Nuestro viaje empieza la tarde del
domingo 16 de Julio del 2017. En efecto, llegar a Sri Lanka con nuestros peques
ya es una aventura por sí sola. Primero coche hasta el aeropuerto: tenemos
suerte con el tráfico a pesar de que es domingo por la tarde y vuelven a la
ciudad un montón de domingueros. En el aeropuerto parece que todo el pasaje ha
decidido (como nosotros) llegar al aeropuerto con tiempo y nos encontramos un
mogollón de gente en los mostradores de facturación de la compañía Qatar
Airlines a pesar de que faltan… CUATRO HORITAS para el despegue. Nos sorprende
lo bien organizadas que están las colas y la efectividad del personal de los
mostradores. El vuelo lleva un retraso de una hora: nos sorprende que nos lo
hagan saber (imaginad si cualquier otra compañía se molestaría en decirte nada)
y nos tranquilizan diciendo que el 2º vuelo en Doha nos esperará. Con los
controles tenemos suerte: en el policial nos aprovechamos que vamos con 2 niños
para pasar por la cola rápida (el carrito de bebé ayuda mucho) y en el de los
pasaportes casi no hay nadie. Nos da tiempo de cenar tranquilamente y de
esperar con las fieras en la sala de embarque jugando con nuestro parchís
portátil con David y con un juego de memoria con Laura. De todos modos y a
pesar de nuestros esfuerzos al final los niños están tan aburridos y cansados
de esperar como nosotros.
Subimos al primer avión a eso de las doce
de la noche: dura 6 horas y aterriza en Doha. Los niños (sobretodo Laura)
consiguen dormir la mayor parte del trayecto. Durante el viaje te dan de comer
y beber y echan buenas pelis de estreno en la TV que tienes para ti sólo. Al
aterrizar los niños se despiertan y queda claro que no volverán a dormir más.
Justo al salir del avión un empleado de la compañía espera a los pasajeros del
2º vuelo a Colombo y nos ayuda a alcanzar la puerta de embarque correcta sin
perdernos por los pasillos y escalinatas de la terminal (control policial
incluido). En menos de 20 minutitos llegamos; nos alegramos de que los niños
estén despiertos porque nos ayudan un montón. El 2º vuelo es de 5 horas. Se
hace más pesado porque vamos más cansados y los niños van despiertos todo el
camino. Tocan dibus y Star Wars. Nos dan de comer y Laura come muy a gusto (notición!!!).
Al llegar lo primero que te encuentras es
el control de inmigración: tienes que rellenar un pequeño y breve impreso que
hay en una de las mesas de acceso y entregarlo junto con los pasaportes. La
gestión es muy rápida: comprueban que la información concuerda con la del
visado electrónico que solicitamos vía e-mail desde casa y te dejan pasar. Nos
sorprende una tienda de licores enorme “tax free” y un sinfín de bazares de
electrodomésticos con descuentos que son para los habitantes de la isla (porque
tú no te vas a comprar una lavadora o una nevera… está claro). Pasamos por el
aseo: tienen una ducha al lado del lavabo que no tenemos claro si es para limpiar
la taza o refrescarte el culo. Al final del pasillo – market nos esperan las cintas
con las maletas: y… a pesar de todo… ALLÍ ESTÁN!!!!! Felicitaciones a Qatar
Airlines y su etiquetado “rapid transfer”. No tuvimos tanta suerte con la
compañía que nos llevó a Perú. Nada más salir de la terminal te encuentras con
oficinas de cambio donde adquirimos nuestras primeras rupias (una rupia
equivale a 171-178 euros según si compras o vendes).
Afuera nos espera Pilar de la agencia
Mayahya. Es catalana pero hace años que trabaja en la isla. Es encantadora. Nos
presenta el que va a ser nuestro chófer - guía durante todo el viaje: Danhu (un chaval
de 28 añitos muy simpático con el que nos comunicamos en inglés) y nos
acompañan a nuestro hotel en Negombo (el Beacon Beach). Vamos en una furgoneta
climatizada y muy amplia donde hay espacio de sobras tanto para nosotros como
para nuestras maletas. El trayecto dura media horita y los niños se quedan
dormidos. Una vez llegas al hotel nos reciben con un refrigerio y aclaramos
aspectos del tour guiado con Pilar ( Fani explicará más adelante este tema ).
Después subimos a la habitación: nos asigna una suite muy espaciosa y luminosa
y con unas vistas preciosas de la playa de Negombo. No tenemos fuerzas para
visitar nada. Nos duchamos, cenamos en el restaurante del hotel (no pica nada
por esta vez) y dormimos un porrón de horas los 4 en una super cama “king size”.
Al día siguiente tocan 4 horas de coche
hasta Anuradhapura. Antes de iniciar la ruta visitamos el “fish market”: a
simple vista está todo bastante sucio y desordenado. Pero es una visita muy
interesante ya que no deja de ser un retrato de la realidad de la vida de los
pescadores del país en Sri Lanka y puedes reconocer peces con los que estamos
todos muy familiarizados y sorprenderte con otros que no habías visto en tu
vida. En las afueras del mercado están tendidos en el suelo un sinfín de
pescados secándose al sol encima de las redes de pesca: los dejan madurando
entre 2 y 3 días allí para obtener los “dry fish” que después también
comercializan. Nos llama la atención que hay un montón de pájaros al acecho y
que se cobran un buen botín durante nuestra visita.
Tras la visita iniciamos el recorrido en
coche. El viaje se hace un poco pesado aunque los niños duermen la mitad del
camino; no es que sean muchos kilómetros… el problema es que son carreteras con
poco arcén, un solo carril para cada sentido, no puedes pasar de 70 km/h (hay
un montón de controles policiales) y tienes que estar todo el camino
adelantando bicis, motos, tuk tuks, autobuses, camiones, … Por el camino
comemos en un restaurante de carretera limpio y espacioso donde degustamos
nuestro primer buffet indio (las cosas empiezan a picar bastante) pero nos
deleitamos con unos zumos naturales riquísimos (de piña y lima). A los niños
les obsequiamos con un arroz con pollo que no pica. Y de postre para todos
fruta que por el momento es una constante de los menús (sueles encontrar piña,
sandía y papaya).
A eso de las 4 de la tarde llegamos a
nuestro hotel las próximas 3 noches: el Palm Garden Village. Es sencillamente
espectacular. Es un complejo inaugurado en el año 1996 donde los alojamientos
son cabañas climatizadas con unos acabados lujosos. El exterior es un precioso
bosque donde los niños se encuentran con sus primeros monos; los miran
fascinados. Estos se muestran bastante pacíficos manteniendo las distancias
desde los árboles aunque nos sorprenden más tarde bajando a la piscina a beber
agua. Tras instalarnos nos queda tiempo de sobra para darnos un merecido
chapuzón en la piscina y empezar a completar con los niños su Diario de Viaje.
Están más activos que el día anterior y juegan todo el rato el uno con el otro.
Durante la cena tenemos ciertas dificultades con la selección de productos (y
mira que es un buffet…) porque pica casi todo (hasta la sopa!); suerte del pan,
los frankfurts y la fruta. Los adultos no encontramos tantas dificultades pero
es que parece que nuestros peques tengan un detector de picante en la punta de
la lengua!
1 comentario:
Que chulo!! Nosotros en India no encontramos casi nada sin picar, así que por esas latitudes que tengáis suerte!. Nosotros aquí conformánimos con«juego de tronos»:))
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