28 de marzo de 2008

A LA SOMBRA DEL TÍBET

CHENGDU Y EL PARQUE DE JIUZHAIGOU
Sishuan


Llegamos a Chengdu des de Xi’an y esta vez decidimos coger un vuelo en lugar del tren. En términos relativos podía salirnos más barato, ya que en el tren sólo quedaban billetes para ir en hard seat, y dado que el viaje duraba unas 18 horas, no tardamos mucho en escoger. El vuelo nos costó unos 36 euros y fue realmente rápido y cómodo. En menos de 2 horas facturamos las mochilas, embarcamos, volamos, desayunamos y llegamos al hostal. Genial.
Llegamos el 18 de febrero por la mañana al hostal ( Loft hostel ). El edificio no desentonaba nada con el resto de la ciudad de Chengdu. Gris, triste, húmedo y poco acogedor. Las habitaciones decoradas estilo industrial, con luces ténues y apagadas, el suelo de cemento pintado y las camas más duras que una tabla de planchar. Menos mal que estoy acostumbrada a todo. Resulta que el hostal fue antaño una fábrica de cemento reformada.
-->
Como estábamos cansados dormimos sin ningún problema, aunque al día siguiente la cama nos pasó factura. Hacía frío. Llovía. Clic, clic, clic. Las gotas de la lluvia se desparramaban por las tejas del edificio. Como en Xi’ an, la polución pintaba el cielo de gris y el ambiente se respiraba pesado y plomizo. No costó mucho que nos pusiéramos enfermos, uno tras otro.


Como no disponíamos de mucho tiempo, decidimos contratar un tour que nos llevara al Parque Nacional de Jiuzhaigou, a unos 580km al nordeste de Chengdu, cerca de Lasha, capital del Tíbet. La broma nos salió un poco cara ( 100 euros ). Cuatro días ( dos y medio en bus ) con casi todo incluido; la mayoría de las comidas (por supuesto cocina china ultarápida, ultrabarata y en muchas ocasiones difícil de reconocer ), la guía ( que por supuesto no hablaba inglés, aunque la frase Go to the bus , se la sabía bien ), el autobús ( por supuesto, incómodo, viejo y destartalado ) , al conductor ( por supuesto, Kamikace en potencia; capaz de superar cualquier obstáculo natural que se pusiera delante ), los colegas del tour ( por supuesto, todos chinos, excepto dos coreanas que nos salvaron la vida porque nos hacían de improvisadas traductoras ) y como no, las pertinentes paradas para ir al aseo ( no creo haber visto jamas nada semejante ) así como los hoteles donde dormiríamos ( con importantes restricciones de luz y agua caliente, lo cual puede ser, en plena ola de frío, un pelín durillo ). Las entradas también estaban incluídas.

Nos intentaron cobrar en varias ocasiones diversas cosillas que se suponía que estaban incluídas. Menos mal que no nos dejamos amedrentar. Además, como no, también nos llevaron a comprar. Esto de incluir en los tours llevar al guiri de compras, debe ser una práctica normal, pero a nosotros no nos hizo ni pizca de gracia, sobre todo porque, de antemano, ya habíamos preguntado si nos llevarían de compras a lo
-->Pretty woman, y nos prometieron que no. Qué hago yo en china comprando sábanas de seda o collares de piedras preciosas ? No nos interesó en absoluto, así que decidimos como mínimo no amargarnos y apostamos quién era capaz de encontrar el objeto más caro de la tienda. Gané yo ( je,je ).



A pesar de todo, como se puede ver en las fotos, mereció la pena. El parque era espectacular. Las cumbres de las montañas nevadas contrastaban con el intenso azul de las aguas de los múltiples lagos que salpican el parque. Me atrevería a decir que a pesar de las cálidas aguas del caribe Hondureño, de las exóticas islas de Filipinas, del infinito desierto de Mauritania o de los gigantescos baobabs senegaleses, es de lo más bonito que he visto nunca.
Cuenta la leyenda, que un hombre enamorado de una hermosa hada, le regaló un espejo que ella rompió sin querer. Al hacerlo, los cristales cayeron a la tierra, formando lo que hoy se conoce como el Parque de Jiuzhaigou.
El parque está anclado en unas tierras en las que se respira la presencia de una de las minorias de china, la etnia Tibetana. Durante la revolución cultural china en el 68, el ejército de la República destruyó parte del legado cultural del Tíbet. Éstas tierras donde ahora reposa este inmenso parque, fueron no hace mucho arrebatadas a los tibetanos.


La gente aquí tiene la piel más oscura, las facciones más marcadas. Tuve la impresión de que son poco abiertos, aunque aquí, en temporada alta, deben estar acostumbrados a la presencia de cientos de turistas locales que pasean sus cámaras por el parque. Me encantó ver sus ropas. Llenas de colores atrevidos, amuletos escondidos. Torchoffs en las pagodas blancas que se esparcían por el parque y sus alrededores, casas de colores con mil adornos, flores de madera... pensé mucho en mi amigo Isidre, que tantas cosas me ha contado sobre su viaje al Nepal.





















El tercer día del tour nos llevaron a Muny Valley, donde nos sorprendieron regalándonos tiempo. Aquí se encuentra la cascada con formaciones de carbonato cálcico más grande del mundo. Las formas del agua curiosas. No creo que vuelva a ver nada igual.


El viaje de vuelta fue un poco accidentado. A mitad de camino nos encontramos con un camión cisterna volcado en medio de la carretera. Podéis imaginar que si un autobús tarda 12 horas en recorrer 580km, no es porque la carretera sea fácil. Acantilados, vías estrechas, gente caminando por el falso andén, camiones con poca prisa y un conductor temerario... la combinación puede ser explosiva. El viaje tanto de ida como de vuelta fue un tormento.
Después de comprobar que no había heridos, suspiramos con alivio. Pasaban las horas y se hacía de noche. Así que, impacientes por la espera, decidimos salir a dar un vistazo. Las manos en los bolsillos. La cara helada. Nadie había venido todavía a ayudarnos. Una cola interminable de camiones y coches se apelmazaba tras nosotros. En fin, nos resignamos a pasar la noche encerrados en aquel bus, a una altitud de 3200 metros, bajo un cielo lleno de estrellas parpadeantes. La luna llena. Era 22 de febrero, el último día de las celebraciones del fin de año nuevo chino, según el calendario lunar. No habíamos planeado pasarlo así, pero nos alegramos de no haber estado cerca del camión en el momento en que volcó.
Intentamos dormir un poco. Recordé mis anteriores aventurillas; dormir a la intemperie en algún punto entre Dakar y Touba en el 2003 después de pinchar las 4 ruedas del jeep; epidemia de cólera en Dakar en el 2004, naufragio en los Cayos en Honduras en el 2006, perderme en el desierto de Mauritania en el 2007, tormenta de arena incluída; tornado y intento de golpe de estado en Filipinas en el 2007; ola de frío en China.... seré gafe??















Después de 7 horas, casi 8, una grúa despejó el camino. Hay que decir que nuestros infatigables compañeros de viaje ni siquiera se inmutaron.
De esta hemos aprendido que NO volveremos a contratar un tour!!!

No hay comentarios: