26 de junio de 2018

Reyes, pagodas, budas, leyendas hindúes, tronos y... TRUENOS!

Nos despertamos a eso de las 07:00 am. Una enorme claridad inunda la habitación... miramos por la ventana con expectación y... HA SALIDO EL SOL! 

Tenemos que despertar a los niños que todavía duermen como lirones. Subimos a la planta 14 del hotel (la 13 sencillamente no existe) y descubrimos que para entrar en el comedor nos tenemos que descalzar. Eso sí: nos espera un suelo impoluto. El desayuno está muy bien. Tenemos tostadas con mantequilla y cereales para los peques. También hay fruta. Jordi desayuna a lo camboyano: arroz, vegetales y tortilla. Y no se raciona la leche!

No nos entretenemos mucho: tenemos muchas cosas que ver y poco tiempo. La meteorología da tormenta eléctrica para ese mismo día. Nos alegramos mucho de que de momento no se cumplan las previsiones. Nada más salir a la calle nos encontramos con el gran escollo del día; el CALOR. Son las 08:30 am y ya estamos a más de 30º. Madre mía! No querías sol... PUES TOMA SOL!

Tras dar un pequeño rodeo de camino a nuestro primer destino llegamos a la conclusión de que la agenda del día se va a tener que acotar dado el intenso calor. Y es que vamos con los niños y, a pesar de que de buen inicio se lo toman con ilusión, sabemos de sobras que la "alegría" durará poco...

Tras media horita de paseo llegamos al Palacio Real de Phnom Penh. Todo un "must" de la capital camboyana. Es un complejo de edificios que está dividido en 3 recintos principales: en el centro tienes la Sala del Trono, al norte la Pagoda de Plata y al suroeste el palacio Khemarin. Los 2 primeros se pueden visitar. No así el palacio Khemarin que se haya separado del resto del complejo por un muro y es la residencia actual del Rey de Camboya. La entrada cuesta 10 dólares por adulto. David y Laura entran gratis. Varios guías se ofrecen para acompañarnos durante la visita pero esta vez optamos por hacerla a nuestro aire. 


                           

                          

                          

El calor es sofocante y el sol aprieta de lo lindo. Afortunadamente los diversos edificios que nos encontramos durante la visita dan sombra y eso es un verdadero tesoro. No hay mucha gente y casi todo son grupos. Si te esperas a que pase cada grupo te lo encuentras todo para ti sólo. La visita se divide en 2 partes pues accedes a 2 recintos separados. En el primero te encuentras la Sala del Trono en medio de la plaza: es sencillamente impresionante. Tanto en cuanto a tamaño, como en majestuosidad y luminosidad. El techado es precioso. No se puede entrar dentro; actualmente se utiliza como un lugar religioso y para las ceremonias reales ( coronaciones, bodas, … ). Los niños empiezan a quejarse; tenemos que recurrir a las promesas de piscina y juegos para la tarde...



Después llegamos al 2º recinto: allí está la Pagoda de Plata. Se denomina así porque su suelo está cubierto por más de 5000 baldosas de plata de 1 kg cada una. Pero la verdad es que está todo tan enmoquetado que no nos llaman la atención. Esta sí se puede visitar. Dentro se está muy bien: todo cubierto y con unos ventiladores estupendos. Te tienes que descalzar. Dentro hay diversos tesoros nacionales: piedras precios, figuras de Buda, espadas, cofres, … Lo que más nos llama la atención es la estatua de cristal del Buda Esmeralda ( el de Camboya; no el de Tailandia ) en lo más alto del pedestal central; una pena que esté tan arriba pues no es fácil de ver bien. A los pies del pedestal tienes otro Buda de tamaño real y con incrustaciones de diamante que también impresiona lo suyo.



Alrededor de la Pagoda de Plata te encuentras con diferentes atrezzos como:
- un bonito mural realizado en el año 1900 ( algunas partes se conservan muy bien ) que representa el relato épico de Rama y la batalla de Lanka. Es una leyenda hindú.
- una estupa y una estatua del Rey Norodom ( fundó el recinto en el año 1866 ).
- una réplica a escala del santuario de Angkor Watt que dentro de unos días visitaremos a escala real en Siem Riep


                          


                           

Terminamos la visita tomando unos refrescos fresquitos a la salida. Nos ha llevado unas 2 horas verlo todo y con tranquilidad. Al salir optamos por dirigirnos al edifico del Museo Nacional de Camboya. Los niños están cansados y no tenemos tiempo de hacer la visita; la dejamos para más adelante.


Comemos en un restaurante y optamos por hacer una incursión en la comida camboyana local:
- pescado al AMOK: una especie de curry, con leche de coco y algunas especias servido todo en un cuenco y con arroz de acompañamiento.
- ternera al LOK LAK: carne cortada a trozos servida sobre una cama de lechuga, pepino y tomates. Me ponen la salsa aparte ( como me conocen! ): zumo de lima, sal y pimienta de Kampot. La verdad es que no pica nada y está muy buena. Te la sirven con arroz y un huevo frito encima de acompañamiento. 
Con los niños no arriesgamos: hamburguesa doble y partimos la ración. Y de postre plato de fruta para todos.

                         

Al salir descubrimos como está cambiando el día: unos nubarrones han empezado a salir y amenazan con descargar una buena tormenta. Hechamos un vistazo rápido a la avenida Preah Sisowath ( o Riverside ) con sus vistas del enorme río Tonle Sap. Aquí nada de aguas cristalinas: se ve todo bien marronáceo. 

De vuelta al hotel callejeamos fiándonos de nuestra intuición. Callejones sin salida, cables eléctricos colgando sin orden ( algunos bastante cerca del suelo; nos parece increíble que funcione la luz así ), aceras atestadas de motos y cientos de tuk-tuks que esquivar. 


                          

                                       

Los niños están a punto de montarnos un motín: nos toca volver al hotel para apurar la piscina prometida. Sólo es mediodía, a pesar de que parece que llevamos todo el día haciendo cosas. Será el calor...
Estamos de suerte: nos da tiempo de darnos un bañito refrescante a los 4! Nada más llegar a la habitación llega de nuevo el diluvio. Cenamos en el hotel: Pad Thai & Tom Yom with seafood


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