes aldeas. Por el camino seguimos viendo a los locales faenando en los arrozales o trabajando la madera para sus casas. El guía nos explica que el gobierno prohíbe la tala de árboles pero que aquí obtener madera y bambú constituye un elemento fundamental para su subsistencia. Con la madera se construyen las casas y cocinan. Con el bambú construyen canalizaciones de agua para optimizar el riego y drenaje de las mismas. Las aldeas son pequeñas. La gente nos mira desde sus casas con curiosidad y nos saludan con amabilidad. Vemos muchos padres cuidando de los niños (las mujeres están sembrando).

Aquí hay pocos juguetes para los niños: de repente el guía corta una hoja y sopla sobre la savia... para sorpresa nuestros niños unas burbujas salen volando por el aire. Todos sonreímos. Aquí hay que agudizar el ingenio para divertirse.








En las casas tienen establos con animales: vemos sobretodo terneros y cerdos. Nuestros niños los miran con curiosidad. Vamos viendo gallos y gallinas sueltos con su tropel de pollitos detrás. Laura intenta coger uno: su mamá gallina se interpone y pronto abandona la idea. También vemos muchos perros; unos hasta nos acompaña todo el camino.

Tras atravesar una última aldea nos volvemos a adentrar en el bosque. El tiempo ha mejorado: desde que paramos a comer no ha vuelto a llover y hasta parece que va a salir el sol. Hace más calor. Eso sí, los caminos están muy embarrados. Laura empieza a estar cansado y cada vez pide ir a caballito con más insistencia. David como siempre: el primero junto al guía. Fani y yo los miramos desde atrás: ¡están conversando en inglés entre sí! Finalmente parece que nuestro David se está dejando ir con el idioma. A ver si este año no se queja tanto cuando le toque ir a la extraescolar de inglés... qué bien que lo apuntáramos... qué bien que...
¡Pero qué hace David en medio del río, sin el calzado y con el agua hasta las rodillas! ¡ Y el guía igual! No será que... Oh no... Oh sí... no no no ... no puede ser...



Efectivamente... las lluvias de la mañana han provocado una pequeña crecida en el camino y no hay más remedio que descalzarse un cruzar con el agua hasta las rodillas un tramo de aproximadamente 20 metros. El guía nos mira sonriente. David ya ha cruzado. Pues nada para allá que vamos. Laura a caballito de Jordi y Fani cámara en mano inmortalizado el momento. No podemos dejar de pensar que el médico del departamento de Sanidad y Vacunación de Tarragona (muchas veces nos acordamos de él durante el viaje... pero lo de hoy es de matrícula): "¿porque vosotros no os váis a poner a caminar por un lodazal, verdad?". Mejor no pensar en sanguijuelas ni cosas por el estilo.
Pasamos sin percance alguno y nos volvemos a calzar tras intentar secarnos los pies encima de una piedra. ¡Ha sido divertido!

Tras una última pendiente nos encontramos con carretera y nuestro coche esperándonos. Es el final de la excursión. Son casi las 16:00.
Iniciamos el camino de retorno: como ya habíamos desandado previamente bastante, en menos de una hora nos plantamos en el hotel. Y en menos de 5 minutos ya estamos en la piscina.
Ha acabado apareciendo el sol: tenemos una 2ª puesta imponente.





- Porque vosotros no vais a dormir cerca de ningún arrozal, ¿ verdad ?

El sábado 14 tiene poca historia. Dormimos hasta tarde y, de nuevo muy a nuestro pesar, preparamos las maletas tras desayunar. Tenemos el tránsfer de vuelta a Hanoi a las 13:15 hrs (nos esperan otra vez 3 horas y media de conducción). Aprovechamos la mañana para volver a bañarnos en la piscina, hacer unas últimas fotos y comer. Esta vez con lluvia. 

¡Nuestra estancia en Mai Chau ha sido una experiencia muy recomendable y la repetiríamos sin dudarlo! 

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