31 de octubre de 2010

! EMPIEZA LA AVENTURA ¡

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Como decía; nadie te da un manual de instrucciones cuando sales del hospital. Todo son dudas, dires y diretes. Todo el mundo te dice lo que debes hacer y cómo debes hacerlo. Seguro que hay ensayos, estudios y popes que opinan sobre cómo cuidar a un bebé pero cuando llegas a casa con tu hijo en brazos sólo sabes que empieza tu aventura.

De tema del papeleo ( ayudas, registro civil y seguridad social ) se encargó Jordi. Se necesita un máster en relaciones y un camión de paciencia para no sufrir un brote psicótico. Para el próximo nos hemos hecho un resumen que publicaremos en otro post ( sí, es un coñazo pero se merece su propio capítulo ).

Los primeros días experimentamos importantes cambios:

- Ya no llevas bolso y pasas del neceser del rímel y el brillo de labios a la bolsa de pañales, chupetes, toallitas y biberones.

- Desarrollas el sentido del oído; El más mínimo movimiento de tu bebé te despierta.

- Pierdes el olfato; los pañales dan fe de ello.

- Agudizas la voz y sientes la necesidad de cantar aunque no te sepas la canción.

-  Fijas la mirada; no puedes dejar de mirarle.

-  Mejoras tu sentido del humor; cualquier gesto de tu bebé te hace reír.

-  Te conviertes en un oso amoroso; no puedes dejar de abrazarle.

-  Ya no usas reloj; siempre llegas tarde.

A pesar de todo, y sin querer caer en un tópico, vale la pena.

David tiene casi dos meses de vida.  Perdió el cordón umbilical el 20 de septiembre. Enseguida averiguó cuál era el mejor sitio del sofá ( encima de su mamá ) y el primer baño no le gustó nada de nada. En dos semanas ya me seguía con la mirada y hoy por primera vez, me ha sonreído de verdad. Es 31 de octubre. Las semanas pasan y la ropita que le iba grande ya le va pequeña. Está más despierto y siente la necesidad de llamar mi atención. Balbucea. Le gustan las cosas de colores llamativos y la música.

No puedo decir muchas más cosas de él. Nos estamos conociendo. Pero sí sé que cuando me mira me siento feliz.

 

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7 de octubre de 2010

UNO MÁS

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Nunca creí en el amor a primera vista ni tampoco en aquello del destino… pero hace dos años y medio conocí a Jordi, con quien comparto mi vida desde entonces. Sí, ya sé que no estoy hablando de una relación de esas de toda una vida; aún así, no imagino mi tiempo sin él. Hemos hecho muchas cosas juntos. Han sido dos años de aventuras y cambios.
Por fin decidimos dar un paso más y tener un hijo. No es como el que decide tener un coche nuevo o una casa bonita y nada tiene que ver con plantar un árbol o escribir un libro ( por aquello de: – cosas que hay que hacer antes de morir – ).
Siempre quise ser madre, aunque no supiera muy bien lo que significaba. Quizás el gen egoísta que llevamos dentro aflora tarde o temprano. Queremos una descendencia, alguien que cuide de nosotros cuando seamos mayores. Queremos no estar solos, tener una familia que herede de ti un pequeño legado, tus convicciones, alguien a quien poder enseñar lo que tú has aprendido. Queremos ser felices. Eso es lo que buscamos.
El 19 de diciembre fue la fecha. El 9 de enero nos enteramos de que estaba embarazada. Menuda flecha Jordi !! Es curioso cómo somos capaces de acordarnos de determinadas fechas. Estábamos en Estambul cuando empezamos a sospecharlo. Todo me daba náuseas y cualquier excusa era buena para ir al baño. Repito, cualquier excusa. Nos parecía difícil que hubiera podido ser a la primera pero el predictor no podía engañarnos. No nos lo creíamos.
La primera ecografía ( 12.01.2010 ): un minúsculo saco gestacional, lo confirmó. La segunda ecografía ( 8 semanas ) ya perfilaba su rostro. Cada latido de su corazón era como cuando te pellizcas para ver si estás despierto. 

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El primer trimestre me lo pasé durmiendo como una marmota. Tenía sueño a todas horas y mis platos preferidos ya no era mis platos preferidos. En general me encontré bien y no pasé de una barriguita de esas que no sabes si está hinchada por tener gases acumulados..
Jordi no me llevaba en brazos porque no podía pero poco le faltaba. Me hacía sentir como a una reina. ¿ Por qué no aprovecharse ?
Fue emocionante dar la noticia a mi familia y a mis amigos, en especial a Sandra, que me sorprendió 24h después con la misma noticia. Esto no tenía nada que ver con usar la misma marca de champú. Todavía me acuerdo de mi padre dándole vueltas al papel de la eco para ver lo que era…

El segundo trimestre fue más emocionante. Los cambios físicos empezaban. Me sentía especial. Tenía que pensar qué ropa ponerme. Notaba sus patadas.
Empezamos a planear nuestra nueva vida. Íbamos a ser uno más. Supimos el sexo. Le pusimos nombre: David ( no como David el gnomo sino como David contra Goliat ).

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Todo cambia cuando decides ponerle un nombre. Le das una identidad y de repente sientes que ya no es un sueño. Es una realidad. Y es tuya. No pueden quitártela. Empezamos a hablarle, a incluirlo en nuestras vidas.
Un sentimiento de felicidad, si es así como la llaman, te rodea. Es como un aura que te persigue allá donde vas. Los demás lo perciben. Te dicen que estás muy guapa. Se confunden de adjetivo.

El tercer trimestre fue el más duro de todos, especialmente los dos últimos meses. Además de morirme de calor, me puse enorme, lo que limitaba mi espacio. A pesar de todo me encontré bien físicamente. Salía a pasear por la playa y nadaba en la piscina todos los días. Es lo que tiene la baja por riesgo laboral; que no trabajas!! Pasé el verano con mi familia.

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Pero no fue el más duro por eso; le diagnosticamos a mi padre un cáncer de pulmón localmente avanzado. Fue un hallazgo casual a raíz de una radiografía que se me ocurrió hacerle para el preoperatorio de una colonoscopia con anestesia. Una casualidad. En el mismo instante en que vi la radiografía supe de qué se trataba. Como médicos se supone que estamos acostumbrados a dar malas noticias. Se supone que sabemos hablar con la gente. Se supone que hemos aprendido a informar sobre diagnósticos, tratamientos y pronósticos. Nunca había sentido tanto dolor en toda mi vida. No era tristeza. Era dolor. Intentamos buscar un sentido, una razón, un por qué de las cosas que nos suceden. Y cuando no lo encontramos sentimos dolor.
Empezamos una carrera de pruebas y de idas y venidas al hospital. Nos esperaban seis semanas de tratamiento con quimio y radioterapia. De repente todo lo que habíamos planeado dejó de ser importante. Lo que tenía que ser el momento más feliz de nuestras vidas pasó a un segundo plano. Tardé semanas en conseguir entrar en la habitación de David. Dejé de pensar en su ropita y en las cosas que había que preparar antes del parto.
Pero el tiempo amortigua el dolor. Y las patadas de David me recordaban que aunque no lo creyera había una vida dentro de mi.  
Empecé a pensar en el momento del parto. ¿ Cuándo sería ?. ¿  Dónde ?. ¿ Cómo ?.  ¿ Me dolería ? Esperaba que se retrasara unos días por eso de ser primeriza pero no fue así. La apuesta sobre la fecha la ganó mi padre: 8 de septiembre.
Las contracciones empezaron a las 9h de la noche. Ya había tenido contracciones como ésas antes. No eran muy intensas así que no les hice mucho caso. Cenamos tranquilamente una tortilla de patata y vimos un capítulo en la caja tonta de Prison Break.  A las 12h de la noche las contracciones ya eran muy frecuentes ( cada 3-5 minutos ) pero no me parecía estar de parto. Supongo que no quería creer que ya fuera el momento. Todavía faltaban 4 días para la fecha prevista. Estaba asustada.
Nos quedaremos en casita haciendo los ejercicios de dilatación que me habían enseñado en las clases de yoga y  en fisioterapia – pensé -
Sí, sí; en lo que fue mi búsqueda de “ quiero estar preparada para el parto ” me apunté a yoga y a fisioterapia perineal ( no hace falta que nadie me pregunte ).
Nada más meternos en la cama rompí aguas. No es como te lo explican ni como te lo cuentan. No es como en la típica escena de película en la que una mujer rompe aguas en un lugar inesperado y todo el mundo se asusta y grita alrededor. 
Nosotros no. Nada de películas. Jordi me llevó en coche al hospital con más serenidad de la que cabía esperar. Más tarde me confesaría que en realidad estaba como un flan.  Las contracciones pasaron a ser dolorosas. Muy dolorosas. Muy, muy dolorosas. No tardé demasiado en pedir la epidural, aunque si hubiera sido más lista la habría pedido antes. Tardaron casi una hora en ponérmela. Lo peor de todo fueron los vómitos y el reflujo. Menos mal que Jordi estaba allí; él me pasaba la palangana para vomitar y tuvo el honor de verme en todo mi esplendor. No era mi mejor momento, la verdad. Por lo demás, incluso nos quedamos dormidos ( o mejor dicho, traspuestos ). Jordi estaba monísimo con su bata verde talla extragrande. Yo me sentía torpe y desnuda ( lo estaba ). Tenía frío y calor.
Cada vez que la frecuencia cardíaca de mi bebé disminuía la mía se aceleraba.
Por fin llegó el momento del expulsivo. O eso creíamos. Después de 4 horas de ver entrar y salir gente de la sala, a las 6h de la mañana nos dijeron eso del ya viene, pero debió ser una exageración por parte del personal sanitario porque hasta las 10h no empezó el trabajo del parto. Después de 20 minutos de empujar por fin le vi la cabeza reflejada en un espejo que pusieron frente a mi. Solo vi una cabecita pringosa llena de pelo. Fue increíble. Por supuesto, no respiré ni empujé  como me habían enseñado, pero no pude escoger. Jordi me ayudaba. Puso su mano en mi nuca y eso, aunque parezca una tontería, me reconfortó muchísimo.
Cuando lo pusieron en mi pecho rompió a llorar ( más bien a gimotear ) y se acurrucó buscando protección. Era precioso. Lo más precioso que he visto nunca. Le cortaron el cordón umbilical y de las siguientes 3 horas ya no vale la pena explicar nada, porque nada me importaba ya, solo David acurrucado en mi pecho. Su calor y sus manitas apoyadas en mi piel.
Éstas son sus primeras fotos ( días 8, 9, 12 y 18 de septiembre )

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Al salir del hospital nadie te da un manual de instrucciones de uso.
La vida cambia. Las personas cambian. Tu mundo cambia. En definitiva te conviertes.
Empieza la aventura, pero ese es un capítulo para más adelante.