31 de julio de 2017

HORTON PLAINS: HASTA EL FIN DEL MUNDO Y MÁS ALLÁ

Dicen que en Sri Lanka existe un camino que te lleva al fin del mundo.

Son las 4.30 am. Suena el despertador. David tiene el detalle de despertarme a las 3 am. Está contento porque ayer se le cayó su quinto diente y una ardilla ha venido a por él mientras dormía y le ha dejado bajo la almohada unas rupias ( aquí no hay ratoncito Pérez, hay ardilla ). Qué curioso! Incluso a 9120km de casa existe esta magia inexplicable.

Hemos quedado con Dhanu a las 5 para ir al Parque Horton Plains ( Parque Nacional de las Llanuras de Horton). El motivo de ir tan pronto es que más tarde de las 9-10h podríamos correr el riesgo  de no ver nada, pues una espesa neblina lo suele cubrir todo a partir de esas horas. 
La subida en coche no es nada sencilla: carreterita estrecha y tortuosa por donde hay zonas en las que sólo cabe un vehículo ( ¡ pues es de doble sentido ! ) y todavía es de noche ( es justo el amanecer ).  

Llegamos instantes antes de que abran las taquillas del parque: ¡ las 06:00 am !
Entrar dentro no es nada sencillo: por un lado no te dejan entrar con el vehículo hasta que tengas el ticket de entrada. Llegados a este punto el problema es doble: por un lado hay una cola para comprarlas de aquí te espero ( cuando llega Jordi tiene como unas 50 personas delante; tranquilos, al cabo de un rato mira para atrás y descubre más de 100 ). Por otro lado no hay zona de aparcamiento mientras las consigues: así, se forma una cola inmensa de coches, furgonetas, tucs-tucs y jeeps en el estrecho camino de acceso. De vuelta al caos aunque esta vez en plena naturaleza. Una pena.

A las 07:10 conseguimos entrar en el parque. Nos cobran cerca de 9000 rupias por 2 entradas de adulto, otras 2 de niño, el guía y el permiso de aparcamiento.
A esas horas hace frío.

En la entrada nos revisan las mochilas. Está prohibido entrar con cualquier tipo de plástico al parque, así que nos requisan los zumos y danones del desayuno que nos han preparado en el hotel, y nos los guardan para devolvérnoslos a la salida. El resto ( bocatas y fruta ) nos lo empaquetan en bolsas de papel. 

Nos ponemos en marcha con Laura en la manduca y David dando saltos y preguntando cada 10 minutos cuál va a ser el premio si consigue llegar al final. El camino que nos lleva al conocido como fin del mundo es impresionante. Se trata de una altiplanicie ondulante a más de 2000m de altura que acaba de forma abrupta en el Fin del Mundo. Para llegar hasta allí lo puedes hacer de 2 maneras pues el trazado ( son en total 9.5 km ) es circular. Puedes empezar por el sendero de la izquierda e ir directo a los miradores para volver por la cascada o ir por el sendero de la derecha y dejar los miradores para el final. Nuestra recomendación ( si vais bien de tiempo; recordad que puede que la neblina lo cubra todo a partir de las 09:00-10:00 ) es empezar por el sendero de la derecha: hace bajada y a la vuelta el terreno tiene menos pendiente. Digamos que es más sencillo para nuestro gusto. Si empiezas por el de la izquierda te encuentras las cuestas más empinadas de subida al final que es justo cuando estás más fatigado.

Al poco rato empieza a hacer un calor que no veas y empezamos a quitarnos la ropa: chubasqueros y jerseys de manga larga ( recordad que para la primera parte de la excursión son muy necesarios ). 





Tras cerca de 3.5 km de marcha llegamos a un espeso bosque y nos topamos con las cascadas de Baker. Dejamos a los peques con Dhanu para poderlas ver, ya que para acceder hasta ellas hay que bajar unos escalones altos y resbaladizos. No es que sea peligroso, pero así ganamos algo de tiempo, que falta nos hace para llegar antes de las 10h al mirador. Nos recuerda un poco a Ordesa.


A la vuelta nos encontramos a Dhanu dándole parte del desayuno a los peques. El descanso les ha venido bien a ambos, especialmente a David que recordemos que hace el recorrido íntegramente a pie por sí sólo. Laura camina un ratito corto pero la mayor parte del trazado va en la manduca. Expectantes, encaramos los 2 km que nos separan del Fin del Mundo.


El mirador en sí ( "World's End" ), no nos impresiona tanto. Se trata de una caída de unos 880 metros con vistas a los valles y pueblecitos distantes. A lo lejos la vista te alcanza para ver las tierras del sur de la isla pero no para el océano. A los peques no los acercamos ni en broma. No hay ningún tipo de protección. Hay mucha gente intentando hacerse fotos justo en el borde y no es nada seguro.  Fani se camela unas turistas francesas para que nos hagan unas fotos. Dhanu se queda, como siempre, en la retarguardia con los peques a buen recaudo.




El camino de vuelta es menos pesado, no tan abrupto y el desnivel juega a nuestro favor. Pasamos por otro mirador, más pequeño: el mini Fin del Mundo ( "mini World's End" ). Bastante chulo por cierto. La verdad es que el tiempo ha acompañado aunque empiezan a aparecer unos densos nubarrones en el cielo. Optamos por iniciar el tramo final de regreso de 3.5 km.

El camino de vuelta atraviesa un bosque. David empieza a estar cansado. Empieza a llover y nos tenemos que poner los chubasqueros. Como Dhanu no tiene se va corriendo y nos espera a la salida del parque. Nosotros seguimos tranquilos: llevamos los chubasqueros y no hace especialmente frío. Laura se queda dormida y no se entera de nada. Nuestra aventura termina tras 4 horas de marcha sin ningún sobresalto. Nos dejamos caer en la furgoneta y del recorrido de vuelta al hotel no recordamos nada. En fin. 






Volvemos al hotel cansados por el madrugón, nada que no pueda arreglar una siesta después de comer. Dormimos todos menos David que está emocionado porque ha ganado su premio ( tablet ) y porque tiene unas monedas que le ha traído la particular ardilla Pérez de Sri Lanka.

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