En medio de un viaje ajetreado y lleno de sorpresas a veces
es bueno sentarse tranquilamente a tomar un té y contemplar un bonito paisaje.
Pero si lo puedes hacer junto a Thomas Lipton, el famoso magnate escocés del té
que montó un negocio fructífero por muchos años en la isla, pues mucho mejor.
Madrugamos un poco y nos ponemos en marcha a las 07:30 am
tras un excelente desayuno en nuestro hotel. Nos dirigimos a Haputale, pueblo
mayoritariamente tamil, encaramado en los lindes meridionales de las tierras
altas. Hace un día soleado precioso. Las vistas desde la furgoneta son
espectaculares: pendientes pronunciadas a ambos lados con terrazas de plantaciones
de té. A 11 kms de Haputale ( 1 hora de coche.. ) llegamos a la Dambatenne Tea Factory, la más
popular en la zona y construida por Thomas Lipton en 1890. Allí tomamos un tuc-tuc
en dirección al mirador Lipton’s Seat. El recorrido se puede hacer a pie ( nos
cruzamos con turistas que sí lo hacen ) pero se hace por la carretera (
transitada ) y vamos con los peques. Optamos por la opción sencilla. Además a
los niños les entusiasma volver a montarse en uno ( ya lo hicieron en Sigiriya
).
El camino es espectacular: laderas de montañas y terrazas de
té por todas partes. También vemos construcciones tipo barracas en los lindes
de las plantaciones donde probablemente residan los trabajadores de las plantaciones.
La inmensa mayoría de los trabajadores del té son tamiles, unos de los grupos más
marginados del país. Y la recolección ( las hojas se recogen a mano cada día )
la suelen llevar a cabo mujeres tamiles. Conversamos con el chófer del tuc-tuc: nos
explica que su sueldo diario suele ser de tan sólo 600 rupias al día ( ¡ al
cambio son 3.4 euros ! ). Por el camino nos cruzamos con una recolectora y a
cambio de una fotografía ( aunque ella no nos pide nada ) le damos 200 rupias.
Tras un largo ascenso y tras alguna que otra parada por el
camino para fotografiar alguna vista deslumbrante llegamos a la cima, al Lipton
Seat. Allí te encuentras un mirador con una estatua del magnate escocés sentado
en un banco de piedra. Tienes una panorámica de cerca de 360º sobre el valle y
las plantaciones de té magnífica. Podemos acercarnos a las plantas para
observarlas con atención: los arbustos suelen plantarse a 1 m de distancia unos
de otros en terrazas acotadas. Miden 1 m de altura y se podan con regularidad
para que crezcan nuevos brotes, impedir la formación de frutos y maximizar la
producción de hojas. Los niños se
pasean por el mirador contentos tras la ascensión con el tuc-tuc y expectantes
para volver a subir e iniciar el descenso.
Unas mujeres nos paran para explicarnos que son tamiles, y descendientes de varias generaciones de esclavos en Sri Lanka. Recogen dinero para invertirlo en educación, ya que opinan que esa es la única manera de poder mejorar su forma de vida. Donamos algunas rupias y nos hacen rellenar un formulario donde consta nombre, email y cantidad donada. Teóricamente nos mandaran un email con lo conseguido para que veamos que no se trata de una estafa.
Unas mujeres nos paran para explicarnos que son tamiles, y descendientes de varias generaciones de esclavos en Sri Lanka. Recogen dinero para invertirlo en educación, ya que opinan que esa es la única manera de poder mejorar su forma de vida. Donamos algunas rupias y nos hacen rellenar un formulario donde consta nombre, email y cantidad donada. Teóricamente nos mandaran un email con lo conseguido para que veamos que no se trata de una estafa.
El descenso es un poco accidentado: nuestro conductor baja a
toda pastilla ( lo hace cada día y está acostumbrado; nosotros no ). Pinchamos
una rueda. El chófer la cambia en 3 minutos ( le ayudamos un poquito ). Los
niños se lo pasan genial.
Al llegar a la fábrica de té nos reencontramos con Dhanu y
volvemos para Bandarawela. Antes de llegar al hotel nos paramos para visitar el
templo budista de Dowa. Resulta una auténtica sorpresa dentro de su sencillez.
Recordad que es un templo budista: de nuevo se precisa pantalón largo y
descalzarse. Lo primero que te encuentras es un santuario que recubre una cueva
en su interior ( su emplazamiento original tal y como nos explica Dhanu ).
Conserva sus paredes pintadas originales y es espectacular ver como lo rodean
las mismas paredes del edificio. Vemos esculturas de Buda, feligreses rezando y
haciendo donativos florales y paredes pintadas con excelentes murales budistas
de estilo ceilandés que explican la vida de Buda y sus visitas a la isla de Sri
Lanka. Cuenta la leyenda que el templo también esconde un túnel
subterráneo secreto que va directo a Kandy. Dhanu la confirma ( lo leemos en la
Lonely Plantet ) y nos explica que dicho túnel conectaba hasta 5 templos,
incluido el de Kandy y que se creó para comunicarlos de forma secreta y
proteger el Diente de Buda en caso de asedio a uno de ellos. Nos aclara que en
la actualidad quedan restos de algunos de ellos pero son ruinas. A la salida,
como colofón final, nos espera un Buda erguido tallado en la piedra de 4 metros
de altura.
Volvemos al hotel para la comida. Pasamos la tarde
holgazaneando tan tranquilos. Los papás escriben blog y los peques su diario de
viaje. Un poco de tablet y unas vistas desde la terraza que quitan el hipo con
puesta de sol incluida. Día tranquilo de relax en las Tierras Altas.
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