La verdad es que no se puede negar que
hemos tenido mucha suerte a lo largo de todo el viaje con el tiempo. En general
hemos tenido días soleados y de mucho calor. Pero teníamos muy presente que era
más que probable que la lluvia hiciera acto de presencia. Y más cuando
pasásemos por el sur de la isla en época de verano que es cuando ésta se ve
afectada por el monzón. Y finalmente el día llegó.
Tras un domingo con un tiempo cambiante e
inestable pero en el que pudimos disfrutar bastante del sol tanto en la playa
como en la piscina, apareció el temporal justo cuando estábamos desayunando.
Cerramos las maletas y hacemos el check
out. Dhanu se había despedido de nosotros; la agencia nos envía un nuevo chófer
para nuestros últimos 2 días de viaje. Llega con retraso: viene en autobús
desde Colombo ( llevará la furgoneta que dejó aparcada Dhanu en el parking del
hotel ) y el recorrido se ha visto afectado por el temporal. Lamentamos no
haberlo hecho venir el domingo.
Finalmente, aunque sea con retraso,
salimos hacia nuestro nuevo destino. Y decidimos añadir una nueva parada. El
tiempo concede una pequeña tregua y nos animamos a visitar un templo budista
más: el de Mulkirigala. El chofer pregunta varias veces por la dirección correcta.
Oímos hablar de él en el hotel y las guías y la verdad
es que la visita es más que recomendable. De forma similar a las cuevas de
Dambulla, se trata de unos templos rupestres excavados en forma de cuevas en la
misma roca. Están situados a 16 km al noroeste de Tangalle por lo que debemos
desviarnos de la ruta prevista. Como siempre el entorno de cualquier templo es
precioso: en este caso está aislado entre una verde mata de cocoteros. El
problema es que ( de nuevo similar a lo visto en Dambulla ) para llegar a los
templos de las cuevas hay que subir en un montón de escaleras. Hay que añadir 2
“detalles”: a diferencia de Dambulla en este templo las cuevas no están todas
en un mismo nivel sino que a medida que vas subiendo te las vas encontrando por
separado. Además, el terreno está mojado y hay una parte en la que las escaleras
son estrechitas y las tienes que subir descalzo. Afortunadamente no llueve
durante las cerca de 2 horas que tardamos en hacer la visita. Jordi lleva a
Laura en la manduca y David se vuelve a portar como un campeón.
En las cuevas podemos apreciar grandes
estatuas de Buda reclinado intercaladas entre figuras más pequeñas sedentes y
de pie aunque no son tan espectaculares ( ni en número ni en nivel de detalle )
como las de Dambulla. Además, son de una época muy posterior por lo que no
tienen el mismo valor histórico. Les roban el protagonismo unas magníficas
pinturas rupestres en el techo de las primeras cuevas que te encuentras en el
primer nivel ( podemos ver con gran nivel de detalle cómo unos diablos castigan
a los pecadores que han hecho de las suyas
en la Tierra ). Encontramos pocos turistas; sí un montón de feligreses que van
a rezar. Es día de poya ( luna llena
) y el último día del Perahera: eso supone que los rezos y donativos son más frecuentes que en un día
cualquiera.
Conseguimos llegar a lo más alto de la
roca ( a 206 metros de altura ): allí nos esperan una pequeña pagoda y unas
vistas no muy espectaculares. Decir que quizá este último tramo de ascensión
sea evitable dado el esfuerzo que conlleva hacerlo y que hay poca recompensa. Eso sí, en la pagoda encontramos a un hombre...
Cuando Lola me pidió una de esas pulseras no supe muy bien a qué se referia. Pensé que al verlas las reconocería. Vi muchas pero no eran lo que buscaba. Después de 23 días de viaje, después de Anuradhapura, Polonnaura, Dambula, Aukana, Kandy, Buduruwagala y Dowa, ya había perdido la esperanza de encontrarlas y en este templo, que vemos casi por casualidad, las encuentro. Aunque a lo mejor las cosas no pasan por casualidad, y ese día, estábamos donde debíamos estar.
Tras la visita nos espera la cruda
realidad del día: más de 3 horas de coche hasta Galle y de nuevo la reaparición
del temporal de viento y lluvia. Hasta en eso tenemos suerte pues nos ha
respetado la visita al templo. Para amenizar la tarde y como recompensa para
nuestros niños, justo antes de llegar a Galle paramos en un centro de conservación de tortugas. No es muy grande pero nos hacen una
pequeña visita guiada en la que nos muestran grandes tortugas que tienen allí
protegidas ( casi todas están allí porque tienen alguna deficiencia: ya sea
porque les falta alguna aleta u ojo o porque tengan dañado el caparazón ),
tortugas pequeñas o bebé ( las tienen unos 5 días hasta que son liberadas al
mar ) y los huevos enterrados en una zona de arena y separados según fecha y
procedencia animal. La verdad es que la visita es muy recomendable si vas con
niños pues te dan un montón de información: David lo entiende todo y le hace
una particular 2ª visita a Laura guiada a
su manera. Es muy divertido ver cómo le explica cosas a su hermana.
Reanudamos la marcha: como sigue
lloviendo y se ha hecho tarde ( son casi las 18:00 horas ) renunciamos a
visitar la ciudad fortificada de Galle y lo dejamos para mañana. Llegamos a
nuestro último alojamiento: el Tamarind Hill. Un alojamiento sencillamente
espectacular: se trata de una antigua mansión británica que data del siglo XIX,
que se encuentra en las afueras de Galle ( a 2 km al oeste de la ciudad nueva )
y que tiene 10 habitaciones y una piscina acotada por la selva. El personal,
muy amable, nos propone hacer una excursión en canoa por la selva la tarde del
día siguiente. Como se la debemos a Laura ( la de nuestro Village Tour en
Sigiriya le supo a poco ) la contratamos sin pestañear aunque habrá
que ver que tiempo hará.
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