2 de diciembre de 2018

SAO MIGUEL, LA ISLA VERDE DEL ATLÁNTICO

Este año decidimos pasar nuestras vacaciones "blancas" en un país con un clima algo más cálido que el año pasado (todavía escarmentados por el frío que pasamos en Viena... ufff ). Nos decidimos por la Isla de Sao Miguel, en las Azores.

Para llegar no hay vuelo directo desde Cataluña. Te lleva TAP Portugal y tienes que hacer escala en Liboa o Oporto. Nosotros paramos en Oporto (2 horas el primer vuelo y otras 2 el segundo). Sin retrasos. Por desgracia nos rompen una maleta. La reclamación se hace muy farragosa. Nos piden que les dejemos la maleta vacía. Decidimos que la traeremos mañana ( básicamente porque no tenemos donde poner todo su contenido ).

Nos espera un Renault Captur de alquiler contratado con la compañía Six: nos sorprende que nos cobran un pastizal por las sillas de los niños (finalmente les ponemos unos simples elevadores) y nos repiten hasta la saciedad que los arañazos de más de 5 cms serán cobrados (nosotros detectamos cosas más importantes; como por ejemplo que tenemos fundida una de las luces de marcha atrás...).

Nos alojamos en el pueblo de Säo Roque: está prácticamente unido a Ponta Delgada, siendo una extensión residencial de la ciudad hacia el este y bordeando la costa. No tardamos nada en llegar: el aeropuerto está muy cerca de Ponta Delgada. A Fani le cuesta un poco "hacerse" con el coche pero todavía es de día. De Säo Roque llama la atención su iglesia y la playa que tiene justo enfrente, la Praia das Milícias. Tenemos contratada estancia en Milícias Beach Apartments y allí nos espera nuestra anfitriona, Aldina. El apartamento es una pasada: 2 habitaciones, lavabo con bañera, una cocina amplia y funcional y un salón comedor enorme donde los niños enseguida instalan su "sala de operaciones" (¡y encima hay Wii!). Aldina nos da instrucciones de gran utilidad y nos tiene preparado un té verde con unas magdalenas que están para chuparse los dedos.

Como no son ni las 18:00 hrs (aquí hay que retrasar los relojes 2 horas respecto a España; el cambio horario ha jugado esta vez a nuestro favor) nos da tiempo de ir al supermercado a hacer la compra. Tenemos uno abierto en Livramento (un barrio residencial que está muy cerquita de nuestro alojamiento). Es pequeño pero está lleno de productos locales. ¡Y a muy bajo coste! Enseguida nos hacemos con lo indispensable para nuestros primeros días en la isla.

Llegamos al apartamento con el tiempo justo para bañarnos y tomarnos una buena cena que bien merecida nos la tenemos. Los niños están muy cansados.

El tiempo no nos acompaña en nuestro primer día en la isla: se pasa gran parte del día llovizneando y ni rastro del sol. No hace mucho frío: con una manguita larga va uno sobrado. Nos vemos obligados a adaptar la agenda del día al tiempo.

Antes que nada vamos al aeropuerto a llevar la maleta. Una vez allí, nos dicen que no, que tenemos que llamar a un número que nos facilitan, donde tenemos que volver a explicar por cuarta vez, lo que ha pasado. Ya veremos...

Nos decidimos por una de las opciones que nos propone Aldina "para los días lluviosos": visitar la Gruta do Carvao. Situado al oeste de la ciudad (cerquita del aeropuerto), se esconde este complejo de rutas subterráneas excavadas por la lava volcánica.

La entrada pasa algo desapercibida, de hecho, no la encontramos a la primera. A la Gruta se accede desde dentro de un local.
Tienen 2 recorridos: lo habitual es hacer el corto (la entrada cuesta 5 euros) y se trata de una visita guiada por un tramo de 200 metros. El recorrido largo hay que reservarlo con semanas de antelación. Sólo pueden entrar 5 personas por grupo y la edad minima es de 10 años.



Hacemos el corto. El acceso a los túneles está acondicionado y la visita es muy segura. Te hacen ponerte un casco. El recorrido es cortito pero ideal para los niños pues se cansan pronto. Lo que más nos gusta son los colores de las paredes de los túneles y la sensación al pisar las piedras volcánicas del suelo (aquí no hay pasarelas que valgan).

Salimos al exterior y llueve. Nos vamos a Ponta Delgada y paseamos por el centro. Algunas calles son peatonales. El centro está lleno de edificios coloniales. Nos sentimos como si hubiéramos dado un salto en el tiempo. Pasamos por la Iglesia y llegamos a las puertas de la Ciudad, que nos llevan hasta el mar. Allí, justo al lado del paseo, paramos a comer en el Restaurante Cais Da Sardinha ( superrecomendable, en especial, el atún y la sopa de pescado ).




Como no deja de llover no tenemos prisa, y nuestros planes para la tarde consisten en visitar el fuerte militar y su museo. Nos soprenden la gran cantidad de antiguallas que tienen, des de material quirúrgico e instrumentos, hasta vehículos, uniformes y armas. Lo mejor, sin duda, es el edificio en sí. La fortificación está llena de salas conectadas entre sí por túneles y pasadizos donde se exponen las piezas. David y Laura están encantados, claro, pero cuando ya llevamos poco más de una hora, empiezan a impacientarse.




Después callejeamos por las calles empedradas del centro hasta llegar de nuevo a la Iglesia. Esperamos en el Café Central ( justo enfrente ) a que se hiciera de novhe, para poder ver la iluminación de Navidad.



Porque aquí también es Navidad...











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