15 de agosto de 2015

CÓMO CUESTA LLEGAR AL PARAÍSO

En efecto. Nos esperaba un viaje largo y pesado. Cargados como mulas, a pesar de los esfuerzos por conseguir minimizar al máximo el equipaje, salimos de casa en dirección al aeropuerto de Barcelona. Encontramos una estupenda oferta para dejar el coche en el parking de la Terminal 1 por 90e 17 noches, lo cual es bastante más barato  que aparcar en zona azul en Vilafortuny en verano. 

El vuelo salía  puntual. Habíamos  hecho el checkin online con lo que evitamos las largas colas del aeropuerto. No evitamos el control policial, las casi 12h de vuelo via Madrid, los niños incansables ( adoro la era de la tecnología, las tablets y los auriculares ), el control de inmigración  en la aduana Mejicana, los niños dormidos sumándose a nuestros bultos que no eran pocos ( 6 ), la recogida de maletas ( que por suerte llegaron sin perderse ) y el taxi hasta el apartamento ( con su taxista parlanchin, guía local, tour operador del tiburón ballena y que casi se pierde )  y por fin la cama. No es que nos molestara que el taxista hablara hasta los codos y nos explicara su teoría sobre el mundo malla y los meteoritos, pero es que fisiológicamente hablando, para nosotros eran las 2 de la madrugada y a esas horas ya no teníamos  humor de ningún  tipo. A David  le impresionó  mucho porque no dejaba de decir que veía meteoritos por todas partes cuando en realidad,  eran las luces de neón  de la zona hotelera, que se extiende por la costa, unos 23km!

En total, desde que nos levantamos esa misma mañana  hasta que nos pudimos acostar, pasaron 22,5h ( Jordi siempre calcula esas cosas ). 
Afortunadamente, el apartamento ( Cancun Guest House Airbnb ) estaba genial. Pequeño  pero suficiente y muy cerca de la estación  de  autobuses  ADO, la principal compañía  que opera en Yucatan. Oscar, el anfitrión,  nos recibió  amablemente y nos explicó  lo más importante; cómo funciona el aire acondicionado.
Por fin nos vamos a dormir. Los peques, sobre todo David,  no han llevado muy bien el tema del cambio de horario. A las tres de la madrugada no dejaba de preguntar si ya era de día. .

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