4 de agosto de 2016

RIGI & GOLDAU TIER PARK

Nos despertamos todavía con las imágenes del Monte Pilatus en nuestras retinas. Hace un día radiante. Toca de nuevo excursión por la montaña. Esta vez subiremos al Monte Riggi. Es lo que tiene estar de vacaciones que los días y las experiencias se suceden sin descanso y que apenas tienes tiempo de digerir lo del día anterior que ya te ves inmerso en una nueva aventura.

Se puede subir al Monte Riggi de diversas maneras. Teniendo en cuenta que estamos alojados en Sattel, para nosotros la forma más rápida de llegar es vía Goldau. Los trenes son de color azul y el trayecto dura aproximadamente 50 minutos hasta la cima, el Riggi Kulm. Alcanzas 1797 metros de altitud. Nada más bajarte sólo tienes que abandonar la estación de trenes y subir por una cuesta apenas 10 minutos y te encuentras en la cumbre de la montaña. El viaje es tranquilo. Los niños suben emocionados.

La cima te obsequia con unas vistas espectaculares. Dos cosas nos llaman la atención en relación a la excursión del día anterior al Monte Pilatus: la primera es que esta vez las condiciones climáticas son excelentes y no hay ni una sola nube en el cielo por lo que podemos disfrutar de las vistas mucho mejor. Lo segundo es que la cumbre es muy extensa con lo que la gozas de más espacio para moverte y sientes menos agobio cuando te ves envuelto por el tropel de turistas. Laura y David están muy contentos: tiene más espacio para correr y saltar que le día anterior y se nota. El paseo es circular y te lleva cerca de una hora si te entretienes haciendo fotos. En media hay una torre de telecomunicaciones que intentamos escalar con David y Laura: desistimos en cuanto nos encontramos con una barrera por el camino.






Como nos apetece caminar un rato, optamos por bajar hasta la estación previa, la Rigi Staffel (1603 metros).  Se salva un desnivel de 200 metros en apenas media hora. El camino serpentea ladera abajo. Para entretener a David ( a la que tiene que caminar se acuerda de que está cansado ) se nos ocurre proponerle un juego: hacer sumas. Un exitazo.  Nos quedamos sorprendidos. 

A Laura la llevamos en la manduca. El sol pega muy fuerte y hace mucho calor. Enseguida hace mella en nosotros. Al llegar a la estación de Rigi Staffel optamos por emprender el descenso de regreso a Goldau no sin antes detenernos en la estación y dejar a David saltar como un loco sobre una inmensa colchoneta que hay cerca del restaurante. Al lado hay un tobogán bien largo por el que David no puede resistirse lanzarse y casi tenemos un disgusto con el aterrizaje.




Al alcanzar el coche nos encontramos con un disgusto importante: la maldita cerradura del maletero vuelve a fallar. Ya se tuvo que cambiar en la SEAT hace 4 años y no pudimos circular con el vehículo 3 días hasta que tuvieron la pieza de recambio en el concesionario. Tras varios intentos de cierre y oír diversos crujidos parece que la suerte nos sonríe y logramos cerrar el maletero. Sabemos por nuestra experiencia previa que si lo volvemos a abrir puede que no se cierre más. No nos planteamos cambiar la pieza (no hemos visto ningún concesionario SEAT por el camino y nos pensamos estar 3 días sin usar el coche ). Además estamos en el quinto pino. Optamos por no abrir más el maletero el resto del viaje: a partir de ahora para cargar las maletas y la nevera hay que sacar la silla de David cada vez y bajar los asientos traseros. Una movida importante. 

Nuestra anfitriona en Sattel, Annelise, nos había dado una tarjeta para el Tierpark en Goldau. Es un pase anual para entrar las veces que quieras. Ella lo tenía por sus nietos. Nosotros lo aprovechamos y entramos "by the face" en el recinto. Nada más entrar hacemos un picnic en una de las zonas habilitadas y nos lanzamos a explorarlo. La verdad es que nos recuerda en algunos aspectos al de La Cuniacha en el Pirineo Aragonés: tiene un enorme espacio natural donde te vas encontrando un sinfín de animales autóctonos, algunos enjaulados pero otros, en libertad, deambulando junto a tí. David y Laura sufren una transformación: de repente es como si caminar por la montaña no les cansara. No paran de correr, saltar, reir y gritar durante las más de 2 horas que dura nuestra caminata. Sobretodo enloquecen con los ciervos y las cabras que se pasean junto a ellos: les compramos una caja con comida ( las venden por todo el parque para que les des de comer a los animales ) y Laura se encarga de guardar y gestionar las provisiones ( le asusta acercarse a los animales) mientras David se acerca a darles de comer. David me ha dicho que tienen la lengua suave uy que le hacen cosquillas.

Vemos muchos animales pero sobretodo nos impresiona el entorno natural y la zona de los búhos. Nos despistamos con la hora y los niños y nos cierran el parque en las narices ( cierran a las 18:00 hrs ). Por desgracia no nos da tiempo de ver ni los osos, ni los lobos, ni los linces. Aun así la visita nos entusiasma tanto o más que a nuestros niños. Nos prometemos volver con más tiempo. 








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